De nuevo en el bar. —Hermosa señorita, permítame presentarme, mi nombre es Alexander, ¿podría decirme el suyo? —Lo siento, pero no ... no estoy interesada en conocer a nadie, únicamente vine de visita a este lugar. —Bueno, yo conozco toda esta playa, podría llevarla a conocer todos los lugares que guste. —No quería sonar grosera, pero es preferible que no, además, soy una mujer casada. —¿Está segura? Porque yo no veo ningún anillo en su dedo, ni de compromiso mucho menos de matrimonio. —No salgo con ellos, por seguridad. —Comienzo a pensar qué solo son excusas. En el camino, Damián la llamaba insistentemente. Timbraba un par de veces y luego pasaba a buzón de mensajes. —¿Dónde se metió esta mujercita? Activó el rastreo por medio de su teléfono al de Isabella, y en unos instantes obtuvo su ubicación. —Vamos, ya sé dónde está — dijo mostrándole el lugar a su chófer. —No tengo por qué darle ninguna explicación, será mejor que me marche, con permiso — Isabella dijo
Damián abandonó la habitación, e Isabella cerró la puerta con seguro, aunque sabía que era inútil. No esperaba un trato cariñoso de alguien que no siente nada por ella, pero tampoco justifica la forma en que la trató. Tomó asiento en el suave colchón, cubriéndose de nuevo con la bata. Respiró varias veces para intentar recuperar la calma. —Cuánta razón tuve al creer que no existe el amor con finales felices, esos son cuentos de hadas, pero esto, sobrepasó mis límites — las lágrimas resbalaban por sus mejillas, las secaba con rapidez— Damián me trató como a una ... por culpa de un aparecido que ni conozco, mucho menos para siquiera considerarlo. Podrá ser un gran genio para los negocios, pero carece de empatía. ¡No entiendo como se atrevió a tanto! ¡es un patán!. Piensa que todos somos piezas en su tablero de ajedrez, que puede mover a su antojo, ¡pero voy a demostrarle que conmigo, se equivocó! Se puso de pie y caminó rumbo al baño. Miró su reflejo en el espejo, se sintió patética
Unos momentos después, Andres, el chófer de Damián, lo buscó para informarle que había visto a Isabella nadando en la playa cercana a la mansión. Damián agradeció y fue directo en su búsqueda. Al llegar, la pudo ver tomando el sol bajo una silla de playa. Traía un traje de baño de dos piezas, bastante llamativo, aunque algo conservador para su gusto. Dejaba a la imaginación sus atributos femeninos, que atrajeron su vista. Luego de observarla por unos instantes sin que ella se diera cuenta, se acercó y le habló: —Señorita Isabella, la estaba buscando, necesitamos hablar. Ella se levantó algo sorprendida, y lo miró con seriedad. —Señor Betancourt, mientras nos tratemos con respeto, no hay problema — le respondió con una actitud cortante. —Bueno, quería decirle que... ya que no vamos a permanecer mucho tiempo aquí, de hecho volveremos en dos días, deberíamos consumar el matrimonio, y asegurar a nuestro heredero. —¡Vaya! ¿por qué será que eso no me sorprende? Estaría raro en us
En su nueva habitación, Isabella guardaba sus objetos personales en su lugar. Quedó maravillada ante la opulencia de aquel sitio: la habitación era casi del mismo tamaño del pequeño departamento en el cual habitaba con su madre, la cama de dos plazas cubierta de sábanas de colores claros, al igual que la pintura de las paredes, parecía todo haber sido remodelado recientemente, tenía todas la comodidades necesarias. Además pudo apreciar que tras los enormes ventanales, había un gran balcón cuya vista daba al inmenso mar. —Es un sitio muy hermoso, mamá estaría muy feliz viviendo aquí, deberías preguntarle a mi esposo si puedo traerla— se extrañó por sus palabras — Bueno, después de todo es su hogar, no el mío, así que es normal que se lo pregunte... supongo. Mejor llamaré a mamá para decirle dónde estoy y saber cómo está ella. Así lo hizo, y pasaron largas horas hablando, Isabella le comentó lo sucedido y su madre la ánimo a tomar las cosas con calma. Antes de finalizar, Isabella le
Por su parte, Damián se despidió de su madre y salió de la mansión. Abordó su auto y fue rumbo a la suya. Unos minutos antes de llegar, se desvió del camino y fue a una playa cercana donde solía disfrutar de los encuentros con su amada. Sentía que la extrañaba, pero más que nada, quería dejar de lado aquella sensación de infidelidad hacia ella que lo embargaba. Bien podía aceptar la sugerencia de su esposa para la inseminación artificial, pero su orgullo de hombre se lo impedía.Miraba hacia el mar, perdido en sus pensamientos, cuando una llamada lo interrumpió: al contestar sintió que su corazón se saltaba un latido. Era su amada quien llamaba. Contestó de inmediato, y escuchó la dulce y melancólica voz de ella al otro lado de la línea.—Damián, mi amor, ¿cómo estás?Se mantuvo en silencio, aunque la emoción de escucharla lo carcomía.—Creo que estoy siendo inoportuna, así que te llamaré después — prosiguió la mujer dispuesta a colgar.—Mi reina, no cuelgues por favor — le habló— la
Al día siguiente, Isabella se levantó temprano. Fue a la cocina a ayudar a servir el desayuno para su esposo, pero, para su sorpresa, él ya se había marchado. Esta situación le pareció extraña. Aún así, en los siguientes días, cada mañana después que ella volvía del comedor, hallaba una flor distinta con una nueva nota, cada vez más romántica, allí estaba escrito bellas palabras que solo un enamorado le dedicaría a su musa. Una mañana ella fue como de costumbre a ayudar, y cuando se sirvió la comida, vio que Adelaida tomaba su plato, lo colocaba en una bandeja y se lo llevaba de la cocina hacia el comedor. —Señora Isabella, el señor la espera para tomar juntos el desayuno. Ella asintió y la siguió hacia el comedor. Allí, vestido con ropa informal, y con una expresión serena, la esperaba Damián. La saludó con un beso en la mejilla, y la ayudó a sentarse. —Bienvenida, esposa, espero que no le moleste compartir la mesa conmigo. Su expresión pasó de seria a risueña. Isabella esta
La mañana del día siguiente, Ashley arribó a la mansión. Veía vestida de manera casual, pero elegante. Apenas llegó le pidió a Adelaida que le avisará a Isabella que ella la estaba buscando. Al enterarse, Isabella se puso algo inquieta, se preparó para recibir a su suegra. Ella la esperaba en la sala, al verla bajar la saludó con mucho cariño. —Mi niña, ¿cómo has estado? Espero que bien, ¿cómo te trata mi hijo? —Bienvenida, señora, estoy bien, gracias, y en cuanto a mi esposo, estamos tratando de llevarnos mejor. Ashley paso todo el día acompañando a su nuera, muy feliz de conocerla, cada vez le agradaba más que ella esté con su hijo. Por la noche se despidió y volvió a su hogar, su esposo Harold le preguntó por ella. —Considero que aún van muy lento, creo que necesitan ayuda. —Cariño, déjalos que su relación aflore, te garantizo que terminaran enamorándose. —Eres una soñadora, deberías ser más práctica, cariño. Les daré plazo de dos meses. ¿De acuerdo? —No tengo idea lo que
Isabella ingresó al restaurant, al encargado de recepción le mostró la tarjeta que Damián le había enviado, el joven supo de inmediato de quien se trataba y la guió hasta el área vip, donde había una mesa decorada para una cena romántica. Ella no dejaba de admirar la majestuosidad de aquel lugar.—Señora Betancourt, buenas noches, es un gusto saludarla— habló alguien que ella conocía muy bien.—Señor Roy, como ha pasado, no esperaba hallarlo aquí.—Vine por encargo del señor para verificar que todo esté listo, y una vez que él arribe me retiraré. Por cierto, me pidió que le dijera que estará aquí en pocos minutos.Damián llegó al poco tiempo, fue recibido por su asistente. Isabella se sentía algo inquieta, por lo que se levantó y se dirigió a la entrada, escuchó al asistente Roy hablar con su jefe:—La señora aguarda adentro, todo está dispuesto como lo ordenó: la mesa, la comida, el vino especial. Ella se ve ilusionada, lo de las rosas y las notas dio resultado. Estoy cien por ciento