Hay un silencio sepulcral entre los dos. Harold no deja de examinarla minuciosamente. Isabela siente indignación, la mirada inquisitiva del hombre la hace sentir como una mercancía.
— Entonces, señorita Torres, está interesada en escuchar lo que tengo que proponerle.
— Eso depende, pero desde ya le anticipo que no aceptaré ninguna propuesta indecente, soy una mujer de principios —respondió en medio de una exhalación profunda para evitar hablar de más.
Harold ríe levemente, negando con la cabeza. —No es nada de lo que usted se imagina, permítame explicárselo. Estoy decidido a jubilarme pronto, pero antes quisiera dejar todo lo que tengo en manos de mi único hijo, su nombre es Damián. Tiene más o menos su edad, así que pienso que no habrá ningún problema.
—No quiero sonar impertinente, señor, pero sería mejor que llegara al punto sin rodeos.
—Es usted muy directa, y no parece ser tan insegura, me agrada y veo que no me equivoque al elegirla. La verdad es que mi hijo aún es soltero, y me gustaría dejarlo al mando de todo, pero primero quiero verlo casado y con un hijo, por lo menos.
—Me parece una propuesta algo extraña, acaso ¿él no tiene una novia?
—Bueno, mentiría si le dijera que no, pero, ella no puede darle un heredero, y como usted comprenderá, no me gustaría que todo por lo que he luchado toda mi vida pase a manos de un extraño. Así que aquí es donde intervendrá usted. La presentaré como su prometida, y se casaran, por supuesto, todo esto quedara firmado en un acuerdo que durará un año, luego del cual, si los dos no han llegado a comprenderse, bien pueden optar por separarse, pero no debe preocuparse, usted tendrá al niño o niña bajo su completa tutela mientras convive con nosotros. Además, no quedará desamparada, me aseguraré que reciba una generosa pensión vitalicia. Aunque podría darse lo contrario, y ustedes permanecerían juntos como familia, que para mi esposa y mi persona sería lo ideal.
Toda esta situación le parecia inverosímil a la joven, quien meditó por un buen rato, para finalmente preguntar.
—¿Que recibiría yo a cambio de aceptar todo esto?.
Harold le extendió un documento, allí estaba un contrato vitalicio para la entrega del medicamento que su madre requería.
—Esto le parece suficiente o podría aumentarle un cheque a su nombre por la cantidad que prefiera.
Isabela observó con atención, estaba a un solo paso de conseguir lo que necesitaba para cuidar de su madre y tenerla junto a ella por muchos años más.
—A ver si con esto se convence, adjuntaré otra dotación vitalicia de cada medicina que su madre requiera desde hoy en adelante.
Isabela se encuentra en medio de un dilema: tiene al alcance de sus manos lo que ne editan y aun más para que su madre pueda curarse, pero a que costo: formar un hogar de la noche a la mañana con un total desconocido. Considero que no sería algo malo, y que pondría de su parte para cumplir con aquel contrato
—Señor Betancourt, siendo honesta, todo esto me parece precipitado— dijo después de meditarlo por un buen tiempo—Su oferta me parece muy generosa, y le agradezco toda su buena voluntad. La salud de mi madre es muy importante para mí, así que ... estoy dispuesta a aceptarla. Usted me garantiza que todo será entregado de inmediato, ¿cierto? O primero debo cumplir con mi parte.
Harold le extendió el contrato.
—Se hará de inmediato, y para estar seguros, su madre será trasladada a la Clínica Familiar, allí se le aplicará el respectivo tratamiento. Depende de usted cuando esté dispuesta a concretar la unión. Mi hijo está al tanto de todo, y no se opone, aunque la idea no le agrada para nada. Pero esto seguro que de todo esto saldrá algo bueno. Siento que usted es la mujer ideal para él.
Isabela asintió con una débil sonrisa. Harold sujeto su mano y se sintió aliviado.
—Puede leer el contrato, y si algo no le quedó claro, no dude en preguntarme.
—Está bien, señor, gracias. Me quedaré aquí hasta terminar de leerlo.
—Si no tiene ninguna duda me lo puede devolver un vez que esté firmado. El día de mañana le haré llegar el acuerdo prenupcial, ese lo mando a redactar mi hijo y aún no ha llegado a mis manos. Con él procederemos de igual manera.
—Entendido.
—Me siento dichoso por que pude hallar a la candidata ideal para mi hijo, usted tiene un aura muy noble, y si alguien puede conseguir que él tenga una familia, es una persona muy valiosa.
Aunque eran agradables las palabras de Harold, Isabela no estaba completamente convencida. Tomo los papeles y salio de la oficina, afuera todos los demás empleados ya se habían marchado. Se dirigió al cubículo que usaba cuando tenía que enviar sus informes diarios, y allí se dedicó a leer cada una de las cláusulas. Cuando finalizó, dió un largo suspiro, tomó un esfero y trazó una firma muy prolija. Tuvo unas inmensas ganas de sollozar, pensando en el futuro incierto que se le avecinaba. Cerró y abrió sus ojos repetidamente y no dejó escapar ni una sola lágrima. Tomó los papeles y volvió a la oficina de presidencia, tocó la puerta pero no había nadie, entró al ver la luz encendida y depositó los documentos sobre el escritorio. Estuvo a punto de arrepentirse, pero se dio media vuelta y salió a toda prisa, sin mirar atrás, y no paró hasta llegar a la salida.
Cuando se percató de la hora, intentó llamar pero su teléfono marcaba batería baja y en el segundo intento se apagó. Frsutrads y pensado en como volver a su hogar, guardo su teléfono entre su ropa, se abrigo con la bata y comenzó a caminar lentamente con la esperanza que algún alma caritativa pase por ahí y la aproxime a su casa.
Apenas se alejó pocos pasos del portón, cuando este se abrió y un auto muy lujoso salió, y se estacionó junto a ella. Un hombre mayor salió, abrió la puerta y la invitó a subirse.
—Señorita Torres, es muy tarde, hace mucho frío y no puede exponerse de esa manera, suba por favor— habló Harold desde el interior.
Al no tener más opciones, Isabela subió y el hombre cerró la puerta y volvió al frente, comenzó a conducir, mientras ella se acomodaba en el asiento posterior.
—Lamento no haberle informado que la estaba esperando para dejarla a salvo en su casa.
—Realmente no era necesario.
—Considerando que seremos familia. Usted merece ser cuidada como todos los miembros en ella, espero que lo tenga claro. Además, merece compartir nuestra fortuna, aquí tiene.— le extendió una tarjeta dorada.
—No, esto es demasiado, yo no podía aceptarlo.
—No sea tímida, tómela, es para usted, para lo que requiera.
— No se que decir.
—Me conformo con un gracias.
—Gracias entonces, señor Betancourt.
—Deja las formalidades de lado, serás mi nuera, ánimo, puedes llamarme Harold.
—De acuerdo, señor Harold.
—Bien, eso me agrada, ahora la boda esta planificada para dentro de 15 días, entonces, tómate el tiempo que necesites para organizarlo todo. Podrás volver a tu trabajo cuando gustes.
Una vez en su hogar, Isabela trató de descansar, pero el sueño, junto con el hambre, se esfumaron dando paso a la inquietud y la preocupación. Pasó el resto de la noche dando vueltas en su cama, meditando como sería su vida en adelante: ella no tenía planes de contraer matrimonio, pues, desde que tiene memoria, vió sufrir a su madre por la forma tan cruel que su padre la trataba y la rechazaba a ella como hija. Nunca entendió por qué, a pesar de ser su hija biológica, no recibió el amor de su padre, hasta que él por su propia decisión las abandonó cuando ella tenía 5 años. Por eso decidió llevar una vida libre de las ataduras matrimoniales, pero los últimos sucesos cambiaron todos sus planes de vida. Su prioridad ahora era su madre, verla recuperarse y rogar que aquella medicina fuera lo suficientemente efectiva para que ella se mantuviera más tiempo con vida. De vuelta en su mansión, Harold fue recibido por su adorada esposa, Ashley. —Cariño, es demasiado tarde, pensé que a
A toda prisa recorre los pasillos un hombre alto, de buen parecer, su piel bronceada; con sus aguda mirada explorar rápidamente el entorno, en medio del pasillo ve salir a una mujer de una de las habitaciones, con la cual choca sin poder evitarlo, apenas se disculpa y continúa su camino. A punto de ingresar a una de las habitaciones, una mujer mayor lo detiene antes que abra la puerta. —¿Sucedió algo malo, madre? —Hijo, tu padre sufrió un accidente, y ha perdido mucha sangre, ya están buscando las pintas que se necesitan para su intervención, en este momento está en el quirófano, solo nos queda esperar. —Bien, esperaremos. Ambos se dirigen a la sala de espera. Llevan esperando alrededor de un par de horas, un médico sale en su búsqueda. —¿Parientes del Sr. Román Montemayor? El hombre y la señora mayor se ponen de pie. —Es mi padre, doctor, ¿como salió la operación? —Sígame por favor. Los dos fueron detrás del médico rumbo a un consultorio. Los invito a tomar asien
—Los seguí sin que me vieran, apenas salieron del conjunto de departamentos, la muchacha iba discutiendo. Mi llamado esposo hizo un ademán y el hombre a su lado le entregó un pañuelo que fue inmediatamente colocado en el rostro de la jovencita, lo que la aletargó y ella siguió caminando a su lado como una muñeca sin voluntad. La llevaron a un callejón apartado, y una vez allí, vi a aquel hombre sacar un frasco de pastillas, y entregárselo a él, quien tomó algunas de ellas y obligó a la jovencita a tomársela mientras le decía: —¡No admitiré bastardos en mi vida, y tampoco volverás a molestarme nunca más!. De todos modos, nadie va a extrañarte, niñita. No supe que más sucedió, decidí volver a toda prisa al departamento, firmé los papeles dejándolos sobre la mesa, tomé algunas de mis pertenencias, lo que pude guardar en esos momentos en mi mochila, y salí corriendo. Iba a tomar el ascensor cuando lo ví salir de allí, me di media vuelta y bajé corriendo las escaleras para evitar que me
Al pasar de los días, Karla fue aliviandose mejor de lo que esperaba. Aquella medicina la ayudó a estabilizar su salud y a desacelerar el crecimiento de su corazón. Logró salir de la Clínica un par de días antes de la boda.El día señalado, cuando todo estuvo listo. La hora se aproximaba, y Demián se preparaba para asistir al registro civil para concretar el matrimonio. Vistió un traje negro de tres piezas, que hacía juego con su expresión fría y seria.A pesar de haber aceptado este compromiso, se sentía insatisfecho. No tenía buenas expectativas sobre este, pues no se casaría con el amor de su vida.—Únicamente un año, un año pasa rápido — se decía a sí mismo, tratando de seguir con el plan.Cuando estuvo listo, viajó desde la mansión en la cual vivían sus padres hasta el registro, donde los pocos que fueron invitados aguardaban su llegada y la de la novia.Por otro lado, Isabella ya se hallaba lista, mirándose al espejo, se animaba una y otra vez para convencerse de que es lo mejor
Una vez que los novios partieron, Harold junto a su esposa agradeciendo la presencia a los invitados, quienes comenzaron a marcharse. Karla también tomó sus pertenencias y se dispuso a salir.—Cariño, esperaremos las buenas noticias de parte de esos dos—dijo Harold abrazando a su esposa, pero se vio interrumpido por el sonido de su teléfono. —En unos minutos estoy allá — apenas respondió y cerró la llamada. —¿Volverás a la oficina? Siempre tan adicto al trabajo, y Damián es igual, pobre Isabella, lo que le espera. —Calma, amor mío, te veré en la noche, despídeme de todos. Harold salió a toda prisa, y fue directo al edificio de la Farmacéutica. Karla se aproximó a Ashley apenas el esposo de esta se alejó, para también despedirse. —Señora Torres, por favor, no se retire aún, me gustaría conversar con usted sobre nuestros hijos, para saber que posibilidad hay de que ellos se entiendan, por supuesto si no está de apuro. —No tengo planeado hacer nada así que está bien, veamos
De nuevo en el bar. —Hermosa señorita, permítame presentarme, mi nombre es Alexander, ¿podría decirme el suyo? —Lo siento, pero no ... no estoy interesada en conocer a nadie, únicamente vine de visita a este lugar. —Bueno, yo conozco toda esta playa, podría llevarla a conocer todos los lugares que guste. —No quería sonar grosera, pero es preferible que no, además, soy una mujer casada. —¿Está segura? Porque yo no veo ningún anillo en su dedo, ni de compromiso mucho menos de matrimonio. —No salgo con ellos, por seguridad. —Comienzo a pensar qué solo son excusas. En el camino, Damián la llamaba insistentemente. Timbraba un par de veces y luego pasaba a buzón de mensajes. —¿Dónde se metió esta mujercita? Activó el rastreo por medio de su teléfono al de Isabella, y en unos instantes obtuvo su ubicación. —Vamos, ya sé dónde está — dijo mostrándole el lugar a su chófer. —No tengo por qué darle ninguna explicación, será mejor que me marche, con permiso — Isabella dijo
Damián abandonó la habitación, e Isabella cerró la puerta con seguro, aunque sabía que era inútil. No esperaba un trato cariñoso de alguien que no siente nada por ella, pero tampoco justifica la forma en que la trató. Tomó asiento en el suave colchón, cubriéndose de nuevo con la bata. Respiró varias veces para intentar recuperar la calma. —Cuánta razón tuve al creer que no existe el amor con finales felices, esos son cuentos de hadas, pero esto, sobrepasó mis límites — las lágrimas resbalaban por sus mejillas, las secaba con rapidez— Damián me trató como a una ... por culpa de un aparecido que ni conozco, mucho menos para siquiera considerarlo. Podrá ser un gran genio para los negocios, pero carece de empatía. ¡No entiendo como se atrevió a tanto! ¡es un patán!. Piensa que todos somos piezas en su tablero de ajedrez, que puede mover a su antojo, ¡pero voy a demostrarle que conmigo, se equivocó! Se puso de pie y caminó rumbo al baño. Miró su reflejo en el espejo, se sintió patética
Unos momentos después, Andres, el chófer de Damián, lo buscó para informarle que había visto a Isabella nadando en la playa cercana a la mansión. Damián agradeció y fue directo en su búsqueda. Al llegar, la pudo ver tomando el sol bajo una silla de playa. Traía un traje de baño de dos piezas, bastante llamativo, aunque algo conservador para su gusto. Dejaba a la imaginación sus atributos femeninos, que atrajeron su vista. Luego de observarla por unos instantes sin que ella se diera cuenta, se acercó y le habló: —Señorita Isabella, la estaba buscando, necesitamos hablar. Ella se levantó algo sorprendida, y lo miró con seriedad. —Señor Betancourt, mientras nos tratemos con respeto, no hay problema — le respondió con una actitud cortante. —Bueno, quería decirle que... ya que no vamos a permanecer mucho tiempo aquí, de hecho volveremos en dos días, deberíamos consumar el matrimonio, y asegurar a nuestro heredero. —¡Vaya! ¿por qué será que eso no me sorprende? Estaría raro en us