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Mire al techo y suspiré; estaba tan aburrida, quería salir, hablar con alguien, necesitaba tener interacción con otras personas. Hablar solo con Mikhail me estaba drenando por completo.

La puerta se abrió y entró él, con la mirada gacha; yo me senté en la cama y lo quedé mirando. Aquí había algo raro, y yo averiguaría qué.

—¿Qué pasó?—Le pregunté; él negó con la cabeza. Este creía que yo era tonta, se notaba a leguas que algo había pasado.

—Mikhail, yo tengo un hijo de ocho años; esa mirada que tienes es la misma que me pone Denis cuando hizo algo, ¿Qué carajos pasó?— le pregunté.

Mikhail se sentó en la cama, se acercó a mí y me dio un beso. Yo lo empujé lejos de mí.

—No ha pasado nada, ¿y por qué siempre eres tan agresiva? Solo quiero ser cariñoso contigo —me dijo con una leve sonrisa.

—No me enojare, ahora dime qué pasó —le pregunté lo más calmada que no.

Él sonrió un poco. Me atrajo a su pecho y me abrazó, típico comportamiento de niño al que le han descubierto su travesura.

—Mikh
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