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Grité de frustración. ¡Odiaba a Mikhail! Pero no podía sacármelo de la cabeza. El bastardo está bajo mi piel y, aunque lo odie, no puedo dejar de pensar en él y en todo lo que hicimos ayer. Amaba su polla y la forma en que sabía usarla, pero lo odiaba a él.

El seguro de la puerta sonó y entonces ésta se abrió. Mikhail entró con un par de hombres. Lo fulminé con la mirada. Ambos tipos se acercaron a mí; uno de ellos me sacó de la cama con agresividad. Yo lo empujé lejos. El otro me agarró del brazo y yo le di un puñetazo. El tipo me devolvió el golpe y me tiró a la cama.

—Dejen de jugar y llévenla al coche —ordenó.

Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta. Miré a Mikhail y le sonreí.

—No era necesario traer a dos hombres más. Contigo era más que suficiente. ¿O es que me tienes miedo? Eres tan patético —le dije.

Él levantó la mano para darme un golpe. Yo levanté la barbilla y le sonreí. Este tipo estaba muy equivocado si creía que yo le iba a temer.

—Tú estás jugando con fuego, Ne
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