Capítulo 478
Al oírla, Alejandro tuvo la sensación de que algo arañaba su pecho con furia. «¿Qué era esa punzada de dolor?»

Con el rostro serio, trató de forzar una sonrisa:

—¿Tú crees que “perder el tiempo” es querer a mi propia esposa? Mientras sigas siendo mi mujer, no vas a poder escapar de mí.

—¿En serio? —repuso ella, encogiéndose de hombros—. Pues adelante. No me perjudicas a mí.

Cambiando el tema de improviso, Luciana tocó su cabello húmedo:

—Ya secaste mi pelo. Listo, me iré a dormir.

—Sí, ya quedó. —Alejandro dejó la toalla a un costado y, sin aviso, la cargó entre sus brazos.

—¡Oye, oye! —exclamó Luciana, algo asustada—. ¿Quieres inutilizar tu brazo o qué?

—No pasa nada. —Él esbozó una leve sonrisa—. Apenas es una herida superficial, y no me lastima tanto. Además, sin esto, ¿crees que te acostarías por tu propia voluntad?

Con pasos firmes, la depositó sobre la cama grande.

—¡Alejandro! —soltó ella, atónita—. ¡Me prometiste que no dormirías conmigo!

—Tranquila. —Él deslizó la mano sobre s
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