Analía guardó el vestido después de pedir que se lo obsequiara al hombrecito verde, quien se lo dio con gusto. Era un vestido muy bonito, con encajes rosados, y Analía quería usarlo de nuevo, así que lo guardó en la maleta antes de transformarse en su loba mediana.Evelyn subió a lomos de Salem, aunque insistió en que quería correr por su propia cuenta. Se veía tan hermosa y llena de energía.Hannah fue la primera en emprender la marcha, recordando mejor el camino de regreso a Las Hojas. Pasaron gran parte del día viajando. Cuando llegaron, lo primero que hizo Analía fue buscar a Oliver con su conciencia, y lo encontró simple y tranquilo, sentado en una banca junto a un parque. Su pequeña sobrinita Mía le enseñaba los nombres de las flores, y John, el esposo de Hannah, los acompañaba.Oliver estaba sentado sobre el regazo de su padre, y Analía, en el pequeño momento en que se conectó con su hermano, lo sintió tan tranquilo y en paz que le conmovió el alma. De no ser por la guerra que
Oklahoma, a pesar de ser una manada pequeña, tenía buenos contactos. Al estar tan profunda en el bosque, en una parte tan importante, habían servido como mediadores entre pueblos desde hacía siglos.Bael tenía contactos que consiguieron un trío de excelentes camionetas. El viaje hacia Agnaquela demandaba un enorme trabajo para movilizar todo lo que tenían que llevar: no solo las armas, sino también las personas. Un grupo perfecto de espías había partido con ellos esa mañana. Eran los mejores espías que tenía la pequeña aldea de Las Hojas.Hanna quería acompañar a su hermana, pero su padre le ordenó quedarse. Si algo le pasaba a él, ella tendría que liderar la manada mientras se encontraba a un nuevo Alfa. Fue una despedida un tanto amarga. Hanna vio partir a su padre y a su hermana hacia una guerra peligrosa y casi suicida. Analía abrazó una última vez a su hermanito, Oliver. — Sabes que puedo ir — le dijo el niño — . Soy un lobo muy fuerte.Ella le dio muchos besos en las mejillas.
Analía fue asignada junto con Alexander a un espía alto, de cabello rubio brillante, rapado, y ojos tan oscuros como la noche. Tenía los labios carnosos y una cicatriz en la ceja que lo hacía extrañamente sexy. Ambos se miraron cuando el espía, con una voz igualmente seductora, les dijo: — Tendrán que obedecerme en todo. Cada cosa que les diga, la hacen. Si les digo corran, corren. Si les digo cállense, se callan. Si les digo tírense al suelo, se tiran al suelo. ¿Entendido?Ellos asintieron al unísono. — Sí, señor — dijeron al mismo tiempo.El hombre les dio la espalda, y Analía y Alexander no pudieron evitar reírse. Era un momento tenso e importante, pero encontrar un instante de entretenimiento les ayudaba a aliviar el mal sabor de boca. Alexander le señaló a Analía el trasero bien formado del espía, pero el rubio se dio vuelta y le dio un golpe en la cabeza. — Concéntrate.Su nombre era Franco. El grupo se dividió. Analía le dio un último y profundo beso a Salem, y luego tuvo qu
Sasha permaneció imperturbable. Era un Rey Cuervo delgado y alto, con el cabello corto hasta los hombros. Luego, se rio observando la palidez en el rostro de los tres que tenía enfrente. — Eso ya no funcionará, querida — le dijo a Analía — . Ahora, los Reyes Cuervos somos inmortales.Franco tenía razón: el pasillo era lo suficientemente estrecho como para que el Rey Cuervo no pudiera utilizar bien sus alas. De todas formas, las batió incómodamente dentro del lugar, y la ráfaga de aire los lanzó a los tres al suelo. El espía fue el primero en ponerse de pie, pero Sasha llegó con él y le apuñaló el estómago con una de sus alas, lanzándolo hacia atrás.Alexander logró saltar, esquivando el fuerte corte que se aproximaba, al igual que Analía. Ella no se rindió; aún le quedaban balas. Solo tenía que acercarse lo suficiente, solo tenía que estar lo suficientemente cerca para que la bala entrara. No importaba lo que hubieran hecho. Eran Nymilas, aquellas piedras les habían hecho daño una ve
Analía tomó los hombros de Javi y lo sacudió. — No hay tiempo, tengo que encontrar algo importante. ¡No hay tiempo! Después hablamos — lo empujó dentro de una tienda y cerró la puerta — . Escóndete ahí, hay un Rey Cuervo buscándonos.Pero el joven abrió la puerta con rabia. — ¡No necesito que me escondas! — le gritó — ¿No escuchaste a tu Luna? — le dijo con furia Franco, tomando al muchacho por el cuello — Estos jóvenes de hoy en día ya no respetan a nadie — dijo mientras lo metía de nuevo en la tienda.Pero entonces Javi gritó: — ¡Sé cómo romper el lazo que los protege! — dijo, y entonces Analía corrió hacia Franco y apartó al muchacho. — ¿De qué estás hablando? — Yo logré esconderme, muchos en la ciudad lo logramos para no ser esclavizados. Bajo los túneles o en el bosque... yo me escondí en los túneles y los estuve espiando. Hay túneles que van directamente hacia el Pequeño Palacio, y en la noche que supe que se reunirían, los espié. El cuervo principal creó un hechizo... un h
Analía contuvo el aliento, y la mano donde tenía el arma tembló con todo el impulso de levantarla y dispararle directamente en la cara a Stephan. Pero sabía que aquello no le haría nada. La única opción que tenían era destruir la lámpara. Si destruía la lámpara, se rompería el lazo que los protegía de las Nymilas y así el plan funcionaría. — ¿Estás tú sola, querida? — le preguntó Stephan, apretando con fuerza el cuello de Franco en su mano.El lobo era lo suficientemente fuerte como para escapar, pero Stephan lo tenía fuertemente agarrado. Un solo descuido y le rompería el cuello. Aquello probablemente no lo mataría, pero lo debilitaría lo suficiente como para que el rey Cuervo le cortara la cabeza de un solo tajo. — No, no lo hiciste, ¿verdad? Salem debe estar aquí también, el vampiro y su novio. ¿Qué pretendían? — dijo, mirando el arma que Analía tenía en la mano — . ¿Crees que con eso podrás matarnos?Analía suspiró profundo. El tiempo se acababa; ya no sabía cuántos minutos falt
Ya estaban en posición. Salem sostenía con fuerza el arma en su mano, pero era Kerr quien dispararía, ya que era el que más experiencia tenía. El lobo oscuro, de cabello rubio arena, levantó la cabeza por sobre el muro mientras observaban cómo ese Rey Cuervo que tenían enfrente seguía de pie, observando a la distancia.Salem no sabía qué había sucedido, pero una explosión había caldeado los ánimos en la ciudad. Creyó que no tenía nada que ver con Analía; fue una explosión con mucho ruido y llamativa, sí, definitivamente tuvo que haber sido ella. Por suerte, el Rey Cuervo de ellos simplemente salió de su casa y se posicionó en una pequeña baranda sobre la acera a observar la casa que había explotado.Ellos estaban escondidos entre las casas de alrededor, Salem y Kerr detrás de un bote de basura. Solo tenían que esperar que sonara la alarma que daba por finalizada la jornada laboral de ese día. Era lo único que necesitaban para acabar con él. — Viene Alexander — le dijo Kerr.Salem apr
Cuando la lámpara se destruyó, Stephan cambió su expresión. No fue miedo ni tampoco rabia, sino una mezcla de ambas cosas que envolvieron al rey Cuervo. Apretó con fuerza el único pedazo de lámpara que le había quedado en la mano y luego miró a Analía con ira. — ¿Qué hiciste, maldita? — le gritó, furioso — . ¿Qué fue lo que hiciste?Analía ya no tenía más balas en su arma; de lo contrario, le habría volado la cabeza en ese mismo instante. Sin embargo, ya no tenía municiones. Por el contrario, Franco sí tenía, esbozó una sonrisa burlona y se puso de pie y levantó el arma hacia Stephan. — Hoy te mueres, maldito — le dijo, disparándole.La Brika cortó el aire, pero Stephan logró moverse a tiempo, y la bala, en lugar de darle en la cabeza, golpeó una de sus alas. La sangre brotó de inmediato y una pluma del cuervo salió despedida del ala, volando por la habitación. — ¡No! — gritó, presa del terror.Analía nunca lo había visto tan asustado como en ese momento. Él se había creído inmorta