Hombres De Manhattan #3 Christopher Royce tuvo una vida dura desde sus inicios, lo que lo llevó a ser una persona retraída y sería. Esto se agrava aún más después de un hecho que marcó su vida, por lo que Christopher decide enfocarse solamente en su trabajo, volviéndose aún más solitario de ser posible. Hoy en día, sólo confía en un par de personas, pues se le hace imposible volver a abrirse una vez más. Lleno de rencor, desconfianza y cansado con la vida que lleva, acepta el regalo que su mejor amigo le hace para su cumpleaños: Un viaje a Hawaii. Lo que Christopher no espera, es que este viaje se convierta en la mejor experiencia de su vida al conocer a Helena, una mujer alegre, extrovertida, tenaz y decidida a hacerle ver al hombre de rictus serio, que la vida es muy corta como para no tomar riesgos. El problema vendrá, cuando el viaje llegue a su fin y cada quién tenga que retomar su camino.
Leer másLa nueva entrega de la saga Volverlo A Intentar, LOUIS, se encuentra en proceso de redaccion, mientras tanto puedes encontrarla en Wattpad para conocer un poco de los protagonistas Eva y Louis, un par de llevar. SINOPSISUna bartender libre de compromisos cuya vida termina complicándosele.Un chef mujeriego en busca de una aventura más... ¿O una última?
―Santo Dios, es tan bueno―Gimió Helena cayendo de espaldas sobre los almohadones―En algún momento tiene que dejar de ser tan perfecto, corazón. Se supone que después de casados el sexo es aburrido y soso.―No le vi nada de soso a lo que estuvimos haciendo un minuto atrás―Respondí exhausto cayendo a su lado para no aplastarla―Eres increíble, cielo.Ella me sonrió de medio lado aun tratando de regular su respiración y yo no pude evitar llevar mi mano hacia su prominente estómago.Seguía sin poder creer que en menos de tres semanas me convertiría en padre.Al parecer el anticonceptivo de Helena se había visto comprometido a partir del día que la intentaron secuestrar, entre la droga que le suministraron, más los antibióticos que tomó junto a las otras medicinas, lograron que la concepción fuera posible; Y demás está el d
Estaba donde tenía que estar. Había tardado en llegar, pero lo había hecho. Si bien mi esposa estaba supuestamente enojada conmigo, sabía que todo se arreglaría. O al menos eso había esperado antes de besarla y perder el control por su tacto. ― ¿Y entonces? ―Susurró John.― ¡Nada! ―Farfullé―No pasó nada.― ¿Cómo que nada? ―Dijo Jenny estupefacta.Cubrí mi boca cuando bostecé antes de responder. ―Entonces... ¿Noche de bar hoy? ―Preguntó Jenny cuando entré a la recepción―Asera avisó que habría costillas.―Me compraste con eso―Acepté feliz comiéndome la última papita de la bolsa― ¿Quedan más de éstas? Están buenísimas.―Esa es la tercera bolsa en lo que va de mañana, querida, creo que ese es tu límite―Respondió divertida viéndome botar la bolsa en la basura―Pero ya casi es la hora del almuerzo.<31 HELENA
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―No deja de sangrar, ¿Por qué no deja de sangrar? El tono histérico en la voz de Helena me trajo de regreso a donde sea que me había ido. ―Señora, le voy a pedir que salga―Escuché que respondía la voz de un hombre. ―Vamos, Doc., déjela estar, es su esposo quien fue herido―Esta vez fue a Alex a quién escuché.
―Jamás comprenderé porqué la viuda negra combate contra los chitauris con dos putas pistolitas. Me mordí el labio fuertemente para no soltar la carcajada que luchaba por salir de mi boca al escuchar una vez más aquella queja. ― ¿Y qué me dices de ojo de halcón? ―Bufó enfurruñada sin apartar los ojos de la película― ¿Doce putas flechas? ¿Y qué hace cuando se acaban? ¿Matarse? Por Dios... ―Esta no es la clase de noche que pensaba tener―Masculló Pierre enfurruñado. ―Es mucho mejor―Asintió Mark sonriéndome antes de guiñarme un ojo. ―Déjame discrepar en eso, Sanders―Me mordí el labio para no reírme cuando el francés se quitó las rodajas de pepino de los ojos para mirarlo con odio fingido―Dijimos que vendríamos a ver un partido de básquetbol, no para hacer cosas de mujeres. No quería moverme. Santos cielos, realmente no quería hacerlo, y nada tenía que ver con la mujer que dormía casi sobre mí, sino porque todo giraba a mi alrededor. Y el cerrar los ojos empeoraba todo, por lo tanto, mantenía los ojos fijos en el techo apenas visible por la oscuridad de la habitación. El malestar de resaca me hacía dudar el querer beber de nuevo; no co27 HELENA
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