Al pasar de los días, Karla fue aliviandose mejor de lo que esperaba. Aquella medicina la ayudó a estabilizar su salud y a desacelerar el crecimiento de su corazón. Logró salir de la Clínica un par de días antes de la boda.
El día señalado, cuando todo estuvo listo. La hora se aproximaba, y Demián se preparaba para asistir al registro civil para concretar el matrimonio. Vistió un traje negro de tres piezas, que hacía juego con su expresión fría y seria. A pesar de haber aceptado este compromiso, se sentía insatisfecho. No tenía buenas expectativas sobre este, pues no se casaría con el amor de su vida. —Únicamente un año, un año pasa rápido — se decía a sí mismo, tratando de seguir con el plan. Cuando estuvo listo, viajó desde la mansión en la cual vivían sus padres hasta el registro, donde los pocos que fueron invitados aguardaban su llegada y la de la novia. Por otro lado, Isabella ya se hallaba lista, mirándose al espejo, se animaba una y otra vez para convencerse de que es lo mejor que pudo hacer, ya que su madre continuaba a su lado. Lucía un vestido blanco sencillo pero hermoso, que resaltaba su cuerpo curvilíneo en forma de reloj de arena. Su maquillaje era suave, resaltaba sus facciones: labios gruesos, nariz fina y sobre todo sus grandes ojos cafés. Su largo cabello llevaba un semirecogido, le colocaron una diadema de flores. Junto a ella está su madre, no muy satisfecha por la ocasión, se mantenía a su lado, vestida con un enterizo de color turquesa, traía su cabello recogido en una trenza francesa, también la maquillaron dándole un aspecto bastante juvenil. —Estás muy hermosa, mi niña— habló su madre mirándola con un dejo de tristeza — en otras circunstancias estaría muy feliz, pero ... —Gracias madre, tengamos fe que todo saldrá bien. —Si mi niña, eso espero y rezo cada día porque así sea. Quien quita que ustedes al final sigan juntos, y tú formes una buena familia. —Podría ser, madre solo el tiempo lo dirá. Karla abraza y su hija y ella le corresponde. Juntas brindan la limusina enviada por Harold para llevarlas al registro. —Bien, Isabella, no hay marcha atrás. En el registro todo está listo para la ceremonia: Una pareja que acaba de contraer nupcias se toman fotos en un lugar decorado para la ocasión: un gran arco de flores, con una mesa decorada y una torta para los nuevos novios. Ambos sostienen las copas fingiendo beber de ellas, mientras sus familiares emocionados tomas fotos sin cesar. Damián observa y se siente aún más molesto, respira para calmarse, en su mente recuerda que todo lo hace porque es la condición impuesta por su padre para heredar su fortuna. Han trascurrido varios minutos y aún no hay señales de que su futura esposa aparezca, lo que lo cabrea aún más. —¿Dónde está mi famosa prometida? —pregunta —debió llegar hace casi media hora, la ceremonia inicia en cinco minutos, si ella no llega, que no se moleste en venir, alguien más tomará su lugar. —Llamaré en este mismo instante para saber porqué se han retrasado, señor — dijo Roy Anderson, su asistente. Harold se acerca a su hijo junto a su esposa Ashley. —Deberías ser más paciente, ella no te dejaría plantado, es una muchacha muy seria y responsable. Damián se mantiene en silencio, lanzándole una fría mirada a su padre, quien recibe una llamada telefónica, se aleja para hablar. Roy va con Damián para decirle que su futura esposa está a punto de llegar. Su padre se prepara para marcharse. —Hay un problema con varias firmase los documentos para la recepción de principios activos para varios lotes de medicinas, debo irme, tendré que solucionarlo enseguida o la producción se detendrá, volveré enseguida. —Tómese el tiempo que necesite, esta farsa no durará mucho. —¿Acaso piensas desistir? ¡Estuviste de acuerdo, Damián, no me falles, o todo pasará a manos de tu primo, Richard! — He trabajado toda mi vida por esta empresa, que usted considere a alguien más para heredarla es un insulto a mis capacidades. No pienso dejarle todo tan fácil a ese incapaz, puede irse tranquilo, concretaré esta boda, después de todo, se trata de otro contrato nada más. —Perfecto, los alcanzo luego, cariño, si hay novedades no dudes en informarme. —Entendido, ve tranquilo. Apenas Harold abordó su auto y partió, arribó la limusina que traía a Isabella y a su madre. El chofer las ayudó a salir, la primera rueda Karla bajo la atenta mirada de los presentes, luego fue Isabella, quien deslumbró con su belleza, excepto a su futuro esposo, quien la veía indignado, pues la reconoció enseguida como la mujer que casi arrolla con su auto días atrás. Isabella tampoco pudo evitar mirarlo con disgusto, pues también lo reconoció enseguida, pero le mostró su mejor sonrisa, para ocultar la indignación que le produjo por aquel desagradable encuentro. —Señorita Torres, ha demorado el inicio de este acuerdo, será mejor que se dé prisa, ya la esperé por mucho tiempo. —Con el carácter que tiene, mis felicitaciones a su novia, seguro por eso no quiso casarse con usted. Damián, indignado, la sujetó del brazo y acercándose peligrosamente a su rostro la increpó: —Mi vida personal no es de su incumbencia, aquí estamos para cumplir un acuerdo, y es lo que haremos, ahora, ¡dese prisa¡— le ordenó y la soltó, dejándola asombrada y con el brazo adolorido. —No tienes por qué soportar esto, nos vamos, ya veremos como pagarle todo al señor Betancourt— exclamó su madre— pero si así comienza, no quiero imaginar como va a terminar. —No, madre, voy a demostrarle que no puede manipularme a su antojo, seguiremos con esto adelante. En el interior de la oficina del Registro Civil, el ambiente era bastante hostil entre los dos, se sentían flotar chispas alrededor. Ambos respondían mecánicamente, cuando les entregaron los papeles para firmar, primero lo hizo Isabella con sutileza, luego fue el turno de Damián quien los firmó y los empujó sobre la mesa. Una vez finalizada la ceremonia, ambos salieron en absoluto silencio, nadie los felicitó ya que era evidente que todo era parte de un acuerdo. Ambos abordaron la limusina, junto a Isabella se hallaba su madre. y frente a ellas iban Damián y su madre. Ambas mujeres mayores entablaron una conversación para conocerse, de la cual se negaron a ser partícipes tanto Damián como Isabella. Y permanecieron evitándose durante todo el trayecto hasta la mansión de la familia Betancourt. Todo estuvo dispuesto para festejar la unión. Apenas si interactuaron para cumplir con los protocolos. En medio del banquete y las presentaciones, llegó Harold. Su esposa le dijo todo lo que había sucedido con los novios antes de la ceremonia. —Ummm son como el agua y el aceite. La boda está, como la lleven depende de ellos. Sentadas frente a la mesa principal, Karla miraba a todos lados, se sentía algo inquieta. Su rostro denotaba algo de preocupación. Junto a ella su hija, se mantenía serena, no dejaba notar el remolino de sentimientos que la envolvían, lo que menos quería era preocupar a su madre por temor a una recaída. Por su parte, Damián sostenía un vaso de licor, indiferente a los acontecimientos. Cuando Harold se aproximó a ellos, junto a su esposa, se presentó con Karla. Ella sonrió levemente. —Sé que todo esto les resulta bastante incómodo, pero tengo un obsequio para los dos. Ahora que se han casado, deberían darse el tiempo para tratar entre ustedes, tengo mis mejores expectativas en que su relación funcione. Aquí tienen, para su viaje de luna de miel. Disfrútenlo, no demoren en darme nietos. Isabella, quien tomaba un trago de vino, casi se asfixia, un ataque de tos hizo que su rostro se tornara rojo. —Tranquila, hija, ¿estás bien? — le preguntó su madre mientras la ayudaban a reponerse. Ella respira con dificultad y trata de recomponerse, asintiendo levemente. — Deben ya ir a prepararse, el vuelo sale en dos horas, disfruta mi obsequio, hijo, y cambia de cara, así tu esposa se sentirá a gusto a tu lado. Se acercó a Isabella y la abrazó. —Se que serás una buena esposa, desde el primer instante lo supe, y mi hijo es un tonto si no se da cuenta. Aspiro lo mejor para los dos. Damián no tomó el sobre que su padre les había entregado, se levantó para dirigirse a su habitación, a cambiar su atuendo por algo más cómodo. —Ven, querida, te llevaré a una habitación que podrás utilizar cada vez que vengas aquí, esta también será tu casa — le dijo Ashley y la llevó para que pudiera cambiarse. Una vez listos, salieron de las habitaciones. Isabella iba distraída, y caminaba mirando todo a su alrededor. No se percató que su esposo estaba de pie en medio del pasillo y al dar la vuelta, chocó con su espalda. Damián la miró con seriedad, se veía más bonita al natural y su cuerpo resaltaba bajo el vestido floreado que llevaba. Isabella se sintió inquieta al verlo examinándola de pies a cabeza, cuando se fijó en su rostro le sonrió con timidez. Él retiró su vista y trató de ignorar su presencia. —Todo listo, los veremos después— se despidió de sus padres y salió llevando una maleta al patio donde estaba el auto que los llevaría al aeropuerto. —Debo irme, madre, cuídate mucho — exclamó la joven, abrazó una vez más a su madre, se despidió de Harold y Ashley, y caminó rumbo al auto detrás de su esposo.Una vez que los novios partieron, Harold junto a su esposa agradeciendo la presencia a los invitados, quienes comenzaron a marcharse. Karla también tomó sus pertenencias y se dispuso a salir.—Cariño, esperaremos las buenas noticias de parte de esos dos—dijo Harold abrazando a su esposa, pero se vio interrumpido por el sonido de su teléfono. —En unos minutos estoy allá — apenas respondió y cerró la llamada. —¿Volverás a la oficina? Siempre tan adicto al trabajo, y Damián es igual, pobre Isabella, lo que le espera. —Calma, amor mío, te veré en la noche, despídeme de todos. Harold salió a toda prisa, y fue directo al edificio de la Farmacéutica. Karla se aproximó a Ashley apenas el esposo de esta se alejó, para también despedirse. —Señora Torres, por favor, no se retire aún, me gustaría conversar con usted sobre nuestros hijos, para saber que posibilidad hay de que ellos se entiendan, por supuesto si no está de apuro. —No tengo planeado hacer nada así que está bien, veamos
De nuevo en el bar. —Hermosa señorita, permítame presentarme, mi nombre es Alexander, ¿podría decirme el suyo? —Lo siento, pero no ... no estoy interesada en conocer a nadie, únicamente vine de visita a este lugar. —Bueno, yo conozco toda esta playa, podría llevarla a conocer todos los lugares que guste. —No quería sonar grosera, pero es preferible que no, además, soy una mujer casada. —¿Está segura? Porque yo no veo ningún anillo en su dedo, ni de compromiso mucho menos de matrimonio. —No salgo con ellos, por seguridad. —Comienzo a pensar qué solo son excusas. En el camino, Damián la llamaba insistentemente. Timbraba un par de veces y luego pasaba a buzón de mensajes. —¿Dónde se metió esta mujercita? Activó el rastreo por medio de su teléfono al de Isabella, y en unos instantes obtuvo su ubicación. —Vamos, ya sé dónde está — dijo mostrándole el lugar a su chófer. —No tengo por qué darle ninguna explicación, será mejor que me marche, con permiso — Isabella dijo
Damián abandonó la habitación, e Isabella cerró la puerta con seguro, aunque sabía que era inútil. No esperaba un trato cariñoso de alguien que no siente nada por ella, pero tampoco justifica la forma en que la trató. Tomó asiento en el suave colchón, cubriéndose de nuevo con la bata. Respiró varias veces para intentar recuperar la calma. —Cuánta razón tuve al creer que no existe el amor con finales felices, esos son cuentos de hadas, pero esto, sobrepasó mis límites — las lágrimas resbalaban por sus mejillas, las secaba con rapidez— Damián me trató como a una ... por culpa de un aparecido que ni conozco, mucho menos para siquiera considerarlo. Podrá ser un gran genio para los negocios, pero carece de empatía. ¡No entiendo como se atrevió a tanto! ¡es un patán!. Piensa que todos somos piezas en su tablero de ajedrez, que puede mover a su antojo, ¡pero voy a demostrarle que conmigo, se equivocó! Se puso de pie y caminó rumbo al baño. Miró su reflejo en el espejo, se sintió patética
Unos momentos después, Andres, el chófer de Damián, lo buscó para informarle que había visto a Isabella nadando en la playa cercana a la mansión. Damián agradeció y fue directo en su búsqueda. Al llegar, la pudo ver tomando el sol bajo una silla de playa. Traía un traje de baño de dos piezas, bastante llamativo, aunque algo conservador para su gusto. Dejaba a la imaginación sus atributos femeninos, que atrajeron su vista. Luego de observarla por unos instantes sin que ella se diera cuenta, se acercó y le habló: —Señorita Isabella, la estaba buscando, necesitamos hablar. Ella se levantó algo sorprendida, y lo miró con seriedad. —Señor Betancourt, mientras nos tratemos con respeto, no hay problema — le respondió con una actitud cortante. —Bueno, quería decirle que... ya que no vamos a permanecer mucho tiempo aquí, de hecho volveremos en dos días, deberíamos consumar el matrimonio, y asegurar a nuestro heredero. —¡Vaya! ¿por qué será que eso no me sorprende? Estaría raro en us
En su nueva habitación, Isabella guardaba sus objetos personales en su lugar. Quedó maravillada ante la opulencia de aquel sitio: la habitación era casi del mismo tamaño del pequeño departamento en el cual habitaba con su madre, la cama de dos plazas cubierta de sábanas de colores claros, al igual que la pintura de las paredes, parecía todo haber sido remodelado recientemente, tenía todas la comodidades necesarias. Además pudo apreciar que tras los enormes ventanales, había un gran balcón cuya vista daba al inmenso mar. —Es un sitio muy hermoso, mamá estaría muy feliz viviendo aquí, deberías preguntarle a mi esposo si puedo traerla— se extrañó por sus palabras — Bueno, después de todo es su hogar, no el mío, así que es normal que se lo pregunte... supongo. Mejor llamaré a mamá para decirle dónde estoy y saber cómo está ella. Así lo hizo, y pasaron largas horas hablando, Isabella le comentó lo sucedido y su madre la ánimo a tomar las cosas con calma. Antes de finalizar, Isabella le
Por su parte, Damián se despidió de su madre y salió de la mansión. Abordó su auto y fue rumbo a la suya. Unos minutos antes de llegar, se desvió del camino y fue a una playa cercana donde solía disfrutar de los encuentros con su amada. Sentía que la extrañaba, pero más que nada, quería dejar de lado aquella sensación de infidelidad hacia ella que lo embargaba. Bien podía aceptar la sugerencia de su esposa para la inseminación artificial, pero su orgullo de hombre se lo impedía.Miraba hacia el mar, perdido en sus pensamientos, cuando una llamada lo interrumpió: al contestar sintió que su corazón se saltaba un latido. Era su amada quien llamaba. Contestó de inmediato, y escuchó la dulce y melancólica voz de ella al otro lado de la línea.—Damián, mi amor, ¿cómo estás?Se mantuvo en silencio, aunque la emoción de escucharla lo carcomía.—Creo que estoy siendo inoportuna, así que te llamaré después — prosiguió la mujer dispuesta a colgar.—Mi reina, no cuelgues por favor — le habló— la
Al día siguiente, Isabella se levantó temprano. Fue a la cocina a ayudar a servir el desayuno para su esposo, pero, para su sorpresa, él ya se había marchado. Esta situación le pareció extraña. Aún así, en los siguientes días, cada mañana después que ella volvía del comedor, hallaba una flor distinta con una nueva nota, cada vez más romántica, allí estaba escrito bellas palabras que solo un enamorado le dedicaría a su musa. Una mañana ella fue como de costumbre a ayudar, y cuando se sirvió la comida, vio que Adelaida tomaba su plato, lo colocaba en una bandeja y se lo llevaba de la cocina hacia el comedor. —Señora Isabella, el señor la espera para tomar juntos el desayuno. Ella asintió y la siguió hacia el comedor. Allí, vestido con ropa informal, y con una expresión serena, la esperaba Damián. La saludó con un beso en la mejilla, y la ayudó a sentarse. —Bienvenida, esposa, espero que no le moleste compartir la mesa conmigo. Su expresión pasó de seria a risueña. Isabella esta
La mañana del día siguiente, Ashley arribó a la mansión. Veía vestida de manera casual, pero elegante. Apenas llegó le pidió a Adelaida que le avisará a Isabella que ella la estaba buscando. Al enterarse, Isabella se puso algo inquieta, se preparó para recibir a su suegra. Ella la esperaba en la sala, al verla bajar la saludó con mucho cariño. —Mi niña, ¿cómo has estado? Espero que bien, ¿cómo te trata mi hijo? —Bienvenida, señora, estoy bien, gracias, y en cuanto a mi esposo, estamos tratando de llevarnos mejor. Ashley paso todo el día acompañando a su nuera, muy feliz de conocerla, cada vez le agradaba más que ella esté con su hijo. Por la noche se despidió y volvió a su hogar, su esposo Harold le preguntó por ella. —Considero que aún van muy lento, creo que necesitan ayuda. —Cariño, déjalos que su relación aflore, te garantizo que terminaran enamorándose. —Eres una soñadora, deberías ser más práctica, cariño. Les daré plazo de dos meses. ¿De acuerdo? —No tengo idea lo que