Capítulo treinta y ocho

—No quisiera interrumpir su charla de chicas, pero ya es hora de descubrir el sexo de ese bebé —indicó Tanner, rodeándome con sus brazos—. Tengo una apuesta que ganar, así que te agradezco que muevas tu trasero al jardín, Greta.

Entre risas, salimos con él. Más que ganar una apuesta, me sentía muy emocionada de saber si Greta esperaba niña o niño, aunque me latía la pequeña duda si podrían ser dos bebés, después de todo, su panza se veía enorme.

Todos parecían olvidar el hecho de que Holden y yo éramos mellizos, así que todo podía pasar y la incertidumbre por saber no solo los estaba carcomiendo a ellos, sino a mí también.

Mientras Greta y Holden se plantaban en el medio del jardín con una enorme caja, miré a mi alrededor. Maxwell estaba recostado de un árbol, mirando con una fijeza abrumadora a Jana que parecía querer desaparecer sobre la faz de la tierra, haciendo el infructuoso intento de no caer en la mirada de mi hermano mayor. Vera, con quién todavía tenía mis reservas, habla
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