Me desnude apenas entre a mi habitación; quería un buen baño; me sentía todo pegajoso. La sangre de ese hijo de puta estaba por todo mi rostro y ropa, la cual tendrá que desechar. Si mi madre se daba cuenta, me iba a colgar de las pelotas.Escuché la puerta abrirse y me di la vuelta. Pia estaba al pie de la puerta; yo me tapé la polla con las manos y la miré.—¿Qué haces aquí?— Le pregunté, ella desvío la mirada.—Quería saber cómo estaba —me contestó.Yo agarré una almohada y me tapé con ella. ¿Acaso ella no podía esperar para preguntar eso? Pia seguía allí mirándome, y la realidad es que se sentía muy incomodo.—Estoy bien, ¿podrías salir de la habitación? Quiero darme un baño —le pedí.Ella me dio una ligera sonrisa y caminó a mí.—Solo está preocupada; lo vi entrar con manchas de sangre y no lo pensé mucho, por eso estoy aquí —me dijo.Yo no sabía qué contestar a eso. Ella ahora no me parecía tan confiable como antes. Ahora tenía dudas sobre todo lo que me había dicho.—Sal de mi
Pía siguió acercándose a mí, yo retrocedí un poco. Ella estaba loca, y yo ya estaba perdiendo la paciencia.— Puedo ser igual de desvergonzada que ella, ¿eso es lo que te gusta? —me preguntó acercándose más.— Vete de mi habitación —le dije.Ella empezó a llorar más fuerte. Yo puse los ojos en blanco. ¿Cómo carajo me había aguantado a esta mujer por tanto tiempo?— Ella no te conviene. Hasta tu mamá lo dice: ella no es adecuada para ti, yo sí lo soy. Puedo cambiarte como lo hizo Muriel —me dijo.Me acerqué a ella, la agarré del brazo y la saqué de mi cuarto. Ella siguió llorando. Esta mujer estaba loca.— Déjame mostrarte que puedo ser buena —me suplicó.Pía empezó a quitarse la ropa, yo la detuve de inmediato.— Casi mato a Nerea por tu culpa, ¿no te importa eso? Estás demente —le dije.Ella abrió los ojos de par en par.— ¿Y no está muerta? Tú dijiste que la habías matado. Por eso actúas así conmigo, ella es la culpable —me dijo.Mi mandíbula terminó en el piso. Me acerqué a ella ot
Mire al techo y suspiré; estaba tan aburrida, quería salir, hablar con alguien, necesitaba tener interacción con otras personas. Hablar solo con Mikhail me estaba drenando por completo.La puerta se abrió y entró él, con la mirada gacha; yo me senté en la cama y lo quedé mirando. Aquí había algo raro, y yo averiguaría qué.—¿Qué pasó?—Le pregunté; él negó con la cabeza. Este creía que yo era tonta, se notaba a leguas que algo había pasado.—Mikhail, yo tengo un hijo de ocho años; esa mirada que tienes es la misma que me pone Denis cuando hizo algo, ¿Qué carajos pasó?— le pregunté.Mikhail se sentó en la cama, se acercó a mí y me dio un beso. Yo lo empujé lejos de mí.—No ha pasado nada, ¿y por qué siempre eres tan agresiva? Solo quiero ser cariñoso contigo —me dijo con una leve sonrisa.—No me enojare, ahora dime qué pasó —le pregunté lo más calmada que no.Él sonrió un poco. Me atrajo a su pecho y me abrazó, típico comportamiento de niño al que le han descubierto su travesura. —Mikh
Me tiré sobre su cuerpo de manera pesada y lo miré a los ojos, esos ojos que muy en el fondo me encantaban, pero que jamás admitiría. Decirle sería como… Dios, ni sé qué pasaría si le digo que me gustan sus ojos.—Apuesto a que estás pensando en miles de formas de asesinarme mientras duermo —me dijo él.Yo me bajé de su cuerpo y me senté en la cama, después lo empujé con el pie.—Bájate y vete, no quiero verte en lo que resta del día —le dije de mal humor.Él me quedó mirando y se sentó también.—Tenemos que empezar a tener buena comunicación, no podemos llevarnos como perros y gatos todo el tiempo —me dijo.Yo abrí ligeramente la boca y después empecé a reír. ¿Quién era este tipo y qué había hecho con Mikhail?—Eres desesperante, Nerea —me acusó.Me acerqué a él y enredé mis brazos en su cuello.—Solo te estoy molestando —le dije.Él sonrió de lado y volvió a lanzarme al colchón.—Quiero más —me dijo mientras me penetraba lentamente.Sí. Yo definitivamente podría acostumbrarme a esto
Me quité el tacón y se lo lancé a Mikhail. Él me fulminó con la mirada, y el tipo a mi lado me miró mal.—¿Estás loca? ¿Ni en un momento como este puedes portarte bien? Nos van a matar, te recuerdo —me dijo. Cerré los ojos por un momento, tratando de controlarme. No quería lanzarme a él y matarlo yo, aunque no era mala idea.Llevábamos como una hora metidos aquí, y él no hacía nada, solo estaba tranquilo, esperando la muerte.—De todos los hombres con los que he follado, tú eres el más desastroso. Si tan solo hubiera seguido el consejo de Fabien, de alejarme de un tipo como tú... pero no, preferí ir tras tu polla.Él solo me miró. Yo me saqué el otro tacón y también se lo lancé.—¿Pero qué carajo le pasa a Salvatore? Ese hijo de puta —se quejó furioso.Yo miré al piloto. Estábamos quién sabe dónde, y todo por culpa de Mikhail. Todos mis problemas actuales eran gracias a ese estúpido ruso. Desde que lo conocí, todo ha ido mal.—Mueve el culo, Mikhail, que si no haces nada tú, lo haré y
Le di un par de bofetadas más y nada. Tragué en seco y miré a mi alrededor. No había nada, estábamos solos. Volví a mirarlo, con más preocupación.—¡Deja de bromear! —le grité desesperada.Empecé a golpear su pecho, pero nada. Me senté a su lado y empecé a comerme la uña con nerviosismo. Lo miré, y él se veía pálido.—Tú no puedes morir de esa manera tan estúpida. Levántate, Mikhail, me estoy cabreando —le dije con la voz entrecortada.Le di un par de golpes más, y las lágrimas empezaron a salir de mis ojos.—Si quieres morirte, puedes hacerlo cuando me saques de este lugar, pero ahora no te lo permito. Levanta tu culo ya, sé que estás fingiendo —le dije.Le di otro golpe en el pecho, me tiré en su pecho y empecé a llorar más fuerte.—Por favor, despierta. Tú no puedes dejarme sola en este lugar. Cuando lleguemos, sí puedes morir, pero no ahora —le supliqué. El movimiento de su pecho hizo que me levantara.—¿Estás llorando y suplicándome? —me preguntó el bastardo con una ligera sonris
El frío se calaba por mis huesos, y la noche cada vez se volvía más espesa. La única luz que teníamos era la de la luna. Miré a Mikhail, y él estaba como si nada, como si este frío tan horrible no le afectara. Se detuvo de la nada, cerró los ojos y se quedó así por un momento.—Me encanta la nieve —me dijo mientras sonreía.Miré de lado a lado. Íbamos a morir aquí, y su tranquilidad me lo estaba gritando.—Solo admite que nos vamos a morir aquí y ya —le dije.Él volteó a verme, me dio una leve sonrisa, se acercó a mí y me dio un suave beso en los labios.—Tal vez, pero jamás pensé escuchar esas palabras de tu boca —me dijo.Lo empujé y seguí caminando. Este tipo no era serio, ni aún teniendo la muerte respirándole en el cuello.—Odio la nieve —le dije—. Me parece tan deprimente —le confesé mientras caminábamos.—A mí me gusta demasiado. Un día como hoy, mi madre se llenó de valor y mató al hombre que le hacía daño. Ese recuerdo siempre viene a mi mente cuando está nevando, y me hace m
Mikhail cerró la puerta lo mejor que pudo, ambos echamos un ojo al interior. Aunque aún se sentía frío, no era tan intenso como el que hacía allá afuera.—¿Tienes tu celular? —le pregunté.Él empezó a palpar sus bolsillos y sonrió. Al menos algo bueno nos estaba pasando. Lo sacó y después me miró.—Está muerto, te recuerdo que tú lo lanzaste al suelo —me dijo.Yo se lo quité de la mano y traté de encenderlo. Respiré profundo y lancé el celular lejos.—Me vas a tener que comprar uno nuevo, no puedes ir destruyendo mis cosas solo porque tienes rabia. ¿Qué clase de persona eres? —me preguntó.Me tiré en el suelo, no quería gastar mis últimos minutos con él, iba a morir, pero prefería hacerlo por el frío, no por algún coraje.—Estamos igual. Ni siquiera sabes dónde estamos, la nieve cada vez es más espesa, nunca había sentido tanto frío en mi vida —le confesé.Mikhail empezó a partir algunos muebles que estaban en el lugar, los apiló a un lado, después se sacó la camisa, sacó su encendedor