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Bajo el Mismo Contrato
Bajo el Mismo Contrato
Por: Jansy
Capítulo 1: El Encuentro Inesperado

Luciana Ferrer se encontraba en una cafetería del centro de la ciudad, rodeada de manuscritos rechazados y una taza de café frío. La luz tenue del atardecer se filtraba por las ventanas, creando sombras que reflejaban su estado de ánimo. Había pasado los últimos años intentando sin éxito que alguna editorial aceptara sus novelas. La frustración y la duda comenzaban a pesarle.

Mientras revisaba por enésima vez una carta de rechazo, su teléfono vibró sobre la mesa. Era un correo electrónico de una editorial reconocida. Con el corazón acelerado, abrió el mensaje.

Estimada Srta. Ferrer,

Hemos revisado su perfil y nos gustaría ofrecerle una oportunidad como asistente personal de uno de nuestros autores más destacados. Si está interesada, por favor, acuda a nuestra oficina mañana a las 10 a.m.

Atentamente,

Eleanor Graves

La sorpresa la dejó sin palabras. Aunque no era la oferta que esperaba, podría ser la puerta que necesitaba para entrar en el mundo literario. Decidida, respondió afirmativamente y se preparó para la reunión del día siguiente.

A la mañana siguiente, Luciana se presentó en la imponente sede de la editorial. El edificio, con su fachada de vidrio y acero, reflejaba el dinamismo del mundo literario. Fue recibida por Eleanor Graves, una mujer de mirada penetrante y modales impecables.

—Gracias por venir, Srta. Ferrer —dijo Eleanor, estrechando su mano—. Nuestro autor, Alexander Varnell, está buscando una asistente personal. Es una oportunidad única para alguien con su perfil.

El nombre resonó en la mente de Luciana. Alexander Varnell era conocido por sus exitosas novelas románticas y su carácter reservado. La idea de trabajar con él era tan emocionante como intimidante.

—Estoy interesada —respondió Luciana, intentando ocultar su nerviosismo.

—Perfecto —asintió Eleanor—. Le proporcionaré la dirección de su residencia. Puede presentarse mañana a las 9 a.m..

Al día siguiente, Luciana llegó a una elegante casa en las afueras de la ciudad. El jardín estaba meticulosamente cuidado, y la arquitectura combinaba lo clásico con lo moderno. Tocó el timbre y, tras unos momentos, la puerta se abrió para revelar a Alexander Varnell en persona.

Era un hombre alto, de cabello oscuro y ojos penetrantes. Llevaba una camisa blanca arremangada y jeans. Su apariencia desaliñada contrastaba con la imagen pulida que había visto en las solapas de sus libros.

—Usted debe ser la nueva asistente —dijo con voz profunda, sin rastro de una sonrisa.

—Sí, soy Luciana Ferrer —respondió, extendiendo la mano.

Él la miró por un instante antes de estrechar su mano brevemente.

—Bien, sígame.

La condujo a través de un pasillo adornado con estanterías llenas de libros hasta llegar a un estudio amplio. Un gran ventanal ofrecía vistas al jardín, y una mesa de madera oscura estaba cubierta de papeles y libros abiertos.

—Su trabajo será ayudarme con la investigación, organización y cualquier otra tarea que se presente —dijo Alexander, sentándose detrás de la mesa—. Espero profesionalismo y discreción.

—Por supuesto —asintió Luciana, sintiendo la tensión en el aire.

Los días siguientes fueron una prueba de paciencia. Alexander era exigente y reservado. Apenas hablaba más allá de lo necesario, y Luciana sentía que cada intento de conversación era un fracaso. Sin embargo, observó destellos de vulnerabilidad en él. Momentos en los que su mirada se perdía y una sombra de melancolía cruzaba su rostro.

Una tarde, mientras organizaba unos libros en el estudio, encontró un manuscrito inacabado. La escritura era apasionada, pero abruptamente se detenía en medio de una frase. Antes de que pudiera leer más, Alexander entró en la habitación.

—¿Qué está haciendo? —preguntó con voz fría.

—Lo siento, encontré este manuscrito y… —comenzó a decir, pero él la interrumpió.

—No es asunto suyo —dijo, arrebatándole el papel de las manos—. Limítese a sus tareas.

Luciana sintió una mezcla de vergüenza y curiosidad. Había algo en ese manuscrito que parecía importante. Decidió que, aunque Alexander fuera un enigma, intentaría comprenderlo. Quizás, al hacerlo, podría ayudarlo a superar el bloqueo que claramente lo atormentaba.

Esa noche, mientras se retiraba a su pequeño apartamento, no podía dejar de pensar en Alexander y en el misterio que lo rodeaba. Sabía que trabajar con él no sería fácil, pero algo en su interior le decía que valdría la pena.

Y así, con determinación renovada, Luciana se preparó para enfrentar los desafíos que le aguardaban en su nueva posición. Sin saber que este encuentro cambiaría su vida de maneras que nunca habría imaginado.

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