Cap. 4: Caminos cruzados

Una vez en su hogar, Isabela trató de descansar, pero el sueño, junto con el hambre, se esfumaron dando paso a la inquietud y la preocupación.

  Pasó el resto de la noche dando vueltas en su cama, meditando como sería su vida en adelante: ella no tenía planes de contraer matrimonio, pues, desde que tiene memoria, vió sufrir a su madre por la forma tan cruel que su padre la trataba y la rechazaba a ella como hija.

  Nunca entendió por qué, a pesar de ser su hija biológica, no recibió el amor de su padre, hasta que él por su propia decisión las abandonó cuando ella tenía 5 años. Por eso decidió llevar una vida libre de las ataduras matrimoniales, pero los últimos sucesos cambiaron todos sus planes de vida.

  Su prioridad ahora era su madre, verla recuperarse y rogar que aquella medicina fuera lo suficientemente efectiva para que ella se mantuviera más tiempo con vida.

  De vuelta en su mansión, Harold fue recibido por su adorada esposa, Ashley.

  —Cariño, es demasiado tarde, pensé que algo malo te sucedió, como ni siquiera contestabas tu teléfono — habló amorosamente la mujer mientras recibía a su esposo con los brazos abiertos.

  — No hay de que preocuparse, cariño, todo está listo y pronto veremos a nuestro hijo formar un hogar, heredarlo todo y podré retirarme para disfrutar de nuestra vida juntos.

  —¿Qué estas diciendo? ¿Acaso aceptaste su compromiso con Charlotte? No me parece una buena mujer, pero de ser así.

  —Claro que no, cariño, tu sabes perfectamente que ella no es la adecuada para nuestro hijo. Pero tenía pensado en que estaría mejor con una mujer diferente, dispuesta a todo por su familia, que no es interesada, una muchacha trabajadora. Y ella está de acuerdo, así que en pocos días ellos se casarán.

  —¿Te has vuelto loco? ¿Y quien en su sano juicio acepta tal propuesta?¿ Qué métodos usaste para obligar a alguien a acceder?

  —No te alteres querida, nadie esta siendo obligado, ambos están de acuerdo. Ya va siendo hora que esta casa se inunde de las risas de nuestros nietos, y al paso de Damián va, moriremos de viejos. Así que solo le estoy dando un empujón, no seas dramática, cariño. Tómalo con calma.

  —No sé quién está mal si tú o nuestro hijo, espero que no se arrepienta de esta decisión, casarse con alguien que no conoce.

  —Cariño, tu y yo nos conocimos una semana antes de casarnos, y somos inmensamente felices. Dale crédito a nuestro hijo, puede resultar de la misma manera, quien sabe.

  —Todo es posible. Espero no se equivoquen.

  —Debo hablar con él para decirle que todo está listo.

  —Aún no ha regresado, y seguro no lo hará hasta el día de mañana. Así que será mejor descansar, luego se lo dirás todo.

  Al día siguiente, por la madrugada, Damián se despertó mirando a la mujer que yacía a su lado. Su respiración entrecortada, algunas lágrimas cristalizadas entre sus largas pestañas y su cabello alborotado que cubría toda la almohada, le daban un aspecto lamentable. Se levantó con cuidado, depositando un suave beso en su frente, y fue a preparar la tina. Una vez lista, la despertó con suavidad y la llevó para tomar un baño juntos.

  —Tú vuelo sale a las 8, será mejor que te prepares cariño.

  —Deseaba con el alma que este día no llegara, pero es inevitable. Recuerda tu promesa, amado mío.

  Una hora antes del vuelo, abordaron el auto de Damián y fueron rumbo al aeropuerto. Se despidieron con tristeza y Damián fue directo a su hogar, su madre lo había llamado durante toda la noche pidiéndole volver a primera hora.

  Isabela se levantó pesarosa por otra noche más de insomnio. Se animó a sí misma, para alimentarse, no quería verse mal, ya que debía pasar por la Clínica donde se hallaba su madre para saber de su condición antes de volver al trabajo. A pesar que Harold le había dicho que podía tomarse los días libres que quisiera, aún le quedaban un par de informes por enviar. Así que se alistó, desayunó y salió rumbo a la Clínica. 

  Se bajó del autobús unas cuadras antes de llegar, para pasar por una panadería, quería llevarle un brownie a su madre para dárselo, aunque no sabía si se lo permitirían. Al salir e intentar cruzar la calle, iba absorta en sus pensamientos que no se fijó si habían autos antes de hacerlo. El rechinar de las llantas de uno la volvió a la realidad, de él se bajó un hombre de su edad, alto, de piel clara, con un cuerpo atlético, su cabello castaño, en lo que ella más se fijó fue en sus ojos color ámbar, que la miraban con furia.

  — Señorita, debería fijarse antes de cruzar, ¿o acaso no aprecia su vida? No quisiera cargar con un muerto en la conciencia, ¡así que la próxima tenga más cuidado! 

  Ella asintió y se disculpó retomando su camino. El hombre volvió a su auto y arrancó para continuar el suyo.

  Damián llegó unos minutos después a la mansión donde vivía con sus padres. Ambos lo esperaban en la sala. 

  —Hijo mio, que bueno verte — saludó su madre — tu padre tiene algo que decirte, por eso te estábamos esperando. 

  —Padre, madre ...

  —Tú boda es un hecho, y la futura novia está de acuerdo. Como lo planteamos, firmó un contrato para un año, conoces las cláusulas, espero las puedan cumplir. Y no olvides entregarle el acuerdo prenupcial.

  —Mi asistente está a cargo de todo, solo fijen el día y la hora y estaré allí. Espero que todo esto lo deje satisfecho.

  —Por supuesto, deseo que todo salga de maravilla. Es hora que sientes cabeza, todo es por tu bien, ya lo verás.

  Isabela arribó a la Clínica. Allí fue directo a la habitación dónde se hallaba su madre, quien dormía profundamente. 

  —Aún tardará en despertar, puede permanecer aquí unos pocos minutos, nada más, todavía su condición es delicada— le dijo una enfermera encargada de revisarle los signos vitales.

  —Entiendo, muchas gracias.

  Permaneció alrededor de 10 minutos, se despidió de su madre dándole un delicado beso en la mejilla, y salió rumbo a la sala de espera. 

  Atravesando el pasillo a toda prisa, un hombre alto impactó contra ella. Elevó su mirada, y se cruzó con un par de ojos serenos de color marrón. Se miraron unos instantes, el hombre se disculpó y continuó su camino sin mirar atrás. 

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