A toda prisa recorre los pasillos un hombre alto, de buen parecer, su piel bronceada; con sus aguda mirada explorar rápidamente el entorno, en medio del pasillo ve salir a una mujer de una de las habitaciones, con la cual choca sin poder evitarlo, apenas se disculpa y continúa su camino.
A punto de ingresar a una de las habitaciones, una mujer mayor lo detiene antes que abra la puerta.
—¿Sucedió algo malo, madre?
—Hijo, tu padre sufrió un accidente, y ha perdido mucha sangre, ya están buscando las pintas que se necesitan para su intervención, en este momento está en el quirófano, solo nos queda esperar.
—Bien, esperaremos.
Ambos se dirigen a la sala de espera. Llevan esperando alrededor de un par de horas, un médico sale en su búsqueda.
—¿Parientes del Sr. Román Montemayor?
El hombre y la señora mayor se ponen de pie.
—Es mi padre, doctor, ¿como salió la operación?
—Sígame por favor.
Los dos fueron detrás del médico rumbo a un consultorio. Los invito a tomar asiento, y les explicó la situación.
—Es un verdadero milagro que el señor Montemayor aún permanezca con vida. No sabré decirles con exactitud si se recuperará del todo, pero haremos lo posible. Pero quería decirles que va a requerir más pintas de sangre, y al tener un tipo especial, es bastante difícil encontrarla.
—Puedo donar la mía— se ofreció el hombre
—¿Sabe su tipo de sangre? Si es él mismo de su padre, podremos obtener una pinta de usted para ayudarlo.
—De acuerdo, éste es mi tipo de sangre —el hombre extiende una tarjeta al galeno, quien después de leerla, levanta la vista, interrogante.
—Joven Montemayor, ¿está seguro de su tipo de sangre? Porque lamento informarle que de acuerdo a esto es imposible que usted pueda ser donador para su padre.
La mujer a lado del hombre se pone muy nerviosa, y palidece ante la afirmación del médico.
—Le pido sea más especifico, doctor.
—Ustedes dos son incompatibles, son dos tipos de sangre completamente diferentes.
El hombre voltea la mirada hacia la mujer mayor a su lado, está trata de controlar sus emociones antes de hablarle.
—Christian, hijo, tengo algo que decirte, podríamos ... ¿salir y hablarlo?
—Entiendo doctor — habló sin dejar de mirar a su madre con gesto interrogante— moveré todos mis contactos hasta hallar un donante compatible con mi padre, por favor manténgame informado de su evolución, con permiso.
Se levantó de su silla, y salió, detrás de él, su madre con mirada suplicante lo seguía.
—Hijo, yo ... tengo algo que decirte.
Christian caminó directo a las afueras de la Clínica, allí se detuvo junto a una banca, y volteó la mirada a su madre. Le indicó para que ella se sentará y quedó de pie frente a ella.
—Madre, soy todo oídos.
La mujer bastante nerviosa comenzó su relato:
—Lamento haberte ocultado todo hasta ahora, hijo pero quiero que sepas que todo lo hice por protegerte.
—¿A que se refiere, madre, protegerme de que o de quién?
— De ... de tu verdadero padre, Román no lo es.
—Necesito saber la historia completa para comprenderlo todo, madre.
Madeline Montemayor temía que este día llegará, pero por más que intentó mantenerlo oculto, se volvió inevitable.
—Hijo, yo ... te diré todo desde el principio, por favor no me malinterpretes. Para empezar mi nombre real no es Madeline ... no necesitas saber mi identidad anterior. Cuando yo tenía 19 años, conocí a tu padre biológico, yo iniciaba mis estudios para ser enfermera, él llevaba dos años estudiando en la misma universidad a la cual ingresé, quería ser médico cirujano. Fue amor a primera vista, ¿quien no se enamoraría de un hombre tan atractivo?. Salimos por un par de años, pero comenzamos a distanciarnos por la carga enorme de responsabilidades en nuestras respectivas carreras. Al finalizar el cuatro semestre, nos sentamos a charlar sobre nuestra situación. Inesperadamente, él me propuso matrimonio, y yo acepté, aunque ninguno de los dos terminábamos nuestras carreras. Nos casamos enseguida y comenzamos a convivir cerca del campus. El prometió presentarme a su familia, pero siempre tenía la excusa que estábamos demasiado ocupados para viajar y ellos vivían muy lejos, en otra cuidad. Yo me cuidaba para no salir embarazada, pero, ningún método es cien por ciento seguro, entonces a los 6 meses comencé con los síntomas del embarazo. Fui a un chequeo médico sin decírselo , y me confirmaron mi estado. Estaba feliz pero preocupada a la vez, así que me alistaba para decírselo sin que eso fuera un impedimento para continuar estudiando. Incluso pensé abandonar la carrera y dedicarme a cuidarte y apoyarlo para que culmine la suya.
La noche en que tenía todo listo para decírselo, no volvió hasta las 11. Cuando llegó, parecía otro: su semblante era taciturno, un aura oscura y peligrosa lo envolvía. Cambió su manera de ser conmigo, se volvió huraño e intransigente, se molestaba hasta por lo más mínimo. Traté de hablar con él, pero me dijo que estaba así por la dificultad de su carrera.
Una semana después recibí la primera sorpresa desagradable: una mujer mayor, de apariencia ostentosa me visitó en el departamento donde habitabamos. Me presenté y ella me miró con desdén.
—No puedo creer lo bajo que ha caído mi hijo, mira que contraer matrimonio con una mujer tan insignificante como tú. Pero vine a solucionarlo todo de una vez por todas, aquí tienes el acuerdo de divorcio, debes firmarlo de inmediato.
Me negué rotundamente, le dije que no lo haría a menos que tu padre me lo pidiera, aún confiaba en que él no lo permitiría, no sabía lo equivocada que estaba. Aquella mujer no se movió del sitio hasta que él llegó.
—Madre, ¿qué hace usted aquí? le dije que yo solucionaría esta situación, no debería haber venido.
—Aquí están los papeles que esta mujercita se niega a firmar, que lo haga y nos veremos en casa.
Dejó los documentos sobre la mesa y salió.
—Lamento la actitud de mi madre, pero ... tiene razón, lo nuestro fue un error, así que será mejor que firmes estos papeles antes que sea demasiado tarde.
—¿A qué te refieres con que sea tarde? ¡por qué quieres separarte de mi, se supone que nos casamos por amor!
—Lo hice por contrariar a mis padres, tu me gustas y mucho, pero, yo ya estoy comprometido con otra mujer y cuando la volví a ver me di cuenta que es ella a quien amo, lo siento de verdad.
Sentí las lágrimas calientes recorrer mis mejillas. Recordé lo de mi estado, y estuve a punto de decírselo, cuando una jovencita de apenas 15 o 16 años irrumpió en el departamento.
—¡Cínico mentiroso!, me dijiste que me amabas y que te presentarias con mis padres, ya casi no puedo ocultar el embarazo, ahora sé por qué no lo hacías, ¡tenías una mujer a tu lado!
Él la miró con furia reprimida, me dejó los papeles sobre la mesa, ordenandome que los firmara. Agarró a la muchacha del brazo y junto a un hombre desconocido se la llevó. Decidí seguirlo, y esa decisión fue la mejor, porque lo que me esperaba después era la diferencia entre la vida y la muerte.
—Los seguí sin que me vieran, apenas salieron del conjunto de departamentos, la muchacha iba discutiendo. Mi llamado esposo hizo un ademán y el hombre a su lado le entregó un pañuelo que fue inmediatamente colocado en el rostro de la jovencita, lo que la aletargó y ella siguió caminando a su lado como una muñeca sin voluntad. La llevaron a un callejón apartado, y una vez allí, vi a aquel hombre sacar un frasco de pastillas, y entregárselo a él, quien tomó algunas de ellas y obligó a la jovencita a tomársela mientras le decía: —¡No admitiré bastardos en mi vida, y tampoco volverás a molestarme nunca más!. De todos modos, nadie va a extrañarte, niñita. No supe que más sucedió, decidí volver a toda prisa al departamento, firmé los papeles dejándolos sobre la mesa, tomé algunas de mis pertenencias, lo que pude guardar en esos momentos en mi mochila, y salí corriendo. Iba a tomar el ascensor cuando lo ví salir de allí, me di media vuelta y bajé corriendo las escaleras para evitar que me
Al pasar de los días, Karla fue aliviandose mejor de lo que esperaba. Aquella medicina la ayudó a estabilizar su salud y a desacelerar el crecimiento de su corazón. Logró salir de la Clínica un par de días antes de la boda.El día señalado, cuando todo estuvo listo. La hora se aproximaba, y Demián se preparaba para asistir al registro civil para concretar el matrimonio. Vistió un traje negro de tres piezas, que hacía juego con su expresión fría y seria.A pesar de haber aceptado este compromiso, se sentía insatisfecho. No tenía buenas expectativas sobre este, pues no se casaría con el amor de su vida.—Únicamente un año, un año pasa rápido — se decía a sí mismo, tratando de seguir con el plan.Cuando estuvo listo, viajó desde la mansión en la cual vivían sus padres hasta el registro, donde los pocos que fueron invitados aguardaban su llegada y la de la novia.Por otro lado, Isabella ya se hallaba lista, mirándose al espejo, se animaba una y otra vez para convencerse de que es lo mejor
Una vez que los novios partieron, Harold junto a su esposa agradeciendo la presencia a los invitados, quienes comenzaron a marcharse. Karla también tomó sus pertenencias y se dispuso a salir.—Cariño, esperaremos las buenas noticias de parte de esos dos—dijo Harold abrazando a su esposa, pero se vio interrumpido por el sonido de su teléfono. —En unos minutos estoy allá — apenas respondió y cerró la llamada. —¿Volverás a la oficina? Siempre tan adicto al trabajo, y Damián es igual, pobre Isabella, lo que le espera. —Calma, amor mío, te veré en la noche, despídeme de todos. Harold salió a toda prisa, y fue directo al edificio de la Farmacéutica. Karla se aproximó a Ashley apenas el esposo de esta se alejó, para también despedirse. —Señora Torres, por favor, no se retire aún, me gustaría conversar con usted sobre nuestros hijos, para saber que posibilidad hay de que ellos se entiendan, por supuesto si no está de apuro. —No tengo planeado hacer nada así que está bien, veamos
De nuevo en el bar. —Hermosa señorita, permítame presentarme, mi nombre es Alexander, ¿podría decirme el suyo? —Lo siento, pero no ... no estoy interesada en conocer a nadie, únicamente vine de visita a este lugar. —Bueno, yo conozco toda esta playa, podría llevarla a conocer todos los lugares que guste. —No quería sonar grosera, pero es preferible que no, además, soy una mujer casada. —¿Está segura? Porque yo no veo ningún anillo en su dedo, ni de compromiso mucho menos de matrimonio. —No salgo con ellos, por seguridad. —Comienzo a pensar qué solo son excusas. En el camino, Damián la llamaba insistentemente. Timbraba un par de veces y luego pasaba a buzón de mensajes. —¿Dónde se metió esta mujercita? Activó el rastreo por medio de su teléfono al de Isabella, y en unos instantes obtuvo su ubicación. —Vamos, ya sé dónde está — dijo mostrándole el lugar a su chófer. —No tengo por qué darle ninguna explicación, será mejor que me marche, con permiso — Isabella dijo
Damián abandonó la habitación, e Isabella cerró la puerta con seguro, aunque sabía que era inútil. No esperaba un trato cariñoso de alguien que no siente nada por ella, pero tampoco justifica la forma en que la trató. Tomó asiento en el suave colchón, cubriéndose de nuevo con la bata. Respiró varias veces para intentar recuperar la calma. —Cuánta razón tuve al creer que no existe el amor con finales felices, esos son cuentos de hadas, pero esto, sobrepasó mis límites — las lágrimas resbalaban por sus mejillas, las secaba con rapidez— Damián me trató como a una ... por culpa de un aparecido que ni conozco, mucho menos para siquiera considerarlo. Podrá ser un gran genio para los negocios, pero carece de empatía. ¡No entiendo como se atrevió a tanto! ¡es un patán!. Piensa que todos somos piezas en su tablero de ajedrez, que puede mover a su antojo, ¡pero voy a demostrarle que conmigo, se equivocó! Se puso de pie y caminó rumbo al baño. Miró su reflejo en el espejo, se sintió patética
Unos momentos después, Andres, el chófer de Damián, lo buscó para informarle que había visto a Isabella nadando en la playa cercana a la mansión. Damián agradeció y fue directo en su búsqueda. Al llegar, la pudo ver tomando el sol bajo una silla de playa. Traía un traje de baño de dos piezas, bastante llamativo, aunque algo conservador para su gusto. Dejaba a la imaginación sus atributos femeninos, que atrajeron su vista. Luego de observarla por unos instantes sin que ella se diera cuenta, se acercó y le habló: —Señorita Isabella, la estaba buscando, necesitamos hablar. Ella se levantó algo sorprendida, y lo miró con seriedad. —Señor Betancourt, mientras nos tratemos con respeto, no hay problema — le respondió con una actitud cortante. —Bueno, quería decirle que... ya que no vamos a permanecer mucho tiempo aquí, de hecho volveremos en dos días, deberíamos consumar el matrimonio, y asegurar a nuestro heredero. —¡Vaya! ¿por qué será que eso no me sorprende? Estaría raro en us
En su nueva habitación, Isabella guardaba sus objetos personales en su lugar. Quedó maravillada ante la opulencia de aquel sitio: la habitación era casi del mismo tamaño del pequeño departamento en el cual habitaba con su madre, la cama de dos plazas cubierta de sábanas de colores claros, al igual que la pintura de las paredes, parecía todo haber sido remodelado recientemente, tenía todas la comodidades necesarias. Además pudo apreciar que tras los enormes ventanales, había un gran balcón cuya vista daba al inmenso mar. —Es un sitio muy hermoso, mamá estaría muy feliz viviendo aquí, deberías preguntarle a mi esposo si puedo traerla— se extrañó por sus palabras — Bueno, después de todo es su hogar, no el mío, así que es normal que se lo pregunte... supongo. Mejor llamaré a mamá para decirle dónde estoy y saber cómo está ella. Así lo hizo, y pasaron largas horas hablando, Isabella le comentó lo sucedido y su madre la ánimo a tomar las cosas con calma. Antes de finalizar, Isabella le
Por su parte, Damián se despidió de su madre y salió de la mansión. Abordó su auto y fue rumbo a la suya. Unos minutos antes de llegar, se desvió del camino y fue a una playa cercana donde solía disfrutar de los encuentros con su amada. Sentía que la extrañaba, pero más que nada, quería dejar de lado aquella sensación de infidelidad hacia ella que lo embargaba. Bien podía aceptar la sugerencia de su esposa para la inseminación artificial, pero su orgullo de hombre se lo impedía.Miraba hacia el mar, perdido en sus pensamientos, cuando una llamada lo interrumpió: al contestar sintió que su corazón se saltaba un latido. Era su amada quien llamaba. Contestó de inmediato, y escuchó la dulce y melancólica voz de ella al otro lado de la línea.—Damián, mi amor, ¿cómo estás?Se mantuvo en silencio, aunque la emoción de escucharla lo carcomía.—Creo que estoy siendo inoportuna, así que te llamaré después — prosiguió la mujer dispuesta a colgar.—Mi reina, no cuelgues por favor — le habló— la