La noche había caído sobre la ciudad, y Luciana se encontraba en su apartamento, repasando mentalmente los eventos recientes. La búsqueda de Isabella los había llevado a lugares inesperados y había revelado secretos que jamás imaginó. Sin embargo, lo que más la inquietaba era la creciente conexión que sentía hacia Alexander.Mientras se perdía en sus pensamientos, un suave golpe en la puerta la sacó de su ensoñación. Al abrir, se encontró con Alexander, quien sostenía una botella de vino y mostraba una sonrisa tímida.—Pensé que podríamos tomarnos un descanso y relajarnos un poco. —dijo, levantando la botella.Luciana sonrió, sintiendo un calor reconfortante en su pecho.—Me parece una excelente idea. —respondió, haciéndose a un lado para dejarlo entrar.Ambos se dirigieron al pequeño balcón del apartamento, donde una suave brisa nocturna acariciaba sus rostros. La luna llena iluminaba la ciudad, creando un ambiente íntimo y sereno.Después de servir el vino, se sentaron en sillas con
Luciana y Alexander se encontraban en el café, asimilando la información que Javier les había proporcionado sobre Samuel. La revelación de su pasado oscuro y las conexiones peligrosas que mantenía añadían una nueva capa de complejidad a su búsqueda de Isabella.—No podemos perder más tiempo. —dijo Alexander, con determinación en su voz—. Debemos encontrar a Isabella antes de que Samuel lo haga.Luciana asintió, aunque una sombra de duda cruzó su rostro.—Pero, ¿por dónde empezamos? —preguntó—. Si Samuel es tan peligroso como dice Javier, debemos ser cautelosos.Javier, que había estado observando en silencio, intervino.—Conozco a alguien que podría ayudarnos. —dijo—. Es un antiguo contacto mío que tiene acceso a información confidencial. Pero es arriesgado.Alexander frunció el ceño.—¿Podemos confiar en él? —inquirió.Javier suspiró.—No tenemos muchas opciones. —respondió—. Y el tiempo no está de nuestro lado.Luciana y Alexander intercambiaron una mirada. La tensión entre ellos er
La noche caía lentamente sobre la ciudad, envolviéndola en un velo de incertidumbre. Luciana y Alexander se encontraban en su apartamento, repasando la información que Javier les había proporcionado sobre Samuel. Sabían que la búsqueda de Isabella se estaba convirtiendo en un juego peligroso, donde cada movimiento podía significar la diferencia entre salvarla o perderla para siempre.—No podemos esperar más. —dijo Alexander, su voz firme mientras revisaba los archivos sobre Samuel—. Tenemos que ir tras él antes de que nos tome la delantera.Luciana, sentada en el sofá con el teléfono en la mano, mordisqueó su labio inferior. El mensaje de Javier aún brillaba en la pantalla.“Mi contacto aceptó reunirse con ustedes. Nos vemos mañana a las 9 p. m. en el muelle.”—No sé si esto es una buena idea. —murmuró, sin apartar la vista del teléfono—. Todo esto me parece una trampa.Alexander dejó los papeles sobre la mesa y se acercó a ella, agachándose hasta quedar a su nivel. Le tomó la mano c
La brisa marina acariciaba el rostro de Luciana mientras observaba el horizonte desde la cubierta del pequeño bote en el que habían escapado. El sonido rítmico de las olas chocando contra el casco proporcionaba un contraste calmante al caos que acababan de experimentar. Alexander, sentado a su lado, mantenía una expresión pensativa, con la mirada perdida en el vasto océano. —No puedo creer que hayamos caído en una trampa. —murmuró Luciana, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. Alexander suspiró, pasando una mano por su cabello despeinado. —Subestimamos a Samuel. —admitió—. Pero al menos ahora sabemos que Isabella está viva y que la tiene retenida. Luciana asintió, aunque la preocupación seguía latente en su pecho. —¿Y qué haremos ahora? —preguntó, buscando en los ojos de Alexander alguna señal de esperanza. Él la miró fijamente, y por un momento, Luciana sintió que el tiempo se detenía. La intensidad en su mirada reflejaba una mezcla de determinación y a
El silencio en la casa de Marco era abrumador. Luciana estaba en la sala de estar, repasando en su mente todo lo que había aprendido sobre Isabella.Nunca la había conocido en persona. Hasta hace unas semanas, su existencia era solo una sombra en la vida de Alexander, una historia sin final, una cicatriz abierta en su pasado. Ahora, su desaparición era el eje de todo lo que estaban haciendo.Se frotó las sienes con los dedos, sintiendo la presión del estrés en su cabeza. Todo esto era más grande de lo que jamás imaginó.—¿No puedes dormir?Luciana levantó la mirada y encontró a Alexander apoyado en el marco de la puerta, con una taza de café en la mano. Su cabello estaba revuelto y las ojeras en sus ojos delataban el cansancio que cargaba.—No dejo de pensar en todo esto. —murmuró ella—. Isabella… ¿qué era para ti realmente?Alexander se quedó en silencio un momento antes de avanzar y sentarse en el sofá frente a ella. El fuego de la chimenea iluminaba sus rasgos con un resplandor dor
El aire en la habitación se volvió denso. Luciana sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando la sonrisa de Isabella se ensanchó.—¿Trampa? —preguntó Alexander, su voz tensa—. ¿Quieres decirnos qué demonios está pasando aquí?Isabella inclinó la cabeza, su cabello oscuro cayendo sobre su rostro. No parecía una prisionera aterrada. No había miedo en sus ojos.Luciana retrocedió un paso, su instinto gritándole que algo no estaba bien.—Tienen que salir de aquí. —susurró Isabella, pero su tono era contradictorio. No sonaba como una súplica. Sonaba como una advertencia.Alexander se acercó a ella, examinándola con la mirada afilada.—Tú nos atrajiste aquí, ¿no es cierto?Isabella soltó una leve carcajada, apoyándose contra la pared.—Digamos que no es tan simple.Luciana sintió que la impaciencia se apoderaba de ella.—¿Por qué no? —preguntó, cruzándose de brazos—. Nos arriesgamos para sacarte de aquí, y ahora nos sales con que es una trampa.Isabella dejó escapar un suspiro antes de
El silencio en la casa de Alexander era casi sofocante. Luciana se movía inquieta en la biblioteca, repasando una y otra vez las palabras que Isabella les había dicho en el capítulo anterior. Samuel no era el verdadero enemigo. Había alguien más moviendo los hilos en la sombra. Luciana sentía que el suelo bajo sus pies se volvía inestable. Nada de lo que pensaba era cierto. Pero lo que realmente la perturbaba no era la revelación de Isabella, sino la forma en que Alexander reaccionó. Después de la conversación, él se alejó en silencio, encerrándose en su estudio sin decir una palabra. Luciana no estaba acostumbrada a que él guardara silencio por tanto tiempo. Alexander siempre tenía algo que decir, incluso si era con su sarcasmo afilado. Pero ahora, no había nada. Y eso la inquietaba más que cualquier amenaza externa. La Tormenta en su Interior Luciana caminó hasta la puerta del estudio y golpeó suavemente. —¿Vas a quedarte ahí toda la noche? —preguntó. El sonido de pasos ac
El sonido de los disparos aún resonaba en los oídos de Luciana cuando Alexander la tomó del brazo y la arrastró fuera del estudio.—Tenemos que salir ahora. —dijo con urgencia.Luciana corrió tras él, su corazón latiendo con fuerza. El ataque había sido rápido, preciso.Demasiado preciso.Los pasillos de la casa estaban en penumbras, apenas iluminados por las luces de emergencia que parpadeaban. El silencio era tan espeso que podía escuchar su propia respiración.—¿Quién nos está atacando? —preguntó, intentando mantener la calma.Alexander apretó la mandíbula.—No lo sé.Pero Luciana supo que eso no era del todo cierto.La Sombra de la TraiciónCuando llegaron al vestíbulo, encontraron a Isabella de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados.No parecía sorprendida. Ni asustada.Luciana frenó en seco.—Dime que no. —dijo en voz baja.Isabella la miró con calma.—¿Qué es lo que crees que hice?Alexander avanzó, su voz baja pero llena de veneno.—Nos vendiste.Isabella no pestañeó.