145| Lazos protegidos.

Analía caminó hacia el pequeño hombrecito verde y se arrodilló a su lado.

— ¿Por qué? ¿Por qué dices que es imposible? — le preguntó.

El hombre la acarició las mejillas con el dorso de la mano y señaló el interior de la aldea.

— Entren. No es seguro que estén aquí afuera — les dijo.

Salem regresó a su forma humana, y entraron a la aldea. Era un lugar brillante y hermoso, lleno de flores y huertas. La gente del bosque era variada; en los lobos y en los vampiros físicamente no se notaba tanto la pureza de su sangre como en la gente del bosque. Había unos que parecían prácticamente humanos, otros que tenían los cuernos más largos, y otros, como el hombre que los guiaba, que tenían una piel más verdosa. Eran muy variados, pero todos parecían tranquilos.

Entraron por el enorme tronco de un árbol que parecía un hongo gigante. La puerta crujió cuando el hombrecito la empujó, y todos entraron en un lugar amplio amueblado con madera. Se sentaron en una amplia mesa.

El hombrecito se tomó much
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