CRIANDO LOBOS, Mamá Humana al Rescate
CRIANDO LOBOS, Mamá Humana al Rescate
Por: Luna Nova
1. DE LA SARTÉN AL FUEGO

NEW YORK

TRINITY

Mi futuro iba a ser brillante y todo se arruinó en un segundo.

Estaba nerviosa, mirando furtivamente en el pasillo a las otras chicas candidatas para el puesto de secretaria de esta gran compañía, todas regias y estiradas.

— Celulares apagados y listas, estaremos pasando al primer examen en unos minutos – salió una mujer dando ese anuncio. Mi corazón casi se paralizó de la ansiedad.

Abrí mi bolso para comprobar el móvil y vi que había un mensaje. La peor decisión que pude tomar en mi puñetera vida fue revisarlo.

«Trinity, lo lamento, de verdad me lo he pensado mucho para enviarte esto, pero creo que mereces saberlo» Silvia, una buena colega de la universidad me escribió.

Me levanté de la silla asombrada, no me importó llamar la atención y que todas me miraran.

Mi cuerpo entero enfriándose y mis dedos temblorosos hacían zoom a las fotos tomadas desde lejos.

Frente a la puerta del Plaza Hotel, un hombre de cabello castaño, abrazaba y besaba apasionadamente a una mujer rubia y voluptuosa.

Era... ¡Era mi novio!, ¡me regaló hasta un anillo de compromiso! ¡¿cómo pudo hacerme esto?!

Agarré con fuerza la correa de mi bolso, sentía las orejas calientes y un pitido constante, la sorpresa siendo sustituida por la ira que recorría mis venas. ¡Maldito cabrón!

De repente, el jaleo de la entrevista comenzó.

Pasé a esa sala y me senté en mi rincón tomando el boli con manos sudadas, la cabeza me dolía horrores, mis ojos miraban a las preguntas que había estudiado, sin embargo, media hora después…

— Ya pueden pasar las hojas adelante para ser revisadas, las escogidas se quedarán a la entrevista final - miré hacia el papel con los ojos rojos y supe que había fallado, casi la mitad de las preguntas sin hacer.

¡¿En qué rayos había perdido tanto tiempo?!

No podía dejar de pensar en las imágenes, en sus caras felices, en que hace solo unas horas, ¡me estaba metiendo mano a mí!

¿Desde cuándo me engañaba, hace un año, dos? ¡Le he guardado hasta su raro secreto!

Salí por la puerta con las lágrimas afuera, no era de las mujeres que lloraban muy fácil, pero sentía que había perdido la mejor oportunidad laboral de mi vida por ser una idiota.

Los murmullos nerviosos se escuchaban a mi espalda, todas con esperanza y yo solo queriendo escapar, aporreando el botón del elevador para marcharme avergonzada.

Si no fuesen 18 pisos habría bajado por las escaleras, aunque me desnucara con estos endemoniados tacones.

¡Ding!

El elevador llegó y avancé con prisas, tropezando con alguien.

— Lo siento, discúlpeme por favor – dije apresurada, mirando al suelo, pero ella me tomó del brazo con brusquedad y me hizo girarme.

— ¿Pides disculpas a las personas sin siquiera mirarle a la cara? ¿Qué clase de educación te dio tu madre?

— ¿Disculpe? – retiré mi brazo con fuerza, enfrentándola, ¿quién se creía que era para estarme agarrando y menos mentar a mi madre?

Subo entonces la vista y me asombro al reconocer, nada más y nada menos que a la mujer de las fotos.

Cuando nuestras miradas se entrecruzaron, sus ojos marrones pasaron de despectivos a dudosos, buscaba de dónde me conocía, hasta que un brillo de ira y reconocimiento brilló en sus orbes.

— Así que eras tú… por eso me sonaba tu cara de acosadora – me dijo bajando la voz y dando un paso hacia mí, destilando su veneno.

— Deja en paz a mi hombre, para de escribirle y llamarlo, él ya la cortó contigo, aprende a perder y ten dignidad. No sé cómo puede haber mujeres tan tóxicas y que se den tan poco valor - bufó mirándome de arriba abajo hasta con lástima.

La sangre bullía en mis venas como una cafetera a punto de explotar.

— ¿La ex tóxica? ¿Eso fue lo que te dijo el desgraciado de Ethan? ¿Que lo habíamos dejado? – reí sin pizca de humor y secándome las lágrimas para que no pensara que era por su causa.

— Mira, ¿sabes qué?, no seguiré haciendo esta ridícula escena por un infiel. Todo tuyo querida, si quieres mi basura, te la puedes quedar, yo no recojo escorias.

Le respondí igual con orgullo, dejándola con sus insultos en la boca y caminé digna hacia el elevador.

Las puertas comenzaron a cerrarse y la vi que quiso dar un paso adelante para colarse en el interior, sin embargo, se detuvo dudando.

Iba a abrir la boca y la interrumpí.

— Ah, se me olvidaba, devuélvele esto al idiota de tu hombre – me quité de un halón el anillo barato de compromiso y lo arrojé a través de las puertas que terminaron por cerrarse frente a su mirada estupefacta y cargada de odio.

Tragué el nudo en mi garganta y miré mi reflejo en las paredes del ascensor, dándome una pequeña sonrisa torcida, más fea que llorar.

*****

— ¡Ash qué imbécil! – tiré mi bolso sobre el lavabo del baño del primer piso de la compañía y me eché un poco de agua fría en el rostro para recomponerme y limpiarme el maquillaje corrido.

Me miré al espejo, ojos verdes esmeralda, cabello rojo natural, con las típicas pequitas en mis rellenas mejillas que tapaba con BB Cream.

No era una mujer delgada, tenía mi carnita y mis buenas curvas de las que estaba muy orgullosa, pero ahora mismo no reconocía a la mujer derrotada en el espejo.

Esta mañana salí llena de expectativas por mi primera entrevista de trabajo, después de matarme pagando mis estudios de secretariado empresarial.

Por un segundo pensé en salir corriendo tras Ethan y gritarle en la cara lo miserable que era, pedirle explicaciones por romperme el corazón y humillarme de esta manera.

¿Pero qué ganaría con eso? Capaz y le arrojaba cualquier cosa por la cabeza en un ataque de rabia y luego tenía que pagarle indemnización al muy maldito.

Más que perder a un novio infiel y un posible matrimonio lleno de desilusiones, me dolió el haber fallado en la entrevista.

— Es solo un trabajo Trinity, tienes miles de oportunidades en el camino, ¡ánimo! – me dije a mí misma limpiando una lágrima que se escapó furtivamente.

No moriría por una traición y ahora mi prioridad era buscar un empleo para pagar las deudas del crédito estudiantil que estaban ahogándome.

— Disculpe, ¿hay alguien allá afuera? – una voz de repente me sacó de mis pensamientos.

Se escuchó dentro de uno de los compartimentos del baño de mujeres.

— Por favor necesito ayuda, ¡es una emergencia femenina!

— ¿Hola?, ¿en qué puedo ayudarte?

— ¡Ay, gracias a la Diosa! – escuché su exclamación y me tensé.

“La Diosa”, esa expresión la había escuchado antes.

— Amable señorita, por favor dime que tienes una toalla sanitaria extra en tu bolso, porfis, porfis, mi periodo se adelantó, ¡y estoy regando tinta como un pulpo! – sonreí un poco ante la efusiva voz de pánico.

La entendía muy bien, a qué mujer no le había pasado algo como eso.

— Claro, espera un segundo – y caminé de nuevo a mi bolso para sacar el protector de emergencia.

Unos minutos después salió del compartimento una chica de cabello rubio y ojos chocolates vivarachos, parecía más joven que mis 24 años.

— Gracias amiga, gracias, ¡me has salvado la vida!, pensé que tendría que llamar a mi hermano para que me comprara unas en la farmacia.

— Uf, un hombre en la farmacia, capaz y te traía un Pampers - le respondí y nos reímos, saliendo un poco de mi estado depre.

Hablamos cómodamente hasta llegar al lobby de la compañía, que miré suspirando y resignada.

— Bueno, encantada de conocerte July, cuídate mucho – hice por irme, pero ella me tomó del brazo y me arrastró por el vestíbulo llevándome con ella.

— No, no, dime a donde vas, te llevamos. Mira, allí está mi hermano. ¡Nathan! – me señaló a un sitio y entonces observé una espalda ancha y el alto cuerpo de un hombre de cabello corto castaño claro.

Se giró mirándonos con esos ojos chocolates que podían derretirle los pantis a cualquier mujer.

Rostro de matón sexy, cuadrado y masculino, expresión fría y ceñuda, con un alto y poderoso cuerpo infundado en un traje negro hecho a medida.

Vamos, que hasta se me olvidó que me acababan de romper el corazón.

— Nathan, esta chica amable me ayudó, vamos a darle un aventón a Trinity.

— No, no es necesario, no se moleste…

— Vamos, tengo una reunión en media hora, no nos podemos retrasar – dijo intransigente, mirándome por unos segundos que me hicieron ponerme en firme como un soldado frente a un general.

Por alguna razón sentí su mirada desviándose a mi cuerpo, pero enseguida dio media vuelta y caminó como una poderosa bestia hasta la salida.

July se colgó de mi brazo y ya parecía mi mejor amiga en el mundo, se notaba que era una de esas niñas ricas, sin maldad y que vivía en su burbuja rosada.

Afuera, un carraso negro de lujo nos esperaba. El chofer uniformado abrió la puerta y July se coló de primera, me quedé por un segundo pensando si entrar yo, o lo haría su hermano.

— ¿Está esperando una invitación formal para subirse? – me giré para encontrarlo a mi espalda.

Su voz se escuchaba ronca y fría, pero algo en la mirada intensa de ese hombre me hacía estremecer.

Se suponía que debería estar llorando por los rincones por mi ruptura, no vacilando a un desconocido adonis buenarro.

— ¿Acaso necesito una invitación? ¿Este es el coche del presidente o qué? – casi me quise morder la lengua después de hablar impulsivamente, pero alcé mi ceja rojiza en desafío y mantuve mi cara de póker.

Su colonia costosa cosquilleó deliciosamente en mi nariz cuando dio un paso adelante, invadiendo por completo mi espacio personal y se inclinó sobre mi oído rozando mi brazo con su fuerte pecho.

— No necesito ser el presidente para saber que está disfrutando mucho de la vista, Srta. Trinity. Esta noche a las 11 en el Club Abyss, me gustaría ver si eres tan valiente como aparentas.

¡¿QUÉ... QUÉ…?! Por un segundo me quedé muda, estupefacta por lo rápido que avanzaron las cosas, pero enseguida recompuse mi expresión de tonta.

— Valiente, ¿eh? Me parece que alguien aquí está muy creído.

Lo miré sonriendo con una mezcla de sarcasmo y burla, aunque por dentro mi corazón latía con fuerza bajo la chaqueta.

Él solo se me quedó mirando intensamente, como un depredador a la inocente presa.

Este tipo… este tipo era de la misma raza que Ethan, pero mucho más peligroso, estaba alto en la jerarquía, lo podía sentir.

Me tiré dentro del coche casi de cabeza, evitando que viera el temblor en mi cuerpo.

Sus ojos chocolates quemaban abrazadores en mi espalda y algo en su expresión arrogante, me hacía querer descubrir hasta dónde estaba dispuesta a llegar para retarlo.

Sin embargo, acababa de salir de una ruptura traicionera y lo que menos necesitaba era arrojarme de la sartén directo al fuego.

*****

— ¡¡Ese maldito desgraciado!! – rugí arrojando mi móvil que rebotó sobre el viejo sofá de flores.

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