La miré y ella me sonrió. Parecía tan confiada en estos momentos. Pero de algo estaba segura: yo iba a matar a esa hija de puta. Se lo merecía por lo que me había hecho.—¿Mikha, me extrañaste? —preguntó ella.Yo miré a Mikhail otra vez, y él estaba demasiado serio. Después miré a Pia y le sonreí.—Cuando alguien no te quiere es mejor apartarse, ¿no crees, Pia? —le pregunté.Pia me miró y después miró a Mikhail.—Qué mal gusto tienes —le dijo.— Yo soy mil veces más bella y mejor mujer que ella.Mikhail estaba muy callado, mirándola directamente.—Pero soy yo a la que se follan —le respondí.Ella me fulminó con la mirada y yo solo le sonreí.—Vas a morir igual que Muriel, y yo me voy a quedar con Mikhail —me dijo.Miré a Mikhail; la vena en su cuello se estaba inflamando poco a poco. Si se le daba la oportunidad, él iba a partirle el cuello a Pia.Belov se levantó de la silla y hizo que Pia saliera de la habitación. Se acercó a mí y pasó su mano por mi clavícula.—¿No quieres pasar un
Seguí presionando la herida con fuerza, pero la sangre nada que se detenía; el piso era un lío en esos momentos. Yo miré a la cara a Mikhail, él me estaba taladrando con la mirada. Sí, tal vez me había pasado un poco, pero era eso o dejar que lo mataran a golpes, y, pues la verdad, como que ya me había encariñado un poco con él.—¿Por qué sangras tanto? —me quejé, ya me dolían los brazos por hacer presión.—Tal vez es porque me apuñalaste, ¿no lo habías pensado? —me preguntó.Yo me levanté y lo fulminé con la mirada. ¡Qué malagradecido!—Si no lo hubiera hecho ya estarías muerto, agradéceme que te salvé.Él se rió con amargura.—Estás loca, pero eso me gano yo por fijarme en mujeres como tú —me dijo.La mano me picaba por golpearlo.—Deja de quejarte, malagradecido, y haz algo para sacarnos de este lugar. Quiero partirle la columna a esa desgraciada arpía —le dije con enfado.Mikhail se quejó y yo volví a agacharme y a apretar la herida.—Me duele como el infierno —me dijo mientras ce
La puerta se abrió de golpe. Yo metí el anillo en el bolsillo de la chaqueta y volví a hacerle presión a la pierna de Mikhail. Miré sobre mi hombro y era Belov.—Él necesita sutura, se va a desangrar —le dije. Mikhail empezó a negar con la cabeza. ¿Acaso él era tonto?—Eso no me importa, de igual forma yo quiero que se muera —me dijo.¿Cuándo carajos iban a venir por nosotros? Puede que Mikhail sea una bestia, pero el bastardo no era de hierro.—¿Por qué quieres que muera? ¿Porque se folló a tu mujer? ¿No deberías matarla a ella también? Se supone que ella es la que debe respetar su compromiso —le dije.Belov se acercó a mí y me separó de Mikhail. Si este tipo se atrevía a golpearme otra vez, yo lo iba a matar.—Ella ya está muerta, y no solo es por mi mujer. Él ha arruinado cada negocio que he intentado, y mató a mi hermano. Eso no se lo voy a perdonar jamás —me dijo con rabia.Yo miré a Mikhail y este estaba sonriendo.—Le partí la cabeza con un martillo hasta que su cerebro voló po
Él se apartó de la puerta; esta se abrió de un golpe. Vladislav entró con un par de hombres más. Nunca pensé que me alegraría verlo, pero me alegraba mucho. Corrí hacia él y lo abracé.—Te acepto como pareja de mi hermana —le dije sonriendo y le estampé un beso en los labios. Mikhail me separó de él con agresividad y me miró mal.—¿Estás loca? —me preguntó. Yo me encogí de hombros, me puse de puntillas y le di un pequeño beso en la mandíbula.—Sí, eso ya lo sabes. Ahora sácame de este lugar, tú necesitas ir a un hospital de inmediato —le dije.Mikhail me apretó fuerte del brazo y me sacó de la habitación. Cuando salimos, había un montón de hombres. Esto era impresionante.—¿Qué tan peligroso eres? —le pregunté. Él levantó la mano, apuntó a uno de los hombres de Belov y le disparó justo en el centro de la frente.—Demasiado —me contestó.El cuerpo del tipo cayó pesadamente al suelo. Yo lo quedé mirando.—Ahora deja de cabrearme —me regañó y me soltó de mala gana.—¡Los odio!— grito una
Mikhail se quedó en silencio otra vez y lo moví un poco. Él se quejó débilmente y respiré aliviada por un momento.—No moriré —me dijo con voz ronca, apenas un susurro.Respiré hondo y aclaré mi garganta, intentando sonar más tranquila de lo que me sentía.—Eso espero. Tienes que pagar por el mal rato que me has hecho pasar —le dije, forzando una sonrisa que se desvaneció rápidamente.De repente, Mikhail volvió a quejarse y su cuerpo comenzó a moverse convulsivamente. Las lágrimas empezaron a correr por mi rostro mientras intentaba sostenerlo con fuerza, evitando que resbalara de mis piernas.—¡Conduce más rápido! —le grité a Vlad con desesperación.Vlad aceleró todo lo que pudo, pero parecía inútil. La realidad me golpeó con fuerza: Mikhail se estaba muriendo en mis brazos y eso era lo único que importaba en ese momento.—Por favor, no me dejes —le rogué, mis palabras ahogadas en sollozos.Sentí su cuerpo temblar, cada espasmo como una puñalada en mi corazón. La impotencia y el miedo
Entre la preocupación por la salud de Mikhail y las idas al hospital, tres semanas pasaron rápidamente. Yo estaba cansada, pero aún así me levantaba todas las mañanas para ir a ver a Mikhail, aunque en ocasiones su madre se molestara.Mikhail empezó a quejarse. Yo lo miré desde el sofá. Estaba de mal humor; hace una semana había despertado, y verse así fue desastroso para él. No podía moverse, estaba acostado boca abajo, y era bastante gracioso verlo pelear con su madre cada vez que quería levantarse.—Quiero agua —me dijo de mal humor. Me levanté, serví un vaso con agua y le puse una pajilla. Le acerqué el vaso y él empezó a tomar.—Eso es, qué buen chico eres —le dije. Él me miró con rabia y dejó de tomar agua.—Te desprecio en estos momentos —me dijo fulminándome con la mirada. Yo me encogí de hombros y volví a sentarme en el sofá.—Lo sé, pero es bastante gratificante verte con un pañal —me burlé.Estaba bastante segura de que estaba a nada de levantarse de la camilla y ahorcarme.
Vlad sacó a Pia de la jaula donde estaba y la sentó en una silla, amarrando sus manos y piernas. Yo me acerqué a ella y me incliné un poco para mirarla directo a los ojos.—No mereces morir, tu castigo debe ser diferente —le dije.Ella me escupió en la cara. Yo me limpié y después le di una bofetada. Quería que ella sufriera, necesitaba escuchar sus gritos de súplica mientras yo la torturaba.Mi celular sonó. Lo saqué del bolsillo y me sorprendí al ver quién era, ya que este número era nuevo. Fabien me estaba llamando.—¿Hola, Fabien, cómo estás? —le pregunté.—¿Cuándo regresarás? Un conocido necesita de tu ayuda —me dijo.Yo sonreí de inmediato. Todos los conocidos que Fabien me recomendaba eran delincuentes, de los cuales él necesitaba algo.—¿Lo conozco? —le pregunté.Él se quedó en silencio por un momento.—No lo sé, pero creo que Novikov sí. Se llama Angelos Callum —me dijo.Su nombre no me sonaba de nada, pero ya averiguaría un poco sobre este nuevo cliente.—Dale mi número, ya
Días después.Al fin hoy iba a salir de este lugar. Ni cuando me informaron que iba a salir de la cárcel me había sentido tan feliz. Miré a Nerea y le puse mala cara; Vlad me había contado lo que pasó, y cuando le reclamé, ella tuvo el descaro de ponerse furiosa conmigo.—No me mires, ni me hables, recuerda que tú y yo terminamos cuando salgas de este lugar —me dijo.Yo abrí ligeramente la boca para decirle algo, pero era mejor no pelear. Vladislav se acercó para ayudarme a levantarme de la camilla; qué bien se sentía poder estar de pie.—¿Cómo está mi mascota? —le pregunté a Vladislav mientras me sentaba en la silla de ruedas. Nerea se acercó a mí y me ayudó a acomodarme.—Está ansioso por verte —me contestó él. Nerea empezó a empujar mi silla de ruedas fuera de la habitación. En la puerta había cuatro hombres; todos me sonrieron.—Quiero ir a verlo —les dije.Nerea detuvo la silla.—Claro que no, tú vas directo a la casa; aún no estás del todo bien —me regañó.Ella siguió llevándome