La noche caía lentamente sobre la ciudad, envolviéndola en un velo de incertidumbre. Luciana y Alexander se encontraban en su apartamento, repasando la información que Javier les había proporcionado sobre Samuel. Sabían que la búsqueda de Isabella se estaba convirtiendo en un juego peligroso, donde cada movimiento podía significar la diferencia entre salvarla o perderla para siempre.—No podemos esperar más. —dijo Alexander, su voz firme mientras revisaba los archivos sobre Samuel—. Tenemos que ir tras él antes de que nos tome la delantera.Luciana, sentada en el sofá con el teléfono en la mano, mordisqueó su labio inferior. El mensaje de Javier aún brillaba en la pantalla.“Mi contacto aceptó reunirse con ustedes. Nos vemos mañana a las 9 p. m. en el muelle.”—No sé si esto es una buena idea. —murmuró, sin apartar la vista del teléfono—. Todo esto me parece una trampa.Alexander dejó los papeles sobre la mesa y se acercó a ella, agachándose hasta quedar a su nivel. Le tomó la mano c
La brisa marina acariciaba el rostro de Luciana mientras observaba el horizonte desde la cubierta del pequeño bote en el que habían escapado. El sonido rítmico de las olas chocando contra el casco proporcionaba un contraste calmante al caos que acababan de experimentar. Alexander, sentado a su lado, mantenía una expresión pensativa, con la mirada perdida en el vasto océano. —No puedo creer que hayamos caído en una trampa. —murmuró Luciana, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. Alexander suspiró, pasando una mano por su cabello despeinado. —Subestimamos a Samuel. —admitió—. Pero al menos ahora sabemos que Isabella está viva y que la tiene retenida. Luciana asintió, aunque la preocupación seguía latente en su pecho. —¿Y qué haremos ahora? —preguntó, buscando en los ojos de Alexander alguna señal de esperanza. Él la miró fijamente, y por un momento, Luciana sintió que el tiempo se detenía. La intensidad en su mirada reflejaba una mezcla de determinación y a
El silencio en la casa de Marco era abrumador. Luciana estaba en la sala de estar, repasando en su mente todo lo que había aprendido sobre Isabella.Nunca la había conocido en persona. Hasta hace unas semanas, su existencia era solo una sombra en la vida de Alexander, una historia sin final, una cicatriz abierta en su pasado. Ahora, su desaparición era el eje de todo lo que estaban haciendo.Se frotó las sienes con los dedos, sintiendo la presión del estrés en su cabeza. Todo esto era más grande de lo que jamás imaginó.—¿No puedes dormir?Luciana levantó la mirada y encontró a Alexander apoyado en el marco de la puerta, con una taza de café en la mano. Su cabello estaba revuelto y las ojeras en sus ojos delataban el cansancio que cargaba.—No dejo de pensar en todo esto. —murmuró ella—. Isabella… ¿qué era para ti realmente?Alexander se quedó en silencio un momento antes de avanzar y sentarse en el sofá frente a ella. El fuego de la chimenea iluminaba sus rasgos con un resplandor dor
El aire en la habitación se volvió denso. Luciana sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando la sonrisa de Isabella se ensanchó.—¿Trampa? —preguntó Alexander, su voz tensa—. ¿Quieres decirnos qué demonios está pasando aquí?Isabella inclinó la cabeza, su cabello oscuro cayendo sobre su rostro. No parecía una prisionera aterrada. No había miedo en sus ojos.Luciana retrocedió un paso, su instinto gritándole que algo no estaba bien.—Tienen que salir de aquí. —susurró Isabella, pero su tono era contradictorio. No sonaba como una súplica. Sonaba como una advertencia.Alexander se acercó a ella, examinándola con la mirada afilada.—Tú nos atrajiste aquí, ¿no es cierto?Isabella soltó una leve carcajada, apoyándose contra la pared.—Digamos que no es tan simple.Luciana sintió que la impaciencia se apoderaba de ella.—¿Por qué no? —preguntó, cruzándose de brazos—. Nos arriesgamos para sacarte de aquí, y ahora nos sales con que es una trampa.Isabella dejó escapar un suspiro antes de
El silencio en la casa de Alexander era casi sofocante. Luciana se movía inquieta en la biblioteca, repasando una y otra vez las palabras que Isabella les había dicho en el capítulo anterior. Samuel no era el verdadero enemigo. Había alguien más moviendo los hilos en la sombra. Luciana sentía que el suelo bajo sus pies se volvía inestable. Nada de lo que pensaba era cierto. Pero lo que realmente la perturbaba no era la revelación de Isabella, sino la forma en que Alexander reaccionó. Después de la conversación, él se alejó en silencio, encerrándose en su estudio sin decir una palabra. Luciana no estaba acostumbrada a que él guardara silencio por tanto tiempo. Alexander siempre tenía algo que decir, incluso si era con su sarcasmo afilado. Pero ahora, no había nada. Y eso la inquietaba más que cualquier amenaza externa. La Tormenta en su Interior Luciana caminó hasta la puerta del estudio y golpeó suavemente. —¿Vas a quedarte ahí toda la noche? —preguntó. El sonido de pasos ac
El sonido de los disparos aún resonaba en los oídos de Luciana cuando Alexander la tomó del brazo y la arrastró fuera del estudio.—Tenemos que salir ahora. —dijo con urgencia.Luciana corrió tras él, su corazón latiendo con fuerza. El ataque había sido rápido, preciso.Demasiado preciso.Los pasillos de la casa estaban en penumbras, apenas iluminados por las luces de emergencia que parpadeaban. El silencio era tan espeso que podía escuchar su propia respiración.—¿Quién nos está atacando? —preguntó, intentando mantener la calma.Alexander apretó la mandíbula.—No lo sé.Pero Luciana supo que eso no era del todo cierto.La Sombra de la TraiciónCuando llegaron al vestíbulo, encontraron a Isabella de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados.No parecía sorprendida. Ni asustada.Luciana frenó en seco.—Dime que no. —dijo en voz baja.Isabella la miró con calma.—¿Qué es lo que crees que hice?Alexander avanzó, su voz baja pero llena de veneno.—Nos vendiste.Isabella no pestañeó.
La carretera se volvía más oscura a medida que el auto avanzaba, alejándose de la autopista principal. Las luces de los dos vehículos que los seguían seguían allí, constantes, como depredadores al acecho.Luciana miró hacia atrás, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.—¿Por qué no atacan? —preguntó en voz baja.Isabella no apartó la vista del paisaje que se desdibujaba fuera de la ventanilla.—Porque aún no saben si nos pueden usar.Alexander giró bruscamente la cabeza hacia ella.—¿Qué demonios significa eso?Isabella suspiró.—Significa que, si nos quieren muertos, lo harán en el momento adecuado. Pero si creen que podemos serles útiles, intentarán atraparnos antes de tomar una decisión.Luciana sintió la piel erizarse. La tranquilidad de Isabella era lo que más la inquietaba.—¿Y qué pasa si deciden que no somos útiles? —preguntó.Isabella giró lentamente la cabeza hacia ella.—Entonces morimos.Un silencio pesado cayó sobre el auto.—Bueno, eso fue reconfortante. —murmuró A
El silencio en el almacén era espeso, como una tormenta a punto de desatarse. Luciana observaba a Alexander con el corazón latiendo con fuerza.Gabriel había dejado caer la verdad como una bomba: había una red de poder controlando la industria editorial, una que no permitía que los autores independientes tuvieran éxito sin pagar un alto precio.Y Alexander había sido una de sus víctimas.Le robaron su historia. Le robaron su confianza. Y durante años, le robaron su voz.Luciana lo vio cerrar los puños con fuerza, su respiración agitada. Era la primera vez que lo veía realmente enojado.—¿Y esperas que simplemente acepte esto? —gruñó Alexander, fulminando a Gabriel con la mirada.Gabriel se encogió de hombros.—Esperaba que estuvieras listo para hacer algo al respecto.Alexander soltó una carcajada amarga.—¿Y qué demonios se supone que haga? ¿Escribir sobre ello? ¿Reclamar lo que es mío? ¿Enfrentarme a un grupo de personas con suficiente poder para borrar mi existencia?Luciana sintió