Solo si lograba algo en la vida, ¡ella y su hermano podrían tener una vida digna!—¡Suéltame! —Mónica, finalmente zafándose de su agarre, se levantó bruscamente. Una sonrisa de desprecio se dibujó en su rostro—. Claro que sé lo que significa para ti esa notificación. Y precisamente porque lo sé… ¡la rompí!—¿Qué?! —Los ojos de Luciana se agrandaron de incredulidad, su voz temblaba—. ¡Dilo de nuevo!Mónica, con frialdad calculada, se acomodó el cabello tras la oreja, su malicia se reflejaba en cada palabra—: Te lo repito, la rompí. ¡Rompí tu notificación!Y entonces estalló en carcajadas, crueles, desquiciadas.—¡Ja, ja, ja! ¿Sabes qué? Sé que eres buena estudiante, pero, ¿y qué? ¡Tu futuro se fue al demonio porque yo lo decidí! ¡Estás destinada a quedarte bajo mi pie el resto de tu vida!Luciana quedó paralizada, su boca abierta, sin poder emitir un solo sonido. Mónica, ante sus ojos, ¡se había transformado en una auténtica pesadilla! Era la personificación del caos en su vida: ¡la muj
Los guardias rodearon a Luciana. Dos de ellos intentaron sujetarla.—¡No me toquen! —Luciana los detuvo con un grito, tambaleante, apoyándose en su brazo herido para ponerse de pie.—¡No creas que te vas a escapar! —Eileen se plantó frente a ella, una sonrisa fría asomando en sus labios—. Le pegaste a Mónica, las cámaras lo grabaron todo. ¡Ya llamamos a la policía!Pero lo que Eileen no esperaba fue la reacción de Luciana. Con una leve sonrisa sarcástica, ella respondió:—¿Ah, sí? Perfecto. Aquí me quedo esperando a la policía. —Se sentó con calma en una silla, como si nada ocurriera.Eileen quedó desconcertada. «¿Esta mujer de verdad estará loca? ¿Acaso no tiene miedo?» ***Mientras tanto, Mónica fue llevada al hospital más cercano.—No es nada grave —el doctor sacudió la cabeza—. El tejido blando está inflamado, lo que podría afectar su voz. Con tratamiento y reposo, en unos días estará bien. No debe hablar durante ese tiempo.Alejandro asintió y fue a verla. Mónica dormía, una vend
Alejandro se quedó petrificado, sus pupilas se contrajeron. Impulsivamente, volvió a revisar la bolsa. Estaba llena de cartas de amor de Fernando para Luciana. ¡Una bolsa entera de cartas! Alejandro esbozó una sonrisa fría y, con un gesto brusco, volvió a meterlas en la bolsa, ajustando el nudo con fuerza. ¡No tenía interés en seguir leyendo! ***Alejandro estacionó frente a la casa y vio a Luciana salir por la puerta. Tocó la bocina, pero ella ni lo miró; siguió caminando, ignorándolo. Frunciendo el ceño, Alejandro salió del coche y fue tras ella.—¡Luciana! ¡Luciana! —La llamó dos veces, pero ella no respondió.Alejandro aceleró el paso, alcanzándola y sujetando su muñeca.—¿A dónde crees que vas? Sube al auto, vamos a casa.—¡Quita tus manos sucias de mí! ¡No me toques!La reacción de Luciana fue tan violenta que Alejandro se quedó perplejo, como si de repente él fuera portador de algo repulsivo.La miró con incredulidad.—¿Dices que estoy sucio?—¡Sí! ¡Lo digo! Todo el que se acer
—¡Luciana! —Alejandro, preso del pánico, la levantó en brazos—. ¡Te llevaré al hospital!El dolor era tan intenso que Luciana no podía resistirse. Desde que quedó embarazada, jamás había sentido algo tan desgarrador. Incluso pensó que quizás su bebé ya había tomado una decisión por ella. Su padre ni siquiera sabía de su existencia, ¡y tal vez no lo recibiría con los brazos abiertos! Su madre… demasiado frágil. Apenas podía cuidarse a sí misma. ¿Era esto una señal de que el bebé quería irse?De repente, Luciana agarró la camisa de Alejandro con fuerza, tensando los músculos de su cuello hasta que las venas sobresalieron.—¡Alejandro! —Gritó con gran esfuerzo.—¿Qué pasa?Quizá por el dolor, Luciana no estaba completamente consciente, pero sentía que Alejandro, en ese momento, era terriblemente tierno, desde la mirada hasta su voz.—El bebé… —Luciana habló en un susurro apenas audible—. Mi bebé… ¡Salva a mi bebé!Alejandro inclinó la cabeza y le dio un beso en la frente fría.—No te preo
Luciana tuvo un sueño largo y tormentoso. O más bien, una serie de pesadillas que la sumergían en una desesperación sofocante.—¡Ah! —Despertó gritando, con la frente empapada en sudor frío. Un escalofrío le recorría el cuerpo, helándole los huesos.—Luciana. —Una voz grave susurró su nombre. Pensó que aún estaba soñando, hasta que, un segundo después, sintió unos brazos cálidos que la envolvían.Luciana permaneció inmóvil en los brazos de Alejandro, sin reaccionar. Cuando finalmente volvió en sí, levantó la cabeza. Sus ojos, ahora secos, no mostraban la fragilidad de antes.—Luciana —Alejandro habló en voz baja—, ¿cómo te sientes? ¿Te duele algo?Alejandro levantó la mano instintivamente, queriendo tocar su frente. Anoche había tenido fiebre. Pero Luciana giró la cabeza, esquivándolo con precisión.Alejandro se quedó inmóvil, como si le hubieran arrojado un cubo de agua fría. Retiró la mano, sintiendo sus dedos helados. Sabía que la había lastimado, y que su enojo era justificado.—Lo
—Fernando… —Victoria murmuró, sorprendida. ¿Acaso estaba viendo mal? ¿Esa mujer caminando junto a su hijo… era Luciana? Sin perder un segundo, comenzó a seguirlos. ***En la cafetería, Fernando pidió para Luciana un brownie y un jugo de naranja recién exprimido.—¿Te parece bien?—Sí, está bien. —Luciana asintió.Por supuesto que estaba bien. Fernando recordaba perfectamente sus gustos.—¿Te gusta?Luciana comía en pequeños bocados y, con una suave sonrisa, respondió:—Sí, está delicioso.—Me alegra. —Fernando bajó la cabeza y bebió un sorbo de agua.De pronto, la pregunta de Luciana lo tomó por sorpresa:—Fernando, ¿y tu novia? ¿Van bien las cosas entre ustedes?Fernando levantó la cabeza bruscamente, paralizado, sin saber qué responder.—Sí… Sí, todo va bien. ¿Por qué lo preguntas?Luciana dejó la cuchara a un lado y lo miró en silencio durante unos segundos. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.—Fernando, no tienes ninguna novia, ¿verdad?Después de tantos años juntos, Lucia
Su mano, apretando la correa de su bolso, temblaba visiblemente.—Señora, tengo cosas que hacer. Me voy. —Sin esperar respuesta, bajó la cabeza y corrió calle abajo.Fernando salió corriendo tras ella.—¡Luciana!—¡Fernando!No vio a Victoria hasta que ella lo agarró del brazo.—¿A dónde vas? ¡No me digas que vas a perseguir a Luciana!Solo entonces Fernando se dio cuenta de que su madre estaba ahí. La sorpresa lo dejó perplejo.—¿Mamá? ¿Qué haces aquí?De pronto, su sorpresa se transformó en furia.—¡¿Qué le dijiste a Luciana?! ¡Dime que no volviste a decirle tonterías!Victoria se puso pálida de rabia, incapaz de contenerse.—¿Tonterías? ¡Fernando, nunca cambiarás! ¿No te das cuenta? ¡Su hermano tiene autismo! Y tú sigues perdiendo el tiempo con ella. ¿Qué quieres, arruinarte la vida teniendo un hijo autista? ¿Matarnos de un disgusto a tu padre y a mí?¡Era la misma conversación de siempre! ¡Igual que años atrás, hasta en los detalles!—¡Mamá! —Fernando estaba al borde de perder la r
El comportamiento inusual de Luciana continuó durante la cena. Alejandro notó que solo comía lo que su abuelo le servía. Cuando se quedaba sin comida, simplemente comía pan.—¿Qué tanto miras? —Miguel, al notar cómo su nieto observaba a Luciana con el ceño fruncido, le habló con disgusto—. Ni siquiera sabes cuidar bien a tu esposa y a tu hijo.Alejandro levantó una ceja, prefiriendo ignorar el comentario.Más tarde, de regreso en la habitación, Alejandro fue directo al vestidor para cambiarse. Pero al entrar, vio a Luciana frente al espejo, con las manos sobre su vientre, acariciándolo suavemente. Aunque estaba por cumplir tres meses de embarazo, aún no se le notaba. Su vientre seguía tan plano como siempre.Pasó junto a ella, sin decir nada, hasta que escuchó su voz.—Ya casi son tres meses.Alejandro se detuvo en seco, confundido, y giró para mirarla.—¿Qué dijiste?Luciana no repitió la frase. En cambio, lo miró fijamente, con una calma casi extraña, y le dijo en voz baja:—Estaba p