Como cada noche desde que decidieron estar juntos, después de concertar un nuevo encuentro en su lujoso departamento, Damián Betancourt se mantiene de pie, expectante, mirando a su amada Charlotte Mendoza sollozar sin consuelo.
—¿Estás seguro que no hay otro modo, cariño? Me niego a aceptarlo — recalca dejando caer gruesas lágrimas, la triste expresión de su rostro es la única capaz de mover a compasión el frío semblante del hombre que ama.
—Lo lamento, mi reina, no tengo opción — responde Damián — mi padre quiere un heredero nacido dentro de un matrimonio, y como no lo hemos logrado, no podremos casarnos, debo hacerlo a su modo.
—Nada de estoy estuviera pasando si mi cuerpo no fuera tan débil — exclamó Charlotte llorando a mares.
Damián se acerca y la abraza con fuerza. —No quiero verte sufrir más por que no se logró, ni te culpes por eso. Prometo que cumpliré con el compromiso, estaré casado por un año y luego arreglaré todo para divorciarme, y volveremos a estar juntos— la consuela mientras le acaricia el cabello.
—¡En un año pueden pasar tantas cosas!— le replicó, llena de incertidumbre — Ni siquiera quiero imaginarme que ... termines enamorandote de ella, no, ¡no quiero perderte!, ¡prométeme que no me olvidarás!
—Te lo prometo, no hay lugar para nadie más en mi corazón. Ten paciencia, espera por mí, ¿De acuerdo? Volveremos a estar junto y ya nada podrá separarnos.
—Está bien, entonces... ¿esta será nuestra última noche juntos?
—Mientras este atado a ese matrimonio, tiene que ser así, corazón. Así que haremos de esta noche la más especial de todas. Mañana te llevaré al aeropuerto, será nuestra despedida.
—No quiero tener que marcharme, pero. No me siento capaz de mirar como mi amado se casa con otra. No olvides escribirme, ¿si?
—Lo haré a diario.
—¿Vas a extrañarme?
—Tanto como tú a mí, mi reina.
Mientras ellos dejan desbordar su pasión entre las sábanas. Saliendo del edificio de P&M Industrial Farmacéutica, Isabela Torres, una joven mujer alta y trigueña camina mirando al horizonte con resignación. Con el alma en vilo, guarda y vuelve a sacar sus manos de los bolsillos de su bata blanca, la cual contiene la insignia de su lugar de trabajo. Las dirige a su cabello atado en un moño alto, y lo suelta con frustración, dejando caer una larga melena lacia de color negro que le llega más abajo de las rodillas.
Sus grandes ojos cafés, en los cuales resaltan unas pestañas largas y rizadas, escudriñan a su alrededor, tratando de divisar el último autobús que la llevaría de vuelta a su casa. La noche es oscura. Vuelve su mano a su bolso, sacando de él un teléfono de un modelo anticuado, y observa la hora: van a dar las 11 de la noche. Se sentía bastante asfixiada, su día no pudo ser peor.
Se coloca al filo de la carretera, el inmenso portón de la compañía se cerró a sus espaldas, debe encontrar transporte lo antes posible, ya que una mujer sola en el camino es presa fácil, por lo cual no se arriesgaría a ir a pie.
Mientras aguardaba a la espera de algún taxi, rememora en su mente los sucesos vívidos en este fatídico día.
Ella se hallaba laborando en el área de empaque de medicinas, cuando a su teléfono entro la llamada del número de una de sus vecinas.
Se apartó un instante para contestar, pues la mujer sabía que no podía llamarla a menos que se tratara de una urgencia extrema.
—Señora Lolita, no puedo hablar mucho, pero dígame, ¿sucedió algo?
—Isa, lamento interrumpirte, pero debes venir de inmediato a tu casa. Ha ocurrido una desgracia.
—¿Le pasó algo a mi madre? ¿Ella está bien?
—Es por eso precisamente que te llamaba. Acaba de venir una ambulancia por ella. Es todo lo que puedo decirte por teléfono, por favor, es urgente que vengas.
Isabela cerró la llamada, y corrió a toda prisa hacia el área de recursos humanos. Ingresó de manera abrupta a la oficina, donde la señora Amanda Altamirano, jefa del departamento, se hallaba hablando con un hombre.
—Señora Altamirano, por favor, necesito su autorización para salir, es por un asunto familiar.
La mujer miró a la joven con disgusto, se levantó de su asiento y comenzó a retarla.
—¡Es la tercera vez esta semana, señorita Torres! si para usted su trabajo no es importante, entonces, ¡debería renunciar de inmediato! ¡Así tendría todo el tiempo que necesite libre y yo podría contratar a alguien que sea más eficiente que usted!
—¡Por favor, no me diga eso, de verdad es muy importante, se trata de la salud de mi madre, además, necesito este trabajo, pues la ayuda que recibo aquí con las medicinas para ella no la encontraré en ningún otro lugar!
Amanda iba a responderle, pero él hombre que estaba en su oficina, le hizo un ademán y le habló algunas palabras al oído.
La mujer respiró para calmarse y le extendió un papel a Isabela.
—Llene esta forma, y vaya. Pero la espero aquí a las 6 de la tarde, hay un asunto pendiente que hablar con usted, ¡no vaya a faltar o considérese despedida!
Isa llenó con rapidez aquel documento, se lo devolvió y salió de nuevo a toda prisa, se dirigió hacia su hogar, al cual llegó en una hora, vivía en los suburbios de Ciudad P.
Apenas arribó, fue directo a la casa de su vecina, doña Lolita, quien ya la esperaba para ir juntas al hospital.
Tomaron un taxi, y la mujer mayor le fue contando con detalles lo sucedido.
—Tú madre y yo salimos a comprar, cuando volvimos, yo me quedé en casa, y ella fue a la de ustedes. Unos minutos después, la escuché gritar muy desesperada, le avise a mi hijo y corrimos a verla. Vimos salir a un par de hombres encapuchados de su casa, mi hijo corrió tras ellos pero no pudo alcanzarlos. Yo me dirigí al interior, y vi a tu madre en el piso, inconsciente. Como no logré despertarla, llamamos a la ambulancia, y se la llevaron, dijeron que tenia el pulso demasiado débil y podía deberse a una falla en su corazón. Que le avisara a su familiares para que estuviera presentes, en caso de ser necesario.
La joven respiró, resignada, se temía lo peor, pero no estaba dispuesta a dejar de luchar por el bienestar de su madre. Agradeció a la señora Lolita por toda su ayuda.
Llegaron al hospital, ella preguntó por su madre y la enfermera le indicó donde se hallaba. Fue directo a la habitación y la vio, aún permanecía inconsciente, estaba siendo revisada por un médico, quien al ver llegar a la joven, salió y le pidió que la acompañará a su consultorio. Isa caminó tras el médico. Al ver la cara de preocupación de este, sabía que no le tendría ninguna buena noticia. —Señorita, voy a serle sincero, la condición de su madre es grave, su corazón continúa agrandándose, la medicina ya no tiene el efecto que debería sobre su organismo. Aún podemos hacer algo por ella, pero necesitaremos un nuevo medicamento que está por salir al mercado, casualmente es elaborado por industria P&M, y como veo que usted trabaja allí, seguro lograrán conseguirla a un precio asequible, ya que aún no se lanza al mercado y tendrá un costo relativamente alto. —¿Tan grave es la situación, doctor? —Se lo pongo de este modo: si no consigue ese nuevo tratamiento lo más pronto posible
Hay un silencio sepulcral entre los dos. Harold no deja de examinarla minuciosamente. Isabela siente indignación, la mirada inquisitiva del hombre la hace sentir como una mercancía. — Entonces, señorita Torres, está interesada en escuchar lo que tengo que proponerle. — Eso depende, pero desde ya le anticipo que no aceptaré ninguna propuesta indecente, soy una mujer de principios —respondió en medio de una exhalación profunda para evitar hablar de más. Harold ríe levemente, negando con la cabeza. —No es nada de lo que usted se imagina, permítame explicárselo. Estoy decidido a jubilarme pronto, pero antes quisiera dejar todo lo que tengo en manos de mi único hijo, su nombre es Damián. Tiene más o menos su edad, así que pienso que no habrá ningún problema. —No quiero sonar impertinente, señor, pero sería mejor que llegara al punto sin rodeos. —Es usted muy directa, y no parece ser tan insegura, me agrada y veo que no me equivoque al elegirla. La verdad es que mi hijo aún es sol
Una vez en su hogar, Isabela trató de descansar, pero el sueño, junto con el hambre, se esfumaron dando paso a la inquietud y la preocupación. Pasó el resto de la noche dando vueltas en su cama, meditando como sería su vida en adelante: ella no tenía planes de contraer matrimonio, pues, desde que tiene memoria, vió sufrir a su madre por la forma tan cruel que su padre la trataba y la rechazaba a ella como hija. Nunca entendió por qué, a pesar de ser su hija biológica, no recibió el amor de su padre, hasta que él por su propia decisión las abandonó cuando ella tenía 5 años. Por eso decidió llevar una vida libre de las ataduras matrimoniales, pero los últimos sucesos cambiaron todos sus planes de vida. Su prioridad ahora era su madre, verla recuperarse y rogar que aquella medicina fuera lo suficientemente efectiva para que ella se mantuviera más tiempo con vida. De vuelta en su mansión, Harold fue recibido por su adorada esposa, Ashley. —Cariño, es demasiado tarde, pensé que a
A toda prisa recorre los pasillos un hombre alto, de buen parecer, su piel bronceada; con sus aguda mirada explorar rápidamente el entorno, en medio del pasillo ve salir a una mujer de una de las habitaciones, con la cual choca sin poder evitarlo, apenas se disculpa y continúa su camino. A punto de ingresar a una de las habitaciones, una mujer mayor lo detiene antes que abra la puerta. —¿Sucedió algo malo, madre? —Hijo, tu padre sufrió un accidente, y ha perdido mucha sangre, ya están buscando las pintas que se necesitan para su intervención, en este momento está en el quirófano, solo nos queda esperar. —Bien, esperaremos. Ambos se dirigen a la sala de espera. Llevan esperando alrededor de un par de horas, un médico sale en su búsqueda. —¿Parientes del Sr. Román Montemayor? El hombre y la señora mayor se ponen de pie. —Es mi padre, doctor, ¿como salió la operación? —Sígame por favor. Los dos fueron detrás del médico rumbo a un consultorio. Los invito a tomar asien
—Los seguí sin que me vieran, apenas salieron del conjunto de departamentos, la muchacha iba discutiendo. Mi llamado esposo hizo un ademán y el hombre a su lado le entregó un pañuelo que fue inmediatamente colocado en el rostro de la jovencita, lo que la aletargó y ella siguió caminando a su lado como una muñeca sin voluntad. La llevaron a un callejón apartado, y una vez allí, vi a aquel hombre sacar un frasco de pastillas, y entregárselo a él, quien tomó algunas de ellas y obligó a la jovencita a tomársela mientras le decía: —¡No admitiré bastardos en mi vida, y tampoco volverás a molestarme nunca más!. De todos modos, nadie va a extrañarte, niñita. No supe que más sucedió, decidí volver a toda prisa al departamento, firmé los papeles dejándolos sobre la mesa, tomé algunas de mis pertenencias, lo que pude guardar en esos momentos en mi mochila, y salí corriendo. Iba a tomar el ascensor cuando lo ví salir de allí, me di media vuelta y bajé corriendo las escaleras para evitar que me
Al pasar de los días, Karla fue aliviandose mejor de lo que esperaba. Aquella medicina la ayudó a estabilizar su salud y a desacelerar el crecimiento de su corazón. Logró salir de la Clínica un par de días antes de la boda.El día señalado, cuando todo estuvo listo. La hora se aproximaba, y Demián se preparaba para asistir al registro civil para concretar el matrimonio. Vistió un traje negro de tres piezas, que hacía juego con su expresión fría y seria.A pesar de haber aceptado este compromiso, se sentía insatisfecho. No tenía buenas expectativas sobre este, pues no se casaría con el amor de su vida.—Únicamente un año, un año pasa rápido — se decía a sí mismo, tratando de seguir con el plan.Cuando estuvo listo, viajó desde la mansión en la cual vivían sus padres hasta el registro, donde los pocos que fueron invitados aguardaban su llegada y la de la novia.Por otro lado, Isabella ya se hallaba lista, mirándose al espejo, se animaba una y otra vez para convencerse de que es lo mejor
Una vez que los novios partieron, Harold junto a su esposa agradeciendo la presencia a los invitados, quienes comenzaron a marcharse. Karla también tomó sus pertenencias y se dispuso a salir.—Cariño, esperaremos las buenas noticias de parte de esos dos—dijo Harold abrazando a su esposa, pero se vio interrumpido por el sonido de su teléfono. —En unos minutos estoy allá — apenas respondió y cerró la llamada. —¿Volverás a la oficina? Siempre tan adicto al trabajo, y Damián es igual, pobre Isabella, lo que le espera. —Calma, amor mío, te veré en la noche, despídeme de todos. Harold salió a toda prisa, y fue directo al edificio de la Farmacéutica. Karla se aproximó a Ashley apenas el esposo de esta se alejó, para también despedirse. —Señora Torres, por favor, no se retire aún, me gustaría conversar con usted sobre nuestros hijos, para saber que posibilidad hay de que ellos se entiendan, por supuesto si no está de apuro. —No tengo planeado hacer nada así que está bien, veamos
De nuevo en el bar. —Hermosa señorita, permítame presentarme, mi nombre es Alexander, ¿podría decirme el suyo? —Lo siento, pero no ... no estoy interesada en conocer a nadie, únicamente vine de visita a este lugar. —Bueno, yo conozco toda esta playa, podría llevarla a conocer todos los lugares que guste. —No quería sonar grosera, pero es preferible que no, además, soy una mujer casada. —¿Está segura? Porque yo no veo ningún anillo en su dedo, ni de compromiso mucho menos de matrimonio. —No salgo con ellos, por seguridad. —Comienzo a pensar qué solo son excusas. En el camino, Damián la llamaba insistentemente. Timbraba un par de veces y luego pasaba a buzón de mensajes. —¿Dónde se metió esta mujercita? Activó el rastreo por medio de su teléfono al de Isabella, y en unos instantes obtuvo su ubicación. —Vamos, ya sé dónde está — dijo mostrándole el lugar a su chófer. —No tengo por qué darle ninguna explicación, será mejor que me marche, con permiso — Isabella dijo