TRINITY
Desde la ventana del autobús observo el caos del tráfico en la ciudad, perdida en mis pensamientos. Dada de alta del hospital hace más de una semana y aún convaleciente, me enfrento a una realidad abrumadora: estoy embarazada de Ethan y sigo sin trabajo. A pesar de haberme cuidado siempre, incluso con mi diagnóstico de ovarios poliquísticos que heredé de mi madre, aquí estoy, esperando un bebé híbrido en el peor momento posible. Ethan era un hombre lobo. Cuando supe de su origen, no me alteré porque ya conocía a Mónica y ella también es parte de esa raza. Por razones que desconozco, ambos vivían recluidos en el mundo humano, apartados de sus llamadas “manadas”. La voz mecánica anuncia que mi parada es la próxima, mi estómago se revoluciona con un hambre voraz y los tacones me están matando. Llevo toda la mañana dejando currículos. He ido a varias entrevistas, ocultando los moretones con maquillaje, pero solo encuentro rechazos. Algo no está bien; parece que solo al escuchar mi nombre, ya me marginan. Bajo del autobús y mientras camino exhausta hacia mi viejo edificio, el móvil suena con la urgente voz de Mónica. — ¡Trinity, ven a casa ya, rápido y sin mirar a los lados! Su tono lleno de pánico me impulsa a correr hacia el edificio y subir en el ascensor con el corazón en un puño, creyendo que algo le ha sucedido. Al entrar, el caos me recibe, maletas por todos lados, ropa dispersa. — ¡Trinity, gracias a la Diosa que estás bien! - Mónica corre hacia mí y me abraza con fuerza, su ansiedad es contagiosa. — ¿Qué pasa? ¿Por qué este desorden como si estuviéramos… huyendo? — Porque eso es exactamente lo que vamos a hacer— responde con gravedad. — Escúchame, Trinity, tienes que salir de Nueva York, del país, irte lejos. La mujer a la que acusaste en la policía es la sobrina del dueño de la Compañía Lirys. Ha arruinado tus referencias laborales. No vas a encontrar trabajo aquí, ni siquiera barriendo las calles. — ¿Qué?… Nada de eso tiene sentido — respondo incrédula, pero ahora entiendo las negativas continuas. Lirys fue la primera compañía a la que postulé. — ¡Es peor de lo que imaginas! Me llamó a escondidas mi amigo de la comisaría. Después de tu denuncia, ella contraatacó. No solo te acusó de calumnias y perjurio, sino también de amenazas de muerte y violencia - Mónica me gritaba, dando vueltas enojada. — Dicen que fuiste tú quien la empujó y la amenazó por causa de Ethan, parece que sobornó a algunas de las chicas que estaban en la entrevista y testificaron en tu contra. ¡Están torciendo todo para que parezca que tú eres la agresora! — ¡¡Pero ella fue quien me golpeó, quien me puso así como estoy!! —le grité con las lágrimas de la rabia saliendo de mis ojos— ¡Tú eres mi testigo y ese chico también! — Ese cobarde de Richard no quiere declarar, quizás hasta digan que tú misma te provocaste los golpes para incriminarla - torció su boca, decepcionada. — Amiga, estamos solas en esto, Trinity, si te logran apresar, no te podrás librar tan fácil, esa gente es demasiado poderosa… — Entonces, ¿qué hago Mónica?, ¿qué hago? ¿Cómo me voy a ir así a la deriva, sin dinero, sin un techo, embarazada? —caí llorando en el sillón, tantos golpes seguidos mellando mi armadura. — Vamos a escapar, no es la primera vez que tengo que salir corriendo - se arrodilla delante de mí y me toma el rostro. — No lo iba a aceptar, pero recibí la propuesta de una amiga para trabajar en un Hospital de hombres lobos en Canadá. Vámonos, Trini, no hay otra salida, vámonos lejos, sálvate y salva a tu bebé. Miré a sus ojos con miles de pensamientos erráticos, la mente en un caos, un dolor sordo en el pecho que me ahogaba, pero bajé mi cabeza con las lágrimas rodando por mis mejillas y miré a mi vientre. Entonces asentí y me levanté como poseída para ayudarla a empacar todo a lo loco. Me convertiría en una fugitiva, posiblemente nunca más podría regresar. ¿Cómo pudo mi vida torcerse tanto por un hombre? ***** HALIFAX, CANADÁ 5 AÑOS DESPUÉS… — Mamitaaaaaaaaaa Sonrío al escuchar la vocecita chillona llamándome sin siquiera haberme visto. — Mi princesa — me agacho en la puerta de entrada y abro los brazos para acunar a la pequeña pelirroja que se abalanza y me echa los bracitos al cuello. Su olor a bebé y a inocencia recarga todo mi cansancio y la amargura del trabajo tan agobiante que tengo. — ¿Qué hizo hoy mi pequeña Scarlett? La beso en sus regordetas mejillas y comienza a hablarme entusiasmada de su día en la casa de la Sra. Wilson, una amable señora retirada del magisterio que me la cuida mientras trabajo. Conversé unos minutos con la nana sobre el día de mi hija y luego regresamos a casa. Miraba a sus ojitos verdes expresivos y, a pesar de todas las dificultades, de renunciar a mis sueños y cambiar por completo mi vida, no me arrepiento ni un segundo de haberla tenido. —¡Mamita, mira…! —exclama señalando algo en el parque, pero se interrumpe contrariada, recordando lo que hablamos de pedir cosas en la calle todos los días. No es que no quiera complacerla, es que no me alcanza el salario. Veo el carrito del helado que le encanta, ya me está halando para irnos. El pecho me duele y más al verla tan juiciosa. — ¡¿Quién quiere helado?! — la levanto riendo y me la llevo cargada. Tendré que pegarme de nuevo la caminata de kilómetros al trabajo, pero ni modo, es complacer a mi beba o el pasaje del bus. Tras comprar el helado, en un descuido hablando con la vendedora, mi corazón se detiene al girarme y no encontrarla. Scarlett ha desaparecido. —¡Scarlett, Scarlett! ¿Ha visto a una niña pequeña pelirroja? —grito desesperada, buscándola por todo el parque hasta que, finalmente, la encuentro emergiendo de unos arbustos, llorosa y asustada. — ¡Scarlett! — corro hacia ella y la abrazo, tirando el helado derretido. No sé si reñirle o si darle unas buenas nalgadas. — ¿Qué te he dicho de moverte de mi lado? ¡¿Sabes el susto que me has dado?! ¡Pensé que alguien te había llevado! — Mamita no te enojes… — comienza a llorar a moco tendido hipando — es que sentí eso que hace latir mi corazoncito… Me dice y me tenso, olvidé que mi hija vino con una rareza incluida. — Dime, qué encontraste ahora, dime pequeña, ya, ya, no llores, ya se me quitó el enojo, ¿sí?, dime… — Un niño mamá, encontré un niño, por allí — responde, señalando más adentro, en el bosque medio oscuro debajo del puente. No sé ni para qué me asombro, los hallazgos de mi hija, mitad loba, mitad humana, han incluido desde pajaritos moribundos hasta el cadáver de un hombre que fue asesinado. La tomo de la mano y me interno entre las hojas y las ramas bajas, me aterra pensar en el cadáver de un niño, espero que esta vez no sea algo tan horrible. — ¡Mira, está aquí! — ¡Espera, no te acerques! Pero ya ha corrido al lado de un pequeño cuerpo lleno de fango y hojas secas pegadas. Me inclino, es un pequeño de como unos 7 u 8 años de edad, con los ojos cerrados, la piel blanca pálida, el cabello rubio sucio y húmedo, una fea herida en la sien con sangre seca que ha dejado de fluir. Bajo mi dedo tembloso hasta su nariz. ¡Está vivo! Me sobresalto cuando abre unos ojos azules llenos de pánico y luego me mira con confusión por unos segundos. — A… yuda… — Tranquilo, no te esfuerces, te voy a ayudar pequeño, resiste, te voy a ayudar. No lo pienso más y lo cargo para llevarlo al hospital de Mónica. ***** Unos días después… Estoy haciendo la cena y escucho las risas infantiles. Levanto la mirada y observo a través de la pequeña ventana hacia el jardín trasero. Sonrío al ver a Scarlett en su pequeña piscina inflable, jugando y tirándole agua a Diego, sentado en el borde. Diego es el niño que rescaté, o al menos yo le puse así, él no recuerda cómo se llama, no tiene memoria de nada producto del fuerte golpe en su cabeza. Cuando despertó, solo me reconoció a mí, la última persona que vio consciente y comenzó a llamarme “mamá”. No pude separarme los primeros días de su lado o me llamaba gritando y entraba en una crisis de pánico. De la nada, me he rifado a otro hijo y no cualquiera, Diego era un cachorro de hombre lobo, lo cual hacía más difícil rastrear su procedencia. El hospital especial de Mónica se estaba haciendo cargo de la búsqueda y mientras tanto, ¿quién fue la buena samaritana que lo acogió en su casa?… ajá, pues yo. Cierro la nevera y de repente me extraña no escuchar las risas y el salpicar del agua. Preocupada, dejo el mix de verduras en la encimera y me dirigía a la puerta cuando escucho el grito de mi hija que entra corriendo del jardín. — ¡Se llevan a Diego, mamá, unos hombres malos se llevan al hermano! La cargo enseguida entre mis brazos, entrando en pánico, apresurándome hacia el cuarto y dejándola encerrada. — ¡No salgas de aquí, Scarlett, obedece y no vayas a salir! — le grito mirando su carita llena de lágrimas y cierro la puerta. Regreso a la cocina tomando un cuchillo para defender a mi niño, pero antes siquiera de que pueda salir al patio, entran por la puerta unos enormes hombres vestidos de negro, intimidantes y fieros. — ¡Qué han hecho con mi hijo, llamaré a la policía ahora mismo! ¡Diego! — grito apuntando el cuchillo con la mano en un puro temblor. ¡Esto es una locura, no podré enfrentar a estos hombres! Mi mente errática busca una solución. Salto entonces hacia el teléfono anclado en la pared para marcarle a la policía. — ¡Sujétenla! — un orden fría y autoritaria se escucha a mi espalda. Esa voz, yo la conozco, ¿pero de dónde? Enseguida, dos de esos matones me retienen y el cuchillo cae al suelo con un ruido metálico. Me giran, para quedar frente a frente con su jefe, un hombre alto, músculos sólidos, rostro severo, metido en un traje costoso hecho a medida. Mis ojos casi se salen de las órbitas al reconocerlo, el corazón me latía como loco bajo la camiseta. No importa cuantos años hubiesen pasado, yo lo recordaba muy bien, él se veía exactamente como en mis memorias. — Eres tú — me dice igual con incredulidad, sus orbes chocolates examinándome de arriba abajo con ira y asombro — ¿Qué haces tú aquí? ¿Qué tienes que ver con el secuestro de mi hijo? — ¿De tu hijo?, ¿secuestro? Nathan… Diego, ¿es tu hijo?TRINITY —No recuerdo que tuviésemos tanta confianza como para que me tuteara, ¿Srta...? —Trinity Miller —le respondí saliendo de mi estupefacción. Debo admitir que el hecho de que ni siquiera se acordara de mi nombre me molestó un poco. ¿Pero qué esperaba? Habían pasado 5 años y solo intimamos por un breve momento que luego se truncó. —¡Dígame!, ¿quién le pagó para retener aquí a mi hijo? Ya debe saber sobre mi poder, así que más le vale no jugar conmigo o se va a arrepentir. Me amenazó fríamente, dando un paso hacia delante y ordenándole con la cabeza a sus hombres que me soltaran los brazos y se alejaran. —No sé de qué me está hablando, me encontré a ese niño al punto de colapso, lo cuido porque se golpeó la cabeza y no recuerda nada, no tenía ni idea de que era su hijo, Sr… ¿cuál era su apellido? Como a la velocidad de la luz lo tuve sobre mí, su mano se aferró con fuerza a mi cuello y me pegó a la pared de la cocina, sus ojos animales fulguraban con rabia y su re
NATHAN La sentía estremecerse, su vagina se apretaba en respuesta a su próxima liberación que no tardó en llegar. Mis testículos se sacudieron fuerte, llenando el condón, mientras embestía por última vez, duro y rápido, siseando de puro placer. Los caninos de mi lobo salieron con la intensa corrida, bajé mi cabeza con ganas de morder esa blanca piel, pero un gemido profundo femenino me hizo congelarme. Esta mujer se llamaba Emma, no Trinity, no era esa humana sexy, de lengua afilada, seductora de hombres y calienta braguetas, era la jefa de personal de la compañía de mi familia y ni siquiera tenía el cabello rojo natural. Gruñí molesto, queriendo culpar a mi lobo interior por este desliz e incorporándome de encima de ella, que respiraba agitada, derrumbada sobre el escritorio. La falda subida hasta la cintura, la camisa blanca sudada se pegaba a su espalda, usaba uno de esos pantis negros que vienen con un agujero en la parte íntima, siempre lista para la acción. To
TRINITYLlegué como una demente al parque y me lo encontré sentado al lado de una señora que cuidaba unos perritos, supongo que ella fue la que me llamó.—¡Mamá! —sus ojos se iluminaron en cuanto me vio y corrió a mi encuentro.—Dieguito, ¿qué haces aquí solito? ¿Estás bien? ¿Alguien te hizo daño? —me agaché a su altura soltando el bolso en la hierba y comencé a revisarlo por todos lados mientras le hacía un millón de preguntas.—¡Mamá!, ¿por qué ese hombre dice que tú no eres nada mío? —comenzó a llorar sin quererme soltar del cuello.Dios, esto estaba siendo tan difícil y ese energúmeno no tenía nada de tacto.—No pasa nada, mi niño, tranquilo, tranquilo —lo abracé acariciando su espalda y agradecí a la señora que me había llamado.Le inventé una historia de mi divorcio con su padre para que no fuera a imaginarse cosas raras, como las que precisamente estaban sucediendo.Recordé que debido a los problemas de la mente de Diego, le había dado un papel con todos mis datos y parece que
TRINITYVeo a Diego salir del baño y me tenso pensando en qué hacer para que no venga. Le hago señas para que vaya a pedir la cuenta en la barra y él entiende, alejándose hacia el mostrador y esperando detrás de otros clientes. —Quiero el doble y se lo entrego donde me cite, sin trampa, necesito el dinero —le respondo, haciendo por levantarme.Lo que necesito es una dirección, un punto de encuentro para ver de qué manera se lo puedo decir a Nathan y que se presente él a capturar a los secuestradores y eliminar el peligro.Ni siquiera me pasaría por la cabeza, pero estoy segura de que si entrego a Diego no me van a dar ningún dinero y solo terminaré muerta, flotando en el agua del puerto. —En 15 minutos te espero bajo el puente cerca del parque, te estaremos vigilando, así que ni se te ocurra… Pero se levanta de golpe repentinamente, pegándome un tremendo susto. Echa a correr sin pensárselo dos veces, metiéndose por la puerta de empleados y supongo que escapando por la cocina. No
TRINITY—Srta. Miller, puedo ordenarle a un chofer que la lleve a su casa… Ni siquiera le respondí a la propuesta de ese tal William cuando pasé por su lado y me intentó suavizar. Podía sentir la mirada de Nathan quemando en mi espalda, pero no dijo nada y salí a la avenida buscando la parada del bus. Miré por un segundo hacia la pizzería, unos metros más atrás, lamentaba tanto dejar de nuevo al niño, pero era lo mejor para los dos.Me limpié las lágrimas con rabia y me alejé a vivir mi propia vida, porque cada vez que mi destino se cruzaba con este hombre, solo cosas malas me sucedían después.*****NATHAN Mi lobo me rugía que fuera tras ella, mi corazón latía apresurado en mi pecho, pero mi cuerpo paralizado no daba ni un paso adelante. Me habían enseñado muchas cosas en la vida, sin embargo, nunca a pedir perdón. Un Alfa no tiene que disculparse delante de nadie y menos justificar sus acciones. No seré aún el Alfa de mi manada, pero mi lobo interior es un Alfa puro de nacimi
NATHANAl otro día, de vuelta en la oficina, el timbre del teléfono fijo suena y suena sin cesar ¡maldición! —¡Juliana! —le rujo a mi supuesta secretaria que parece haberse ido de nuevo de su puesto a hacer lo que le da la gana. —Maldita sea, ¡dígame! —descuelgo la línea dejando de firmar los documentos importantes que tenía delante. —Se… Señor Langford, disculpe, llamaba a la línea de su secretaria… —Salió al baño, dígame, ¿qué sucede? —Aquí hay una señorita que pregunta por una cita, se llama… —hace una pausa y escucho esa voz que hace estremecer mis oídos. —Trinity Miller —por alguna razón me tenso y mi lobo se levanta enseguida prestando atención.—Concédale la cita ahora, súbala personalmente a mi oficina —le doy instrucciones y cuelgo. Me levanto a ponerme el saco y me aliso el cabello con la mano, arreglo los papeles sobre el escritorio mientras pienso en una y mil palabras que decir para intentar arreglar las cosas. He leído el informe sobre ella y la verdad, fui un ma
TRINITYLa mujer del cuarto sale en un puro temblor y comienzan a discutir en voz baja.Yo sin poderme ir y con ganas de tirarme por la ventana. ¡BOOM, BOOM, BOOM! La puerta de entrada retumba sin cesar.Los veo de repente como se giran a mirarme, una mala premonición aprieta mi pecho. —Métete en el baño y no se te ocurra salir — él le susurra empujando su espalda y la mujer corre al interior de la habitación. —Sé que necesitas dinero y yo necesito un favor —me dice atropelladamente las palabras, caminando hacia mí y mirando desenfocado a la puerta —Di que eres tú mi amante, Celia no se va a creer que esta es una reunión o algo así…—¡¿Qué?! —No grites, estúpida —da un paso adelante queriendo taparme la boca y yo retrocedo a la defensiva —Solo será un mal rato y te pagaré luego muy bien, diremos que se acabó, seguirás en tu puesto, no te voy a echar y arreglarás tus problemas de dinero, sé que tienes una hija pequeña, maldición, decídete rápido… Mientras más lo escuchaba, más ri
NATHANMi hermana y él siempre se han atraído a pesar de que mi madre no lo aceptaría. Incluso sé que tuvieron algo a escondidas una vez, pero por mucho que he intentado sacarle la información, ninguno de los dos me ha dicho por qué terminaron y ahora no pueden estar en la misma habitación más de dos minutos. —Regreso luego… —Ya me iba, para que puedas respirar sin ahogarte con mi asquerosidad —escucho que William le murmura entre dientes cuando pasa a su lado y Juliana le saca el dedo del medio. Cada vez que se juntan me parece haber regresado al instituto. —¿Revisaste los contratos de afiliación? —le pregunto a mi hermana que se acerca cuando William sale del despacho. —Sí, y de verdad espero que sepas lo que haces —me dice sentándose sobre el escritorio a pesar de todas las sillas disponibles. —Solo voy a ayudarte por mi sobrino y espero que no le hagas daño a esa humana, ella me caía bien. —Solo la viste un momento… —¡Nathan! —da un golpe en la mesa molesta y dejo todo pa