Capítulo 479
Con la cara colorada, Juan bajó la vista, confirmando sin palabras que Luciana acertaba.

—Vaya, pues ya sabes. —Luciana se puso el bolso al hombro—. Ve con ella. Yo tengo que ir a trabajar.

—¡Luciana! —exclamó él, sosteniéndola todavía—. ¿Estás enojada?

—¿De qué serviría reconocerlo? —replicó ella, soltándose—. Si te dijera que sí, ¿acaso dejarías de ir a verla?

—Luciana… —Alejandro suspiró—. Mónica está… realmente mal.

—Sí. Lo sé. Y no te lo impido; ve a cuidarla —contestó con frialdad—. Pero mi trabajo me importa mucho, y si me lo estorbas, te lo juro, te voy a aborrecer.

La palabra “aborrecer” lo hirió como un dardo. Con el semblante descompuesto, aflojó la mano y ella se marchó sin mirar atrás.

Más tarde, al llegar a su área en el hospital, Luciana apenas terminó de rendir su pase de turno, se dejó caer en la silla de la oficina. Entonces su teléfono sonó.

—Luciana —se oyó la voz inconfundible de Alejandro.

—¿Necesitabas algo? —respondió ella con frialdad.

—Me voy a la oficina de l
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