Capítulo 332
Con cierto fastidio, agregó:

—¿No sería más práctico que alguien nos diera el programa impreso para seguirlo al pie de la letra? Con eso no habría errores…

—Luciana Herrera.

Alejandro la interrumpió con un tono severo, y su expresión era tan fría que ella sintió un nudo en la garganta.

—¿No te parece buena idea? —aventuró Luciana, sin atreverse a alzar demasiado la voz.

Alejandro soltó una risa breve y sarcástica:

—¿Todavía puedes ser más indiferente? ¿O prefieres que alguien más se encargue de tu propia boda?

Ese comentario cargado de ironía hizo que Luciana se quedara en silencio un instante, sorprendida. Pero se repuso enseguida y contraatacó:

—Mira quién habla, si tú tampoco estás dando mucho de ti.

Él se quedó mudo por un segundo.

—Sí, lo admito, estoy siendo indiferente —dijo Luciana con una sonrisa suave pero mordaz—. ¿No es lo mismo que haces tú? Seamos realistas: sin la insistencia de tu abuelo, jamás habría una boda entre nosotros. Ninguno de los dos lo desea. Solo estamos cu
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