Todos se quedaron asombrados ante la petición de Analía, pero ella no pudo repetirla. Se sentía dolorida del cuerpo y del alma. Sostuvo entre sus brazos el pesado cuerpo de Salem, tratando de moverlo y despertarlo, pero el hombre estaba muerto. — ¿Un lago? — preguntó el hombre verde.Analía asintió.— Cerca de aquí hay uno. Muy cerca.— Llévanos allá ahora — — ordenó.Analía se había transformado y tomó el cuerpo de Salem con delicadeza, poniéndolo sobre su lomo. Luego le gruñó al hombre verde que saltó:— Claro que sí — .Analía salió de la casa, agachándose un poco. El cuerpo de Evelyn seguía donde lo había dejado, un charco de sangre a su alrededor. Su piel había palidecido tanto que parecía una estatua hecha de mármol. Lo sentía por ella; no había tenido una vida fácil.Analía, respetuosamente, tomó al hombre verde por la ropa y lo lanzó sobre su lomo para acelerar el proceso. El hombre le indicó con direcciones vagas cómo llegar al lago. Analía corrió, y su hermana corría tras
Analía quiso haber creído que aquello sería fácil, pero la verdad fue todo lo contrario. Salem seguía dormido, seguramente presa de la debilidad que le quedaba en el cuerpo después de morir. Por suerte, su alma no había escapado de su cuerpo y la diosa Luna simplemente liberó su alma de los hechizos de fidelidad. Así que Analía lo sacó del agua y lo dejó sobre una pequeña cama verdosa que el hombrecito verde de la aldea había creado con sus propias manos. Luego, el hombre creó una fina cobija de helechos que cubrió el desnudo cuerpo de Salem, protegiéndolo del frío.Y entonces centraron su atención en Evelyn. Abría y cerraba los ojos como si su cuerpo entrara y saliera de la inconsciencia. El cuerpo se le sacudía, lleno de espasmos. Analía vio cómo la plateada sangre de la diosa Luna se introdujo dentro de su cuerpo. La herida en su pecho se cerró y comenzó a hacerse más fuerte. Analía y Hannah trataban de sostenerla para que no se golpeara a sí misma en medio de las convulsiones, per
La lengua de Salem se enredó con la suya, besándola con profundidad. Los labios ansiosos del hombre entre los suyos la hicieron sentir tan débil y tan fuerte al mismo tiempo, que fue una sensación que Analía no pudo explicar. El cuerpo de Salem, junto al suyo, desprendía un calor incontrolable. Las manos del hombre, en su espalda, la apretaron con fuerza, como si quisiera convertirse en un solo cuerpo con ella. Cuando Analía sintió la dura erección de Salem contra su vientre, lo apartó un poco. — ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? — le preguntó — . Hace una hora estabas muerto. — Y ahora estoy más vivo que nunca. Estoy más libre que nunca, Analía. Esta noche soy libre por primera vez en mi vida. Ya no estoy ciego, ya no estoy preso de ningún hechizo. Soy solo yo, con mis decisiones, con lo que quiero hacer. Y esta noche quiero hacerte mía. Quiero sentirte rodeándome, quiero sentir tu calor. Te deseo... te deseo desde siempre, desde el primer instante en el que te vi. Te deseo,
Cuando Stephan despertó, estaba en el suelo de la oficina. Se llevó las manos al rostro y notó que las lágrimas le habían manchado las mejillas. Luego se miró el pecho; estaba intacto. La visión que lo había asaltado no era una simple ilusión, sino un hecho real: Roxan había apuñalado a la insignificante Evelyn, y Salem había muerto. Stephan sintió como si él mismo estuviera muriendo; la conexión entre ambos lo arrastraba hacia la muerte.La poción que estaba preparando se había quemado, el fuego en la chimenea ya se había extinguido. ¿Cuánto tiempo había pasado inconsciente? se preguntó mientras intentaba ponerse de pie.Todo su cuerpo temblaba. ¿Acaso había muerto? Claro que sí, porque Salem también había muerto, lo sintió en cada fibra de su ser. El aliento de su hijo se había escapado de su cuerpo, y en ese instante, Stephan no recordó nada más, solo una infinita oscuridad.Aquello lo aterraba más que cualquier cosa: una muerte que era una eternidad de oscuridad perturbadora. "No
Cuando Analía despertó, lo hizo despacio y relajada. Salem estaba detrás de ella, abrazándola, con su mano sobre su abdomen, como si quisiera sentir con las yemas de sus dedos a su hijo creciendo en su interior. Analía ni siquiera recordaba en qué momento se quedó dormida, solo supo que sentía tanta paz que aquello la conmovió. No tuvo sueños ni pesadillas, fue un sueño relajante y reparador.Cuando miró hacia atrás, los ojos entreabiertos de Salem le indicaron que él también había tenido una buena noche. — Las cosas comienzan a componerse — le dijo él — Poder dormir abrazado aquí contigo es todo lo que quiero en la vida.Pero entonces, su hermoso rostro, lleno de júbilo y paz, se transformó en uno amargo que bajó la mirada. Soltó a Analía y se sentó en la cama. Ella le acarició la espalda; entendía perfectamente lo que pasaba. No tenía que leer la mente de Salem ni tener que estar conectada a él con un contrato de fidelidad o de vida o muerte. Sabía que lo que sentía el Alfa era dol
Analía guardó el vestido después de pedir que se lo obsequiara al hombrecito verde, quien se lo dio con gusto. Era un vestido muy bonito, con encajes rosados, y Analía quería usarlo de nuevo, así que lo guardó en la maleta antes de transformarse en su loba mediana.Evelyn subió a lomos de Salem, aunque insistió en que quería correr por su propia cuenta. Se veía tan hermosa y llena de energía.Hannah fue la primera en emprender la marcha, recordando mejor el camino de regreso a Las Hojas. Pasaron gran parte del día viajando. Cuando llegaron, lo primero que hizo Analía fue buscar a Oliver con su conciencia, y lo encontró simple y tranquilo, sentado en una banca junto a un parque. Su pequeña sobrinita Mía le enseñaba los nombres de las flores, y John, el esposo de Hannah, los acompañaba.Oliver estaba sentado sobre el regazo de su padre, y Analía, en el pequeño momento en que se conectó con su hermano, lo sintió tan tranquilo y en paz que le conmovió el alma. De no ser por la guerra que
Oklahoma, a pesar de ser una manada pequeña, tenía buenos contactos. Al estar tan profunda en el bosque, en una parte tan importante, habían servido como mediadores entre pueblos desde hacía siglos.Bael tenía contactos que consiguieron un trío de excelentes camionetas. El viaje hacia Agnaquela demandaba un enorme trabajo para movilizar todo lo que tenían que llevar: no solo las armas, sino también las personas. Un grupo perfecto de espías había partido con ellos esa mañana. Eran los mejores espías que tenía la pequeña aldea de Las Hojas.Hanna quería acompañar a su hermana, pero su padre le ordenó quedarse. Si algo le pasaba a él, ella tendría que liderar la manada mientras se encontraba a un nuevo Alfa. Fue una despedida un tanto amarga. Hanna vio partir a su padre y a su hermana hacia una guerra peligrosa y casi suicida. Analía abrazó una última vez a su hermanito, Oliver. — Sabes que puedo ir — le dijo el niño — . Soy un lobo muy fuerte.Ella le dio muchos besos en las mejillas.
Analía fue asignada junto con Alexander a un espía alto, de cabello rubio brillante, rapado, y ojos tan oscuros como la noche. Tenía los labios carnosos y una cicatriz en la ceja que lo hacía extrañamente sexy. Ambos se miraron cuando el espía, con una voz igualmente seductora, les dijo: — Tendrán que obedecerme en todo. Cada cosa que les diga, la hacen. Si les digo corran, corren. Si les digo cállense, se callan. Si les digo tírense al suelo, se tiran al suelo. ¿Entendido?Ellos asintieron al unísono. — Sí, señor — dijeron al mismo tiempo.El hombre les dio la espalda, y Analía y Alexander no pudieron evitar reírse. Era un momento tenso e importante, pero encontrar un instante de entretenimiento les ayudaba a aliviar el mal sabor de boca. Alexander le señaló a Analía el trasero bien formado del espía, pero el rubio se dio vuelta y le dio un golpe en la cabeza. — Concéntrate.Su nombre era Franco. El grupo se dividió. Analía le dio un último y profundo beso a Salem, y luego tuvo qu