Mateo se quedó observando a Adriana, quien le respondió de inmediato, para aclarar su silencio.
—¡No te estoy ignorando! Todo esto es nuevo para mí y no sé qué hacer ni que decir ¡Te lo juro! Esto ha sido muy sorpresivo. Prefiero no imaginar, ni creer nada —respondió ella, sintiendo un fuerte nudo en su garganta y sus ojos listos para desbordarse en lágrimas.
—¡No, por favor no llores, Adriana! Es lo que menos deseo, ser el causante de tu llanto. Vamos a dejar que todo fluya libremente y ver hasta dónde nos lleva esto que siento. No te voy a presionar. Pero hay algo que deseo saber.
—¿Qué quieres saber? —preguntó ella, con una sonrisa, mientras reflexionaba.
«Ahora la ansiosa soy yo», pensó ella, tapándose el rostro con su mano izquierda y sintiendo mucha vergüenza.
—¿No te gusto como hombre, ni aunque sea un poquito? ¿Ni siquiera, así? —mostrando sus dedos índice y pulgar, casi juntos, con muy poca separación entre ellos.
Adriana, ante este gesto, se limitó inicialmente a sonreír, sin mantener la mirada. Ella sentía, que él leía en sus ojos la verdad verdadera de lo que estaba sintiendo y prefería mantener esto en secreto, por ahora no quería ser juguete de nadie.
—¡Ya! Con ese silencio deduzco tu respuesta. Para que no me afecte, prefieres callar ¿siempre eres así? ¿Sacrificas tus sentimientos o intereses por el otro? Te digo algo: eso no es bueno —agregó él.
»A la larga, terminarás igualmente frustrada —aseguró con un tono de voz extremadamente grave.
—No, eso no es cierto —respondió ella por fin, arriesgándose— ¿Qué mujer no se va a sentir atraída por ti? —preguntándose a sí misma, pero en voz alta.
»Eres bueno, noble, hermoso, sin dejar por fuera todos los atributos económicos que te rodean. Y eso, no es nuevo para ti, me imagino que la inmensa cantidad de mujeres que se te acercan te lo dicen. Tú eres consciente de ello —afirmó Adriana.
—Sí, pero nadie me lo había dicho con esa sinceridad y honestidad que veo en tus ojos —agregó él.
—¡Bueno! Se tenía que decir y se dijo —respondió ella sonriendo.
No obstante, al ver Adriana que él tenía el control del portón que da entrada al estacionamiento del Edificio, levantó una sola de sus cejas y le preguntó:
—¿Este apartamento es tuyo? ¿Me mentiste? —inquirió ella, inquieta.
—Sí y no. El apartamento es mío, pero está asignado a la Fundación, para casos especiales, cuando lo requieren —haciendo está aclaratoria, para que ella no se sintiera mal por estar ahí.
—Ok, gracias por tu sinceridad —agregó ella.
—Igual te digo, gracias por tu honestidad —acercándose nuevamente a ella para besar sus labios muy ligeramente y despidiéndose de esta.
(***)
En los siguientes días, Mateo visitó a Adriana todas las noches. Algunas veces, pedía comida para cenar ahí en el apartamento, otras la llevó a cenar a lugares conocidos y de su preferencia, donde incluso la presentó como su novia.
—¿Tu novia? —cuestionó ella en ese momento, al oído de él, quien solo sonrió y le besó delante de todos los presentes.
Un mes después…
Justo la noche anterior al próximo Consejo Directivo, Mateo invitó a Adriana a cenar. Asimismo, le hizo llegar al apartamento el vestido que deseaba luciera esa noche junto a las sandalias de tacón alto y la bolsa que llevaría en juego, todo de un mismo color dorado.
Esa noche, para ella fue como el cuento de cenicienta. Una vez en el restaurante, Mateo solicitó una botella de champaña, la cual descorchó y vació en dos copas sacando un estuche pequeño de uno de sus bolsillos.
—¿Mi amor, te quieres casar conmigo? —preguntó él, con una voz muy varonil, tierna y seductora.
—¿Mateo, eesss… en-en serio? —preguntó ella, incrédula, con una voz trémula, temblorosa.
—¡Sí, Adriana! Es en serio ¿Por qué lo dudas? —preguntó él, con su voz ronca y grave.
—Es, que entre tú y yo, hay demasiada diferencia, sobre todo social —respondió ella, aún anonadada.
—Y ¿vas a dejar que eso, nos separe? —inquirió él, con una mirada amorosa y fija en ella.
—¡Obvio que no! Pero, me sorprendiste —manifestó Adriana, mirando el anillo que él mostraba.
—¡Entonces! ¿Qué me respondes? —volvió a preguntar él.
—¡Ssssí, si, si quiero casarme contigo! —se arriesgó a decir ella, aunque con muchas dudas.
Mateo se levantó de la silla, emocionado y feliz. Así que arrodillándose ante ella, le colocó el anillo en el dedo anular de su mano izquierda. Luego, se apoderó de sus labios como de su boca, con un beso apasionado, que la dejó sin aliento.
Después, él se sentó y le entregó la copa de champaña para que brindaran. Ella, le aclaró que no le gustaba el licor, que solo lo probaría, como la primera vez que cenaron juntos.
—¿Podrías hacer esto, solo por mí? —Rogó él— Brindemos por nuestro amor —anunció, chocando su copa con la de ella, quien lo complació.
Adriana, solo pensaba y recordaba, que este era el sueño de su mamá. Desde que conoció a Mateo, deseaba que se enamorara de ella, como en efecto ha ocurrido. Por lo tanto, será la persona más feliz con este compromiso, obviamente después de esta misma.
«¿Será que estoy soñando?», supuso Adriana, aun sin poder creer que esto fuera cierto.
(***)
Después de la cena, Mateo la llevó a bailar, disfrutando mucho de su compañía. Él, antes de dejar a Adriana en el apartamento, le pidió que lo acompañara al día siguiente a la sesión del Consejo Directivo de la Compañía, para hacer la presentación de ella como su prometida y futura esposa.
Esta noticia le dejó muda y asombrada. La ropa que tenía presentable era la que cargaba puesta y la que usó la primera vez que salió con él. Con cualquiera de las dos, no podía utilizar brassier, así que la llevará igual, sin ropa interior en la parte superior.
(***)
A la mañana siguiente, Mateo desayunó con ella y le explicó su rol, en esta reunión. Además, le advirtió que todos deseaban saber ¿de dónde viene? ¿Quiénes son sus ascendientes? ¿Qué hace? Y en fin, todo lo relacionado con su vida.
—¿Crees que pueda tener algún problema por mis antecedentes u orígenes? —cuestionó ella, intranquila.
—¡Tranquila, mi amor! —solicitó él— ¡Pudiera ser! Pero, no es seguro. Solo que todos, especialmente mis hermanas, viven de las apariencias, el estatus y las clases sociales, algo que no es nada relevante para mí y eso ya lo sabes —aclaró él, besando suavemente sus labios.
—Sí, lo sé —respondió ella con un fuerte susto en su estómago, sobre todo del lado izquierdo, a pesar del beso y del abrazo que él le dio…
Siendo las once de la mañana, Mateo llegó a la empresa acompañado por Adriana, quien sentía mucho susto. Ella, será “evaluada” por sus cuñadas, quienes juzgaran si es la candidata o no, ideal para su hermano aunque ya este lo decidió.Así que, ¿cuál es el susto? pensó ella. Apretando con fuerza la mano de Mateo, quien la dirigía hacia la sala de junta.En el trayecto hacia dicha sala fueron muchos los ojos de envidia e intriga que les siguieron. Al parecer todos estaban esperando por la llegada de ellos. Siendo observado muy insistentemente, el escote delantero del vestido de Adriana.—¿Lista para enfrentar a los leones? —preguntó él, al llegar a la puerta.—¡Ssssí Mateo! Aunque con un poquito de susto, pero lista, mi amor —siseó ella, con su voz trémula recibiendo un suave beso en sus labios.Él, giró la manilla de la puerta y entró con diez minutos de retraso, por lo que todos los accionistas y los invitados dirigieron hacia ellos la mirada, sobre todo a la joven que lo acompañaba y
—Definitivamente, Mateo, ¿De dónde sacaste a esta mujer? ¿La contrataste para que se hiciera pasar como tu prometida? Porque no puedo creer que seas tan inepto para elegir esposa —comentó Angélica, totalmente enfurecida y levantándose de su asiento.—¡Prefiero ignorarte! —Comentó él, tomando a Adriana de la mano y ayudando a que ella se levante de la silla— ¡Vamos, mi amor!—¡Tú no vas a ningún lado! Hasta tanto no terminemos esto —gritó nuevamente Arantza, convertida totalmente en una fiera.Mateo, con una mirada siniestra, se sentó de nuevo junto a Adriana pegando su silla a la de ella, rodeando a esta, con sus brazos. Luego, tomó una de sus manos, la llevó a sus labios y la besó suavemente. Comentando muy bajito:—¡Disculpa, mi amor! Este absurdo, pero así son las mujeres de mi familia —haciendo reír abiertamente a Adriana. Lo cual no agradó a ninguna de las hermanas de Mateo. Mientras, los demás accionistas, optaron por retirarse y dejar este espectáculo solo para la familia.—¿Qu
El día esperado llegó, en un acto sencillo, Adriana y Mateo contrajeron matrimonio. Celebración esta que hicieron en el apartamento donde reside ella, para evitar tener que movilizar a Marisol hacia otro lugar. De esta manera, él complacía a su suegra, quien ahora si parecía estar en los últimos días u horas de su vida.Para este acto, estuvieron presentes Pablo y Miguel, los dos mejores amigos de Mateo. Además, de Raquel y Rosa las mejores amigas de Adriana. En este acto, Marisol hizo alarde de su inmensa felicidad al ver a su hija casada justo antes de morir.Lamentablemente, esa misma noche de la boda y antes de la fuga de los novios, Marisol su madre, llegó a su triste final. Las amigas de ella, decidieron quedarse para hacer compañía a esta, al igual que Mateo. Él, se sentía impotente, al no poder evitar tanto dolor a Adriana.Sin embargo, debió viajar con urgencia, por asuntos de negocios, los cuales no pudo evadir, después del entierro de su suegra. Él, pensando que las amiga
Entretanto, en el frente de la casa donde Adriana vivió, seguían discutiendo Darío, Raquel y Rosa. Ellas, al ver llegar a esta con un morral, corrieron hacia ella, le rodearon y abrazaron para explicar lo que acababa de pasar.—Amiga ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Por qué te fuiste del apartamento? —preguntó Raquel.—¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó Adriana, asombrada y con una mirada inquisitiva.—Me puedes explicar ¿Cómo es eso, que te casaste? ¿Cuándo? Y ¿Con quién? —gritó Darío acercándose a Adriana de forma amenazante.Ella, estaba realmente asombrada por las preguntas. No comprendía lo que pasaba así que pidiendo calma a todos, trató de dar respuestas a cada uno.—Raquel ¿Cómo sabes que me fui del apartamento? —preguntó ella atónita.—Porque vino tu esposo a buscarte —respondió mirando a esta con una sonrisa— ¡Se veía realmente preocupado! —aseguró ella.—Él, dijo que perdió el celular en un baño del aeropuerto, al llegar a Argentina y no se sabe los números d
En el apartamento de Mateo—¡Sí, así dicen! —contestó Adriana, sonriendo a la frase citada por su esposo y a la pregunta formulada por él— Y sí mi amor, como digas ¡Vamos a comer! Ahora, si se me despertó el apetito —afirmó ella.Él, se encargó de pedir suficiente comida, por si ella sentía después más hambre. Al llegar el delivery almorzaron, luego descansaron un rato. Cuando ella despertó, Mateo le acarició y le besó con ternura.Éste, sabía que debía tener mucha paciencia con ella, por eso, comenzó una serie de juegos y caricias, entre sus labios, mandíbula, mejillas y parpados. Luego, se concentró en la parte más sensible, en el lóbulo de su oreja y en el cuello.—¿Qué haces? —preguntó ella, observando que tenía la piel de gallina.—¡Adorarte! ¡Eres muy hermosa! ¡Hueles rico! —agregó él, apoderándose de sus labios, empujando su lengua en la boca de ella. Esta, ante su insistencia abrió su boca para recibir la lengua de este.—Deja que me duche primero —suplicó ella tímidamente.—H
En el apartamento de Mateo—¡No! Mateo, todo debe tener un límite —aseguró Adriana— Tú no has sido tacaño conmigo, al contrario, me has dado demasiado, sin tener nada conmigo —expresó ella haciendo que él interiormente se sintiera satisfecho de todas sus palabras. Aun así, no aceptó su negativa.—¡Adriana, no voy a aceptar tu negativa! La tarjeta, es tuya e incluso está a tu nombre, no hay vuelta atrás —afirmó él, satisfecho acercándose nuevamente a ella por detrás, haciendo que ella sintiera su nueva erección.—¡Yo quiero de ti, tu amor! Que me ames siempre, es demasiado divino como me haces el amor —confesó ella, por lo que su cuerpo se estremeció y tembló al sentir en sus nalgas la dureza del miembro de Mateo, el cual le hacía sentir inmensas y placenteras sensaciones.—¡Ajá! —Susurró él eufórico, al oído de ella— ¡Te gustó! Pensé que no te había gustado —manifestó, observando la piel de ella toda enchinada, besando suavemente el hombro y el cuello de su mujer— ¿Por qué me rechazas
En la sala de Junta—¡Qué ordinario hermanito! —Se quejó Arantza— Es definitivo, ¡lo vulgar se pega! —añadió ella, mirando a Adriana, quien se estaba controlando, para evitar problemas a Mateo.—¡Bueno! Si vas a trabajar aquí, que al menos sirva para algo, ¡tráenos tres cafés! —ordenó Angélica, con deprecio hacia su cuñada.—¡Un momento! —Gritó él— ¿Quién te dijo, que mi mujer sería personal a tu servicio? —inquirió Mateo enojado.No obstante, Adriana se movió para levantarse, pero él, no lo permitió porque no quería dar ese gusto a sus hermanas. Sin embargo, ella comentó…—¡No hay problema mi amor! Lo puedo hacer y no me voy a sentir mal por eso, si es lo que te preocupa —explicó ella, acariciando suavemente la mejilla de él, con el dorso de su mano. Ante este gesto tierno de su mujer, cedió.En esta reunión, las hermanas de Mateo aceptaron contra su voluntad su matrimonio. Así, como el hecho de que la haya llevado a trabajar con él, a cambio de que no renuncie a ser el CEO de la Cor
En la fiesta aniversario... Adriana buscó su celular para grabar lo que ellas hablaron. Esta lo colocó cerca de donde estaba ubicado el grupo de mujeres, en una maceta.—¡No te sabría decir! De repente sí. Ellos deberían ser pareja ya, porque si no es por la aparición tan repentina de esa mujer, a estas alturas Mateo estuviera casado con Lila. Ella es la mujer que siempre le ha gustado —afirmó Angélica.—¿De qué se valdría para conseguir que la llevara al altar? —preguntó otra invitada.—Solo sé, que a un mes de ser amenazado por el Consejo Directivo de ser destituido del cargo de CEO, se comprometió con esa marginal, que sacó de algún antro —aseguró su hermana.—¡Buenas chicas! Me dan un permiso, necesito entrar al baño —dijo Miguel, el amigo de Mateo y quien las hizo retirarse. No obstante, unos minutos después, cuando salió del baño, hablando con otro invitado, le comentó:—Primero, ¡jura que no repetirás lo que te diré! —era la voz de Miguel, pero se escuchaba como ronca, forzada