Capítulo 102
—¿Qué?

Alejandro se giró bruscamente. Luciana, con los hombros temblorosos, estaba llorando. Lanzó una mirada rápida a Simón.

—Ve a ver qué pasa.

—Sí, primo.

«¡Maldita sea!» La furia se encendió en los ojos de Alejandro al ver las manos de Fernando posadas en los hombros de Luciana. No podía apartar la vista, y el fuego de la rabia crecía dentro de él.

***

—Es todo mi culpa —dijo Fernando, visiblemente preocupado—. No cuidé bien a Pedro. Ya hablé con el gerente, están buscándolo.

Luciana había pedido un descanso después de tanto correr. Lo que no imaginó fue que Pedro, emocionado por el juego, se escaparía en un abrir y cerrar de ojos. En el tiempo que Fernando se tomó para beber un vaso de agua, Pedro había desaparecido.

Aunque Luciana sentía angustia, sabía que no era justo culpar a Fernando. Con la voz entrecortada, dijo:

—No es tu culpa, es mía. Sabía que Pedro es especial y aún así no fui lo suficientemente atenta. No he sido una buena hermana…

Pedro no era como los demás niños, y
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