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Capítulo 6: Ecos del Pasado

El aire dentro del estudio de Alexander Varnell se volvió espeso, casi irrespirable. Luciana Ferrer sostenía la foto en su mano, sintiendo su peso como si fuera una piedra atada a su pecho. La imagen de Alexander abrazando a una mujer cuya identidad había sido tachada era una puerta abierta a preguntas que él no quería responder.

Alexander estaba de pie junto a la puerta, observándola con una frialdad que la hizo estremecerse.

—¿Dónde conseguiste eso? —preguntó con voz controlada, pero su tono ocultaba algo más oscuro.

Luciana no apartó la mirada.

—Javier me la dio.

El nombre de su ex hizo que la mandíbula de Alexander se tensara. Pero no fue enojo lo que vio en sus ojos, sino algo más peligroso.

—¿Javier? —repitió él, con una risa amarga—. Por supuesto.

Luciana frunció el ceño.

—¿Qué significa eso?

Alexander avanzó lentamente hacia ella, sin apartar la mirada de la foto. Luciana no se movió, pero su corazón golpeaba con fuerza dentro de su pecho.

—Significa que Javier siempre ha sabido más de lo que aparenta.

Luciana sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Quién es ella, Alexander?

Él se detuvo frente a ella, su cuerpo rígido, su mirada una tormenta helada.

—Su nombre era Aurora.

Luciana tragó saliva. El nombre que había encontrado escrito en su cuaderno.

—¿Era tu novia?

Alexander apretó los labios.

—No.

El peso de esa única palabra cayó sobre Luciana con fuerza. Si no era su novia, ¿entonces quién era?

—Entonces, ¿quién era?

Alexander la observó en silencio durante largos segundos. Y luego, simplemente, se dio la vuelta y salió del estudio.

Luciana cerró los ojos y dejó escapar un suspiro frustrado. Sabía que no iba a ser fácil obtener respuestas de él.

Pero ahora estaba segura de algo: Aurora era la clave de todo.

Una Revelación Inesperada

Luciana no podía dejar de pensar en la foto. Decidió que si Alexander no le iba a contar la verdad, ella misma la descubriría.

Se dirigió a la editorial para hablar con Eleanor Graves, la editora de Alexander. Si alguien sabía la verdad, tenía que ser ella.

Cuando llegó a la oficina de Eleanor, la mujer la recibió con su usual expresión impasible.

—Luciana. No esperaba verte aquí.

Luciana dejó la foto sobre el escritorio de Eleanor.

—¿Quién es ella?

Eleanor bajó la mirada a la imagen, y por primera vez, vio algo parecido a duda en sus ojos.

—¿Dónde encontraste esto?

—Javier me la dio.

Eleanor cerró los ojos por un momento y luego suspiró.

—Debí saber que él haría algo así.

Luciana sintió su pulso acelerarse.

—¿Por qué?

Eleanor levantó la mirada, su expresión más tensa de lo habitual.

—Porque Javier era parte de todo esto.

Luciana sintió que el suelo se movía bajo sus pies.

—¿Qué estás diciendo?

Eleanor se inclinó hacia adelante.

—Si realmente quieres respuestas, deja de buscarlas.

Luciana negó con la cabeza.

—No hasta que sepa la verdad.

Eleanor exhaló lentamente antes de hablar.

—Aurora no era la novia de Alexander.

Luciana esperó.

—Era su prometida.

El aire se quedó atrapado en sus pulmones.

—¿Qué?

Eleanor asintió.

—Se iban a casar. Pero ella desapareció días antes de la boda… y nunca la encontraron.

Luciana sintió que el mundo entero se inclinaba.

—¿Nunca la encontraron?

Eleanor negó con la cabeza.

—Ni viva ni muerta.

El silencio cayó sobre la habitación como una losa de concreto. Luciana sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Alexander Varnell no era solo un escritor bloqueado.

Era un hombre que había perdido a la persona que amaba… y que nunca supo qué le había pasado.

El Confrontamiento

Luciana llegó a la casa de Alexander con el corazón latiendo violentamente en su pecho. Ya no iba a andarse con rodeos.

Lo encontró en el estudio, sentado en su escritorio, escribiendo en su laptop.

—¿Dónde estaba ella la última vez que la viste?

Alexander se quedó inmóvil.

—No quiero hablar de esto.

Luciana avanzó hacia él, con la foto en la mano.

—Ella desapareció días antes de casarse contigo.

Alexander cerró los ojos, su mandíbula tensa.

—Déjalo, Luciana.

—No.

Alexander se puso de pie de golpe, sus ojos ardiendo con una furia contenida.

—¡No es asunto tuyo!

Luciana no se inmutó.

—Lo es si estás escribiendo sobre ella.

El silencio fue brutal. Y entonces, Alexander hizo algo que la dejó sin aire. Rasgó su camisa y le mostró una cicatriz en el pecho.

—Este fue su último recuerdo para mí.

Luciana sintió que el suelo se le hundía bajo los pies.

—¿Te apuñaló?

Alexander dejó caer la camisa y giró el rostro hacia la ventana.

—Y luego desapareció.

Luciana sintió que su mente iba a estallar.

Aurora no solo había desaparecido. Había intentado matar a Alexander antes de hacerlo.

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