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CAPÍTULO 4. EMOCIONES Y SENTIMIENTOS

En la oficina de Mateo

Adriana, después de aceptar la propuesta de Mateo, le suplicó que le espere, mientras su mamá era dada de alta. Ella, se comprometió a trabajar en lo que él desee. Ante esta respuesta, él quiso saber más sobre esta y le preguntó:

—¿Tienes papá, Adriana? ¿Hermanos? ¿No, sé, cualquier otro familiar?

—No —respondió ella, categóricamente— A mi padre nunca lo conocí. Así que al irse mi madre, quedaré sola. Pero como tú me dijiste ayer, solo pasará lo que Dios quiere, para mí.

»En todo caso, estoy segura, Dios no me abandonará, nunca —afirmó ella con las palmas de sus manos unidas, a la altura de sus labios.

—Así es —respondió él, tomando sus manos y llevando estas a sus labios para dar un beso— Bueno, vamos a esperar que tu mamá se recupere para que comiences a trabajar ¿En qué Hospital la tienes? —interrogó él, pensativo.

—En el Hospital Central, está cerca de donde vivimos —contestó ella, mirando a este fijamente a sus ojos y tratando de descifrar ¿por qué le quería ayudar?

—¡Entonces, vamos! La quiero conocer y ver de qué manera las puedo ayudar —explicó él, mientras salía con ella de su oficina.

Mateo habló con su asistente, suspendió las reuniones de esa mañana y anunció que regresaría después del almuerzo. Él, llevó las bandejas de comida, para la mamá y la amiga de ella. Finalmente, bajaron por el ascensor privado de su uso exclusivo.

Su asistente personal y sus secretarias estaban asombradas. Él, no se parecía en nada a su hermano, en relación a su carácter y personalidad. Aquel, era muy arrogante, soberbio y a veces cruel con sus empleados, todo lo contrario a Mateo. Sin embargo, los dos tenían fama de mujeriegos. No obstante, esta joven no parecía ser su tipo.

Por otro lado, desde el punto de vista de su físico, parecían gemelos, solo que con ciertas diferencias de edad. Los dos, son atractivos, altos, atléticos, inteligentes y billonarios. Eran considerados los reyes del ramo inmobiliario, la construcción y de las inversiones tecnológicas.

Al salir de la Torre, ellos dejaron una ola de rumores que llegaron de inmediato a oídos de sus hermanas. Estas, estaban muy intrigadas por saber ¿de dónde conocía su hermano, a esa joven? Al parecer, no pertenecía a su círculo social.

Él, desde ese día, comenzó a ayudar a Adriana y a su mamá. Si bien es cierto, que la señora Marisol  estaba en las últimas, este logró que los viviera con comodidad y tranquilidad.

En virtud de esto, contactó a la Directora de la Fundación, para que les ayudara. Fundamentalmente, para que Adriana no se enterara, que la ayuda venía directamente de él y así ella no la rechazare.

Lo primero que hizo fue sacar a las dos del lugar donde vivían y las trasladó a uno de los apartamentos de su propiedad. Este inmueble, estaba ubicado cerca de la Torre González, de tal manera, que cuando Adriana comience a trabajar, le quede cerca.

Ella, no quería aceptar más ayuda de él, pero a través de la Fundación, la recibió. Esta, trabajó horas para la Institución, a cambio de los servicios que obtuvo su madre. En este sentido, la habitación de su mamá, fue acondicionada para que recibiera todo lo que necesitaba.

Además, les hicieron entrega de comidas, medicinas, ropas, calzados, entre otros. Aunado a esto, a Adriana le facilitaron todo el equipo tecnológico, que requería para que prestara servicios, sin descuidar a su mamá y obviamente, no necesitó incorporarse a la empresa de él.

Su mamá, estaba sumamente agradecida con Mateo por toda la ayuda prestada. También, tenía la ilusión, que se enamorara de su hija, para morir tranquila, al saber que ella quedaba protegida. Él, era un hombre bueno, responsable y con mucha humildad, un auténtico ángel de la guarda.

Quince días después…

Reunidos nuevamente en la empresa, las hermanas de Mateo, respaldadas por otros socios, exigieron que si en el plazo de un mes, no anunciaba como mínimo un compromiso matrimonial con alguna de sus conquistas, entonces lo obligarán a comprometerse con Lila Rojas .

Mateo, enojado y convencido que no necesitaba de esta unión matrimonial, para asegurar su estabilidad y permanencia en el cargo, se levantó de la silla, furioso, golpeando fuertemente la mesa.

—A mí, nadie me obliga a hacer lo que no quiero. Yo no voy a tomar una decisión de esa magnitud, por mero capricho de ustedes —afirmó con severidad, retirándose de la sala de junta, enfurecido y dando un portazo.

En vista de esta situación, él se encerró en su Despacho, se preparó un whisky y comenzó a dar vuelta, a la idea de tener un romance con Adriana, que no es de su círculo social, pero le atrae mucho e incluso, puede comprometerse con ella, solo para dar una lección a sus hermanas.

«¡Ya estoy harto de esta amenaza! Cómo de que Lila, me acose, porque estoy seguro, es ella, quien está detrás de todo esto», pensó él, saboreando la bebida.

«¿Veremos, quién gana y quién se sale con la suya?», se cuestionó irónicamente Mateo, levantando su vaso, en señal de brindis.

Una semana después…

Al salir de su oficina, Mateo había tomado una decisión conquistar a Adriana y hasta casarse con ella, lo más rápido posible. Quería realmente castigar a sus hermanas y una forma de hacer esto, era casándose con alguien que no pertenece a su mismo círculo social.

Esa tarde, al concluir su trabajo decidió visitar a Adriana e invitar a esta a cenar. Obviamente, ella rechazó su invitación, puesto que no quería dejar a su mamá sola. Sin embargo, como fue invitada en presencia de esta, la convenció para que aceptara y le aseguró que estará bien.

—¡Perfecto, mami! No obstante, Mateo debes esperar que me cambie —afirmó Adriana sonriendo y mirando a este encantada.

Ella, ya no lo miraba como hacía un mes atrás. Él, estaba despertando en ella emociones y sentimientos, que nunca antes había sentido por alguien. Sin embargo, estaba bien ubicada, con sus pies bien puestos en la tierra, de que él nunca sería suyo.

—¡Guau! Tú no necesitas mucho ¡Eres hermosa, al natural! —Confirmó Mateo, dirigiendo una mirada cariñosa a ella, como hasta ahora no lo había hecho.

—¡Gracias! —Manifestó Adriana agradecida y emocionada— En todo caso, no hay mucho para elegir —sonrió, con una mirada profunda.

—¡Tu belleza, opaca lo que sea a tu alrededor! —expresó él, practicando sus dones de conquistador con ella...

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