Llegaron al hospital, ella preguntó por su madre y la enfermera le indicó donde se hallaba. Fue directo a la habitación y la vio, aún permanecía inconsciente, estaba siendo revisada por un médico, quien al ver llegar a la joven, salió y le pidió que la acompañará a su consultorio.
Isa caminó tras el médico. Al ver la cara de preocupación de este, sabía que no le tendría ninguna buena noticia.
—Señorita, voy a serle sincero, la condición de su madre es grave, su corazón continúa agrandándose, la medicina ya no tiene el efecto que debería sobre su organismo. Aún podemos hacer algo por ella, pero necesitaremos un nuevo medicamento que está por salir al mercado, casualmente es elaborado por industria P&M, y como veo que usted trabaja allí, seguro lograrán conseguirla a un precio asequible, ya que aún no se lanza al mercado y tendrá un costo relativamente alto.
—¿Tan grave es la situación, doctor?
—Se lo pongo de este modo: si no consigue ese nuevo tratamiento lo más pronto posible, cualquier día podría volver a fallar su corazón y su vida se extinguirá.
Isabela miró sin esperanzas, aun así, le respondió:
—Haré lo que está a mi alcance, solo dígame cuál es la medicina que mi madre requiere, por favor.
El médico le extendió una receta, la joven la tomó y agradeció.
—Trataré de volver con esto lo más pronto posible— dijo antes de salir.
En la sala de espera aún se hallaba la señora Lolita. La joven se aproximó a ella, y le rogó que se mantuviera cerca, que ella debía ir a conseguir el medicamento. Aprovecharía que la jefa quería que volviera, y le pediría ayuda para negociar aquella medicina.
La mujer le dijo que no se preocupara, y que fuera pronto, que ella permanecería allí hasta que volviera. La joven agradeció y salió de regreso a su trabajo.
Al llegar a la compañía, la recepcionista le informó que la jefa de recursos humanos la esperaba en su oficina.
Dio un par de toques a la puerta.
—Señora Altamirano, ¿puedo pasar?
—Adelante.
—Con permiso, ya estoy aquí, volví un poco antes porque hay un asunto que necesito tratar con usted.
—¿De qué se trata esta vez? Seguro necesitas un nuevo lote de medicinas.
—Si señora, pero esta vez ... Es de una nueva que aún no ha salido al mercado — habló la muchacha y le entregó la receta.
Amanda la examinó y miró con asombro a la joven. Se levantó de su asiento y le devolvió la receta.
—Este es un asunto en el cual no puedo ayudarla, lo siento.
—Por favor, señora, ¡es de vida o muerte para mi madre!— exclamó acongojada hasta casi derramar lágrimas.
La mujer tomó una carpeta y salió de su oficina.
—Sígueme.
Amanda la guio hasta la oficina principal del CEO. Al llegar, dio un par de golpes a la puerta.
—Señor, ¿puedo pasar?
—Adelante.
Ingresó, y tras ella, iba Isabela. El hombre, de unos 50 años aproximadamente, quien se veía bien conservado, la recibió.
—Ella es la señorita Torres, y aquí tiene su expediente. Señorita, él es el señor Harold Betancourt, el CEO de la empresa. Sobre lo que usted necesita, puede hablarlo directamente con él— volteó para entregarle la carpeta a su jefe— Si no necesita más, señor, me retiro, con permiso.
—Puede irse, gracias Amanda.
Después que la mujer salió, Isabela permaneció de pie, con la mirada hacia el frente. Harold le sonrió y la invitó a tomar asiento, mientras él examinaba su expediente.
—Señorita Torres, aquí dice que usted lleva en esta empresa alrededor de un año, postuló para el cargo de auxiliar Farmacéutica, pero está en el área de empaque. Es un trabajo bastante agotador. Usted tiene un excelente desempeño, pero ella, última semana, ha pedido permiso varias horas. Esas ausencias marcarán su expediente, y cuando solicite un nuevo empleo no le será fácil conseguirlo, lo entiende, ¿verdad?
Isabela abrió sus ojos sorprendidos, tenía temor de ser despedida.
— Permítame explicarle, señor, se trata de un asunto delicado, es por mi madre.
Harold asintió y continuó revisando los documentos.
—Aquí está escrito que usted accedió para la campaña de medicinas a bajo costo para empleados y mensualmente adquiere ciertos medicamentos. ¿Son para usted o para alguien más?
Ella no entendía el porqué de la pregunta, pero respondió.
—Es para mi madre, señor, ella tiene miocardiopatía dilatada, lo que hace que su corazón se agrande. Y de eso precisamente quería hablarle, más bien solicitar su ayuda.
Harold la miró y no dijo nada, la joven respiró y continuó.
—En estos momentos ella está hospitalizada, y su pronóstico no es nada alentador. Y requiere una nueva medicina que está siendo producida aquí y apenas va a salir a la venta. Señor, le pido por favor, ayúdeme, quiero salvar la vida de mi madre.
Harold sonrió de manera misteriosa. Miró de pies a cabeza a la joven, lo que la incomodó sobremanera.
—Aquel medicamento es bastante costoso, y ni siquiera su salario completo le alcanzaría para pagarlo, ¿cómo piensa hacerlo?
—Si me permite, trabajaría horas extra y también buscaré otra fuente de ingresos. Mi madre y yo somos de bajos recursos, y el dinero apenas alcanza para sus medicinas y lo más esencial. Así que no veo otro modo de poder pagarle.
Harold permaneció dubitativo por un instante. Finalmente, se levantó de su asiento, se acercó peligrosamente a la joven, a la vez que le decía:
—Esto es un asunto que tiene solución, podríamos llegar a un acuerdo, claro, si está interesada.
Isa lo miró con desconfianza, a la expectativa de lo que le quería proponer.
Hay un silencio sepulcral entre los dos. Harold no deja de examinarla minuciosamente. Isabela siente indignación, la mirada inquisitiva del hombre la hace sentir como una mercancía. — Entonces, señorita Torres, está interesada en escuchar lo que tengo que proponerle. — Eso depende, pero desde ya le anticipo que no aceptaré ninguna propuesta indecente, soy una mujer de principios —respondió en medio de una exhalación profunda para evitar hablar de más. Harold ríe levemente, negando con la cabeza. —No es nada de lo que usted se imagina, permítame explicárselo. Estoy decidido a jubilarme pronto, pero antes quisiera dejar todo lo que tengo en manos de mi único hijo, su nombre es Damián. Tiene más o menos su edad, así que pienso que no habrá ningún problema. —No quiero sonar impertinente, señor, pero sería mejor que llegara al punto sin rodeos. —Es usted muy directa, y no parece ser tan insegura, me agrada y veo que no me equivoque al elegirla. La verdad es que mi hijo aún es sol
Una vez en su hogar, Isabela trató de descansar, pero el sueño, junto con el hambre, se esfumaron dando paso a la inquietud y la preocupación. Pasó el resto de la noche dando vueltas en su cama, meditando como sería su vida en adelante: ella no tenía planes de contraer matrimonio, pues, desde que tiene memoria, vió sufrir a su madre por la forma tan cruel que su padre la trataba y la rechazaba a ella como hija. Nunca entendió por qué, a pesar de ser su hija biológica, no recibió el amor de su padre, hasta que él por su propia decisión las abandonó cuando ella tenía 5 años. Por eso decidió llevar una vida libre de las ataduras matrimoniales, pero los últimos sucesos cambiaron todos sus planes de vida. Su prioridad ahora era su madre, verla recuperarse y rogar que aquella medicina fuera lo suficientemente efectiva para que ella se mantuviera más tiempo con vida. De vuelta en su mansión, Harold fue recibido por su adorada esposa, Ashley. —Cariño, es demasiado tarde, pensé que a
A toda prisa recorre los pasillos un hombre alto, de buen parecer, su piel bronceada; con sus aguda mirada explorar rápidamente el entorno, en medio del pasillo ve salir a una mujer de una de las habitaciones, con la cual choca sin poder evitarlo, apenas se disculpa y continúa su camino. A punto de ingresar a una de las habitaciones, una mujer mayor lo detiene antes que abra la puerta. —¿Sucedió algo malo, madre? —Hijo, tu padre sufrió un accidente, y ha perdido mucha sangre, ya están buscando las pintas que se necesitan para su intervención, en este momento está en el quirófano, solo nos queda esperar. —Bien, esperaremos. Ambos se dirigen a la sala de espera. Llevan esperando alrededor de un par de horas, un médico sale en su búsqueda. —¿Parientes del Sr. Román Montemayor? El hombre y la señora mayor se ponen de pie. —Es mi padre, doctor, ¿como salió la operación? —Sígame por favor. Los dos fueron detrás del médico rumbo a un consultorio. Los invito a tomar asien
—Los seguí sin que me vieran, apenas salieron del conjunto de departamentos, la muchacha iba discutiendo. Mi llamado esposo hizo un ademán y el hombre a su lado le entregó un pañuelo que fue inmediatamente colocado en el rostro de la jovencita, lo que la aletargó y ella siguió caminando a su lado como una muñeca sin voluntad. La llevaron a un callejón apartado, y una vez allí, vi a aquel hombre sacar un frasco de pastillas, y entregárselo a él, quien tomó algunas de ellas y obligó a la jovencita a tomársela mientras le decía: —¡No admitiré bastardos en mi vida, y tampoco volverás a molestarme nunca más!. De todos modos, nadie va a extrañarte, niñita. No supe que más sucedió, decidí volver a toda prisa al departamento, firmé los papeles dejándolos sobre la mesa, tomé algunas de mis pertenencias, lo que pude guardar en esos momentos en mi mochila, y salí corriendo. Iba a tomar el ascensor cuando lo ví salir de allí, me di media vuelta y bajé corriendo las escaleras para evitar que me
Al pasar de los días, Karla fue aliviandose mejor de lo que esperaba. Aquella medicina la ayudó a estabilizar su salud y a desacelerar el crecimiento de su corazón. Logró salir de la Clínica un par de días antes de la boda.El día señalado, cuando todo estuvo listo. La hora se aproximaba, y Demián se preparaba para asistir al registro civil para concretar el matrimonio. Vistió un traje negro de tres piezas, que hacía juego con su expresión fría y seria.A pesar de haber aceptado este compromiso, se sentía insatisfecho. No tenía buenas expectativas sobre este, pues no se casaría con el amor de su vida.—Únicamente un año, un año pasa rápido — se decía a sí mismo, tratando de seguir con el plan.Cuando estuvo listo, viajó desde la mansión en la cual vivían sus padres hasta el registro, donde los pocos que fueron invitados aguardaban su llegada y la de la novia.Por otro lado, Isabella ya se hallaba lista, mirándose al espejo, se animaba una y otra vez para convencerse de que es lo mejor
Una vez que los novios partieron, Harold junto a su esposa agradeciendo la presencia a los invitados, quienes comenzaron a marcharse. Karla también tomó sus pertenencias y se dispuso a salir.—Cariño, esperaremos las buenas noticias de parte de esos dos—dijo Harold abrazando a su esposa, pero se vio interrumpido por el sonido de su teléfono. —En unos minutos estoy allá — apenas respondió y cerró la llamada. —¿Volverás a la oficina? Siempre tan adicto al trabajo, y Damián es igual, pobre Isabella, lo que le espera. —Calma, amor mío, te veré en la noche, despídeme de todos. Harold salió a toda prisa, y fue directo al edificio de la Farmacéutica. Karla se aproximó a Ashley apenas el esposo de esta se alejó, para también despedirse. —Señora Torres, por favor, no se retire aún, me gustaría conversar con usted sobre nuestros hijos, para saber que posibilidad hay de que ellos se entiendan, por supuesto si no está de apuro. —No tengo planeado hacer nada así que está bien, veamos
De nuevo en el bar. —Hermosa señorita, permítame presentarme, mi nombre es Alexander, ¿podría decirme el suyo? —Lo siento, pero no ... no estoy interesada en conocer a nadie, únicamente vine de visita a este lugar. —Bueno, yo conozco toda esta playa, podría llevarla a conocer todos los lugares que guste. —No quería sonar grosera, pero es preferible que no, además, soy una mujer casada. —¿Está segura? Porque yo no veo ningún anillo en su dedo, ni de compromiso mucho menos de matrimonio. —No salgo con ellos, por seguridad. —Comienzo a pensar qué solo son excusas. En el camino, Damián la llamaba insistentemente. Timbraba un par de veces y luego pasaba a buzón de mensajes. —¿Dónde se metió esta mujercita? Activó el rastreo por medio de su teléfono al de Isabella, y en unos instantes obtuvo su ubicación. —Vamos, ya sé dónde está — dijo mostrándole el lugar a su chófer. —No tengo por qué darle ninguna explicación, será mejor que me marche, con permiso — Isabella dijo
Damián abandonó la habitación, e Isabella cerró la puerta con seguro, aunque sabía que era inútil. No esperaba un trato cariñoso de alguien que no siente nada por ella, pero tampoco justifica la forma en que la trató. Tomó asiento en el suave colchón, cubriéndose de nuevo con la bata. Respiró varias veces para intentar recuperar la calma. —Cuánta razón tuve al creer que no existe el amor con finales felices, esos son cuentos de hadas, pero esto, sobrepasó mis límites — las lágrimas resbalaban por sus mejillas, las secaba con rapidez— Damián me trató como a una ... por culpa de un aparecido que ni conozco, mucho menos para siquiera considerarlo. Podrá ser un gran genio para los negocios, pero carece de empatía. ¡No entiendo como se atrevió a tanto! ¡es un patán!. Piensa que todos somos piezas en su tablero de ajedrez, que puede mover a su antojo, ¡pero voy a demostrarle que conmigo, se equivocó! Se puso de pie y caminó rumbo al baño. Miró su reflejo en el espejo, se sintió patética