Helen Punto de Vista
Aunque el hogar de la familia Red era una enorme mansión, decorada en tonos cálidos, con lujosos muebles y estallidos de color, todavía parecía una fría cueva de piedra. Era como si las gemelas poseyeran una fuerza que absorbiera la vida, como si robara el aire y la luz del lugar. Ni siquiera tenían que estar en la misma habitación conmigo para hacerme sentir así. Daba la sensación de que su energía contaminaba la casa constantemente.
En los dos últimos meses me había cansado de trabajar para ellos. Necesitaba ganar lo suficiente para encontrar mi propio sitio, pero por ahora tendría que aguantar un poco más. Al menos el viaje al trabajo era fácil. Me levantaba todas las mañanas y ya estaba en mi destino, aunque preferiría conducir a través del país que vivir con las gemelas.Iba de camino a la habitación de invitados cuando pasé junto a Scott Red en el rellano del primer piso. En ese momento, se me cayó un anillo del dedo, golpeó el suelo de baldosas con un tintineo y rodó hasta detenerse a sus pies.—¡Uy! —Se agachó, lo tomó en su mano y me lo entregó. Sus ojos brillantes y azules, casualmente del mismo tono claro que los míos, me miraron y me asombró que su rostro se iluminara. No resultaría llamativo si no se tratara del legendario rockero que había recibido esa mirada de millones de personas en su vida. Sacudió la cabeza y pareció volver de su aturdimiento. —Te pareces a tu madre cuando tenía tu edad. Todavía me cuesta creer que se haya ido. Nunca le había oído hablar tantas palabras a la vez, especialmente sobre mi madre, y me tomó por sorpresa.—Sí, a mí también me da la impresión de que fuera a verla entrar en cualquier momento. —Su enfermedad avanzó tan deprisa que no nos dio tiempo a aceptarla, antes de que el cáncer se la llevara.Hizo un gesto y señaló el anillo con la cabeza.—Es una pieza inusual. Era de oro y plata y mi madre me lo dio poco antes de su muerte.—Sí, es una pieza reformada que hizo con dos anillos diferentes. Dijo que era especial, pero no me explicó por qué. Tengo que arreglarlo para que me ajusten mejor, pero desde que perdí la casa no estoy segura de dónde colocar el instrumental.—¿También haces joyas? —Se cruzó de brazos y pareció sorprenderse.—Aprendí de lo mejor, me enseñó todos sus trucos. Compartimos una risa y se acercó un poco más.—Deberías bajar a cenar. —Me tomó del brazo con delicadeza, mientras una voz sonaba detrás de mí.—Es una idea maravillosa. —Carmen se acercó y enlazó su brazo en el suyo y se unió a nosotros para bajar—. Somos casi familia y eres bienvenida a nuestra mesa en cualquier momento. Pensé que lo sabías, ya que vives con nosotros. Se encogió de hombros y se alejó, entrando en el comedor delante de nosotros.Las gemelas fruncieron el ceño cuando entré del brazo de su padre y me senté al lado de Mariel que jugaba con su teléfono. Sadie tomó asiento con la misma cara imperturbable de siempre, como si el mundo pudiera estallar en llamas y a ella le diera igual. Ninguna dijo una palabra de inmediato.Scott se colocó en la cabecera de la mesa y luego Millie entró para hacerlo en el extremo opuesto. Carmen se sentó junto a Scott y esperó mientras se servía la cena. Sonreía, aunque estaba claro que no lo hacía por mí. Nos llevábamos bien, pero yo sabía cuál era mi lugar y tenía la sensación de que no me quería en su mesa.Mariel no dejaba de reírse, como si los mensajes de texto que estaba recibiendo fueran los mejores chistes del mundo. Se inclinó hacia mí cuando colocaban una porción de lasaña en mi plato y me mostró la pantalla de su teléfono. Al mirarla, vi la imagen con la que ella esperaba sorprenderme: unos largos dedos masculinos sostenían un pene completamente erecto. Tuve que admitir que el tamaño era impresionante, pero la preocupación de Mariel por sorprenderme era excesiva.Miré a las gemelas y se rieron hasta que su madre las regañó. Quien nos viera pensaría que teníamos doce años y estábamos sentadas en clase. —Tengo una pequeña sorpresa para vosotras, chicas. —Se aclaró la garganta, esperando que todos la miráramos. Sabía que no debía pensar que me incluía, así que seguí comiendo mientras las gemelas parecían reacias a prestarle atención. Helen levantó un sobre y lo agitó. —Hace un rato ha llegado esto en el correo. Era evidente que la tarjeta del interior se trataba de una invitación formal. Eché un vistazo al grueso cartón con letras doradas en relieve donde destacaba una corona y la letra W.—Es de la familia Williams, como anfitriones de su gala anual. Una buena fuente, a través del club, me ha informado de que Gabriela Williams quiere destinar la fiesta para conseguirle una novia a Luis. Al parecer, está lista para que su hijo se case.Scott se aclaró la garganta. —Le deseo buena suerte. No se puede arrear a la gente como si fuera ganado y esperar que ocurra un milagro. Sería mejor que le dejara ser un hombre y encontrara a su novia a la antigua usanza.—¿Y qué manera es esa, querido? —Carmen parecía divertida, pero Scott se encogió de hombros y bebió un trago de vino antes de continuar con su cena. Millie se aclaró la garganta. —No todo el mundo es un fanático, hijo.Me tragué un trozo de lasaña y desvié la mirada mientras tomaba un poco de vino para pasarlo.—¿Mamá era una fanática? —Mariel hizo un cariño a su padre, pero Carmen se había puesto muy seria.—Difícilmente me llamaría a mí misma una groupie. Era muy fan, pero lo conocí a través de Aline. —Alcé la cabeza cuando Carmen mencionó el nombre de mi madre—. Supongo que podríamos decir que Helen era una groupie, ¿no es así, querido? La conociste entre bastidores en uno de tus conciertos, ¿verdad?Scott me lanzó una mirada de disculpa y luego aclaró. —En realidad, no. La conocí una mañana, en una cafetería, cuando se averió nuestro autobús de la gira a las afueras de la ciudad.—Estoy seguro de que es una historia encantadora, querido. —Lo cortó y se inclinó sobre la mesa—. No hagamos que nuestra invitada se sienta incómoda. Tuve la impresión de que Helen estaba mucho más incómoda con el tema de mi madre que él.—No tenía ni idea de que conocías a mi madre antes de conocer a Carmen. —Sonreí a Scott—. Me encantaría que me lo contaras en otro momento.Carmen me miró como si pretendiera lanzarme dagas por los ojos y después a Millie, que sonreía como si estuviera satisfecha.—Sí, en otro momento —dio la conversación por terminada y miró a sus hijas—. Las chicas tenemos una gala de la que hablar. Estoy segura de que quieren ir. Luis Williams es un buen partido desde la muerte de su padre. He oído que su patrimonio entero vale más de tres mil millones de dólares en la actualidad y no deja de crecer.Scott silbó. —Es mucho dinero para un joven. —Luego se giró para mirarme—. Deberías ir a esa fiesta, Helen. Te vendría bien un poco de diversión. Las gemelas dejaron lo que estaban haciendo y se giraron en sus sillas. Carmen se apresuró a intervenir para dejar clara su negativa.—Estoy segura de que la invitación no es extensiva. Crucé las manos en mi regazo con gesto nervioso, sin saber qué decir, mientras gotitas de sudor comenzaban a brotarme por la nuca. Esta vez, Carmen lanzó sus dagas en dirección a su marido.—Bueno, la invitación va dirigida específicamente a las gemelas —aclaró para zanjar el tema.—Tonterías, es una fiesta. Cuanta más gente vaya será más divertida. Estoy seguro de que solicitan la confirmación de asistencia y si se irá con acompañante. —Tomó la tarjeta de las manos de Carmen y asintió señalando algo—. Sí, aquí está. Además, por eso la contratamos, ¿no? Como las chicas siempre se meten en problemas, no les vendrá mal tener a Helen cerca para supervisarlas, además, no solo es su asistente en los viajes de negocios.—¿Hablas en serio, papá? No necesitamos una niñera. Ya tenemos más de veintiún años. —Sadie entornó los ojos con aspecto angelical, aunque su labio arqueado hacia arriba la hacía parecer un perro salvaje, listo para morder.—No creo que pase nada malo. A Helen le encantará la fiesta y será bueno que conozca gente. Mariel miró a su hermana e intercambiaron una mirada traviesa. —Gracias por la sugerencia, papá. —Llevó el vaso de vino a los labios y me miró con una sonrisa tan grande que pude ver el destello de sus dientes.No se me ocurrió qué decir, así que sonreí también. —Sí, gracias, parece divertido. Al desviar los ojos me topé con la mirada de disculpa de Millie y supe que iba a ir a la gala me gustara o no.Luis Punto de VistaCarlos y yo habíamos conseguido la invitación oficial de la gala y teníamos duplicados hechos por el autor original para poder repartirlos a nuestro antojo. Mientras paseábamos por nuestro local nocturno favorito, él ya había entregado todos los sobres y a mí solo me quedaban unos pocos. Los estaba guardando para las chicas del club de campo, pero mi plan estaba en marcha.Estábamos sentados la zona vip y enseguida me fijé en una de las mesoneras que había llamado mi atención por su impresionante escote.Carlos me dio un codazo y se inclinó para hablarme con una sonrisa inmensa. —Mira quién está aquí. —Su voz sonó entusiasmada, mientras señalaba a las chicas que se acercaban.Enseguida reparé en dos pares de piernas y unas tetas capaces de volver loco a un hombre. Las gemelas Red eran unas hembras calientes, no hay duda de ello, pero sus formas ásperas me espantaban desde que las conocí, dos años atrás. Mariel era la más hermosa de las dos. Llevaba una estrella
Helen Punto de VistaMariel se giró frente al espejo de tres hojas y analizó la parte trasera del vestido, mientras yo me sentaba para verla. Podría estar en mi habitación, contemplando la colección de mi madre y eligiendo el adecuado para la gala, pero se esperaba que me pusiera a disposición de las gemelas y, al parecer, necesitaban toda la ayuda posible para escoger el traje apropiado. No es que valoraran mi opinión, pero cualquier cosa que me mantuviera ocupada y a su merced les hacía felices.Afortunadamente, todavía faltaba una semana y ya tenía uno en mente; de modo que me lo probaría en cuanto tuviera un momento libre. No podía decirles que me marchaba en ese instante, después de lo que había pasado la noche anterior, aunque les expliqué que derramé mi bebida porque me atraganté con un trozo de hielo. Yo no quería salir, pero las chicas insistieron. Por supuesto, solo me dieron diez minutos para prepararme y escondieron mi plancha del pelo; de modo que tuve que conformarme co
Luis Punto de VistaNunca me había gustado vestirme para los eventos cuando era más joven, pero ahora que podía elegir mi propia ropa no resultaba tan terrible. Carlos y yo habíamos decidido que en lugar de salir a comprar algo, echaríamos mano de mi fortuna y pediríamos que los diseñadores vinieran a nosotros. De ese modo, Carlos podría dormir más tiempo, me dije al verlo en la cama, abrazado a una morena muy sexy.Me miré en el espejo mientras Franky, el diseñador recomendado por mi madre, hacía algunos ajustes en el esmoquin. El hombre ya me había hecho un traje en el pasado y esperaba que me quedara igual de bien.—Disculpe —dijo una voz juvenil que entraba en la habitación.Era la chica que estaba en la cama de mi amigo y llevaba el pelo mojado. Tenía la cara roja de vergüenza y eso me hizo interesarme por lo que decía. La mayoría de las mujeres que pasaban por allí, se iban sin disculparse y a medio vestir.Carlos entró en la habitación poco después, con el pelo aún húmedo por l
Helen Punto de VistaOficialmente ya había terminado mi jornada de trabajo, al menos eso me había dicho Nola, y esperaba en mi habitación a que llegara la hora de vestirme para la fiesta. Solo deseaba que las gemelas no me interrumpieran porque quería aprovechar cada minuto.Me sorprendió que Millie subiera con la intención de ayudarme a prepararme; sobre todo, cuando empezó a contarme historias sobre mi madre. No sabía que la conociera cuando era tan joven, como también ignoraba que Scott Red había conocido a mi madre mucho antes que Nola, según me contó.—Entonces, ¿Los conocistes antes de que yo naciera?—Oh, sí, mucho antes. Deberías ponerte este. —Millie me mostró el bonito vestido azul que estaba sobre la cama.—No estoy segura. Era el que tenía pensado llevar, pero Halle me advirtió de que no debía usar su color. No tenía ni idea de lo que haría si decidía ir en contra de su advertencia, pero considerando que no quería discutir, pensé que era mejor hacerle caso.Millie resopló
Luis Punto de VistaEstaba a punto de ir a saludar a mis invitados cuando de repente me encontré con Mariel y Sadie Red, a un metro y medio de la puerta. Ninguna de las dos llevaba máscaras, pero ambas mostraban una sonrisa taimada como si estuvieran en mitad de una travesura que con seguridad sería algo miserable.—Príncipe Luis —canturreó Mariel, anteponiendo el apellido para jugar con un tratamiento curioso, aunque no era la única persona que lo hacía—. Carlos —dijo de pasada, con menos efusividad. Mientras que mi bienvenida fue una cálida sonrisa, mi amigo se adelantó y besó su mano, mostrándose muy considerado.Mariel no parecía muy interesada en él, aunque inclinó la cabeza como una tímida colegiala.A Sadie no pareció hacerle mucha gracia la presencia de Carlos y tuve la sensación de que las dos me buscaban a mí. Ya lo habían intentado otras veces, pero nunca lo habían demostrado tan abiertamente.Su hermana no vaciló y me miró como si fuera su presa. —Estupenda fiesta, Luis.
Helen Punto de VistaVislumbré a las gemelas cuando Luis Prince me saludó. Salieron corriendo de la entrada y fui a buscarlas en cuanto pude escaparme. Nada más doblar la esquina, noté que me agarraban por los brazos y casi me hicieron perder el equilibrio, mientras me empujaban hacia el baño de señoras.—Tranquilas, van a arrancarme los brazos —repliqué cuando cerraron la puerta—. ¡Me dejaron a propósito! —No iba a permitir que se fueran sin mencionar lo que hicieron, aunque no se disculparan.—Estás aquí, ¿no? Tienes suerte de que Luis se apiadara de ti. Dijo que parecías una tonta y no quería que los otros invitados se avergonzaran al entrar. —La voz de Sadie sonó amistosa, aunque era fácil apreciar el engañoso tono ácido. —Bueno, nada de esto habría pasado, si no hubierais salido de la casa sin mí. Sabíais que hacía falta una invitación para entrar. —Esa era la idea, ninguna quería que viniera y les arruinara la noche.—De todas formas, no tenías que perder el tiempo haciendo oji
Luis Punto de VistaLa chica se alejó tan rápido que me dejó pensativo. Traté de averiguar el motivo de su marcha y esperaba no haber dicho nada inapropiado. Al repasar la conversación, llegué a la conclusión de que solo debía estar preocupada por sus amigas. Crucé la sala y, antes de llegar a la salida, Carlos se acercó por detrás, dándome unos golpecitos en el hombro.Me di la vuelta y me apoyé en la pared.—¿Qué te pasa? ¿Ya estás cansado? —No, se trata de esa chica, la que apareció sin invitación. —Sacudí la cabeza—. Es una diosa y deseo saber más de ella desde que comenzamos a hablar.—Mierda, eso no es bueno. Tengo el presentimiento de que la única forma de conseguir a Sadie es contando contigo. —Sadie es una lunática. No, gracias. Además espero estar esta noche con esa chica.—Vale, pero antes ayúdame a conseguir a las gemelas y serás libre de desaparecer con tu chica. Todo lo que necesitan es una promesa de que te unirás. —Me miró con una sonrisa—. Una vez que las tenga en
Helen Punto de VistaMi madre me enseñó a no menospreciar a los demás. Decía que no importaba cuánto dinero tuviera la gente porque todos eran dignos de amor y respeto. Me educó en la creencia de que era mejor ser sociable antes que el mejor amigo; así como que debía buscar lo bueno en las personas porque todo el mundo tenía algo, aunque estuviera muy escondido. Seguí contemplando el cielo nocturno mientras la echaba de menos. Solo esperaba que sus enseñanzas fueran ciertas. No me gustaría pensar que Luis era un imbécil, aunque también cabía la posibilidad que no tuviera a nadie que le mostrara la forma de amar, como hizo mi madre conmigo.—Empezaba a pensar que te habías ido.Me giré al escuchar la voz de Luis. Estaba parado en la puerta de la terraza, bajo una guirnalda de rosas que debía haber costado más que mi vestido.—Pensé en hacerlo.—¿Por qué? ¿No te diviertes? —Se acercó y se puso a mi lado.—No me siento bienvenida. Sobre todo considerando que no soy rica o famosa y que n