—Fernando… —Victoria murmuró, sorprendida. ¿Acaso estaba viendo mal? ¿Esa mujer caminando junto a su hijo… era Luciana? Sin perder un segundo, comenzó a seguirlos. ***En la cafetería, Fernando pidió para Luciana un brownie y un jugo de naranja recién exprimido.—¿Te parece bien?—Sí, está bien. —Luciana asintió.Por supuesto que estaba bien. Fernando recordaba perfectamente sus gustos.—¿Te gusta?Luciana comía en pequeños bocados y, con una suave sonrisa, respondió:—Sí, está delicioso.—Me alegra. —Fernando bajó la cabeza y bebió un sorbo de agua.De pronto, la pregunta de Luciana lo tomó por sorpresa:—Fernando, ¿y tu novia? ¿Van bien las cosas entre ustedes?Fernando levantó la cabeza bruscamente, paralizado, sin saber qué responder.—Sí… Sí, todo va bien. ¿Por qué lo preguntas?Luciana dejó la cuchara a un lado y lo miró en silencio durante unos segundos. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.—Fernando, no tienes ninguna novia, ¿verdad?Después de tantos años juntos, Lucia
Su mano, apretando la correa de su bolso, temblaba visiblemente.—Señora, tengo cosas que hacer. Me voy. —Sin esperar respuesta, bajó la cabeza y corrió calle abajo.Fernando salió corriendo tras ella.—¡Luciana!—¡Fernando!No vio a Victoria hasta que ella lo agarró del brazo.—¿A dónde vas? ¡No me digas que vas a perseguir a Luciana!Solo entonces Fernando se dio cuenta de que su madre estaba ahí. La sorpresa lo dejó perplejo.—¿Mamá? ¿Qué haces aquí?De pronto, su sorpresa se transformó en furia.—¡¿Qué le dijiste a Luciana?! ¡Dime que no volviste a decirle tonterías!Victoria se puso pálida de rabia, incapaz de contenerse.—¿Tonterías? ¡Fernando, nunca cambiarás! ¿No te das cuenta? ¡Su hermano tiene autismo! Y tú sigues perdiendo el tiempo con ella. ¿Qué quieres, arruinarte la vida teniendo un hijo autista? ¿Matarnos de un disgusto a tu padre y a mí?¡Era la misma conversación de siempre! ¡Igual que años atrás, hasta en los detalles!—¡Mamá! —Fernando estaba al borde de perder la r
El comportamiento inusual de Luciana continuó durante la cena. Alejandro notó que solo comía lo que su abuelo le servía. Cuando se quedaba sin comida, simplemente comía pan.—¿Qué tanto miras? —Miguel, al notar cómo su nieto observaba a Luciana con el ceño fruncido, le habló con disgusto—. Ni siquiera sabes cuidar bien a tu esposa y a tu hijo.Alejandro levantó una ceja, prefiriendo ignorar el comentario.Más tarde, de regreso en la habitación, Alejandro fue directo al vestidor para cambiarse. Pero al entrar, vio a Luciana frente al espejo, con las manos sobre su vientre, acariciándolo suavemente. Aunque estaba por cumplir tres meses de embarazo, aún no se le notaba. Su vientre seguía tan plano como siempre.Pasó junto a ella, sin decir nada, hasta que escuchó su voz.—Ya casi son tres meses.Alejandro se detuvo en seco, confundido, y giró para mirarla.—¿Qué dijiste?Luciana no repitió la frase. En cambio, lo miró fijamente, con una calma casi extraña, y le dijo en voz baja:—Estaba p
Ya era de noche.Antes de irse, Alejandro pasó por la puerta del dormitorio y, como movido por un impulso, la abrió. Su visión era excelente, y aunque la habitación estaba a oscuras, caminó con facilidad hasta la cama. Luciana ya estaba profundamente dormida. Se sentó al borde de la cama, observando sus rasgos con detenimiento.¿Por qué le había hecho esa pregunta esta noche? ¿Fernando no quería al bebé? ¿Estaba ella sufriendo por eso?Un nudo se formó en su pecho, como si algo le rasgara el corazón. De repente, Alejandro se levantó y salió rápidamente de la habitación.«Ese no era su problema», pensó. «Eso es un asunto entre ellos. No debería involucrarme.»***Al mediodía, Luciana almorzaba con Martina. Las dos amigas hablaban sobre sus planes para el futuro. Martina, con la boca llena, comentó:—Ya casi terminamos las prácticas. Yo pienso regresar a la universidad antes de tiempo para prepararme para el examen de admisión al posgrado. ¿Y tú, Luci?—¿Yo?Luciana se quedó en blanco po
La escena estaba a punto de complicarse aún más.Luciana seguía paralizada, pero entonces vio a Ricardo sacar su billetera. A su edad, todavía llevaba efectivo. Sacó un fajo de billetes y se lo ofreció a Luciana.—¿Te hace falta dinero? Toma, aquí tienes. Si no es suficiente, solo dímelo.Luciana no se movió. ¿Qué estaba pasando? Este hombre, que no había mostrado el más mínimo interés por ella desde que tenía ocho años, ¿de repente parecía preocupado por su bienestar? Al ver que ella no tomaba el dinero, Ricardo le agarró la mano y le metió el fajo de billetes.—Toma, es tuyo.Luciana frunció el ceño y rápidamente retiró su mano. Su expresión se endureció. No importaba el motivo de este cambio repentino, no iba a aceptar su falsa preocupación.—¡Llévate eso! ¡No lo quiero! —Se giró para irse.—¡Luciana, no te vayas! —Ricardo la agarró de nuevo, insistente. Como ella no aceptaba el dinero, trató de forzarlo en su mano.—¡Es de tu papá! ¡Tómalo, te digo…!Luciana, harta, sacudió el braz
—Señor Guzmán, ¡qué gusto verlo!—¡Alex! —Mónica corrió hacia él, tomando su brazo—. Te dije que no tenías que venir. Estás tan ocupado.Alejandro no mostró emoción alguna en su rostro.—Para esto sí tengo tiempo —dijo con calma. Luego agregó—: Sergio está gestionando los trámites.—Entonces vámonos —respondió Mónica, sonriendo.Alejandro asintió, y junto a la familia, se alejó, rodeado por los tres como si fueran una comitiva. En ningún momento dirigió la mirada hacia Luciana.Luciana exhaló aliviada, masajeándose la mejilla adolorida.—Ugh... —Se quejó en voz baja. Dolía.-Por la noche, Luciana regresó a Casa Guzmán. Mientras se duchaba, notó que su mejilla estaba inflamada y necesitaba aplicar algo de hielo. Bajó a la cocina en busca de una bolsa.Eran las diez de la noche, todos ya descansaban, y la casa estaba en silencio absoluto. Desde el vestíbulo, escuchó movimiento. Suponiendo que Alejandro había llegado, se detuvo un momento.Alejandro solo había vuelto para cambiarse de ro
—¿Qué te pasa? ¿Qué estás haciendo? —Luciana lo miró, desconcertada, todavía con la bolsa de hielo en la mejilla.El rostro de Alejandro era como una máscara de dureza, su voz grave y rasposa, como un gruñido que parecía emerger desde lo más profundo de su pecho.—¡No quiero que tomes dinero de otras personas! ¿Acaso no te di una tarjeta? ¿Te falta dinero?—¿Qué? —Luciana no podía creer lo que oía. ¿Toda esa furia por eso?Incluso su paciencia tenía un límite. Con su mano libre, lo empujó.—¡Lárgate! No quiero verte. ¡Quiero dormir!Pero Alejandro no se inmutó. Seguía firme, sin moverse un centímetro.Luciana se enfureció. Sus ojos lo fulminaron.Alejandro, sorprendido, vio algo en esa mirada: una vulnerabilidad oculta tras la furia. Fue entonces cuando notó la bolsa de hielo en su mejilla y recordó la bofetada que Clara le había dado más temprano. Le tomó la muñeca con firmeza.—¿Te golpeó muy fuerte? Déjame ver.Luciana se quedó atónita. Con ambas manos, lo empujó con todas sus fuerz
En su mente, Alejandro ya había tomado una decisión. Se iría de Casa Guzmán esa misma noche. ¡No quería pasar ni un segundo más bajo el mismo techo que Luciana!Pero era tarde, llovía fuerte y, además, tenía que desayunar con su abuelo por la mañana. Frustrado, sacó un cigarrillo, lo encendió y dio un par de caladas profundas antes de dirigirse a la habitación de invitados.Por suerte, en Casa Guzmán siempre mantenían las habitaciones de invitados limpias y listas, porque esa noche Alejandro no sabía dónde más habría dormido. Se tiró en el sofá, y fue entonces cuando notó que aún llevaba la ropa húmeda por la lluvia. Todo por culpa de Luciana. Pero, claro, a ella no le importaba.***A la mañana siguiente, Felipe notó que la pareja había dormido en habitaciones separadas y se lo comentó a Miguel en cuanto lo vio.Miguel solo asintió, tranquilo.—Déjalos, que hagan lo que quieran. Si no se pelean cuando son jóvenes, ¿cuándo lo harán? ¿Cuando sean viejos?Felipe soltó una carcajada.—Es