Cap. 7: La Boda

Al pasar de los días, Karla fue aliviandose mejor de lo que esperaba. Aquella medicina la ayudó a estabilizar su salud y a desacelerar el crecimiento de su corazón. Logró salir de la Clínica un par de días antes de la boda.

El día señalado, cuando todo estuvo listo. La hora se aproximaba, y Demián se preparaba para asistir al registro civil para concretar el matrimonio. Vistió un traje negro de tres piezas, que hacía juego con su expresión fría y seria.

A pesar de haber aceptado este compromiso, se sentía insatisfecho. No tenía buenas expectativas sobre este, pues no se casaría con el amor de su vida.

—Únicamente un año, un año pasa rápido — se decía a sí mismo, tratando de seguir con el plan.

Cuando estuvo listo, viajó desde la mansión en la cual vivían sus padres hasta el registro, donde los pocos que fueron invitados aguardaban su llegada y la de la novia.

Por otro lado, Isabella ya se hallaba lista, mirándose al espejo, se animaba una y otra vez para convencerse de que es lo mejor que pudo hacer, ya que su madre continuaba a su lado. Lucía un vestido blanco sencillo pero hermoso, que resaltaba su cuerpo curvilíneo en forma de reloj de arena. Su maquillaje era suave, resaltaba sus facciones: labios gruesos, nariz fina y sobre todo sus grandes ojos cafés. Su largo cabello llevaba un semirecogido, le colocaron una diadema de flores.

Junto a ella está su madre, no muy satisfecha por la ocasión, se mantenía a su lado, vestida con un enterizo de color turquesa, traía su cabello recogido en una trenza francesa, también la maquillaron dándole un aspecto bastante juvenil.

—Estás muy hermosa, mi niña— habló su madre mirándola con un dejo de tristeza — en otras circunstancias estaría muy feliz, pero ...

—Gracias madre, tengamos fe que todo saldrá bien.

—Si mi niña, eso espero y rezo cada día porque así sea. Quien quita que ustedes al final sigan juntos, y tú formes una buena familia.

—Podría ser, madre solo el tiempo lo dirá.

Karla abraza y su hija y ella le corresponde. Juntas brindan la limusina enviada por Harold para llevarlas al registro.

—Bien, Isabella, no hay marcha atrás.

En el registro todo está listo para la ceremonia: Una pareja que acaba de contraer nupcias se toman fotos en un lugar decorado para la ocasión: un gran arco de flores, con una mesa decorada y una torta para los nuevos novios. Ambos sostienen las copas fingiendo beber de ellas, mientras sus familiares emocionados tomas fotos sin cesar.

Damián observa y se siente aún más molesto, respira para calmarse, en su mente recuerda que todo lo hace porque es la condición impuesta por su padre para heredar su fortuna.

Han trascurrido varios minutos y aún no hay señales de que su futura esposa aparezca, lo que lo cabrea aún más.

—¿Dónde está mi famosa prometida? —pregunta —debió llegar hace casi media hora, la ceremonia inicia en cinco minutos, si ella no llega, que no se moleste en venir, alguien más tomará su lugar.

—Llamaré en este mismo instante para saber porqué se han retrasado, señor — dijo Roy Anderson, su asistente.

Harold se acerca a su hijo junto a su esposa Ashley.

—Deberías ser más paciente, ella no te dejaría plantado, es una muchacha muy seria y responsable.

Damián se mantiene en silencio, lanzándole una fría mirada a su padre, quien recibe una llamada telefónica, se aleja para hablar.

Roy va con Damián para decirle que su futura esposa está a punto de llegar. Su padre se prepara para marcharse.

—Hay un problema con varias firmase los documentos para la recepción de principios activos para varios lotes de medicinas, debo irme, tendré que solucionarlo enseguida o la producción se detendrá, volveré enseguida.

—Tómese el tiempo que necesite, esta farsa no durará mucho.

—¿Acaso piensas desistir? ¡Estuviste de acuerdo, Damián, no me falles, o todo pasará a manos de tu primo, Richard!

— He trabajado toda mi vida por esta empresa, que usted considere a alguien más para heredarla es un insulto a mis capacidades. No pienso dejarle todo tan fácil a ese incapaz, puede irse tranquilo, concretaré esta boda, después de todo, se trata de otro contrato nada más.

—Perfecto, los alcanzo luego, cariño, si hay novedades no dudes en informarme.

—Entendido, ve tranquilo.

Apenas Harold abordó su auto y partió, arribó la limusina que traía a Isabella y a su madre. El chofer las ayudó a salir, la primera rueda Karla bajo la atenta mirada de los presentes, luego fue Isabella, quien deslumbró con su belleza, excepto a su futuro esposo, quien la veía indignado, pues la reconoció enseguida como la mujer que casi arrolla con su auto días atrás.

Isabella tampoco pudo evitar mirarlo con disgusto, pues también lo reconoció enseguida, pero le mostró su mejor sonrisa, para ocultar la indignación que le produjo por aquel desagradable encuentro.

—Señorita Torres, ha demorado el inicio de este acuerdo, será mejor que se dé prisa, ya la esperé por mucho tiempo.

—Con el carácter que tiene, mis felicitaciones a su novia, seguro por eso no quiso casarse con usted.

Damián, indignado, la sujetó del brazo y acercándose peligrosamente a su rostro la increpó: —Mi vida personal no es de su incumbencia, aquí estamos para cumplir un acuerdo, y es lo que haremos, ahora, ¡dese prisa¡— le ordenó y la soltó, dejándola asombrada y con el brazo adolorido.

—No tienes por qué soportar esto, nos vamos, ya veremos como pagarle todo al señor Betancourt— exclamó su madre— pero si así comienza, no quiero imaginar como va a terminar.

—No, madre, voy a demostrarle que no puede manipularme a su antojo, seguiremos con esto adelante.

En el interior de la oficina del Registro Civil, el ambiente era bastante hostil entre los dos, se sentían flotar chispas alrededor. Ambos respondían mecánicamente, cuando les entregaron los papeles para firmar, primero lo hizo Isabella con sutileza, luego fue el turno de Damián quien los firmó y los empujó sobre la mesa. Una vez finalizada la ceremonia, ambos salieron en absoluto silencio, nadie los felicitó ya que era evidente que todo era parte de un acuerdo.

Ambos abordaron la limusina, junto a Isabella se hallaba su madre. y frente a ellas iban Damián y su madre. Ambas mujeres mayores entablaron una conversación para conocerse, de la cual se negaron a ser partícipes tanto Damián como Isabella. Y permanecieron evitándose durante todo el trayecto hasta la mansión de la familia Betancourt.

Todo estuvo dispuesto para festejar la unión. Apenas si interactuaron para cumplir con los protocolos.

En medio del banquete y las presentaciones, llegó Harold. Su esposa le dijo todo lo que había sucedido con los novios antes de la ceremonia.

—Ummm son como el agua y el aceite. La boda está, como la lleven depende de ellos.

Sentadas frente a la mesa principal, Karla miraba a todos lados, se sentía algo inquieta. Su rostro denotaba algo de preocupación.

Junto a ella su hija, se mantenía serena, no dejaba notar el remolino de sentimientos que la envolvían, lo que menos quería era preocupar a su madre por temor a una recaída.

Por su parte, Damián sostenía un vaso de licor, indiferente a los acontecimientos.

Cuando Harold se aproximó a ellos, junto a su esposa, se presentó con Karla. Ella sonrió levemente.

—Sé que todo esto les resulta bastante incómodo, pero tengo un obsequio para los dos. Ahora que se han casado, deberían darse el tiempo para tratar entre ustedes, tengo mis mejores expectativas en que su relación funcione. Aquí tienen, para su viaje de luna de miel. Disfrútenlo, no demoren en darme nietos.

Isabella, quien tomaba un trago de vino, casi se asfixia, un ataque de tos hizo que su rostro se tornara rojo.

—Tranquila, hija, ¿estás bien? — le preguntó su madre mientras la ayudaban a reponerse.

Ella respira con dificultad y trata de recomponerse, asintiendo levemente.

— Deben ya ir a prepararse, el vuelo sale en dos horas, disfruta mi obsequio, hijo, y cambia de cara, así tu esposa se sentirá a gusto a tu lado.

Se acercó a Isabella y la abrazó.

—Se que serás una buena esposa, desde el primer instante lo supe, y mi hijo es un tonto si no se da cuenta. Aspiro lo mejor para los dos.

Damián no tomó el sobre que su padre les había entregado, se levantó para dirigirse a su habitación, a cambiar su atuendo por algo más cómodo.

—Ven, querida, te llevaré a una habitación que podrás utilizar cada vez que vengas aquí, esta también será tu casa — le dijo Ashley y la llevó para que pudiera cambiarse.

Una vez listos, salieron de las habitaciones. Isabella iba distraída, y caminaba mirando todo a su alrededor. No se percató que su esposo estaba de pie en medio del pasillo y al dar la vuelta, chocó con su espalda.

Damián la miró con seriedad, se veía más bonita al natural y su cuerpo resaltaba bajo el vestido floreado que llevaba. Isabella se sintió inquieta al verlo examinándola de pies a cabeza, cuando se fijó en su rostro le sonrió con timidez. Él retiró su vista y trató de ignorar su presencia.

—Todo listo, los veremos después— se despidió de sus padres y salió llevando una maleta al patio donde estaba el auto que los llevaría al aeropuerto.

—Debo irme, madre, cuídate mucho — exclamó la joven, abrazó una vez más a su madre, se despidió de Harold y Ashley, y caminó rumbo al auto detrás de su esposo.

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