Al estar lista Adriana, salió del apartamento junto a Mateo, caminando el uno al lado del otro, sin rozar para nada sus cuerpos entre sí. Sin embargo, cada uno de ellos, sintió una especie de chispazo que sus cuerpos producían por la cercanía del uno con el otro. Definitivamente, eran emociones nuevas para los dos.
Al llegar al restaurante, Mateo se encontró con su amigo Pablo, quien estaba acompañado. Los dos se saludaron, él presentó a Adriana a su amigo, el cual quedó asombrado con su belleza. Después, se separaron y este se dedicó a disfrutar la noche con ella.
—¿Cómo te sientes viviendo en el apartamento? —preguntó él, con curiosidad. Mientras el mesero servía las bebidas.
—¡Excelente! Nunca voy a tener como pagarte todo lo que has hecho por mi madre y por mí. Aunque siento que las personas del edificio me miran raro —aseguró ella, haciendo un puchero y agregando— ¡Ninguno es como tú!
—¿Cómo así, que te miran raro? Y ¿Cómo soy yo? —preguntó él sonriendo, observando al mesero, servir lo ordenado.
—¡Me miran, como si apestara! —respondió ella sonriendo, haciendo nuevamente un puchero, concentrada en los movimientos de él para imitar a este al comer.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ignora a todos! —Se carcajeó él, levantando su copa para brindar con ella, insistiendo en su pregunta— Y yo, ¿cómo soy?
—¡Así, todo lindo, bello, amable! Además, eres la única persona después de mi madre, que está tan pendiente de mí —confesó ella con una mirada muy cariñosa.
—¡Ja, ja, ja! —Sonrió el divertido— No ha sido nada, durante el tiempo que estuve fuera del país, me dediqué a ayudar a personas con problemas ¡Buen provecho! —deseó él.
Y así, se dedicaron los dos a saborear y degustar la comida que pidió. Después de terminar de comer, ella agregó:
—¿Sabes? Soy testimonio vivo “que no hay mal, que por bien no venga” Y para muestra un botón —abrió sus brazos y mostrando las palmas de sus manos— Si no me atropellas, no hubiese tenido la oportunidad de conocerte.
»Nuestra vida cambió radicalmente después del accidente. De haber seguido en aquella habitación, mi madre ya se hubiera muerto y con los peores recuerdos. Ahora, solo me dice que está preparada para partir —añadió ella.
»¡Cuando Dios lo disponga! Y me aseguró, que se irá feliz —confesó esta, quebrándose su voz.
—¡Tienes toda la razón! —Respondió él— Si no es por el accidente, no nos hubiésemos conocido, no estuviéramos aquí.
»¡Y lamento mucho, lo de tu mamá! —declaró él, con tristeza y empatía con ella.
Mateo, confesó a Adriana que de no haber sido por el accidente, él se estaría perdiendo de conocer a la mujer más bella, sincera y honesta que había pasado por su vida. Además, le hizo saber lo importante que era para él.
Adriana, sintió que su corazón se desbocaba. Era lo que menos imaginaba, que él pensara así de ella. Hasta ahora, siempre que se veían hablaban sobre su mamá, el trabajo que hacía para la Fundación, sus travesuras, chistes, pero nada más.
—¿Por qué te quedas tan callada? ¿No te gustó lo que dije? —preguntó él, con su mirada fija en los ojos de ella.
—¡No, no es eso! Es solo que me sorprendiste con tus palabras —manifestó ella un poco emocionada.
—Creo que el sorprendido soy yo ¡Me gustas Adriana y mucho! Este tiempo a tu lado, has despertado en mí emociones y sentimientos que nunca antes había experimentado por alguien —confesó él, mirando sus ojos.
Adriana, hizo un prolongado silencio por unos minutos, sin saber qué hacer o decir. Esta observaba su mirada penetrante, la cual le costó mantener y que no había visto en él hasta ahora. A pesar de no ser una experta, podía observar el interés de este, por ella.
Estaba claro, que eran personas totalmente distintas, con mundos diferentes. Ella, realista, práctica, algo que aprendió de su madre y plenamente consciente que apenas su madre fallezca, todo volverá a ser como antes.
Mateo ha sido un ángel enviado por Dios, para que su madre tenga un final feliz, a pesar de los dolores, del cáncer y de todas sus secuelas. Ella, le estaba muy agradecida porque cada día de vida de esta, era gracias a Dios y obviamente a la ayuda de él.
«No debo hacerme ilusiones y mucho menos imaginar que Mateo se pueda enamorar de mí», pensó ella, con dolor y tristeza. Reconociendo, por primera vez, que estaba perdidamente enamorada de él.
Después, de estos breves minutos reflexivos de ella, él preguntó…
—¿Nos vamos? —haciendo simultáneamente señas, al mesero para que le trajera la cuenta. De inmediato, este lo hizo; él pagó y le ayudó a levantarse de la silla, tomando a Adriana de la mano, conduciéndola así hasta el estacionamiento.
Los dos caminaron hacia el Ferrari y justo en el momento que él abrió la puerta, la atrajo hacia su cuerpo, le abrazó y se apoderó de sus labios suaves, dulces y virginales. Este, era el primer beso que Adriana recibía de un hombre.
Ella, sintió un estremecimiento general en todo su cuerpo, cuando percibió los labios de él, sobre los suyos. Esto aumentó, cuando al ceder ante su presión, abrió la boca para dejar que la lengua inquieta e invasiva de él, recorriera toda su cavidad bucal. Esto, despertó emociones placenteras en Adriana.
Mateo, tomó los brazos de ella, los llevó hasta su cuello, para que lo abrazara. Esta, se apoyó en él, sintiendo a este íntegramente. Entretanto, él absorbía con todos sus sentidos la fragancia, que emanaba de su cuerpo, estaba seguro, era virgen. Este, al separarse, le interrogó…
—¿Podrías disculparme si te hice enojar, no era lo que buscaba? —Cuestionó él— Pero, eso sí, por lo que no te voy a pedir disculpas, es por el beso.
»Tengo días, anhelando saborear tus labios, besar, sentirte y no me arrepiento. Sí, por mí fuera aún te estaría besando —afirmó él, abriendo la puerta del coche para que ella entrara.
Adriana, prefirió callar, no quería suponer ni imaginar nada. Deseaba que Mateo hablara, pidiera e hiciera algo, para no equivocarse. Para ella, él estaba muy alto, pertenecía a una élite social exclusiva, por eso no se expondrá a ser humillada y abandonada.
El, sentado a su lado en el auto, le tomó sutilmente el rostro; con su mano, la volteó para obligar a esta que lo mirara y expresara lo que sentía. No iba a permitir, que callará sus emociones, así sean sentimientos contrarios a los de él.
—¡Por favor, Adriana! ¿Podrías insultarme? ¿Gritarme? ¿Pelearme? Pero no me ignores —suplico él, sin darse cuenta de que lo hacía...
Mateo se quedó observando a Adriana, quien le respondió de inmediato, para aclarar su silencio.—¡No te estoy ignorando! Todo esto es nuevo para mí y no sé qué hacer ni que decir ¡Te lo juro! Esto ha sido muy sorpresivo. Prefiero no imaginar, ni creer nada —respondió ella, sintiendo un fuerte nudo en su garganta y sus ojos listos para desbordarse en lágrimas.—¡No, por favor no llores, Adriana! Es lo que menos deseo, ser el causante de tu llanto. Vamos a dejar que todo fluya libremente y ver hasta dónde nos lleva esto que siento. No te voy a presionar. Pero hay algo que deseo saber.—¿Qué quieres saber? —preguntó ella, con una sonrisa, mientras reflexionaba.«Ahora la ansiosa soy yo», pensó ella, tapándose el rostro con su mano izquierda y sintiendo mucha vergüenza.—¿No te gusto como hombre, ni aunque sea un poquito? ¿Ni siquiera, así? —mostrando sus dedos índice y pulgar, casi juntos, con muy poca separación entre ellos.Adriana, ante este gesto, se limitó inicialmente a sonreír, si
Siendo las once de la mañana, Mateo llegó a la empresa acompañado por Adriana, quien sentía mucho susto. Ella, será “evaluada” por sus cuñadas, quienes juzgaran si es la candidata o no, ideal para su hermano aunque ya este lo decidió.Así que, ¿cuál es el susto? pensó ella. Apretando con fuerza la mano de Mateo, quien la dirigía hacia la sala de junta.En el trayecto hacia dicha sala fueron muchos los ojos de envidia e intriga que les siguieron. Al parecer todos estaban esperando por la llegada de ellos. Siendo observado muy insistentemente, el escote delantero del vestido de Adriana.—¿Lista para enfrentar a los leones? —preguntó él, al llegar a la puerta.—¡Ssssí Mateo! Aunque con un poquito de susto, pero lista, mi amor —siseó ella, con su voz trémula recibiendo un suave beso en sus labios.Él, giró la manilla de la puerta y entró con diez minutos de retraso, por lo que todos los accionistas y los invitados dirigieron hacia ellos la mirada, sobre todo a la joven que lo acompañaba y
—Definitivamente, Mateo, ¿De dónde sacaste a esta mujer? ¿La contrataste para que se hiciera pasar como tu prometida? Porque no puedo creer que seas tan inepto para elegir esposa —comentó Angélica, totalmente enfurecida y levantándose de su asiento.—¡Prefiero ignorarte! —Comentó él, tomando a Adriana de la mano y ayudando a que ella se levante de la silla— ¡Vamos, mi amor!—¡Tú no vas a ningún lado! Hasta tanto no terminemos esto —gritó nuevamente Arantza, convertida totalmente en una fiera.Mateo, con una mirada siniestra, se sentó de nuevo junto a Adriana pegando su silla a la de ella, rodeando a esta, con sus brazos. Luego, tomó una de sus manos, la llevó a sus labios y la besó suavemente. Comentando muy bajito:—¡Disculpa, mi amor! Este absurdo, pero así son las mujeres de mi familia —haciendo reír abiertamente a Adriana. Lo cual no agradó a ninguna de las hermanas de Mateo. Mientras, los demás accionistas, optaron por retirarse y dejar este espectáculo solo para la familia.—¿Qu
El día esperado llegó, en un acto sencillo, Adriana y Mateo contrajeron matrimonio. Celebración esta que hicieron en el apartamento donde reside ella, para evitar tener que movilizar a Marisol hacia otro lugar. De esta manera, él complacía a su suegra, quien ahora si parecía estar en los últimos días u horas de su vida.Para este acto, estuvieron presentes Pablo y Miguel, los dos mejores amigos de Mateo. Además, de Raquel y Rosa las mejores amigas de Adriana. En este acto, Marisol hizo alarde de su inmensa felicidad al ver a su hija casada justo antes de morir.Lamentablemente, esa misma noche de la boda y antes de la fuga de los novios, Marisol su madre, llegó a su triste final. Las amigas de ella, decidieron quedarse para hacer compañía a esta, al igual que Mateo. Él, se sentía impotente, al no poder evitar tanto dolor a Adriana.Sin embargo, debió viajar con urgencia, por asuntos de negocios, los cuales no pudo evadir, después del entierro de su suegra. Él, pensando que las amiga
Entretanto, en el frente de la casa donde Adriana vivió, seguían discutiendo Darío, Raquel y Rosa. Ellas, al ver llegar a esta con un morral, corrieron hacia ella, le rodearon y abrazaron para explicar lo que acababa de pasar.—Amiga ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Por qué te fuiste del apartamento? —preguntó Raquel.—¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó Adriana, asombrada y con una mirada inquisitiva.—Me puedes explicar ¿Cómo es eso, que te casaste? ¿Cuándo? Y ¿Con quién? —gritó Darío acercándose a Adriana de forma amenazante.Ella, estaba realmente asombrada por las preguntas. No comprendía lo que pasaba así que pidiendo calma a todos, trató de dar respuestas a cada uno.—Raquel ¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó ella atónita.—Porque vino tu esposo a buscarte —respondió mirando a esta con una sonrisa— ¡Se veía realmente preocupado! —aseguró ella.—Él, dijo que perdió el celular en un baño del aeropuerto, al llegar a Argentina y no se sabe los números d
En el apartamento de Mateo—¡Sí, así dicen! —contestó Adriana, sonriendo a la frase citada por su esposo y a la pregunta formulada por él— Y sí mi amor, como digas ¡Vamos a comer! Ahora, si se me despertó el apetito —afirmó ella.Él, se encargó de pedir suficiente comida, por si ella sentía después más hambre. Al llegar el delivery almorzaron, luego descansaron un rato. Cuando ella despertó, Mateo le acarició y le besó con ternura.Éste, sabía que debía tener mucha paciencia con ella, por eso, comenzó una serie de juegos y caricias, entre sus labios, mandíbula, mejillas y parpados. Luego, se concentró en la parte más sensible, en el lóbulo de su oreja y en el cuello.—¿Qué haces? —preguntó ella, observando que tenía la piel de gallina.—¡Adorarte! ¡Eres muy hermosa! ¡Hueles rico! —agregó él, apoderándose de sus labios, empujando su lengua en la boca de ella. Esta, ante su insistencia abrió su boca para recibir la lengua de este.—Deja que me duche primero —suplicó ella tímidamente.—H
En el apartamento de Mateo—¡No! Mateo, todo debe tener un límite —aseguró Adriana— Tú no has sido tacaño conmigo, al contrario, me has dado demasiado, sin tener nada conmigo —expresó ella haciendo que él interiormente se sintiera satisfecho de todas sus palabras. Aun así, no aceptó su negativa.—¡Adriana, no voy a aceptar tu negativa! La tarjeta, es tuya e incluso está a tu nombre, no hay vuelta atrás —afirmó él, satisfecho acercándose nuevamente a ella por detrás, haciendo que ella sintiera su nueva erección.—¡Yo quiero de ti, tu amor! Que me ames siempre, es demasiado divino como me haces el amor —confesó ella, por lo que su cuerpo se estremeció y tembló al sentir en sus nalgas la dureza del miembro de Mateo, el cual le hacía sentir inmensas y placenteras sensaciones.—¡Ajá! —Susurró él eufórico, al oído de ella— ¡Te gustó! Pensé que no te había gustado —manifestó, observando la piel de ella toda enchinada, besando suavemente el hombro y el cuello de su mujer— ¿Por qué me rechazas
En la sala de Junta—¡Qué ordinario hermanito! —Se quejó Arantza— Es definitivo, ¡lo vulgar se pega! —añadió ella, mirando a Adriana, quien se estaba controlando, para evitar problemas a Mateo.—¡Bueno! Si vas a trabajar aquí, que al menos sirva para algo, ¡tráenos tres cafés! —ordenó Angélica, con deprecio hacia su cuñada.—¡Un momento! —Gritó él— ¿Quién te dijo, que mi mujer sería personal a tu servicio? —inquirió Mateo enojado.No obstante, Adriana se movió para levantarse, pero él, no lo permitió porque no quería dar ese gusto a sus hermanas. Sin embargo, ella comentó…—¡No hay problema mi amor! Lo puedo hacer y no me voy a sentir mal por eso, si es lo que te preocupa —explicó ella, acariciando suavemente la mejilla de él, con el dorso de su mano. Ante este gesto tierno de su mujer, cedió.En esta reunión, las hermanas de Mateo aceptaron contra su voluntad su matrimonio. Así, como el hecho de que la haya llevado a trabajar con él, a cambio de que no renuncie a ser el CEO de la Cor