152| Paz al final.

Cuando Analía despertó, lo hizo despacio y relajada. Salem estaba detrás de ella, abrazándola, con su mano sobre su abdomen, como si quisiera sentir con las yemas de sus dedos a su hijo creciendo en su interior. Analía ni siquiera recordaba en qué momento se quedó dormida, solo supo que sentía tanta paz que aquello la conmovió. No tuvo sueños ni pesadillas, fue un sueño relajante y reparador.

Cuando miró hacia atrás, los ojos entreabiertos de Salem le indicaron que él también había tenido una buena noche.

— Las cosas comienzan a componerse — le dijo él — Poder dormir abrazado aquí contigo es todo lo que quiero en la vida.

Pero entonces, su hermoso rostro, lleno de júbilo y paz, se transformó en uno amargo que bajó la mirada. Soltó a Analía y se sentó en la cama. Ella le acarició la espalda; entendía perfectamente lo que pasaba. No tenía que leer la mente de Salem ni tener que estar conectada a él con un contrato de fidelidad o de vida o muerte. Sabía que lo que sentía el Alfa era dol
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