La defensa del ex novio de Elena me parece innecesaria. Aún no entiendo cómo es posible que exista algún abogado que quiera ayudarle a reducir su pena o, en el peor de los casos, a dejarle en libertad.Sé que es por derecho, pero considero que una persona que le ha hecho tanto daño a alguien no debería tenerlos. Maldita sea la norma del inocente hasta que se demuestre lo contrario, no puedo evitar pensar.—El demandando ha confesado haber maltratado a Elena —me recuerda Mauricio al oído.— ¿Y qué con eso? —murmuro, mirándole de reojo.—No buscan dejarle libre, buscan rebajarle la sentencia —explica y yo aprieto mis puños, molesto por ello.— ¿Sabes cuánto tiempo pueden darle para que se pudra en la cárcel? —inquiero.—De treinta a setenta años, dependiendo de la gravedad del asunto. Si Elena hubiese estado a punto de morir, sin duda le darían más de setenta, creo que podemos esperar a que le den unos 40 o 60 años de cárcel —responde—. Y si le rebajan por confesar, creo que quedamos en
Llegamos al restaurante y le tiendo la mano a Federica para ayudarle a salir de la limosina. Noto que Aarón hace lo mismo con Gabriela y eso me sorprende.¿Mauricio sabe de esto? Porque si no, creo que va a matarlo.Nos adentramos al lugar, maravillado con lo que veo. No puedo evitar sonreír y mis ojos se llenan de lágrimas por el orgullo, aunque trato de disimularlo. Federica lo nota y se abraza a mi cuerpo, sonriéndome.Tiene similitudes al anterior restaurante, como la madera y el azul decorando el lugar, así como las luces colgantes y las áreas al aire libre. Hay una pared roja con un altar con la virgen María y hay un poco de movimiento entre los meseros y personas de protocolo.Me tenso de inmediato cuando veo a mi padre, quien habla con la junta directiva del restaurante de forma muy animada. Sus ojos se posan en mí y luego en Federica, notándose ciertamente sorprendido.Ruedo los ojos, sin poder creerme aún su actitud y guío a Federica en dirección opuesta a él. Sin embargo, n
Todos empiezan a marcharse. Observo a mi hermano discutir con Charlotte y a Gabriela mirarlos con una sonrisa triunfante en el rostro. No quiero armar teorías en mi cabeza por lo que sucederá esta noche con respecto a ellos, así que busco a mi novia con la mirada, pero ella misma se acerca a su prima para despedirse.Montse y Cris se encaminan en mi dirección y yo miro a mi hermana con ojos entrecerrados, pero ella no dice nada.—Nos vamos, hermanito. ¿Nos vemos en el depa? —pregunta como quien no quiere la cosa.—No, iré a la suite. No te preocupes —respondo, sonriendo.—Algún día tendré mi propia habitación en el hotel, ya lo verán —se queja, rodando los ojos. Su expresión irritada se borra cuando mira a Cristián, quien se ríe un poco de ella—. Bueno, vámonos. Nos vemos mañana, hermanito.Ella se acerca para darme un beso en la mejilla y tomo su mano para que no se aleje.—Usa condón, Montserrat —murmuro en su oído y ella se aleja, roja hasta las orejas y un tanto sofocada—. Feliz n
NARRA FEDEMe duelen los huesos y, en definitiva, mi entrepierna. Sin embargo, es una sensación que me hace sonreír porque sé a qué se debe: a los tremendos polvazos que tuve con mi novio.Aún no puedo creer que esto esté pasando entre Sebas y yo. Cuando lo vi la primera vez, admito que babeé mentalmente por lo guapo que era y cuando abrió su bocota solo para amenazarme fue… excitante.Sin embargo, me había hecho la idea de que nada iba a surgir entre nosotros y entonces él empezó con sus bromitas, que más allá de irritarme, me divertían. Nos hicimos cercanos en un fingido cliché de enemigos a amantes y ahora… Ahora estamos juntos.Me estiro en la cama y me enderezo cuando la siento vacía. Busco con la mirada a Sebastián, fijándome que en la mesa frente al sofá, donde tuvimos sexo ayer, hay una bandeja con comida. Luego escucho el agua de la ducha correr.No necesito despojarme de nada, así que camino de puntas hasta el baño y me encuentro con la gloriosa vista del cuerpecito de mi ni
NARRA SEBASCuando llego a la pastelería, Federica ni siquiera ha llegado. Es por esto que Elena, Lucrecia y yo estamos esperando fuera, ya que ella es la encargada de abrir.Al llegar, luce algo cansada y bosteza mientras se encarga de la apertura. Yo la ayudo, sin decir nada hasta que entramos.—Oh, hola, amorcito ¿cómo estás? —imito, de una forma muy patética, su voz y luego hablo con mi tono común—. Bien, boss. ¿Y tú?—Primero: yo no hablo así y segundo: lo siento. Es que no he dormido nada —habla y bosteza de nuevo—. Y es culpa de tu hermano.— ¿De Mauricio? —pregunto, frunciendo el ceño.—Sí —responde, cruzándose de brazos—. Gabriela ayer llegó a la casa con su ex novio, quien está de vacaciones en México y lo besó porque creo que sabía que Mauricio los estaba viendo. Cuando ambos se fueron, se lanzó a llorar y no paró como hasta las tres de la madrugada.—Espera, espera. No entiendo nada —le digo, sintiendo que la información se tergiversa en mi cabeza de mil formas.Ella suspi
―Hora de irnos, ¿te llevo a casa? ―pregunto, enrollando mis brazos en su cintura, apoyando el mentón sobre el hombro de mi novia.—Voy a ir al café donde trabaja Gaby primero. ¿Nos vemos en tu depa más tarde? —pregunta, jugando con el cuello de mi franela.No puedo negar el ligero estremecimiento que me recorre el cuero ante sus palabras y mi compa se alza en respuesta, cosa que la hace reír. Yo trago saliva con dificultad ante todas las imágenes que pasan por mi cabeza.― ¿Para qué quieres ir, mi caramelo? ―Me hago el tonto, alzando una ceja.―Pues, señor Díaz, para que me haga el amor sobre lo primero que encontremos en el camino ―habla con una voz sensual que me prende más, acariciando mi labio inferior con su índice.Oh, estás en serios problemas, Federica.—¿No quieres que te lleve al café? —pregunto.—Tranquilo, pasa por mí si te tranquiliza —responde, robándome un pico de labios.—Hecho.Nos despedimos con otro beso, un poco más intenso, y me trepo en el auto para que Pascual m
Han pasado varios días desde aquel almuerzo. Todo parece ir muy bien en la familia porque Montse está muy feliz y Mauricio, pues ni les digo y sé que ambos casos se deben porque están con las personas que quieren. Federica y yo estamos muy bien, la pastelería ha tenido muchos pedidos y eso la ha puesto muy feliz. Nuestros días libres las pasamos juntos, a veces con su familia y a veces con la mía.Llego al departamento, sintiendo que extraño a Federica a pesar de haber estado con ella todo el día, trabajando. Montserrat está viendo la televisión y me dejo caer junto a ella, suspirando.—Uh, ¿qué te tiene así? —pregunta a modo de burla.—La amo —respondo con seriedad, omitiendo su broma y ella me mira, sonriendo—. La amo, Montse. He estado dándole vueltas a todo y quiero un futuro con ella, lo anhelo. Quiero que vivamos juntos y, más adelante, casarnos y tener hijos. ¿Quién lo diría, eh?—Un Díaz más que ha descubierto que tiene corazón —dice ella, recargando su cabeza de mi hombro—. H
Abro la puerta del departamento y lo encuentro hecho trizas: los cojines están en el suelo y hay varios trozos de vidrio por el lugar. Montse está acurrucada en el sofá y veo su cuerpo temblar, cosa que hace que se me caliente la sangre y a la vez suspire.—Mon —murmuro, acariciando su cabeza. Ella levanta su rostro y cierro los ojos al ver su maquillaje corrido—. Lo siento mucho —agrego, limpiando sus lágrimas.—¿A quién quería extorsionar mi papá, Sebas? ¿Por qué quería divulgar ese contenido? ¿A quién estaba acosando? —pregunta.—Quería divulgarlo para obligar a la víctima a acostarse con él —confieso y ella se cubre el rostro con las manos, sollozando—. Estamos mejor sin él, Mon. ¿Lo sabes, no?—Pero no así, Sebas. No así, maldita sea —lloriquea y está por levantarse cuando la tomo de los brazos.—Te vas a cortar —le digo, notando que está descalza. La ayudo a bajarse del sofá, alzándola en brazos y luego dejándola en el suelo donde está libre de vidrios.—¿Qué puedo esperarme del