Aventura Erótica

La tormenta sacudía las ventanas con cada trueno y era en esos momentos cuando más odiaba vivir sola. Una cosa era que Luis estuviera en la calle y otra que, a esas horas, se encontrara dormido en su cama y despreocupado mientras yo tenía los nervios de punta.

Nunca me habían gustado los temporales. Las noches que se ponían demasiado tenebrosas, me colaba en la habitación de mi madre y me metía con ella en su cama. Ahora no tenía esa opción. Ocupaba su habitación y estaba sola.

El viento soplaba tan fuerte que los árboles se agitaban, los charcos eran tan profundos que había que rodearlos y las olas rompían en la playa. Por si fuera poco, la lámpara parpadeó varias veces y me apresuré a bajar las escaleras. En cuanto llegué a la cocina y agarré una linterna, se apagó la luz. Me quedé a oscuras por un momento mientras trataba de recordar cómo encenderla, hasta que apreté un botón que tenía en un extremo y maldije cuando la luz comenzó a titilar como si le faltaran pilas.

No recordaba
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