33.

Han pasado varios días desde aquel almuerzo. Todo parece ir muy bien en la familia porque Montse está muy feliz y Mauricio, pues ni les digo y sé que ambos casos se deben porque están con las personas que quieren. Federica y yo estamos muy bien, la pastelería ha tenido muchos pedidos y eso la ha puesto muy feliz. Nuestros días libres las pasamos juntos, a veces con su familia y a veces con la mía.

Llego al departamento, sintiendo que extraño a Federica a pesar de haber estado con ella todo el día, trabajando. Montserrat está viendo la televisión y me dejo caer junto a ella, suspirando.

—Uh, ¿qué te tiene así? —pregunta a modo de burla.

—La amo —respondo con seriedad, omitiendo su broma y ella me mira, sonriendo—. La amo, Montse. He estado dándole vueltas a todo y quiero un futuro con ella, lo anhelo. Quiero que vivamos juntos y, más adelante, casarnos y tener hijos. ¿Quién lo diría, eh?

—Un Díaz más que ha descubierto que tiene corazón —dice ella, recargando su cabeza de mi hombro—. H
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