—¿A dónde vamos? —preguntó Adriana, alegre y asombrada.—A las Islas Bahamas —respondió Mateo satisfecho, sabiendo que esto le agradará a ella.—¡Gracias, gracias mi amor! Es un sueño hecho realidad —aclamó ella feliz, dando un brinco de felicidad— ¿Cómo sabes que anhelaba esto? Nunca te lo mencioné —comentó ella, feliz y dichosa.—¡Esa es mi obligación! Saber exactamente lo que sientes, deseas, para apoyarte, ayudarte y complacerte —agregó él.—¡Amor! Deja que me despida de los niños —suplicó ella.—¡No, mi amor! Después, lloran si ven que te marchas, solo serán siete días —aseguró él, tomando a su mujer de la mano.Los dos subieron a la camioneta, en donde los esperaba Sebastián, que fue el encargado de llevarlos al aeropuerto. Al llegar a este, los esperaba el Capitán de la nave quien los felicitó, junto con el resto de la tripulación.—¿Estás cansada? —preguntó Mateo, observando lo hermosa que se veía, recordando las ganas de amarla que sentía desde la noche anterior.—No. Pero, s
El vuelo llegó al referido aeropuerto, a la hora estipulada. Ahí, los esperaba, un chófer y su camioneta, la cual había rentado Mateo para el traslado tanto de ellos, como de la tripulación hasta el hotel donde hizo las reservaciones.—¡Bienvenida, mi amor! —mencionó Mateo, abriendo sus brazos y mostrando el panorama a Adriana para que bajara las escaleras. Pero ella le informó, que le costaba mucho caminar y le temblaban las piernas. Ante esto, él la miró y le sonrió preguntándole bajito…—¿Por qué no me dijiste al salir de la habitación? Te hubiese dado un Ibuprofeno —aclaró él.—Porque sentía la molestia, pero no me recordé del ajetreo y lo duro que me castigaste hoy, en nuestro primer día de luna de miel —respondió ella haciendo un puchero.—¡Perdón, por favor! Mi amor, recuerdo que te pregunté si paraba y me respondiste que no, solo que no fuera tan duro y así lo hice —expuso él, levantando a esta en sus brazos y bajando con mucho cuidado las escaleras del avión.Una vez en la su
Mateo González, un joven y exitoso empresario, de treinta años de edad, billonario, guapo, quien durante los últimos cinco años, se dedicó a viajar, para recorrer el mundo. Este viaje, que estaba a punto de culminar fue interrumpido debido a que su hermano mayor y CEO de la Corporación González & Asociados, Marcos González, sufrió un accidente.Esto, lo mantiene hospitalizado, en coma, sin la certeza de su recuperación. En virtud de esto, Mateo regresó para asumir su cargo, el cual ocupa su hermano desde hace varios años. Al llegar al aeropuerto fue recibido por uno de los choferes de la mansión, quien lo condujo a la clínica donde está recluido. Una vez ahí, fue guiado hasta la UCI.«¡Dios mío! ¡No puede ser!», pensó él, lamentándose al observar a su hermano, en este estado tan deplorable. ¡Aquí estoy, hermanito! —Expresó, en voz alta, dejando que sus lágrimas corrieran por sus mejillas, agregando— ¡Tú cuentas conmigo!Mateo, se acercó a su hermano le besó en la frente y le comenz
En la cafetería:—¡Ninguna mujer me amarrará para ella sola! —contestó Mateo con una fuerte carcajada— ¡Ja, ja, ja! —Él, se hizo la señal de la cruz, en su cuerpo como protección, ignorando que ya estaba en su camino, quien lo mantendrá enamorado y domado de por vida.—¡Ya veremos! ¡Ja, ja, ja! —Dudó su amigo, sonriendo también— ¿Qué te parece si nos vemos hoy en la Disco, para relajarnos? —preguntó finalmente Pablo, antes de salir del Café. —¡Perfecto! Ya los negocios pueden caminar solos —argumentó Mateo sonriendo y aceptando la invitación— Además, tengo ganas de una buena escapada con acompañamiento femenino —agregó él, con una sonrisa.Los dos caminaron hacia el estacionamiento, se despidieron y cada uno arrancó en su flamante vehículo de lujo y deportivo.A pocos metros del lugar…—¡Por favor! ¡Por favor! Señorita, diga al Doctor Pérez que Adriana León está aquí, que es de vida o muerte —expresó, con angustia y temor al entrar al área del consultorio médico, en el cual había var
En el Ferrari —¡Estoy sumamente agradecida contigo por todo lo que has hecho por mí! Sin embargo, mi mamá necesita con urgencia este medicamento, porque los dolores son muy fuerte —aseguró Adriana con mucha tristeza.»¡Por favor, disculpa! —Agregó ella— Necesito que me entiendas, mi mamá desde hace horas debió ser inyectada —mostrando el paquete que contenía las inyecciones y que llevaba en las manos.—¡No hay problema! Te entiendo, perfectamente —contestó él. Para Mateo, esto fue novedoso, era la primera vez que una mujer le rechazaba una invitación.Él, observó de reojo como ella apretaba sus manos, evidenciando una fuerte angustia. De repente, Adriana dejó correr nuevamente las lágrimas, sintiendo una fuerte presión en su pecho, como un mal presentimiento. Él, volteando hacia ella, le sugirió:—¡Calma, Adriana por favor! Cuando las cosas pasan, es por algo. ¿Tú crees en Dios? — preguntó Mateo, con una mirada acogedora.—¡Totalmente! —respondió ella— Si no es por Él, mi madre, hace
En la oficina de MateoAdriana, después de aceptar la propuesta de Mateo, le suplicó que le espere, mientras su mamá era dada de alta. Ella, se comprometió a trabajar en lo que él desee. Ante esta respuesta, él quiso saber más sobre esta y le preguntó:—¿Tienes papá, Adriana? ¿Hermanos? ¿No, sé, cualquier otro familiar?—No —respondió ella, categóricamente— A mi padre nunca lo conocí. Así que al irse mi madre, quedaré sola. Pero como tú me dijiste ayer, solo pasará lo que Dios quiere, para mí.»En todo caso, estoy segura, Dios no me abandonará, nunca —afirmó ella con las palmas de sus manos unidas, a la altura de sus labios.—Así es —respondió él, tomando sus manos y llevando estas a sus labios para dar un beso— Bueno, vamos a esperar que tu mamá se recupere para que comiences a trabajar ¿En qué Hospital la tienes? —interrogó él, pensativo.—En el Hospital Central, está cerca de donde vivimos —contestó ella, mirando a este fijamente a sus ojos y tratando de descifrar ¿por qué le querí
Al estar lista Adriana, salió del apartamento junto a Mateo, caminando el uno al lado del otro, sin rozar para nada sus cuerpos entre sí. Sin embargo, cada uno de ellos, sintió una especie de chispazo que sus cuerpos producían por la cercanía del uno con el otro. Definitivamente, eran emociones nuevas para los dos.Al llegar al restaurante, Mateo se encontró con su amigo Pablo, quien estaba acompañado. Los dos se saludaron, él presentó a Adriana a su amigo, el cual quedó asombrado con su belleza. Después, se separaron y este se dedicó a disfrutar la noche con ella.—¿Cómo te sientes viviendo en el apartamento? —preguntó él, con curiosidad. Mientras el mesero servía las bebidas.—¡Excelente! Nunca voy a tener como pagarte todo lo que has hecho por mi madre y por mí. Aunque siento que las personas del edificio me miran raro —aseguró ella, haciendo un puchero y agregando— ¡Ninguno es como tú!—¿Cómo así, que te miran raro? Y ¿Cómo soy yo? —preguntó él sonriendo, observando al mesero, ser
Mateo se quedó observando a Adriana, quien le respondió de inmediato, para aclarar su silencio.—¡No te estoy ignorando! Todo esto es nuevo para mí y no sé qué hacer ni que decir ¡Te lo juro! Esto ha sido muy sorpresivo. Prefiero no imaginar, ni creer nada —respondió ella, sintiendo un fuerte nudo en su garganta y sus ojos listos para desbordarse en lágrimas.—¡No, por favor no llores, Adriana! Es lo que menos deseo, ser el causante de tu llanto. Vamos a dejar que todo fluya libremente y ver hasta dónde nos lleva esto que siento. No te voy a presionar. Pero hay algo que deseo saber.—¿Qué quieres saber? —preguntó ella, con una sonrisa, mientras reflexionaba.«Ahora la ansiosa soy yo», pensó ella, tapándose el rostro con su mano izquierda y sintiendo mucha vergüenza.—¿No te gusto como hombre, ni aunque sea un poquito? ¿Ni siquiera, así? —mostrando sus dedos índice y pulgar, casi juntos, con muy poca separación entre ellos.Adriana, ante este gesto, se limitó inicialmente a sonreír, si