136| Sacrificios.

El hombre la miró de los pies a la cabeza y sonrió con tristeza. Analía se sintió un poco incómoda.

— ¿Cómo puede ser? — le dijo él — . Te pareces tanto a tu madre.

Analía se sentó en la mesa, al otro lado de él, queriendo hacerlo lo más alejada posible.

— ¿Te refieres a la mujer que me golpeaba todo el tiempo? — le preguntó ella.

Él le apartó la mirada, avergonzado.

— De verdad lo siento por eso, Analía. No sabes lo mal que me siento por eso. Pero ella no es tu madre.

Ana apretó los puños por encima de la mesa.

— Era evidente que no lo es — le dijo ella

— . Fue la única mujer que accedió a hacerme este gran favor: el favor de criarlos, de cuidarlos.

— Entonces no lo hizo muy bien — le interrumpió a Bael

— . Yo no sabía que te golpeaba, que los golpeaba, pero los mantuvo vivos todos estos años.

— Por favor, quiero que resumas lo que vienes a contarme. Sea lo que sea, no justifica que nos hubieses abandonado de esa forma. Ella nos vendió mientras tú estabas aquí siendo siendo el A
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