Capítulo treinta y nueve

El tiempo se volvió mi mejor aliado con el paso de los días. Cuando menos pensé ya habían pasado meses y todo había sido un simple borrón que aún me costaba creer, pero que día a día me hacía mantener una gran sonrisa en el rostro.

Hacía tres meses habían nacido mis sobrinas y todos estábamos tan flechados por su gran belleza y ternura. Erin y Dakota llegaron como un rayo de sol, iluminando todo a su paso y haciendo de sus padres aún más felices de lo que de por sí ya eran, y a nosotros sus tíos unos esclavos por completo ante sus hermosos ojos grises con motes verdes y sus pocos cabellos tan rubios como los de su madre. Sin duda las pequeñas serían todas unas rompecorazones.

No solo eran ellas haciéndome feliz, también lo era el hombre que me acompañaba día y noche y me demostraba cada segundo de su vida lo mucho que me amaba, lo que habíamos construido juntos en estos meses y de por sí toda la vida que en este momento tenía y no deseaba cambiar por nada del mundo.

Junto a Tanner con
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