En la cafetería:
—¡Ninguna mujer me amarrará para ella sola! —contestó Mateo con una fuerte carcajada— ¡Ja, ja, ja! —Él, se hizo la señal de la cruz, en su cuerpo como protección, ignorando que ya estaba en su camino, quien lo mantendrá enamorado y domado de por vida.
—¡Ya veremos! ¡Ja, ja, ja! —Dudó su amigo, sonriendo también— ¿Qué te parece si nos vemos hoy en la Disco, para relajarnos? —preguntó finalmente Pablo, antes de salir del Café.
—¡Perfecto! Ya los negocios pueden caminar solos —argumentó Mateo sonriendo y aceptando la invitación— Además, tengo ganas de una buena escapada con acompañamiento femenino —agregó él, con una sonrisa.
Los dos caminaron hacia el estacionamiento, se despidieron y cada uno arrancó en su flamante vehículo de lujo y deportivo.
A pocos metros del lugar…
—¡Por favor! ¡Por favor! Señorita, diga al Doctor Pérez que Adriana León está aquí, que es de vida o muerte —expresó, con angustia y temor al entrar al área del consultorio médico, en el cual había varias personas esperando.
La secretaria, conociendo a esta de antemano, trató de que se calmara. Se levantó de su silla y tras un breve toque a la puerta del consultorio, entró al mismo e informó al doctor, quien de inmediato le ordenó, que la dejara entrar.
—¿Qué pasó Adriana? —interrogó el galeno, levantándose de la silla, acercándose a ella, puesto que se veía muy mal.
El doctor Pérez, desde que le tocó atender el caso de la madre de Adriana, se sintió atraído por ella. En la medida que ha ido pasando el tiempo, conociendo la situación económica de ellas, él le ha tratado de ayudar. Sin embargo, la única ayuda que aceptan es esta, con el tratamiento para calmar el dolor a su madre.
—Doc., mi mamá está peor —respondió, ella con sollozos— Le falta el oxígeno, además se terminó la medicina que usted le dio para aliviar el dolor y anoche se quejó mucho.
—¡Ok! Ya solucionaremos —aseguró él.
—¡Disculpe, que lo moleste! Pero, necesito más medicina, ¡por favor! —suplicó ella.
—Ya te lo he dicho antes, Adriana, en lo que te pueda ayudar, cuentas conmigo. Debes mantenerte firme y valiente —manifestó el galeno, pasando sus manos por el cabello rojizo de ella, el cual mantenía atado en una cola de caballo.
»Tu mamá, está en la fase terminal. Por lo tanto, cada vez será peor el dolor. Debes ser más fuerte, para que no te vea así ¡Espera aquí! —expresó él, soltando a esta y saliendo de su consultorio para conseguir lo que ella buscaba.
Al regresar, el médico le hizo entrega de la medicina. Ella, le agradeció, se despidió y salió corriendo puesto que su amiga, quien le había prestado su celular, le había pasado un mensaje de texto, avisando que su mamá estaba peor.
Una vez, Adriana fuera del Hospital corrió para buscar un taxi y llegar lo más rápido posible. Justo en ese momento, Mateo conduciendo su Ferrari por la Avenida Intercomunal fue sorprendido, cuando al pasar por el frente del Hospital alguien impactó su coche…
¡¡¡Catapum!!! —se escuchó el golpe en seco.
¡xxx¡ —también el chirrido de los frenos de su coche.
Al sentir Mateo el golpe, frenó su coche, lo estacionó y corrió a socorrer a la persona que brincó por encima de su Ferrari. Él, levantó de la carretera a la chica en sus brazos.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Qué te duele? —Preguntó Mateo preocupado y angustiado, aunque ella pasó por encima del coche. Luego, cayó y se golpeó fuertemente al caer en la carretera.
No obstante, ella lloraba sin poder articular ninguna palabra. Conmocionada, solo se tapaba el rostro con sus dos manos. Ante esto, él corrió al hospital y entró al área de emergencia, con ella en sus brazos, colocando a esta sobre una camilla, para que el médico le atendiera.
Mateo, salió del cubículo sin perder de vista a la muchacha. Desde, donde estaba observó que la joven era alguien de muy escasos recursos, sus calzados como su ropa se veían muy desgastadas. Él, estaba afligido, era la primera vez que relativamente atropellaba a alguien.
También, pudo observar los rasgos de ella. La joven tenía un rostro muy angelical, con su cabello rojo recogido en una cola. A pesar de su delgadez, se evidenciaban las curvas propias de un buen cuerpo. Al salir el médico del cubículo, él le siguió.
—¿Cómo está? ¿Por qué no habla? —preguntó angustiado y con una mirada aguda.
—¡De repente, fue por el impacto! —respondió el galeno— Pudo ser algo momentáneo, porque me respondió todas las preguntas que le hice —contestó el doctor— Acaba de confirmar que el accidente fue su culpa, que salió desesperada sin mirar hacia ningún lado. Voy a reportar al oficial de turno.
Él, solo asintió con su cabeza, dirigiéndose hacia la camilla donde ella estaba sentada. Al ver que lloraba, presumió que algo le dolía mucho, por lo que tomando la silla que ahí se encontraba, se sentó frente a ella y le preguntó:
—¿Cómo te sientes? ¿Qué te duele?
—¡Estoy aturdida! Sinceramente, no siento dolor fuerte alguno, a pesar del golpe —Contestó ella, más calmada— ¡Disculpa! Por no haberte respondido, pero creo que estaba en automático. Cuando más me necesita mi madre, estoy aquí en una cama, sin llevar su medicina, que tanto requiere.
—¿Qué tiene tu mamá? —preguntó él, con ternura. Mientras, más la miraba, más se sentía atraído por ella. Tenía una mirada tan lúcida y transparente que le llamó poderosamente la atención.
—¡Cáncer en su fase terminal! —fue la respuesta de ella, con mucha tristeza. Esta, apretaba los puños, dejando correr nuevamente las lágrimas.
Mateo, no sabía qué hacer, sintió empatía con ella y algo más que no sabía cómo descifrar. Se levantó de la silla, se acercó y le abrazo. Por su parte, Adriana estaba demasiado confundida, nadie nunca le había tratado como él, por lo tanto dejó que le consolara.
Ella, estaba muy angustiada porque no sabía si él correría con los gastos de ese hospital. Además, recordaba lo que le escribió su amiga, sobre su mamá. Justo en ese momento, llegó un enfermero quien la llevaría en una silla de ruedas para hacer unos estudios y exámenes.
Mateo, no permitió que le llevara el enfermero, sino que lo hizo el mismo. Una vez que le hicieron las placas, ellos salieron para esperar los resultados. Al estar listos, le llamaron para hacer entrega de las mismas y fue cuando Mateo escuchó cómo se llamaba ella: Adriana León.
Conforme a los datos que aportó, tenía 20 años, su dirección era desconocida. Una vez que el médico revisó los resultados le dio de alta, debido a que solo tenía hematomas y aporreo. Mateo pagó, compró el tratamiento médico y la llevaría hasta su casa.
—¡Bueno, Adriana vamos para llevarte! —ordenó Mateo, abriendo la puerta de su Ferrari, para que ella subiera y luego se montó él, incorporándose al tráfico normal de esa hora.
—¿Me aceptas una invitación para almorzar? —preguntó él, sorprendiendo a esta...
En el Ferrari —¡Estoy sumamente agradecida contigo por todo lo que has hecho por mí! Sin embargo, mi mamá necesita con urgencia este medicamento, porque los dolores son muy fuerte —aseguró Adriana con mucha tristeza.»¡Por favor, disculpa! —Agregó ella— Necesito que me entiendas, mi mamá desde hace horas debió ser inyectada —mostrando el paquete que contenía las inyecciones y que llevaba en las manos.—¡No hay problema! Te entiendo, perfectamente —contestó él. Para Mateo, esto fue novedoso, era la primera vez que una mujer le rechazaba una invitación.Él, observó de reojo como ella apretaba sus manos, evidenciando una fuerte angustia. De repente, Adriana dejó correr nuevamente las lágrimas, sintiendo una fuerte presión en su pecho, como un mal presentimiento. Él, volteando hacia ella, le sugirió:—¡Calma, Adriana por favor! Cuando las cosas pasan, es por algo. ¿Tú crees en Dios? — preguntó Mateo, con una mirada acogedora.—¡Totalmente! —respondió ella— Si no es por Él, mi madre, hace
En la oficina de MateoAdriana, después de aceptar la propuesta de Mateo, le suplicó que le espere, mientras su mamá era dada de alta. Ella, se comprometió a trabajar en lo que él desee. Ante esta respuesta, él quiso saber más sobre esta y le preguntó:—¿Tienes papá, Adriana? ¿Hermanos? ¿No, sé, cualquier otro familiar?—No —respondió ella, categóricamente— A mi padre nunca lo conocí. Así que al irse mi madre, quedaré sola. Pero como tú me dijiste ayer, solo pasará lo que Dios quiere, para mí.»En todo caso, estoy segura, Dios no me abandonará, nunca —afirmó ella con las palmas de sus manos unidas, a la altura de sus labios.—Así es —respondió él, tomando sus manos y llevando estas a sus labios para dar un beso— Bueno, vamos a esperar que tu mamá se recupere para que comiences a trabajar ¿En qué Hospital la tienes? —interrogó él, pensativo.—En el Hospital Central, está cerca de donde vivimos —contestó ella, mirando a este fijamente a sus ojos y tratando de descifrar ¿por qué le querí
Al estar lista Adriana, salió del apartamento junto a Mateo, caminando el uno al lado del otro, sin rozar para nada sus cuerpos entre sí. Sin embargo, cada uno de ellos, sintió una especie de chispazo que sus cuerpos producían por la cercanía del uno con el otro. Definitivamente, eran emociones nuevas para los dos.Al llegar al restaurante, Mateo se encontró con su amigo Pablo, quien estaba acompañado. Los dos se saludaron, él presentó a Adriana a su amigo, el cual quedó asombrado con su belleza. Después, se separaron y este se dedicó a disfrutar la noche con ella.—¿Cómo te sientes viviendo en el apartamento? —preguntó él, con curiosidad. Mientras el mesero servía las bebidas.—¡Excelente! Nunca voy a tener como pagarte todo lo que has hecho por mi madre y por mí. Aunque siento que las personas del edificio me miran raro —aseguró ella, haciendo un puchero y agregando— ¡Ninguno es como tú!—¿Cómo así, que te miran raro? Y ¿Cómo soy yo? —preguntó él sonriendo, observando al mesero, ser
Mateo se quedó observando a Adriana, quien le respondió de inmediato, para aclarar su silencio.—¡No te estoy ignorando! Todo esto es nuevo para mí y no sé qué hacer ni que decir ¡Te lo juro! Esto ha sido muy sorpresivo. Prefiero no imaginar, ni creer nada —respondió ella, sintiendo un fuerte nudo en su garganta y sus ojos listos para desbordarse en lágrimas.—¡No, por favor no llores, Adriana! Es lo que menos deseo, ser el causante de tu llanto. Vamos a dejar que todo fluya libremente y ver hasta dónde nos lleva esto que siento. No te voy a presionar. Pero hay algo que deseo saber.—¿Qué quieres saber? —preguntó ella, con una sonrisa, mientras reflexionaba.«Ahora la ansiosa soy yo», pensó ella, tapándose el rostro con su mano izquierda y sintiendo mucha vergüenza.—¿No te gusto como hombre, ni aunque sea un poquito? ¿Ni siquiera, así? —mostrando sus dedos índice y pulgar, casi juntos, con muy poca separación entre ellos.Adriana, ante este gesto, se limitó inicialmente a sonreír, si
Siendo las once de la mañana, Mateo llegó a la empresa acompañado por Adriana, quien sentía mucho susto. Ella, será “evaluada” por sus cuñadas, quienes juzgaran si es la candidata o no, ideal para su hermano aunque ya este lo decidió.Así que, ¿cuál es el susto? pensó ella. Apretando con fuerza la mano de Mateo, quien la dirigía hacia la sala de junta.En el trayecto hacia dicha sala fueron muchos los ojos de envidia e intriga que les siguieron. Al parecer todos estaban esperando por la llegada de ellos. Siendo observado muy insistentemente, el escote delantero del vestido de Adriana.—¿Lista para enfrentar a los leones? —preguntó él, al llegar a la puerta.—¡Ssssí Mateo! Aunque con un poquito de susto, pero lista, mi amor —siseó ella, con su voz trémula recibiendo un suave beso en sus labios.Él, giró la manilla de la puerta y entró con diez minutos de retraso, por lo que todos los accionistas y los invitados dirigieron hacia ellos la mirada, sobre todo a la joven que lo acompañaba y
—Definitivamente, Mateo, ¿De dónde sacaste a esta mujer? ¿La contrataste para que se hiciera pasar como tu prometida? Porque no puedo creer que seas tan inepto para elegir esposa —comentó Angélica, totalmente enfurecida y levantándose de su asiento.—¡Prefiero ignorarte! —Comentó él, tomando a Adriana de la mano y ayudando a que ella se levante de la silla— ¡Vamos, mi amor!—¡Tú no vas a ningún lado! Hasta tanto no terminemos esto —gritó nuevamente Arantza, convertida totalmente en una fiera.Mateo, con una mirada siniestra, se sentó de nuevo junto a Adriana pegando su silla a la de ella, rodeando a esta, con sus brazos. Luego, tomó una de sus manos, la llevó a sus labios y la besó suavemente. Comentando muy bajito:—¡Disculpa, mi amor! Este absurdo, pero así son las mujeres de mi familia —haciendo reír abiertamente a Adriana. Lo cual no agradó a ninguna de las hermanas de Mateo. Mientras, los demás accionistas, optaron por retirarse y dejar este espectáculo solo para la familia.—¿Qu
El día esperado llegó, en un acto sencillo, Adriana y Mateo contrajeron matrimonio. Celebración esta que hicieron en el apartamento donde reside ella, para evitar tener que movilizar a Marisol hacia otro lugar. De esta manera, él complacía a su suegra, quien ahora si parecía estar en los últimos días u horas de su vida.Para este acto, estuvieron presentes Pablo y Miguel, los dos mejores amigos de Mateo. Además, de Raquel y Rosa las mejores amigas de Adriana. En este acto, Marisol hizo alarde de su inmensa felicidad al ver a su hija casada justo antes de morir.Lamentablemente, esa misma noche de la boda y antes de la fuga de los novios, Marisol su madre, llegó a su triste final. Las amigas de ella, decidieron quedarse para hacer compañía a esta, al igual que Mateo. Él, se sentía impotente, al no poder evitar tanto dolor a Adriana.Sin embargo, debió viajar con urgencia, por asuntos de negocios, los cuales no pudo evadir, después del entierro de su suegra. Él, pensando que las amiga
Entretanto, en el frente de la casa donde Adriana vivió, seguían discutiendo Darío, Raquel y Rosa. Ellas, al ver llegar a esta con un morral, corrieron hacia ella, le rodearon y abrazaron para explicar lo que acababa de pasar.—Amiga ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Por qué te fuiste del apartamento? —preguntó Raquel.—¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó Adriana, asombrada y con una mirada inquisitiva.—Me puedes explicar ¿Cómo es eso, que te casaste? ¿Cuándo? Y ¿Con quién? —gritó Darío acercándose a Adriana de forma amenazante.Ella, estaba realmente asombrada por las preguntas. No comprendía lo que pasaba así que pidiendo calma a todos, trató de dar respuestas a cada uno.—Raquel ¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó ella atónita.—Porque vino tu esposo a buscarte —respondió mirando a esta con una sonrisa— ¡Se veía realmente preocupado! —aseguró ella.—Él, dijo que perdió el celular en un baño del aeropuerto, al llegar a Argentina y no se sabe los números d