Luego de que el periodista lanzara la última pregunta al patriarca de la familia en la que indagaba si ¿Estaba satisfecho con el éxito de sus nietos y sus parejas?, el lugar quedo en silencio en espera del respetable hombre.Don Marcos, con una mirada recorrió los rostros de los presentes, con su habitual altives y lleno de orgullo, respondió con calma dando a conocer la mayor noticia de todas: —Mi vida está llena de satisfacción, y gran parte es por la dicha de tener una hermosa familia. Mis nietos y las compañeras que escogieron son el resultado de una crianza impecable, y ahora estoy más feliz que nunca, con la pronta llegada de mi primer bisnieto, es para mí un inmenso placer informarles que Francesco e Isabella serán padres dentro de unos meses.Satisfechos con la avalancha de noticias, los reporteros continuaban intentando captar cada detalle, cada palabra. La inauguración del Centro Comercial Don Giuseppe no solo era un evento de negocios, sino un escaparate de las complejas r
El amanecer en la mansión Rossi era un espectáculo en sí mismo, con los primeros rayos del sol colándose tímidamente entre las cortinas pesadas de la gran sala. El comedor, adornado con muebles antiguos y reliquias de una época pasada, brillaba con una luz dorada que daba calidez a los fríos mármoles y maderas pulidas. Don Marcos ya estaba sentado en su lugar habitual, su figura encorvada, pero aún imponente, mientras esperaba a sus nietos con la misma paciencia de siempre.Franco, el fiel mayordomo, ya había dispuesto la mesa con esmero, colocando la vajilla fina y sirviendo un desayuno tradicional italiano. El aroma del café recién hecho impregnaba el aire, mezclándose con el olor de la mantequilla derretida sobre el pan tostado. Francesco, quien había pasado la noche en la mansión para consolar a su primo, bajó las escaleras con paso tranquilo.—Buenos días, nonno —saludó Francesco con una sonrisa, tomando asiento junto a su abuelo.—Buenos días, hijo. Me alegra verte aquí, hace mu
El sonido de la puerta al cerrarse tras Vítale resonó en los vastos pasillos de la majestuosa mansión Rossi. Un silencio pesado, casi opresivo, se instaló en la sala principal, donde Don Marcos, Francesco y Leonardo permanecían inmóviles. La despedida de Vítale no había sido más que el preludio de una jornada que prometía ser tan sombría como turbulenta.La mirada de Don Marcos, aguda y penetrante, recorrió a sus nietos, midiendo cada palabra antes de romper ese denso silencio.—Sabemos que Rebeca está en Sicilia —comenzó Don Marcos, con una voz firme y cargada de gravedad—. Esto no es solo una imprudencia juvenil; Salvadore tiene otros motivos, algo oscuro que debemos desentrañar. Antonio es un hombre sensato, pero está claro que su control sobre su hijo es frágil, si es que aún lo tiene.Francesco, con la mente trabajando a mil revoluciones, asintió lentamente. Sus ojos, oscurecidos por la preocupación, reflejaban un cálculo frío y meticuloso.—Salvadore es ambicioso, abuelo. No me
El sol, proyectaba cálidas sombras sobre el jardín donde Francesco, Isabella y Alessa continuaban su conversación, ahora teñida por la preocupación y la incertidumbre. Sin embargo, ese ambiente cambió de inmediato cuando Charly y Chiara llegaron para visitar a Isabella.— ¡Charly, Chiara! —exclamó Isabella, levantándose con una sonrisa radiante y picara al verlos llegar juntos—. ¡Qué alegría verlos!Charly, con su habitual energía, saludó a todos mientras Chiara un poco más reservada de lo normal, sonrió y se acercó para abrazar a Isabella y a Alessa. Después de los saludos, Francesco notó que esta era la oportunidad perfecta para poner a Charly al tanto de la situación con Rebeca y Salvadore.—Charly, necesito hablar contigo —dijo Francesco, haciéndole una seña para que se alejara un poco de las mujeres.Cuando estuvieron a una distancia segura, Francesco explicó en detalle lo que había sucedido en Sicilia y la inesperada decisión de Rebeca y Salvadore de casarse.—No me gusta nada e
Después del almuerzo, el grupo decidió pasar el resto del día disfrutando de la tranquila atmósfera de la mansión Rossi-Moretti. Los últimos rayos del sol se filtraban a través de las ventanas, bañando la sala en un resplandor cálido que parecía abrazar todo a su paso. El aire, aún cargado del aroma de la cena, era suave y tibio, aunque la brisa fresca de la noche comenzaba a insinuarse, anunciando un cambio inminente en la temperatura.Isabella y Chiara estaban en la sala, cómodamente instaladas en el amplio sofá de terciopelo color vino. Las risas de ambas llenaban el espacio, armonizando con el crujido del fuego que crepitaba en la chimenea cercana. Isabella, con sus ojos brillantes y una sonrisa radiante, pasaba la aguja por la lana suave mientras charlaba con Chiara, recordando momentos de su juventud.— ¿Recuerdas aquella vez que intentamos hornear galletas? Mamá casi se desmaya al ver la cocina... ¡Un desastre total! —dijo Isabella entre risas, mientras Chiara asentía, con su r
El amanecer llegó temprano a la mansión, pero el aire tenía un frío inesperado para la época del año, que hacía que la piel se erizara al contacto con la brisa matutina. En la cocina, el aroma del café recién hecho se mezclaba con el suave perfume de los jardines exteriores que entraba por las ventanas abiertas.Isabella, Alessa, y Chiara se encontraban en la cocina, compartiendo un desayuno ligero. Había una chispa de emoción en sus ojos mientras discutían los planes para el día. — ¡No puedo esperar para ver las cosas que hemos planeado comprar! exclamó Alessa, tratando de sacudirse las sombras que la habían acompañado la noche anterior.Chiara sonrió, tomando un sorbo de su café. —Será un día increíble, Alessa. Además, necesitamos distraernos un poco, ¿no? No todo puede ser preocupación y estrés.Poco después Francesco y Charly se le unieron, seguidamente de Carter, Arthur y Jhon.—Vaya un día de compras sí que anima a las chicas, ¿no te parece Fran? dijo Carter.—Tienes toda la razó
Luego de comprar el oso, Jacomo se quedó atrás con Chiara, cargando el gigantesco peluche, pensando cómo lo llevarían en el auto.—Realmente John tenía que acceder a llevar este peluche, no podían elegir algo más pequeño. —dijo Jacomo, abrazando al oso para poder trasladarlo al auto.—Claro, es para nuestro sobrino. Aunque siempre anden con cara de malo, en el fondo ustedes son puro corazón. Ya ves, hasta insistió en darnos su tarjeta para comprarlo.Jacomo gruño. —Sí, lástima que no accedió a quedarse para llevar este monstruo al auto. Ahora Jacomo tiene que cargar al gigante.Chiara sonrió y dijo:—Ya deja de ser un gruñón. Pronto el bebé pondrá la casa de cabeza y hasta tú estarás cambiando pañales.Jacomo puso los ojos en blanco ante el comentario de Chiara y continuó caminando.Afuera, el aire fresco y ligeramente húmedo del atardecer abrazaba a las chicas mientras salían del centro comercial. Una brisa suave acariciaba sus rostros, trayendo consigo el olor a tierra mojada y a cé
El resonar de la lluvia golpeaba las ventanas de la mansión Rossi, creaba una sinfonía melancólica que se filtraba por cada rincón. Francesco, con la mirada perdida en el horizonte, recordaba las palabras de su abuelo Don Marco Rossi: «La vida es un laberinto, Francesco, y a veces, nos perdemos en las sombras».Esa noche, las sombras se cerraron aún más. El sonido de unos tacones resonó en el pasillo, interrumpiendo los pensamientos de Francesco. Elena entró en la habitación en compañía de Dimitri, su rostro estaba palidecido y sus ojos parecían perdidos e inundados por el llanto.—Elena, acabo de enterarme, —dijo Francesco con una expresión de tristeza y rabia. —Siento mucho lo de tus padres Elena, trabajaron para el abuelo y siempre fueron leales a la familia, no entiendo como sucedió. ¿Cómo estás?Elena apenas levantó la mirada. —Estoy totalmente sola, Francesco. La noticia fue como un golpe repentino, no sé qué haré sin mis padres, yo ni siquiera termine a la universidad, mi padre