Helen Punto de Vista
Mariel se giró frente al espejo de tres hojas y analizó la parte trasera del vestido, mientras yo me sentaba para verla. Podría estar en mi habitación, contemplando la colección de mi madre y eligiendo el adecuado para la gala, pero se esperaba que me pusiera a disposición de las gemelas y, al parecer, necesitaban toda la ayuda posible para escoger el traje apropiado. No es que valoraran mi opinión, pero cualquier cosa que me mantuviera ocupada y a su merced les hacía felices.
Afortunadamente, todavía faltaba una semana y ya tenía uno en mente; de modo que me lo probaría en cuanto tuviera un momento libre. No podía decirles que me marchaba en ese instante, después de lo que había pasado la noche anterior, aunque les expliqué que derramé mi bebida porque me atraganté con un trozo de hielo. Yo no quería salir, pero las chicas insistieron. Por supuesto, solo me dieron diez minutos para prepararme y escondieron mi plancha del pelo; de modo que tuve que conformarme con cepillarme la melena, sin poder controlar los rizos que se formaban con la humedad. Pero eso no fue lo peor que hicieron. La noche anterior, se llevaron mis lentes de contacto y me sentí muy torpe sin ellos. Fue un desastre detrás de otro, por lo que estuve todo el día buscándolas, tal y como ellas querían. Sabía que lo habían hecho por la sugerencia de su padre de llevarme a la gala. Querían demostrarme que si iba a ser su acompañante, también iba a ser su alivio cómico.La peor parte de la noche fue cuando Mariel derramó su bebida, accidentalmente también, en la parte delantera de mi blusa. Corrí al baño llorando, pero no dejé que me vieran. Eran lágrimas de rabia y de impotencia porque, si quería alejarme de ellas y salir de la mansión Red, tendría que aguantar hasta que pudiera ahorrar algo de dinero. Según Carmen, que siempre había sido como una tía para mí, los bancos reclamaron el dinero que había pedido prestado mi madre para pagar la quimioterapia y, al parecer, no tenía ningún seguro para cubrir los gastos. Le agradecí que me cuidara y supuse que, cuando las cosas se arreglaran, podría hacer mi vida y continuar con mi carrera. Esa era la única razón por la que quería ir a la gala. Planeaba llevar algunas de mis piezas de joyería exclusivas y, si tenía suerte, conseguiría futuros clientes. Mucha gente todavía buscaba diseños de mi madre, ya que habían aumentado de valor después de su muerte. Solo esperaba que se interesaran en los míos a partir de ahora. Mi madre siempre quiso que me dedicara a lo mismo que ella, por eso me enseñó todo lo que sabía. Prometió que me introduciría en los círculos correctos y, aunque todavía guardaba algunas conexiones debajo de la manga, quería estar preparada. Y también montar mi propio estudio.—Estoy harta de vestir de color azul —dijo Sadie, arrojando el trozo de seda al suelo. El diseñador, Morris Smith, puso los ojos en blanco y se alejó.—Entonces, ¿qué color te gustaría? —Parecía estar perdiendo la paciencia y no podía culparlo. Había traído varias muestras de telas y algunos vestidos para que se probaran.—Verde, púrpura, rojo… —Sadie enumeró los colores con los dedos, se sentó en el sofá y miró al hombre—. Cualquier tono menos el maldito azul.Mariel inclinó la cabeza, se sujetó los pechos y se observó de lado en el espejo.—Bueno. Yo iré de azul y no quiero que vayamos vestidas igual, como una pareja de fracasadas. —Creí que habías elegido el vestido negro. —Sadie puso las manos en las caderas y se giró hacia Morris. —Entonces, quiero vestirme de negro.—Brillante. Tengo la tela ideal. —El hombre comenzó a buscar entre las muestras hasta que alzó una en la mano.Sady la examinó mientras se miraba en el espejo con ella por encima de la ropa y lo abrazó muy alegre, hasta que reparó en mí que estaba detrás y su cara se transformó.—Será mejor que te asegures de que la tela que uses sea impermeable —dijo Mariel con ironía y después se dirigió a mí—. Espero que no nos avergüences.—O las cosas se pondrán muy feas cuando lleguemos a casa. Peor que anoche —añadió Sadie.Mariel entró en la habitación y Mariel se retiró, regresando a su espejo como si las dos no me hubieran acosado un instantes antes. No le importaba que Perry hubiera escuchado sus comentarios crueles, pero no quería que lo hiciera su abuela.El hombre me miró con simpatía. —¿Vas a ir a la gala? ¿Necesitas un vestido? —al preguntar, arqueó una ceja y frunció la nariz.Su acento era tan espeso como el jarabe; daba la impresión de que tenía algo atravesado en la parte posterior de su garganta. —No, gracias. Ya tengo algo en mente. Era un vestido de seda brillante, de un color azul que combinaba con mis ojos y que pensaba llevar con algunas joyas de mi madre que ahora formaban parte de mi colección personal. Por supuesto, el tono era mucho más bonito que el que llevaba Mariel, que coincidía con su pelo.Mariel puso los ojos en blanco y Sadie sacudió la cabeza, pero Mariel, sonrió con amabilidad.—Apuesto a que cualquier cosa que elijas será preciosa. Tu madre siempre destacó por su belleza en las galas. Tenía mucho estilo y era muy elegante, un ejemplo de verdadera belleza clásica, como tú.—¿Mi madre iba a galas? —Desconocía que lo hubiera hecho.—Íbamos las dos. —Nos sorprendió Carmen que entraba en la habitación. Se colocó detrás de Mariel en el espejo y revisó el ruedo del vestido como si comprobara su calidad—. Entonces eras solo una niña, pero íbamos casi todos los años. Los diseños de tu madre le abrieron muchas puertas, igual que ser mi amiga. —Giró la cabeza para mirarme de refilón—. Éramos una generación diferente y ahora la gala pertenece a nuestras hijas. Sus hijas, quiso decir.Sadie se acercó a su madre con el vestido de muestra del que Morris le haría uno en negro y le enseñó el trozo de tela que iba a utilizar.—Quedarán unos vestidos preciosos, pero vais a necesitar los complementos adecuados. —Sus ojos se encontraron con los míos en el espejo—. Helen, querida, estoy segura de que tienes algo en la colección de tu madre que quedará bien con estos vestidos.Sentí que palidecía cuando me puso en el compromiso.—Lo siento,Carmen, no soportaría tener que prestar la colección de mi madre. Juré que nunca me separaría de ella, era mi posesión más preciada. Me habían arrebatado todo lo demás: mi casa y el dinero que iba a ser mi herencia. No soportaría que le pasara cualquier cosa. La idea de prestársela a las malvadas gemelas me revolvió el estómago.—¿Perdón? No creo que sea mucho pedir. —Carmen endureció la expresión y me sentí mal por haberle dicho que no.Ella era como mi familia, hizo todo por ayudarme.Traté de buscar una excusa que justificara mi negativa, si es que me negaba.—Es que es todo lo que tengo. Es...—Hemos hecho mucho por ti, Helen. Te invitamos a nuestra casa y te confiamos nuestra seguridad, no querrás decir que no te fías de prestarnos unas cuantas piezas que seguramente te devolveremos intactas —replicó en tono seco, pero antes de que pudiera responder, Mariel intervino.—No es correcto que insinúes que Helen te debe algo y mucho menos sus posesiones más valiosas. —La miró con dureza—. Si tanta confianza tienes en tus hijas, deberías prestarles tus propias piezas de valor. Estoy segura de que tienes algunas igual de bonitas como las que diseñó Sandra.Carmen palideció, incluso creí ver que apretaba la mandíbula, pero enseguida suavizó la expresión con una sonrisa. —Por supuesto, perdóname, Helen.Mariel resopló. —Como si quisiéramos usar sus muestras, cuando el mejor diseñador de la ciudad nos puede prestar lo que queramos. Los ojos de Sadie se encontraron con los míos en el espejo, pero en lugar de una sonrisa, vislumbré una mueca maliciosa. Era la mirada de una víbora dispuesta para atacar y sabía que una vez que hundiera sus colmillos en su presa, la muerte sería igual de lenta.Carmen mantuvo una expresión neutra. Era evidente que estaba harta de que Mariel me defendiera; sobre todo, porque ya nadie habló durante un tiempo y cuando lo hicieron, la mujer se había marchado y yo era de nuevo invisible.Luis Punto de VistaNunca me había gustado vestirme para los eventos cuando era más joven, pero ahora que podía elegir mi propia ropa no resultaba tan terrible. Carlos y yo habíamos decidido que en lugar de salir a comprar algo, echaríamos mano de mi fortuna y pediríamos que los diseñadores vinieran a nosotros. De ese modo, Carlos podría dormir más tiempo, me dije al verlo en la cama, abrazado a una morena muy sexy.Me miré en el espejo mientras Franky, el diseñador recomendado por mi madre, hacía algunos ajustes en el esmoquin. El hombre ya me había hecho un traje en el pasado y esperaba que me quedara igual de bien.—Disculpe —dijo una voz juvenil que entraba en la habitación.Era la chica que estaba en la cama de mi amigo y llevaba el pelo mojado. Tenía la cara roja de vergüenza y eso me hizo interesarme por lo que decía. La mayoría de las mujeres que pasaban por allí, se iban sin disculparse y a medio vestir.Carlos entró en la habitación poco después, con el pelo aún húmedo por l
Helen Punto de VistaOficialmente ya había terminado mi jornada de trabajo, al menos eso me había dicho Nola, y esperaba en mi habitación a que llegara la hora de vestirme para la fiesta. Solo deseaba que las gemelas no me interrumpieran porque quería aprovechar cada minuto.Me sorprendió que Millie subiera con la intención de ayudarme a prepararme; sobre todo, cuando empezó a contarme historias sobre mi madre. No sabía que la conociera cuando era tan joven, como también ignoraba que Scott Red había conocido a mi madre mucho antes que Nola, según me contó.—Entonces, ¿Los conocistes antes de que yo naciera?—Oh, sí, mucho antes. Deberías ponerte este. —Millie me mostró el bonito vestido azul que estaba sobre la cama.—No estoy segura. Era el que tenía pensado llevar, pero Halle me advirtió de que no debía usar su color. No tenía ni idea de lo que haría si decidía ir en contra de su advertencia, pero considerando que no quería discutir, pensé que era mejor hacerle caso.Millie resopló
Luis Punto de VistaEstaba a punto de ir a saludar a mis invitados cuando de repente me encontré con Mariel y Sadie Red, a un metro y medio de la puerta. Ninguna de las dos llevaba máscaras, pero ambas mostraban una sonrisa taimada como si estuvieran en mitad de una travesura que con seguridad sería algo miserable.—Príncipe Luis —canturreó Mariel, anteponiendo el apellido para jugar con un tratamiento curioso, aunque no era la única persona que lo hacía—. Carlos —dijo de pasada, con menos efusividad. Mientras que mi bienvenida fue una cálida sonrisa, mi amigo se adelantó y besó su mano, mostrándose muy considerado.Mariel no parecía muy interesada en él, aunque inclinó la cabeza como una tímida colegiala.A Sadie no pareció hacerle mucha gracia la presencia de Carlos y tuve la sensación de que las dos me buscaban a mí. Ya lo habían intentado otras veces, pero nunca lo habían demostrado tan abiertamente.Su hermana no vaciló y me miró como si fuera su presa. —Estupenda fiesta, Luis.
Helen Punto de VistaVislumbré a las gemelas cuando Luis Prince me saludó. Salieron corriendo de la entrada y fui a buscarlas en cuanto pude escaparme. Nada más doblar la esquina, noté que me agarraban por los brazos y casi me hicieron perder el equilibrio, mientras me empujaban hacia el baño de señoras.—Tranquilas, van a arrancarme los brazos —repliqué cuando cerraron la puerta—. ¡Me dejaron a propósito! —No iba a permitir que se fueran sin mencionar lo que hicieron, aunque no se disculparan.—Estás aquí, ¿no? Tienes suerte de que Luis se apiadara de ti. Dijo que parecías una tonta y no quería que los otros invitados se avergonzaran al entrar. —La voz de Sadie sonó amistosa, aunque era fácil apreciar el engañoso tono ácido. —Bueno, nada de esto habría pasado, si no hubierais salido de la casa sin mí. Sabíais que hacía falta una invitación para entrar. —Esa era la idea, ninguna quería que viniera y les arruinara la noche.—De todas formas, no tenías que perder el tiempo haciendo oji
Luis Punto de VistaLa chica se alejó tan rápido que me dejó pensativo. Traté de averiguar el motivo de su marcha y esperaba no haber dicho nada inapropiado. Al repasar la conversación, llegué a la conclusión de que solo debía estar preocupada por sus amigas. Crucé la sala y, antes de llegar a la salida, Carlos se acercó por detrás, dándome unos golpecitos en el hombro.Me di la vuelta y me apoyé en la pared.—¿Qué te pasa? ¿Ya estás cansado? —No, se trata de esa chica, la que apareció sin invitación. —Sacudí la cabeza—. Es una diosa y deseo saber más de ella desde que comenzamos a hablar.—Mierda, eso no es bueno. Tengo el presentimiento de que la única forma de conseguir a Sadie es contando contigo. —Sadie es una lunática. No, gracias. Además espero estar esta noche con esa chica.—Vale, pero antes ayúdame a conseguir a las gemelas y serás libre de desaparecer con tu chica. Todo lo que necesitan es una promesa de que te unirás. —Me miró con una sonrisa—. Una vez que las tenga en
Helen Punto de VistaMi madre me enseñó a no menospreciar a los demás. Decía que no importaba cuánto dinero tuviera la gente porque todos eran dignos de amor y respeto. Me educó en la creencia de que era mejor ser sociable antes que el mejor amigo; así como que debía buscar lo bueno en las personas porque todo el mundo tenía algo, aunque estuviera muy escondido. Seguí contemplando el cielo nocturno mientras la echaba de menos. Solo esperaba que sus enseñanzas fueran ciertas. No me gustaría pensar que Luis era un imbécil, aunque también cabía la posibilidad que no tuviera a nadie que le mostrara la forma de amar, como hizo mi madre conmigo.—Empezaba a pensar que te habías ido.Me giré al escuchar la voz de Luis. Estaba parado en la puerta de la terraza, bajo una guirnalda de rosas que debía haber costado más que mi vestido.—Pensé en hacerlo.—¿Por qué? ¿No te diviertes? —Se acercó y se puso a mi lado.—No me siento bienvenida. Sobre todo considerando que no soy rica o famosa y que n
Luis Punto de VistaAlgo no me gustaba de lo que Helen Ford me había contado sobre su situación, pero pensé en tomarme las cosas con calma y conocerla antes de decir nada. El hecho de que su madre la dejara sin nada era alucinante, pero tampoco conocía toda la historia.Me senté con ella en el banco y me dediqué a observarla mientras ella miraba las estrellas y se perdía en sus pensamientos. Después, me quité la máscara esperando que hiciera lo mismo, pero no lo hizo.—¿Qué hay de ti, Luis Prince Williams? ¿Cuál es tu pasión? —Por fin giró la cabeza para hablarme.La pregunta me pilló desprevenido, pero solo porque nadie solía interesarse por esas cosas. La mayoría de la gente daba por hecho que me conocía y que solo me importaba el dinero y cómo gastarlo.—¿De verdad quieres saberlo? —Me reí un poco al tiempo que pasaba una mano por el pelo—. Mi padre se dedicaba al negocio inmobiliario. Era frecuente que tratara con los clientes de mi madre y solían ir en avión a la isla que tenía e
Helen Punto de VistaCuando Luis me tomó de la mano y bajamos las escaleras, tuve la sensación de que estaba viviendo un sueño y yo era una princesa. Al llegar abajo, me besó delante de todo el mundo y me sentí flotando, como en una nube. Nada más separarnos, eché un vistazo a la gente que nos rodeaba y vi a una mujer molesta que se acercaba a nosotros y, por su parecido físico, supe al instante que era su madre. No me preocupé por ella, toda mi atención se centró en las gemelas Red, que se pararon al otro lado de la estancia con el amigo de Luis.Ambas iban vestidas como si fueran árboles de Navidad y, al mirarlas de cerca, me di cuenta de por qué iban tan adornadas y por qué me habían echado del baño: llevaban las joyas de mi madre, las de mi colección personal. Todas las piezas originales que me negué a prestarles. La madre de Luis caminó hacia él, mientras yo crucé la sala para acercarme a las chicas que me miraban como si pretendieran convertirme en piedra.—¿Qué hacen con mis