Una vez en su hogar, Isabela trató de descansar, pero el sueño, junto con el hambre, se esfumaron dando paso a la inquietud y la preocupación.
Pasó el resto de la noche dando vueltas en su cama, meditando como sería su vida en adelante: ella no tenía planes de contraer matrimonio, pues, desde que tiene memoria, vió sufrir a su madre por la forma tan cruel que su padre la trataba y la rechazaba a ella como hija.
Nunca entendió por qué, a pesar de ser su hija biológica, no recibió el amor de su padre, hasta que él por su propia decisión las abandonó cuando ella tenía 5 años. Por eso decidió llevar una vida libre de las ataduras matrimoniales, pero los últimos sucesos cambiaron todos sus planes de vida.
Su prioridad ahora era su madre, verla recuperarse y rogar que aquella medicina fuera lo suficientemente efectiva para que ella se mantuviera más tiempo con vida.
De vuelta en su mansión, Harold fue recibido por su adorada esposa, Ashley.
—Cariño, es demasiado tarde, pensé que algo malo te sucedió, como ni siquiera contestabas tu teléfono — habló amorosamente la mujer mientras recibía a su esposo con los brazos abiertos.
— No hay de que preocuparse, cariño, todo está listo y pronto veremos a nuestro hijo formar un hogar, heredarlo todo y podré retirarme para disfrutar de nuestra vida juntos.
—¿Qué estas diciendo? ¿Acaso aceptaste su compromiso con Charlotte? No me parece una buena mujer, pero de ser así.
—Claro que no, cariño, tu sabes perfectamente que ella no es la adecuada para nuestro hijo. Pero tenía pensado en que estaría mejor con una mujer diferente, dispuesta a todo por su familia, que no es interesada, una muchacha trabajadora. Y ella está de acuerdo, así que en pocos días ellos se casarán.
—¿Te has vuelto loco? ¿Y quien en su sano juicio acepta tal propuesta?¿ Qué métodos usaste para obligar a alguien a acceder?
—No te alteres querida, nadie esta siendo obligado, ambos están de acuerdo. Ya va siendo hora que esta casa se inunde de las risas de nuestros nietos, y al paso de Damián va, moriremos de viejos. Así que solo le estoy dando un empujón, no seas dramática, cariño. Tómalo con calma.
—No sé quién está mal si tú o nuestro hijo, espero que no se arrepienta de esta decisión, casarse con alguien que no conoce.
—Cariño, tu y yo nos conocimos una semana antes de casarnos, y somos inmensamente felices. Dale crédito a nuestro hijo, puede resultar de la misma manera, quien sabe.
—Todo es posible. Espero no se equivoquen.
—Debo hablar con él para decirle que todo está listo.
—Aún no ha regresado, y seguro no lo hará hasta el día de mañana. Así que será mejor descansar, luego se lo dirás todo.
Al día siguiente, por la madrugada, Damián se despertó mirando a la mujer que yacía a su lado. Su respiración entrecortada, algunas lágrimas cristalizadas entre sus largas pestañas y su cabello alborotado que cubría toda la almohada, le daban un aspecto lamentable. Se levantó con cuidado, depositando un suave beso en su frente, y fue a preparar la tina. Una vez lista, la despertó con suavidad y la llevó para tomar un baño juntos.
—Tú vuelo sale a las 8, será mejor que te prepares cariño.
—Deseaba con el alma que este día no llegara, pero es inevitable. Recuerda tu promesa, amado mío.
Una hora antes del vuelo, abordaron el auto de Damián y fueron rumbo al aeropuerto. Se despidieron con tristeza y Damián fue directo a su hogar, su madre lo había llamado durante toda la noche pidiéndole volver a primera hora.
Isabela se levantó pesarosa por otra noche más de insomnio. Se animó a sí misma, para alimentarse, no quería verse mal, ya que debía pasar por la Clínica donde se hallaba su madre para saber de su condición antes de volver al trabajo. A pesar que Harold le había dicho que podía tomarse los días libres que quisiera, aún le quedaban un par de informes por enviar. Así que se alistó, desayunó y salió rumbo a la Clínica.
Se bajó del autobús unas cuadras antes de llegar, para pasar por una panadería, quería llevarle un brownie a su madre para dárselo, aunque no sabía si se lo permitirían. Al salir e intentar cruzar la calle, iba absorta en sus pensamientos que no se fijó si habían autos antes de hacerlo. El rechinar de las llantas de uno la volvió a la realidad, de él se bajó un hombre de su edad, alto, de piel clara, con un cuerpo atlético, su cabello castaño, en lo que ella más se fijó fue en sus ojos color ámbar, que la miraban con furia.
— Señorita, debería fijarse antes de cruzar, ¿o acaso no aprecia su vida? No quisiera cargar con un muerto en la conciencia, ¡así que la próxima tenga más cuidado!
Ella asintió y se disculpó retomando su camino. El hombre volvió a su auto y arrancó para continuar el suyo.
Damián llegó unos minutos después a la mansión donde vivía con sus padres. Ambos lo esperaban en la sala.
—Hijo mio, que bueno verte — saludó su madre — tu padre tiene algo que decirte, por eso te estábamos esperando.
—Padre, madre ...
—Tú boda es un hecho, y la futura novia está de acuerdo. Como lo planteamos, firmó un contrato para un año, conoces las cláusulas, espero las puedan cumplir. Y no olvides entregarle el acuerdo prenupcial.
—Mi asistente está a cargo de todo, solo fijen el día y la hora y estaré allí. Espero que todo esto lo deje satisfecho.
—Por supuesto, deseo que todo salga de maravilla. Es hora que sientes cabeza, todo es por tu bien, ya lo verás.
Isabela arribó a la Clínica. Allí fue directo a la habitación dónde se hallaba su madre, quien dormía profundamente.
—Aún tardará en despertar, puede permanecer aquí unos pocos minutos, nada más, todavía su condición es delicada— le dijo una enfermera encargada de revisarle los signos vitales.
—Entiendo, muchas gracias.
Permaneció alrededor de 10 minutos, se despidió de su madre dándole un delicado beso en la mejilla, y salió rumbo a la sala de espera.
Atravesando el pasillo a toda prisa, un hombre alto impactó contra ella. Elevó su mirada, y se cruzó con un par de ojos serenos de color marrón. Se miraron unos instantes, el hombre se disculpó y continuó su camino sin mirar atrás.
A toda prisa recorre los pasillos un hombre alto, de buen parecer, su piel bronceada; con sus aguda mirada explorar rápidamente el entorno, en medio del pasillo ve salir a una mujer de una de las habitaciones, con la cual choca sin poder evitarlo, apenas se disculpa y continúa su camino. A punto de ingresar a una de las habitaciones, una mujer mayor lo detiene antes que abra la puerta. —¿Sucedió algo malo, madre? —Hijo, tu padre sufrió un accidente, y ha perdido mucha sangre, ya están buscando las pintas que se necesitan para su intervención, en este momento está en el quirófano, solo nos queda esperar. —Bien, esperaremos. Ambos se dirigen a la sala de espera. Llevan esperando alrededor de un par de horas, un médico sale en su búsqueda. —¿Parientes del Sr. Román Montemayor? El hombre y la señora mayor se ponen de pie. —Es mi padre, doctor, ¿como salió la operación? —Sígame por favor. Los dos fueron detrás del médico rumbo a un consultorio. Los invito a tomar asien
—Los seguí sin que me vieran, apenas salieron del conjunto de departamentos, la muchacha iba discutiendo. Mi llamado esposo hizo un ademán y el hombre a su lado le entregó un pañuelo que fue inmediatamente colocado en el rostro de la jovencita, lo que la aletargó y ella siguió caminando a su lado como una muñeca sin voluntad. La llevaron a un callejón apartado, y una vez allí, vi a aquel hombre sacar un frasco de pastillas, y entregárselo a él, quien tomó algunas de ellas y obligó a la jovencita a tomársela mientras le decía: —¡No admitiré bastardos en mi vida, y tampoco volverás a molestarme nunca más!. De todos modos, nadie va a extrañarte, niñita. No supe que más sucedió, decidí volver a toda prisa al departamento, firmé los papeles dejándolos sobre la mesa, tomé algunas de mis pertenencias, lo que pude guardar en esos momentos en mi mochila, y salí corriendo. Iba a tomar el ascensor cuando lo ví salir de allí, me di media vuelta y bajé corriendo las escaleras para evitar que me
Al pasar de los días, Karla fue aliviandose mejor de lo que esperaba. Aquella medicina la ayudó a estabilizar su salud y a desacelerar el crecimiento de su corazón. Logró salir de la Clínica un par de días antes de la boda.El día señalado, cuando todo estuvo listo. La hora se aproximaba, y Demián se preparaba para asistir al registro civil para concretar el matrimonio. Vistió un traje negro de tres piezas, que hacía juego con su expresión fría y seria.A pesar de haber aceptado este compromiso, se sentía insatisfecho. No tenía buenas expectativas sobre este, pues no se casaría con el amor de su vida.—Únicamente un año, un año pasa rápido — se decía a sí mismo, tratando de seguir con el plan.Cuando estuvo listo, viajó desde la mansión en la cual vivían sus padres hasta el registro, donde los pocos que fueron invitados aguardaban su llegada y la de la novia.Por otro lado, Isabella ya se hallaba lista, mirándose al espejo, se animaba una y otra vez para convencerse de que es lo mejor
Una vez que los novios partieron, Harold junto a su esposa agradeciendo la presencia a los invitados, quienes comenzaron a marcharse. Karla también tomó sus pertenencias y se dispuso a salir.—Cariño, esperaremos las buenas noticias de parte de esos dos—dijo Harold abrazando a su esposa, pero se vio interrumpido por el sonido de su teléfono. —En unos minutos estoy allá — apenas respondió y cerró la llamada. —¿Volverás a la oficina? Siempre tan adicto al trabajo, y Damián es igual, pobre Isabella, lo que le espera. —Calma, amor mío, te veré en la noche, despídeme de todos. Harold salió a toda prisa, y fue directo al edificio de la Farmacéutica. Karla se aproximó a Ashley apenas el esposo de esta se alejó, para también despedirse. —Señora Torres, por favor, no se retire aún, me gustaría conversar con usted sobre nuestros hijos, para saber que posibilidad hay de que ellos se entiendan, por supuesto si no está de apuro. —No tengo planeado hacer nada así que está bien, veamos
De nuevo en el bar. —Hermosa señorita, permítame presentarme, mi nombre es Alexander, ¿podría decirme el suyo? —Lo siento, pero no ... no estoy interesada en conocer a nadie, únicamente vine de visita a este lugar. —Bueno, yo conozco toda esta playa, podría llevarla a conocer todos los lugares que guste. —No quería sonar grosera, pero es preferible que no, además, soy una mujer casada. —¿Está segura? Porque yo no veo ningún anillo en su dedo, ni de compromiso mucho menos de matrimonio. —No salgo con ellos, por seguridad. —Comienzo a pensar qué solo son excusas. En el camino, Damián la llamaba insistentemente. Timbraba un par de veces y luego pasaba a buzón de mensajes. —¿Dónde se metió esta mujercita? Activó el rastreo por medio de su teléfono al de Isabella, y en unos instantes obtuvo su ubicación. —Vamos, ya sé dónde está — dijo mostrándole el lugar a su chófer. —No tengo por qué darle ninguna explicación, será mejor que me marche, con permiso — Isabella dijo
Damián abandonó la habitación, e Isabella cerró la puerta con seguro, aunque sabía que era inútil. No esperaba un trato cariñoso de alguien que no siente nada por ella, pero tampoco justifica la forma en que la trató. Tomó asiento en el suave colchón, cubriéndose de nuevo con la bata. Respiró varias veces para intentar recuperar la calma. —Cuánta razón tuve al creer que no existe el amor con finales felices, esos son cuentos de hadas, pero esto, sobrepasó mis límites — las lágrimas resbalaban por sus mejillas, las secaba con rapidez— Damián me trató como a una ... por culpa de un aparecido que ni conozco, mucho menos para siquiera considerarlo. Podrá ser un gran genio para los negocios, pero carece de empatía. ¡No entiendo como se atrevió a tanto! ¡es un patán!. Piensa que todos somos piezas en su tablero de ajedrez, que puede mover a su antojo, ¡pero voy a demostrarle que conmigo, se equivocó! Se puso de pie y caminó rumbo al baño. Miró su reflejo en el espejo, se sintió patética
Unos momentos después, Andres, el chófer de Damián, lo buscó para informarle que había visto a Isabella nadando en la playa cercana a la mansión. Damián agradeció y fue directo en su búsqueda. Al llegar, la pudo ver tomando el sol bajo una silla de playa. Traía un traje de baño de dos piezas, bastante llamativo, aunque algo conservador para su gusto. Dejaba a la imaginación sus atributos femeninos, que atrajeron su vista. Luego de observarla por unos instantes sin que ella se diera cuenta, se acercó y le habló: —Señorita Isabella, la estaba buscando, necesitamos hablar. Ella se levantó algo sorprendida, y lo miró con seriedad. —Señor Betancourt, mientras nos tratemos con respeto, no hay problema — le respondió con una actitud cortante. —Bueno, quería decirle que... ya que no vamos a permanecer mucho tiempo aquí, de hecho volveremos en dos días, deberíamos consumar el matrimonio, y asegurar a nuestro heredero. —¡Vaya! ¿por qué será que eso no me sorprende? Estaría raro en us
En su nueva habitación, Isabella guardaba sus objetos personales en su lugar. Quedó maravillada ante la opulencia de aquel sitio: la habitación era casi del mismo tamaño del pequeño departamento en el cual habitaba con su madre, la cama de dos plazas cubierta de sábanas de colores claros, al igual que la pintura de las paredes, parecía todo haber sido remodelado recientemente, tenía todas la comodidades necesarias. Además pudo apreciar que tras los enormes ventanales, había un gran balcón cuya vista daba al inmenso mar. —Es un sitio muy hermoso, mamá estaría muy feliz viviendo aquí, deberías preguntarle a mi esposo si puedo traerla— se extrañó por sus palabras — Bueno, después de todo es su hogar, no el mío, así que es normal que se lo pregunte... supongo. Mejor llamaré a mamá para decirle dónde estoy y saber cómo está ella. Así lo hizo, y pasaron largas horas hablando, Isabella le comentó lo sucedido y su madre la ánimo a tomar las cosas con calma. Antes de finalizar, Isabella le