Cuando Lorenza escuchó esas palabras salir de la boca de Grace, una opresión se apoderó de su pecho. Su mente retrocedió a los momentos en los que ninguna de las mujeres que había escogido como nueras habría pronunciado algo así por alguno de sus hijos. Era evidente que nunca lo habría escuchado, pues el amor no estaba presente al inicio de esas relaciones. Su propia historia con Alessandro comenzó de la misma manera. Tanto la familia de él como la suya propia no conocieron el amor al principio de cada matrimonio, sino que fue una tarea ardua de ambos lados hacer que ese amor echara raíces.―Se me hace muy amable que lo menciones ―dijo Giorgia, tratando de aliviar la tensión en el ambiente.―Sí, es cierto, aunque nuestras historias no comenzaron como la tuya con Edward, puedo decir que somos felices, ¿no es así? ―preguntó Lucía, mientras todas tomaron rápidamente un sorbo de vino.―Bueno, bueno, espero que tu amor por él siga floreciendo, porque no está de más recordarte que en la fam
Edward entró al gran comedor principal y encontró a toda la familia ya sentada para el desayuno.― ¿Y Grace? ―preguntó Alessandro al ver que Edward había entrado solo al lugar.―Bajará en unos minutos ―anunció, tomó asiento en la mesa y observó al resto de la familia. Las mujeres lucían demacradas, como si cada una estuviera lidiando con su propio infierno personal. ¿Pero quién las había llevado a beber más de cinco botellas del vino más fuerte de la familia? Edward se sirvió una taza de café y la preparó. ―Y hablando de eso, ¿Tienen el vestido? ¿O solo fueron a emborracharse con la modista del pueblo? ―su tono era sarcástico y, para su sorpresa, nadie respondió. Algunas se masajeaban las sienes con las yemas de los dedos, otras simplemente perdían la mirada en las copas de agua, mientras que los hermanos de Edward se divertían con la fachada de sus esposas.―Creo que optaron por el vino―dijo Alessandro antes de sonreír y dar un sorbo a su taza de café humeante, lanzando una mirada di
Grace observó cómo Edward se llevaba los dedos a los labios, como si quisiera asegurarse de que todavía estaban allí. Entonces, ella reaccionó; sus mejillas se tornaron rojizas, tan ruborizadas que llamaron la atención de Edward.―Lo siento, no sé qué me ha pasado, yo… yo… ―balbuceó, sin saber qué decir. Se llevó las manos a las mejillas y las sintió ardiendo. Su cuerpo comenzó a calentarse como nunca antes. El sonido de un golpe en la puerta los sacó a ambos de su trance.―Soy el ama de llaves. La señora Langford me ha pedido entregarle el cambio de ropa para montar ―anunció una voz desde el otro lado de la puerta. Grace se giró de inmediato para alejarse de la puerta y la abrió de golpe, mientras Edward se volvía de espaldas para disimular el hecho de que su amigo tiraba impacientemente de su pantalón.―Muchas gracias, muy amable. ―dijo Grace y aceptó la bolsa. Luego cerró la puerta, intentó esquivar a Edward, pero él fue rápido, y casi chocaban entre los dos.―Espera―Grace detuvo s
Se hizo un silencio incómodo. ―Oh, disculpen mi confusión. ― ¿Entonces? ¿Este es el caballo para ella?―Sí, sí, Langford. Por cierto, sigues siendo el mismo por lo que veo. ― ¿Tengo que cambiar algo? ―su pregunta era cargado de un tono de frialdad, Vicencio sonrió de manera divertida. ―Es bueno, verte de nuevo. Y bienvenido al pueblo. ―miró a Grace y le sonrió de manera amable, una que confundió Edward por la de coqueteo. ―Bienvenida, señorita. ―extendió su mano, pero Edward la bloqueó. ―Necesito los caballos, ya todos empezaron a marcharse a campo abierto―dijo Edward impaciente. ―Claro, claro, esta belleza la puede correr tu hermosa prometida. ―las mejillas de Grace se tiñeron de un rosa claro. ―Lo montaré con ella. ―anunció Edward―Gracias. ―se puso de espalda contra Vicencio para mirar a Grace. ― ¿Lista?―Yo… Bueno, sí, creo. ―Edward le dio indicación de como subir al caballo, al hacerlo, Grace lo hizo bastante bien para la sorpresa de ellos. ―Bien, andaré cerca por si neces
Escuchar aquella pregunta, dejó a Grace sin palabras, no sabía que responder, pero lo que se le vino a la mente en ese momento, fue fruncir su ceño y sonreír.― ¿Acuerdo? ¿Beneficios? ―se puso de pie y miró de nuevo el arroyo, para después mirar en su dirección. ―No entiendo de lo que me habla.―Debe de ser una sorpresa para ti que esté al tanto del acuerdo entre tú y Edward. Él probablemente piensa que soy muy ingenuo, pero quiero que sepas que no estoy enojado ni molesto. Simplemente, habría deseado que esto fuera genuino.― Hizo una pausa breve, luego se levantó y se acercó a ella para estar a su lado mientras observaban el agua correr frente a ellos. ―Que fuera real.―Es real. ―dijo Grace, aun con el corazón, latiendo tan aprisa que juró que podría escucharlo si prestara total atención.―No, no lo es. ―respondió desviando su mirada a ella. ―Pero, por más extraño que lo sea, he visto comportamientos en Edward que me dan esperanza, pero bueno, eso…― ¿Por qué tardan tanto? ―preguntó
Edward y Grace llegaron al establo, donde encontraron a Vicencio esperando para recibir al caballo. A Edward no le sorprendió verlo allí. Vicencio, al ver a Grace, esbozó una sonrisa y se quitó el sombrero con cortesía, mientras ella le devolvía un gesto de saludo cordial sin pronunciar palabra alguna.―Eso ha sido rápido, Langford ―comentó Vicencio, dirigiendo su mirada hacia Edward. ― ¿Ya te aburriste?Edward optó por el silencio, simplemente entregó las riendas y luego tomó el brazo de Grace, alejándose juntos de los establos.― ¿Puedes soltarme? Ya no hay nadie mirando ―solicitó Grace. Edward la soltó y continuaron caminando hacia la casa Langford en total silencio, ella estaba inquieta, Alessandro se había escuchado tan seguro del acuerdo, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando varias personas de seguridad del equipo de Edward, subía a la camioneta maletas, ella arrugó su ceño y miró a Edward cuando se detuvieron. ― ¿Nos vamos a ir? ―preguntó, confundida.―Regresaremos a la
Grace sintió cómo su cuerpo cobraba vida por sí solo, sus manos se elevaron instintivamente para deslizarse por la nuca de Edward. Entrelazó sus dedos en su cabello y tiró suavemente de él, lo que provocó un jadeo inesperado de Edward contra sus labios. Ese simple gesto le trajo una satisfacción que no esperaba. Se separaron por un momento, y Edward la miró detenidamente. Ella tenía los ojos cerrados, los labios entreabiertos y un rubor encantador en las mejillas. ― ¿Estás bien? ―preguntó en un susurro. Grace abrió los ojos y asintió. Quería volver a besarlo, y él a ella, así que no dudaron en encontrarse de nuevo en un beso apasionado. Bajaron la intensidad del beso y entre sus labios, Edward comenzó a hablar: ―Sé que esto no estaba en el acuerdo y…― Grace salió de su ensimismamiento, separándose unos centímetros, lentamente de él, sin dejar de mirarlo. ―El acuerdo…―dijo, aclarándose la garganta mientras se sentaba de nuevo en su lugar, intentando controlar sus emociones y el calor
“Solo tú y yo” aquellas últimas palabras hicieron temblar por completo a Grace, cuando Edward estaba dispuesto a dar el siguiente paso, el toque de la puerta, arruinó el momento. Se quedaron ambos mirándose sin decir nada, pero sus corazones latiendo a toda prisa, decían mucho más, él soltó un gruñido entre dientes, esa acción hizo que reaccionara Grace. “Quizás es una señal”, pensó ella.―Debe de ser importante, yo tengo que arreglar los últimos detalles para el evento de tu familia. ―estaba a punto de separarse de él y bajar de la cama, cuando él lo impidió, la volvió a recostar a su costado y tomó su boca para devorarla en un beso apasionado que la había dejado casi sin respiración, al terminar el beso, él la miró.―Será una breve pausa―luego tiró de la sábana para cubrir, lo que ya ella cubría con sus manos. Bajó de la gran cama y se acomodó disimuladamente su erección que tiraba con fiereza de la tela del pantalón. Se abotonó de prisa la camisa y abrió la puerta, y ahí estaba, su