En ese momento, Alejandro tenía la camisa completamente desabrochada, con Mónica en sus brazos, en una escena que no podía ser más íntima y sugestiva. Era imposible no dejar volar la imaginación, aunque, debido a su estatus, nadie se atrevía a decir nada.Todos los presentes mantuvieron la compostura, fingiendo que no pasaba nada fuera de lo común.Luciana, por su parte, estaba completamente tranquila mientras informaba al médico que tomaba su turno sobre el estado de Alejandro.—Paciente con herida de arma blanca, penetración abdominal de 3.2 centímetros, sin daño a los órganos internos…Alejandro, sin embargo, no estaba prestando atención a lo que Luciana decía.Mientras acomodaba a Mónica en su lugar, sentía cómo cada poro de su piel se agitaba. Incluso se sintió un poco nervioso y evitó mirar a Luciana.Aunque ya había mencionado que estaba comprometido, esta era la primera vez que Luciana veía a Mónica.La situación se sentía extraña, como si fuera un esposo infiel atrapado en el
Luciana se concentró en su trabajo, examinando la herida sin mirarlo a él.Alejandro no pudo evitar preguntar:—¿Estás enojada conmigo?—¿Eh? —Luciana se detuvo un segundo, confundida—. ¿Enojada? ¿Yo? ¿Contigo? No, ¿por qué lo estaría?Su voz sonaba tranquila, casi indiferente. Alejandro suspiró aliviado.—Mejor así.Luciana aún no entendía del todo, pero tampoco preguntó más. Se inclinó para revisar el tubo de drenaje de la herida.Alejandro, incómodo con el silencio, preguntó:—¿Cuándo podrán quitarme este tubo? Es muy incómodo llevarlo.—No tan pronto —respondió Luciana—. En pocas palabras, necesitamos que salga todo lo que pueda causar infección en tu abdomen. Si lo retiramos antes de tiempo, podría haber una infección severa.Después de eso, volvió el silencio.Alejandro cerró los ojos a medias y murmuró:—¿No tienes algo más que decirme?—¿Eh? —Luciana se quedó perpleja, a punto de responder, pero Alejandro la interrumpió con un tono firme.—No me refiero a la herida.Luciana se
Al mediodía, cuando Luciana regresaba del comedor, se encontró con Alejandro caminando lentamente por el pasillo interior, apoyado por Simón.—Impresionante —comentó Luciana—. Tienes una buena condición física. Ya puedes levantarte y caminar, eso te ayudará a recuperarte más rápido, pero no te excedas.—Sí, doctora —respondió Simón con total sinceridad.Cuando Luciana estaba por irse, Alejandro la llamó.—Espera un momento.—¿Qué pasa? —Luciana se giró.—Vos... —Alejandro pareció dudar, algo inusual en él—, ¿qué te gusta?—¿Qué? —Luciana parpadeó, sin entender.—¿Qué te pasa? —Alejandro replicó, molesto—. ¿No te quejabas de que no te había dado las gracias? Contando lo de Álvaro, te debo un buen agradecimiento.Luciana entendió.—¿Un regalo de agradecimiento?No se hizo la difícil.—No tengo gustos muy particulares, lo que les gusta a las demás chicas, a mí también me gusta...No terminó de hablar cuando su celular sonó.Luciana respondió rápidamente la llamada.—Hola … sí, soy yo … Sí
—¡Luci! ¡Ayúdame!—¿Qué pasa ahora? —Luciana sonrió con resignación—. Cada vez lloras más fingido, ¿sabías?Vicente dejó de hacer su llanto falso de inmediato. —Es una emergencia, ¡estoy en una cita a ciegas! Ven rápido, ¡necesito que me salves!Luciana puso los ojos en blanco.—¿No es el turno de Marti esta vez?—No logro comunicarme con Marti, ¡solo te tengo a vos! Apúrate, por favor, te espero acá.—¿Hola?Vicente ya había colgado.Luciana se llevó una mano a la frente, sintiéndose abrumada.No entendía por qué la familia de Vicente estaba tan desesperada. Él no era tan grande y, sin embargo, lo tenían en una cita tras otra todo el tiempo.Pero a Vicente no le interesaban esas citas para nada. Siempre terminaba pidiéndole a Luciana o a Martina que fingieran ser su novia para arruinarle el plan a su familia.Luciana no quería ir, pero no le quedaba de otra.El celular vibró; era Vicente enviándole la ubicación del lugar.Resignada, decidió ir. Al fin y al cabo, lo que no se hace por
Luciana se acurrucó en el pecho de Vicente, sollozando con dramatismo.—¡Cariño, ella es tan grosera! ¡Tengo miedo!—No te preocupes, mi amor, estoy aquí para cuidarte —respondió Vicente, siguiendo el juego.—¡Maldita sea, eres una descarada que se mete con hombres ajenos! ¡Zorra! —La mujer, fuera de sí de la furia, levantó la mano para abofetear a Luciana.Pero la bofetada resonó en la cara de Vicente, que se interpuso justo a tiempo. La mujer, atónita, exclamó:—¿De verdad la proteges así?Con una expresión sombría y apretando los dientes, Vicente se mantuvo firme.—Por supuesto que la protejo, es mi mujer. ¿Y quién te crees para levantarle la mano? ¡Lárgate de aquí!—¡Muy bien, Vicente Mayo, ya verás! —gritó la mujer, entre lágrimas, antes de salir corriendo.Luciana soltó un largo suspiro de alivio y dejó de llorar, mirando a Vicente con exasperación.—¿Ya estuvo?Sólo ella sabía lo nerviosa que estaba por dentro.Vicente, con su típico descaro, le sonrió y la abrazó por los hombro
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los estaba maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrast
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p