CEO's hermanos y rivales: una lucha por amor y por poder.
CEO's hermanos y rivales: una lucha por amor y por poder.
Por: Paulette
Cap. 1: La última noche

Como cada noche desde que decidieron estar juntos, después de concertar un nuevo encuentro en su lujoso departamento, Damián Betancourt se mantiene de pie, expectante, mirando a su amada Charlotte Mendoza sollozar sin consuelo.

  —¿Estás seguro que no hay otro modo, cariño? Me niego a aceptarlo — recalca dejando caer gruesas lágrimas, la triste expresión de su rostro es la única capaz de mover a compasión el frío semblante del hombre que ama.

  —Lo lamento, mi reina, no tengo opción — responde Damián — mi padre quiere un heredero nacido dentro de un matrimonio, y como no lo hemos logrado, no podremos casarnos, debo hacerlo a su modo.

  —Nada de estoy estuviera pasando si mi cuerpo no fuera tan débil — exclamó Charlotte llorando a mares.

  Damián se acerca y la abraza con fuerza. —No quiero verte sufrir más por que no se logró, ni te culpes por eso. Prometo que cumpliré con el compromiso, estaré casado por un año y luego arreglaré todo para divorciarme, y volveremos a estar juntos— la consuela mientras le acaricia el cabello. 

  —¡En un año pueden pasar tantas cosas!— le replicó, llena de incertidumbre — Ni siquiera quiero imaginarme que ... termines enamorandote de ella, no, ¡no quiero perderte!, ¡prométeme que no me olvidarás! 

  —Te lo prometo, no hay lugar para nadie más en mi corazón. Ten paciencia, espera por mí, ¿De acuerdo? Volveremos a estar junto y ya nada podrá separarnos.

  —Está bien, entonces... ¿esta será nuestra última noche juntos?

  —Mientras este atado a ese matrimonio, tiene que ser así, corazón. Así que haremos de esta noche la más especial de todas. Mañana te llevaré al aeropuerto, será nuestra despedida.

  —No quiero tener que marcharme, pero. No me siento capaz de mirar como mi amado se casa con otra. No olvides escribirme, ¿si?

  —Lo haré a diario.

  —¿Vas a extrañarme?

  —Tanto como tú a mí, mi reina.

  Mientras ellos dejan desbordar su pasión entre las sábanas. Saliendo del edificio de P&M Industrial Farmacéutica, Isabela Torres, una joven mujer alta y trigueña camina mirando al horizonte con resignación. Con el alma en vilo, guarda y vuelve a sacar sus manos de los bolsillos de su bata blanca, la cual contiene la insignia de su lugar de trabajo. Las dirige a su cabello atado en un moño alto, y lo suelta con frustración, dejando caer una larga melena lacia de color negro que le llega más abajo de las rodillas. 

  Sus grandes ojos cafés, en los cuales resaltan unas pestañas largas y rizadas, escudriñan a su alrededor, tratando de divisar el último autobús que la llevaría de vuelta a su casa. La noche es oscura. Vuelve su mano a su bolso, sacando de él un teléfono de un modelo anticuado, y observa la hora: van a dar las 11 de la noche. Se sentía bastante asfixiada, su día no pudo ser peor.

  Se coloca al filo de la carretera, el inmenso portón de la compañía se cerró a sus espaldas, debe encontrar transporte lo antes posible, ya que una mujer sola en el camino es presa fácil, por lo cual no se arriesgaría a ir a pie.

  Mientras aguardaba a la espera de algún taxi, rememora en su mente los sucesos vívidos en este fatídico día. 

  Ella se hallaba laborando en el área de empaque de medicinas, cuando a su teléfono entro la llamada del número de una de sus vecinas.

  Se apartó un instante para contestar, pues la mujer sabía que no podía llamarla a menos que se tratara de una urgencia extrema.

  —Señora Lolita, no puedo hablar mucho, pero dígame, ¿sucedió algo?

  —Isa, lamento interrumpirte, pero debes venir de inmediato a tu casa. Ha ocurrido una desgracia.

  —¿Le pasó algo a mi madre? ¿Ella está bien?

  —Es por eso precisamente que te llamaba. Acaba de venir una ambulancia por ella. Es todo lo que puedo decirte por teléfono, por favor, es urgente que vengas.

  Isabela cerró la llamada, y corrió a toda prisa hacia el área de recursos humanos. Ingresó de manera abrupta a la oficina, donde la señora Amanda Altamirano, jefa del departamento, se hallaba hablando con un hombre. 

  —Señora Altamirano, por favor, necesito su autorización para salir, es por un asunto familiar.

  La mujer miró a la joven con disgusto, se levantó de su asiento y comenzó a retarla.

  —¡Es la tercera vez esta semana, señorita Torres! si para usted su trabajo no es importante, entonces, ¡debería renunciar de inmediato! ¡Así tendría todo el tiempo que necesite libre y yo podría contratar a alguien que sea más eficiente que usted!

  —¡Por favor, no me diga eso, de verdad es muy importante, se trata de la salud de mi madre, además, necesito este trabajo, pues la ayuda que recibo aquí con las medicinas para ella no la encontraré en ningún otro lugar!

  Amanda iba a responderle, pero él hombre que estaba en su oficina, le hizo un ademán y le habló algunas palabras al oído.

  La mujer respiró para calmarse y le extendió un papel a Isabela.

  —Llene esta forma, y vaya. Pero la espero aquí a las 6 de la tarde, hay un asunto pendiente que hablar con usted, ¡no vaya a faltar o considérese despedida! 

  Isa llenó con rapidez aquel documento, se lo devolvió y salió de nuevo a toda prisa, se dirigió hacia su hogar, al cual llegó en una hora, vivía en los suburbios de Ciudad P.

  Apenas arribó, fue directo a la casa de su vecina, doña Lolita, quien ya la esperaba para ir juntas al hospital.

  Tomaron un taxi, y la mujer mayor le fue contando con detalles lo sucedido.

  —Tú madre y yo salimos a comprar, cuando volvimos, yo me quedé en casa, y ella fue a la de ustedes. Unos minutos después, la escuché gritar muy desesperada, le avise a mi hijo y corrimos a verla. Vimos salir a un par de hombres encapuchados de su casa, mi hijo corrió tras ellos pero no pudo alcanzarlos. Yo me dirigí al interior, y vi a tu madre en el piso, inconsciente. Como no logré despertarla, llamamos a la ambulancia, y se la llevaron, dijeron que tenia el pulso demasiado débil y podía deberse a una falla en su corazón. Que le avisara a su familiares para que estuviera presentes, en caso de ser necesario.

  La joven respiró, resignada, se temía lo peor, pero no estaba dispuesta a dejar de luchar por el bienestar de su madre. Agradeció a la señora Lolita por toda su ayuda. 

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