139| Ve por tu macho.

La pequeña Mía se bajó del mueble y caminó hacia Analía. Le tendió una pequeña rosa blanca, y Ana se arrodilló a su lado. — Qué linda eres, Mía — le dijo, acariciando su mejilla con el dorso de la mano. La niña sonrió mirando a su madre.

— Pasemos a la mesa — dijo Hannah. — Tenemos mucho de qué hablar — .

El rato que pasaron sentados en la mesa fue muy agradable. Hannah era una mujer fuerte de carácter, pero tenía un alma tan pura y tan noble que sobrecogió a Analía todo el tiempo.

Le contó historias de las cosas que habían hecho cuando eran niñas: la vez que hicieron pasteles de barro y los lanzaron a la ventana, o cuando se escaparon al lago siendo apenas unas niñas. Analía escuchó estas historias con nostalgia y tristeza. Quería seguir sintiendo rencor hacia su padre por haberla privado de aquellos bonitos recuerdos, pero no pudo hacerlo. Ya no podía sentir más rabia por el hombre, no después de ver el gesto de dolor constante que tenía mientras su otra hija contaba las maravi
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