Juan y Simón se miraron, desconcertados. ¿Se iría así, sin esperar que Luciana lo agradeciera?—Fernando —Alejandro se detuvo de repente, su tono era frío—. No le digas a Luciana lo que pasó.Fernando lo miró, sorprendido, pero antes de que pudiera responder, Alejandro ya se había marchado.Mientras caminaba, una ligera sonrisa amarga apareció en los labios de Alejandro. Ella le había pedido que no fuera bueno con ella. Así que no necesitaba saber nada. ***Luciana encontró a Fernando a mitad del camino, con Pedro dormido sobre su espalda.—¡Pedro! —exclamó, aliviada.Rápidamente lo revisó. Todo parecía estar bien. Respiró hondo, sus hombros finalmente relajados.—Fernando, gracias. Esta vez realmente te di muchos problemas.Fernando, con el peso de la verdad en su mente, abrió la boca para decir algo. Vaciló por un instante, su mirada se oscureció. Pero finalmente, decidió guardarse el secreto. No era momento de sumar complicaciones. Alejandro era un rival que no quería enfrentar.—N
—Sí estás en la lista —le dijo Martina, pero su tono era sombrío—. La notificación fue enviada por correo, pero se firmó como recibida en tu casa… por Mónica Soler.Luciana se quedó paralizada. Una ráfaga de incredulidad la recorrió. ¿Mónica? ¿Cómo pudo?—Luci, aún tienes tiempo —dijo Martina, mirando el reloj con prisa—. La entrevista empieza a las diez.El reloj mental de Luciana se activó de golpe. No podía permitirse perder esta oportunidad. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia la casa de los Herrera.—Marti, cúbreme. Pide permiso por mí.—¡Corre, yo me encargo!Llegó a la casa de los Herrera con el pulso acelerado. Fue la criada quien abrió la puerta, nerviosa.—Señorita Luciana…Luciana, con una frialdad que no solía mostrar, la interrumpió.—¿Dónde está mi notificación?La criada palideció, su nerviosismo era evidente.—Yo… no lo sé…Luciana soltó una risa amarga. Sabía que todos en esa casa estaban en el mismo juego sucio. No perdería tiempo interrogando a alguien que
—¿Qué pasa? —Ricardo entró corriendo, alarmado por los gritos. Al abrir la puerta, encontró a Clara en el suelo, fingiendo llorar de manera exagerada.—¡Amor, mira lo que ha hecho tu hija! ¡Ha destrozado todo! ¡Voy a llamar a la policía! —gritaba Clara, con lágrimas deslizándose por su rostro.Luciana, llena de furia contenida, la miró con desprecio. Sin pensarlo, escupió en su dirección.—¡Puaj!Clara, sorprendida, se llevó las manos al rostro, alterada por completo.—¡Está loca! ¡Esta desgraciada está loca! —gritó histérica.Ricardo, sin pensarlo dos veces, avanzó hacia Luciana. Su mano se movió rápida y le dio una bofetada que resonó en la habitación.—¡Pídele disculpas! ¡Esto ya es demasiado! —ordenó, su voz llena de rabia.Luciana no reaccionó. El golpe no la hizo estremecer. Su cuerpo, frío como el hielo, vibraba entre el odio y el dolor. Lo único que sintió fue ese fuego abrasador que consumía cada parte de su ser.Entonces, sin previo aviso, soltó una carcajada. Una risa vacía,
Solo si lograba algo en la vida, ¡ella y su hermano podrían tener una vida digna!—¡Suéltame! —Mónica, finalmente zafándose de su agarre, se levantó bruscamente. Una sonrisa de desprecio se dibujó en su rostro—. Claro que sé lo que significa para ti esa notificación. Y precisamente porque lo sé… ¡la rompí!—¿Qué?! —Los ojos de Luciana se agrandaron de incredulidad, su voz temblaba—. ¡Dilo de nuevo!Mónica, con frialdad calculada, se acomodó el cabello tras la oreja, su malicia se reflejaba en cada palabra—: Te lo repito, la rompí. ¡Rompí tu notificación!Y entonces estalló en carcajadas, crueles, desquiciadas.—¡Ja, ja, ja! ¿Sabes qué? Sé que eres buena estudiante, pero, ¿y qué? ¡Tu futuro se fue al demonio porque yo lo decidí! ¡Estás destinada a quedarte bajo mi pie el resto de tu vida!Luciana quedó paralizada, su boca abierta, sin poder emitir un solo sonido. Mónica, ante sus ojos, ¡se había transformado en una auténtica pesadilla! Era la personificación del caos en su vida: ¡la muj
Los guardias rodearon a Luciana. Dos de ellos intentaron sujetarla.—¡No me toquen! —Luciana los detuvo con un grito, tambaleante, apoyándose en su brazo herido para ponerse de pie.—¡No creas que te vas a escapar! —Eileen se plantó frente a ella, una sonrisa fría asomando en sus labios—. Le pegaste a Mónica, las cámaras lo grabaron todo. ¡Ya llamamos a la policía!Pero lo que Eileen no esperaba fue la reacción de Luciana. Con una leve sonrisa sarcástica, ella respondió:—¿Ah, sí? Perfecto. Aquí me quedo esperando a la policía. —Se sentó con calma en una silla, como si nada ocurriera.Eileen quedó desconcertada. «¿Esta mujer de verdad estará loca? ¿Acaso no tiene miedo?» ***Mientras tanto, Mónica fue llevada al hospital más cercano.—No es nada grave —el doctor sacudió la cabeza—. El tejido blando está inflamado, lo que podría afectar su voz. Con tratamiento y reposo, en unos días estará bien. No debe hablar durante ese tiempo.Alejandro asintió y fue a verla. Mónica dormía, una vend
Alejandro se quedó petrificado, sus pupilas se contrajeron. Impulsivamente, volvió a revisar la bolsa. Estaba llena de cartas de amor de Fernando para Luciana. ¡Una bolsa entera de cartas! Alejandro esbozó una sonrisa fría y, con un gesto brusco, volvió a meterlas en la bolsa, ajustando el nudo con fuerza. ¡No tenía interés en seguir leyendo! ***Alejandro estacionó frente a la casa y vio a Luciana salir por la puerta. Tocó la bocina, pero ella ni lo miró; siguió caminando, ignorándolo. Frunciendo el ceño, Alejandro salió del coche y fue tras ella.—¡Luciana! ¡Luciana! —La llamó dos veces, pero ella no respondió.Alejandro aceleró el paso, alcanzándola y sujetando su muñeca.—¿A dónde crees que vas? Sube al auto, vamos a casa.—¡Quita tus manos sucias de mí! ¡No me toques!La reacción de Luciana fue tan violenta que Alejandro se quedó perplejo, como si de repente él fuera portador de algo repulsivo.La miró con incredulidad.—¿Dices que estoy sucio?—¡Sí! ¡Lo digo! Todo el que se acer
—¡Luciana! —Alejandro, preso del pánico, la levantó en brazos—. ¡Te llevaré al hospital!El dolor era tan intenso que Luciana no podía resistirse. Desde que quedó embarazada, jamás había sentido algo tan desgarrador. Incluso pensó que quizás su bebé ya había tomado una decisión por ella. Su padre ni siquiera sabía de su existencia, ¡y tal vez no lo recibiría con los brazos abiertos! Su madre… demasiado frágil. Apenas podía cuidarse a sí misma. ¿Era esto una señal de que el bebé quería irse?De repente, Luciana agarró la camisa de Alejandro con fuerza, tensando los músculos de su cuello hasta que las venas sobresalieron.—¡Alejandro! —Gritó con gran esfuerzo.—¿Qué pasa?Quizá por el dolor, Luciana no estaba completamente consciente, pero sentía que Alejandro, en ese momento, era terriblemente tierno, desde la mirada hasta su voz.—El bebé… —Luciana habló en un susurro apenas audible—. Mi bebé… ¡Salva a mi bebé!Alejandro inclinó la cabeza y le dio un beso en la frente fría.—No te preo
Luciana tuvo un sueño largo y tormentoso. O más bien, una serie de pesadillas que la sumergían en una desesperación sofocante.—¡Ah! —Despertó gritando, con la frente empapada en sudor frío. Un escalofrío le recorría el cuerpo, helándole los huesos.—Luciana. —Una voz grave susurró su nombre. Pensó que aún estaba soñando, hasta que, un segundo después, sintió unos brazos cálidos que la envolvían.Luciana permaneció inmóvil en los brazos de Alejandro, sin reaccionar. Cuando finalmente volvió en sí, levantó la cabeza. Sus ojos, ahora secos, no mostraban la fragilidad de antes.—Luciana —Alejandro habló en voz baja—, ¿cómo te sientes? ¿Te duele algo?Alejandro levantó la mano instintivamente, queriendo tocar su frente. Anoche había tenido fiebre. Pero Luciana giró la cabeza, esquivándolo con precisión.Alejandro se quedó inmóvil, como si le hubieran arrojado un cubo de agua fría. Retiró la mano, sintiendo sus dedos helados. Sabía que la había lastimado, y que su enojo era justificado.—Lo