En el Ferrari
—¡Estoy sumamente agradecida contigo por todo lo que has hecho por mí! Sin embargo, mi mamá necesita con urgencia este medicamento, porque los dolores son muy fuerte —aseguró Adriana con mucha tristeza.
»¡Por favor, disculpa! —Agregó ella— Necesito que me entiendas, mi mamá desde hace horas debió ser inyectada —mostrando el paquete que contenía las inyecciones y que llevaba en las manos.
—¡No hay problema! Te entiendo, perfectamente —contestó él. Para Mateo, esto fue novedoso, era la primera vez que una mujer le rechazaba una invitación.
Él, observó de reojo como ella apretaba sus manos, evidenciando una fuerte angustia. De repente, Adriana dejó correr nuevamente las lágrimas, sintiendo una fuerte presión en su pecho, como un mal presentimiento. Él, volteando hacia ella, le sugirió:
—¡Calma, Adriana por favor! Cuando las cosas pasan, es por algo. ¿Tú crees en Dios? — preguntó Mateo, con una mirada acogedora.
—¡Totalmente! —respondió ella— Si no es por Él, mi madre, hace tiempo hubiera muerto, está viva gracias a su infinita misericordia.
—Entonces, piensa en Él, lo que pase sea lo que sea, es por tu bien y el de tu mamá —aseguró Mateo.
—Gracias —respondió ella, secando sus lágrimas con el dorso de sus manos. Mateo, al ver esto, le entregó su pañuelo para que se secara.
—Me llamo, Mateo González, estoy a tus órdenes para lo que necesites. ¿Me puedes buscar mañana en mi oficina? A las nueve de la mañana, te espero —afirmó, extendiendo su tarjeta de presentación.
Adriana, tomando la tarjeta, le agradeció nuevamente. Luego, se bajó del vehículo y corrió hacia la entrada de la casa. Al ver a sus amigas llorando, en el umbral de la puerta de su habitación, corrió y se lanzó sobre su mamá, quien aún respiraba, aunque con mucha dificultad. De inmediato, le inyectó. No obstante, llamó a uno de sus vecinos para que le llevara al hospital.
(***)
Al día siguiente, su amiga acudió temprano al Hospital para que ella pudiera asistir a la entrevista. Además, le llevó ropa adecuada para que acudiera a la cita. Adriana, salió con una hora de anticipación para llegar puntualmente.
Faltando diez minutos para las nueve, estaba de pie frente a la entrada de la Torre González. Ella entró, se identificó con la recepcionista, quien la miró de arriba hacia abajo asombrada, no parecía del tipo de mujer que le gustaban al nuevo CEO, quien a decir verdad no era como su hermano.
Adriana, vestía con un jean blanco ajustado a su cuerpo, una blusa ancha con un top del mismo color rojo debajo y unas sandalias de tacón del mismo color. Después de unos breves minutos, la asistente del CEO le informó a la recepcionista, que le dejara pasar de inmediato.
La joven le entregó a Adriana un pase, le acompañó al ascensor y le indicó que al llegar al piso número doce, camine por el pasillo del lado izquierdo, buscando la Oficina del CEO.
Ella, localizó la oficina, entró y fue atendida por una mujer joven que parecía una modelo de revista. Además de muy amable, le sonrió y le hizo pasar a la oficina del CEO, quien esperaba por esta.
Mateo, al ver a Adriana, la detalló como lo había hecho el día anterior. Hoy, se veía muy bien, aunque en su semblante se observaban ojeras.
—Hola, guapa, ¿cómo estás? — preguntó él con una amplia y amable sonrisa que llegó hasta sus ojos.
—Con un poquito de sueño, pero aquí estoy —respondió Adriana.
—¿Y eso, que tienes sueño? —Preguntó él sonriendo con esta, puesto que habló sin filtro.
Cuando sonreía, Adriana sentía que algo se movía dentro de su cuerpo, a la altura del abdomen del lado izquierdo, juraría que eran mariposas revoloteando dentro de ella.
—Pasé el resto del día de ayer y toda la noche en el hospital con mi mamá —respondió, explicando y mirando a este, fijamente a sus ojos.
Él, se acercó hasta ella, la tomó de una de sus manos y la condujo hacia una mesa preparada, con un suculento desayuno para dos.
—¿Y eso? ¿Qué paso con tu mamá? Me hubieras llamado —añadió él muy servicial.
—¡Tú hiciste mucho ayer por mí! Era imposible, volver a molestar —afirmó ella muy agradecida.
—¡Me hubiese gustado ayudarte! —Argumentó, con una sonrisa.
Mateo, le ayudó a sentarse, luego se sentó él, tomó la servilleta, la desdobló y la colocó en su regazo. Ella, observando sus movimientos lo imitó tal cual, para evitar meter la pata. En su vida, nunca había comido en un restaurante, menos en una comida privada de etiqueta, para dos.
Mientras, él servía, Adriana le narró todo lo que experimentó con su mamá. Desde el momento, que la dejó en la pieza donde reside hasta como había pasado la noche. Mateo, se preocupó por la situación que ella y su madre estaban viviendo, por lo que le consultó:
—¿Es confiable ese diagnóstico médico que te dieron?
—¡Totalmente! Nunca he tenido, ni tendré dinero que me puedan quitar, para darme un diagnóstico errado. Además, todos los pacientes del Doctor Pérez, consideran que es una eminencia y tan bueno como su padre —agregó ella.
—¿El oncólogo? Si es él, es cierto. Tanto el padre como el hijo, son muy buenos —Confirmó y ella asentó con su cabeza.
Mateo sintió algo especial por Adriana, sobre todo unas ganas inmensas de proteger y ayudar a esta, como lo hizo con tantas personas en sus viajes por el mundo. Asimismo, le pidió que disfrutara la comida, para que luego conversaran sobre el asunto, por el que le había hecho venir.
Ellos, desayunaron tranquilamente. Al terminar, ella le solicitó que le permitiera llevar lo que sobró, para su mamá y su amiga. Lo cual él no aceptó, sino que encargó dos servicios más de comidas para llevar y que Adriana le agradeció infinitamente.
—¡No sé, que hice tan bueno para conocerte! —Exclamó ella con una sonrisa— ¡Gracias! Por tu gran bondad y por tu noble corazón —afirmó ella apenada.
Una vez que él dio la orden, a su asistente, se sentó a un lado de ella y le tomó de sus manos, preguntando:
—¿Quieres trabajar conmigo?
—¡¡¡Dios!!! —Exclamó Adriana— ¡Claro que sí! —respondió asombrada, contenta y sin quitar su mirada de la de él...
En la oficina de MateoAdriana, después de aceptar la propuesta de Mateo, le suplicó que le espere, mientras su mamá era dada de alta. Ella, se comprometió a trabajar en lo que él desee. Ante esta respuesta, él quiso saber más sobre esta y le preguntó:—¿Tienes papá, Adriana? ¿Hermanos? ¿No, sé, cualquier otro familiar?—No —respondió ella, categóricamente— A mi padre nunca lo conocí. Así que al irse mi madre, quedaré sola. Pero como tú me dijiste ayer, solo pasará lo que Dios quiere, para mí.»En todo caso, estoy segura, Dios no me abandonará, nunca —afirmó ella con las palmas de sus manos unidas, a la altura de sus labios.—Así es —respondió él, tomando sus manos y llevando estas a sus labios para dar un beso— Bueno, vamos a esperar que tu mamá se recupere para que comiences a trabajar ¿En qué Hospital la tienes? —interrogó él, pensativo.—En el Hospital Central, está cerca de donde vivimos —contestó ella, mirando a este fijamente a sus ojos y tratando de descifrar ¿por qué le querí
Al estar lista Adriana, salió del apartamento junto a Mateo, caminando el uno al lado del otro, sin rozar para nada sus cuerpos entre sí. Sin embargo, cada uno de ellos, sintió una especie de chispazo que sus cuerpos producían por la cercanía del uno con el otro. Definitivamente, eran emociones nuevas para los dos.Al llegar al restaurante, Mateo se encontró con su amigo Pablo, quien estaba acompañado. Los dos se saludaron, él presentó a Adriana a su amigo, el cual quedó asombrado con su belleza. Después, se separaron y este se dedicó a disfrutar la noche con ella.—¿Cómo te sientes viviendo en el apartamento? —preguntó él, con curiosidad. Mientras el mesero servía las bebidas.—¡Excelente! Nunca voy a tener como pagarte todo lo que has hecho por mi madre y por mí. Aunque siento que las personas del edificio me miran raro —aseguró ella, haciendo un puchero y agregando— ¡Ninguno es como tú!—¿Cómo así, que te miran raro? Y ¿Cómo soy yo? —preguntó él sonriendo, observando al mesero, ser
Mateo se quedó observando a Adriana, quien le respondió de inmediato, para aclarar su silencio.—¡No te estoy ignorando! Todo esto es nuevo para mí y no sé qué hacer ni que decir ¡Te lo juro! Esto ha sido muy sorpresivo. Prefiero no imaginar, ni creer nada —respondió ella, sintiendo un fuerte nudo en su garganta y sus ojos listos para desbordarse en lágrimas.—¡No, por favor no llores, Adriana! Es lo que menos deseo, ser el causante de tu llanto. Vamos a dejar que todo fluya libremente y ver hasta dónde nos lleva esto que siento. No te voy a presionar. Pero hay algo que deseo saber.—¿Qué quieres saber? —preguntó ella, con una sonrisa, mientras reflexionaba.«Ahora la ansiosa soy yo», pensó ella, tapándose el rostro con su mano izquierda y sintiendo mucha vergüenza.—¿No te gusto como hombre, ni aunque sea un poquito? ¿Ni siquiera, así? —mostrando sus dedos índice y pulgar, casi juntos, con muy poca separación entre ellos.Adriana, ante este gesto, se limitó inicialmente a sonreír, si
Siendo las once de la mañana, Mateo llegó a la empresa acompañado por Adriana, quien sentía mucho susto. Ella, será “evaluada” por sus cuñadas, quienes juzgaran si es la candidata o no, ideal para su hermano aunque ya este lo decidió.Así que, ¿cuál es el susto? pensó ella. Apretando con fuerza la mano de Mateo, quien la dirigía hacia la sala de junta.En el trayecto hacia dicha sala fueron muchos los ojos de envidia e intriga que les siguieron. Al parecer todos estaban esperando por la llegada de ellos. Siendo observado muy insistentemente, el escote delantero del vestido de Adriana.—¿Lista para enfrentar a los leones? —preguntó él, al llegar a la puerta.—¡Ssssí Mateo! Aunque con un poquito de susto, pero lista, mi amor —siseó ella, con su voz trémula recibiendo un suave beso en sus labios.Él, giró la manilla de la puerta y entró con diez minutos de retraso, por lo que todos los accionistas y los invitados dirigieron hacia ellos la mirada, sobre todo a la joven que lo acompañaba y
—Definitivamente, Mateo, ¿De dónde sacaste a esta mujer? ¿La contrataste para que se hiciera pasar como tu prometida? Porque no puedo creer que seas tan inepto para elegir esposa —comentó Angélica, totalmente enfurecida y levantándose de su asiento.—¡Prefiero ignorarte! —Comentó él, tomando a Adriana de la mano y ayudando a que ella se levante de la silla— ¡Vamos, mi amor!—¡Tú no vas a ningún lado! Hasta tanto no terminemos esto —gritó nuevamente Arantza, convertida totalmente en una fiera.Mateo, con una mirada siniestra, se sentó de nuevo junto a Adriana pegando su silla a la de ella, rodeando a esta, con sus brazos. Luego, tomó una de sus manos, la llevó a sus labios y la besó suavemente. Comentando muy bajito:—¡Disculpa, mi amor! Este absurdo, pero así son las mujeres de mi familia —haciendo reír abiertamente a Adriana. Lo cual no agradó a ninguna de las hermanas de Mateo. Mientras, los demás accionistas, optaron por retirarse y dejar este espectáculo solo para la familia.—¿Qu
El día esperado llegó, en un acto sencillo, Adriana y Mateo contrajeron matrimonio. Celebración esta que hicieron en el apartamento donde reside ella, para evitar tener que movilizar a Marisol hacia otro lugar. De esta manera, él complacía a su suegra, quien ahora si parecía estar en los últimos días u horas de su vida.Para este acto, estuvieron presentes Pablo y Miguel, los dos mejores amigos de Mateo. Además, de Raquel y Rosa las mejores amigas de Adriana. En este acto, Marisol hizo alarde de su inmensa felicidad al ver a su hija casada justo antes de morir.Lamentablemente, esa misma noche de la boda y antes de la fuga de los novios, Marisol su madre, llegó a su triste final. Las amigas de ella, decidieron quedarse para hacer compañía a esta, al igual que Mateo. Él, se sentía impotente, al no poder evitar tanto dolor a Adriana.Sin embargo, debió viajar con urgencia, por asuntos de negocios, los cuales no pudo evadir, después del entierro de su suegra. Él, pensando que las amiga
Entretanto, en el frente de la casa donde Adriana vivió, seguían discutiendo Darío, Raquel y Rosa. Ellas, al ver llegar a esta con un morral, corrieron hacia ella, le rodearon y abrazaron para explicar lo que acababa de pasar.—Amiga ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Por qué te fuiste del apartamento? —preguntó Raquel.—¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó Adriana, asombrada y con una mirada inquisitiva.—Me puedes explicar ¿Cómo es eso, que te casaste? ¿Cuándo? Y ¿Con quién? —gritó Darío acercándose a Adriana de forma amenazante.Ella, estaba realmente asombrada por las preguntas. No comprendía lo que pasaba así que pidiendo calma a todos, trató de dar respuestas a cada uno.—Raquel ¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó ella atónita.—Porque vino tu esposo a buscarte —respondió mirando a esta con una sonrisa— ¡Se veía realmente preocupado! —aseguró ella.—Él, dijo que perdió el celular en un baño del aeropuerto, al llegar a Argentina y no se sabe los números d
En el apartamento de Mateo—¡Sí, así dicen! —contestó Adriana, sonriendo a la frase citada por su esposo y a la pregunta formulada por él— Y sí mi amor, como digas ¡Vamos a comer! Ahora, si se me despertó el apetito —afirmó ella.Él, se encargó de pedir suficiente comida, por si ella sentía después más hambre. Al llegar el delivery almorzaron, luego descansaron un rato. Cuando ella despertó, Mateo le acarició y le besó con ternura.Éste, sabía que debía tener mucha paciencia con ella, por eso, comenzó una serie de juegos y caricias, entre sus labios, mandíbula, mejillas y parpados. Luego, se concentró en la parte más sensible, en el lóbulo de su oreja y en el cuello.—¿Qué haces? —preguntó ella, observando que tenía la piel de gallina.—¡Adorarte! ¡Eres muy hermosa! ¡Hueles rico! —agregó él, apoderándose de sus labios, empujando su lengua en la boca de ella. Esta, ante su insistencia abrió su boca para recibir la lengua de este.—Deja que me duche primero —suplicó ella tímidamente.—H