30.

NARRA FEDE

Me duelen los huesos y, en definitiva, mi entrepierna. Sin embargo, es una sensación que me hace sonreír porque sé a qué se debe: a los tremendos polvazos que tuve con mi novio.

Aún no puedo creer que esto esté pasando entre Sebas y yo. Cuando lo vi la primera vez, admito que babeé mentalmente por lo guapo que era y cuando abrió su bocota solo para amenazarme fue… excitante.

Sin embargo, me había hecho la idea de que nada iba a surgir entre nosotros y entonces él empezó con sus bromitas, que más allá de irritarme, me divertían. Nos hicimos cercanos en un fingido cliché de enemigos a amantes y ahora… Ahora estamos juntos.

Me estiro en la cama y me enderezo cuando la siento vacía. Busco con la mirada a Sebastián, fijándome que en la mesa frente al sofá, donde tuvimos sexo ayer, hay una bandeja con comida. Luego escucho el agua de la ducha correr.

No necesito despojarme de nada, así que camino de puntas hasta el baño y me encuentro con la gloriosa vista del cuerpecito de mi ni
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