Alejandro se quedó petrificado, sus pupilas se contrajeron. Impulsivamente, volvió a revisar la bolsa. Estaba llena de cartas de amor de Fernando para Luciana. ¡Una bolsa entera de cartas! Alejandro esbozó una sonrisa fría y, con un gesto brusco, volvió a meterlas en la bolsa, ajustando el nudo con fuerza. ¡No tenía interés en seguir leyendo! ***Alejandro estacionó frente a la casa y vio a Luciana salir por la puerta. Tocó la bocina, pero ella ni lo miró; siguió caminando, ignorándolo. Frunciendo el ceño, Alejandro salió del coche y fue tras ella.—¡Luciana! ¡Luciana! —La llamó dos veces, pero ella no respondió.Alejandro aceleró el paso, alcanzándola y sujetando su muñeca.—¿A dónde crees que vas? Sube al auto, vamos a casa.—¡Quita tus manos sucias de mí! ¡No me toques!La reacción de Luciana fue tan violenta que Alejandro se quedó perplejo, como si de repente él fuera portador de algo repulsivo.La miró con incredulidad.—¿Dices que estoy sucio?—¡Sí! ¡Lo digo! Todo el que se acer
—¡Luciana! —Alejandro, preso del pánico, la levantó en brazos—. ¡Te llevaré al hospital!El dolor era tan intenso que Luciana no podía resistirse. Desde que quedó embarazada, jamás había sentido algo tan desgarrador. Incluso pensó que quizás su bebé ya había tomado una decisión por ella. Su padre ni siquiera sabía de su existencia, ¡y tal vez no lo recibiría con los brazos abiertos! Su madre… demasiado frágil. Apenas podía cuidarse a sí misma. ¿Era esto una señal de que el bebé quería irse?De repente, Luciana agarró la camisa de Alejandro con fuerza, tensando los músculos de su cuello hasta que las venas sobresalieron.—¡Alejandro! —Gritó con gran esfuerzo.—¿Qué pasa?Quizá por el dolor, Luciana no estaba completamente consciente, pero sentía que Alejandro, en ese momento, era terriblemente tierno, desde la mirada hasta su voz.—El bebé… —Luciana habló en un susurro apenas audible—. Mi bebé… ¡Salva a mi bebé!Alejandro inclinó la cabeza y le dio un beso en la frente fría.—No te preo
Luciana tuvo un sueño largo y tormentoso. O más bien, una serie de pesadillas que la sumergían en una desesperación sofocante.—¡Ah! —Despertó gritando, con la frente empapada en sudor frío. Un escalofrío le recorría el cuerpo, helándole los huesos.—Luciana. —Una voz grave susurró su nombre. Pensó que aún estaba soñando, hasta que, un segundo después, sintió unos brazos cálidos que la envolvían.Luciana permaneció inmóvil en los brazos de Alejandro, sin reaccionar. Cuando finalmente volvió en sí, levantó la cabeza. Sus ojos, ahora secos, no mostraban la fragilidad de antes.—Luciana —Alejandro habló en voz baja—, ¿cómo te sientes? ¿Te duele algo?Alejandro levantó la mano instintivamente, queriendo tocar su frente. Anoche había tenido fiebre. Pero Luciana giró la cabeza, esquivándolo con precisión.Alejandro se quedó inmóvil, como si le hubieran arrojado un cubo de agua fría. Retiró la mano, sintiendo sus dedos helados. Sabía que la había lastimado, y que su enojo era justificado.—Lo
Al mediodía siguiente, Luciana se encontró con Martina para almorzar. Martina, furiosa, tenía el rostro casi morado, y su tenedor parecía a punto de perforar el plato.—¡Es increíble! ¡Si no me lo contaras tú, no podría creer que existiera una familia tan asquerosa!Luciana solo esbozó una sonrisa indiferente. Ya había pasado la etapa de mayor enojo; la vida debía continuar.—Por cierto, —Luciana le advirtió—, es mejor que solo tú sepas esto. No le digas nada a Vicente.Martina frunció los labios, pero asintió. Sabía que Vicente era impulsivo y de carácter explosivo. Si se enteraba de las humillaciones que Luciana había sufrido, seguramente acabaría metiéndose en problemas. Y después de todo, la oportunidad de Luciana para continuar sus estudios ya estaba arruinada; no tenía sentido que Vicente se involucrara y complicara aún más las cosas. ***Esa noche, cuando volvió a la Casa Guzmán, Luciana se mantuvo ocupada hasta tarde, apresurándose para terminar una traducción. Aunque la fecha
Su mano, apretando la correa de su bolso, temblaba visiblemente.—Señora, tengo cosas que hacer. Me voy. —Sin esperar respuesta, bajó la cabeza y corrió calle abajo.Fernando salió corriendo tras ella.—¡Luciana!—¡Fernando!No vio a Victoria hasta que ella lo agarró del brazo.—¿A dónde vas? ¡No me digas que vas a perseguir a Luciana!Solo entonces Fernando se dio cuenta de que su madre estaba ahí. La sorpresa lo dejó perplejo.—¿Mamá? ¿Qué haces aquí?De pronto, su sorpresa se transformó en furia.—¡¿Qué le dijiste a Luciana?! ¡Dime que no volviste a decirle tonterías!Victoria se puso pálida de rabia, incapaz de contenerse.—¿Tonterías? ¡Fernando, nunca cambiarás! ¿No te das cuenta? ¡Su hermano tiene autismo! Y tú sigues perdiendo el tiempo con ella. ¿Qué quieres, arruinarte la vida teniendo un hijo autista? ¿Matarnos de un disgusto a tu padre y a mí?¡Era la misma conversación de siempre! ¡Igual que años atrás, hasta en los detalles!—¡Mamá! —Fernando estaba al borde de perder la r
El comportamiento inusual de Luciana continuó durante la cena. Alejandro notó que solo comía lo que su abuelo le servía. Cuando se quedaba sin comida, simplemente comía pan.—¿Qué tanto miras? —Miguel, al notar cómo su nieto observaba a Luciana con el ceño fruncido, le habló con disgusto—. Ni siquiera sabes cuidar bien a tu esposa y a tu hijo.Alejandro levantó una ceja, prefiriendo ignorar el comentario.Más tarde, de regreso en la habitación, Alejandro fue directo al vestidor para cambiarse. Pero al entrar, vio a Luciana frente al espejo, con las manos sobre su vientre, acariciándolo suavemente. Aunque estaba por cumplir tres meses de embarazo, aún no se le notaba. Su vientre seguía tan plano como siempre.Pasó junto a ella, sin decir nada, hasta que escuchó su voz.—Ya casi son tres meses.Alejandro se detuvo en seco, confundido, y giró para mirarla.—¿Qué dijiste?Luciana no repitió la frase. En cambio, lo miró fijamente, con una calma casi extraña, y le dijo en voz baja:—Estaba p
Ya era de noche.Antes de irse, Alejandro pasó por la puerta del dormitorio y, como movido por un impulso, la abrió. Su visión era excelente, y aunque la habitación estaba a oscuras, caminó con facilidad hasta la cama. Luciana ya estaba profundamente dormida. Se sentó al borde de la cama, observando sus rasgos con detenimiento.¿Por qué le había hecho esa pregunta esta noche? ¿Fernando no quería al bebé? ¿Estaba ella sufriendo por eso?Un nudo se formó en su pecho, como si algo le rasgara el corazón. De repente, Alejandro se levantó y salió rápidamente de la habitación.«Ese no era su problema», pensó. «Eso es un asunto entre ellos. No debería involucrarme.»***Al mediodía, Luciana almorzaba con Martina. Las dos amigas hablaban sobre sus planes para el futuro. Martina, con la boca llena, comentó:—Ya casi terminamos las prácticas. Yo pienso regresar a la universidad antes de tiempo para prepararme para el examen de admisión al posgrado. ¿Y tú, Luci?—¿Yo?Luciana se quedó en blanco po
La escena estaba a punto de complicarse aún más.Luciana seguía paralizada, pero entonces vio a Ricardo sacar su billetera. A su edad, todavía llevaba efectivo. Sacó un fajo de billetes y se lo ofreció a Luciana.—¿Te hace falta dinero? Toma, aquí tienes. Si no es suficiente, solo dímelo.Luciana no se movió. ¿Qué estaba pasando? Este hombre, que no había mostrado el más mínimo interés por ella desde que tenía ocho años, ¿de repente parecía preocupado por su bienestar? Al ver que ella no tomaba el dinero, Ricardo le agarró la mano y le metió el fajo de billetes.—Toma, es tuyo.Luciana frunció el ceño y rápidamente retiró su mano. Su expresión se endureció. No importaba el motivo de este cambio repentino, no iba a aceptar su falsa preocupación.—¡Llévate eso! ¡No lo quiero! —Se giró para irse.—¡Luciana, no te vayas! —Ricardo la agarró de nuevo, insistente. Como ella no aceptaba el dinero, trató de forzarlo en su mano.—¡Es de tu papá! ¡Tómalo, te digo…!Luciana, harta, sacudió el braz