Cabalgar

Grace observó cómo Edward se llevaba los dedos a los labios, como si quisiera asegurarse de que todavía estaban allí. Entonces, ella reaccionó; sus mejillas se tornaron rojizas, tan ruborizadas que llamaron la atención de Edward.

―Lo siento, no sé qué me ha pasado, yo… yo… ―balbuceó, sin saber qué decir. Se llevó las manos a las mejillas y las sintió ardiendo. Su cuerpo comenzó a calentarse como nunca antes. El sonido de un golpe en la puerta los sacó a ambos de su trance.

―Soy el ama de llaves. La señora Langford me ha pedido entregarle el cambio de ropa para montar ―anunció una voz desde el otro lado de la puerta. Grace se giró de inmediato para alejarse de la puerta y la abrió de golpe, mientras Edward se volvía de espaldas para disimular el hecho de que su amigo tiraba impacientemente de su pantalón.

―Muchas gracias, muy amable. ―dijo Grace y aceptó la bolsa. Luego cerró la puerta, intentó esquivar a Edward, pero él fue rápido, y casi chocaban entre los dos.

―Espera―Grace detuvo s
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