Luis Punto de Vista
Nunca me había gustado vestirme para los eventos cuando era más joven, pero ahora que podía elegir mi propia ropa no resultaba tan terrible. Carlos y yo habíamos decidido que en lugar de salir a comprar algo, echaríamos mano de mi fortuna y pediríamos que los diseñadores vinieran a nosotros. De ese modo, Carlos podría dormir más tiempo, me dije al verlo en la cama, abrazado a una morena muy sexy.
Me miré en el espejo mientras Franky, el diseñador recomendado por mi madre, hacía algunos ajustes en el esmoquin. El hombre ya me había hecho un traje en el pasado y esperaba que me quedara igual de bien.—Disculpe —dijo una voz juvenil que entraba en la habitación.Era la chica que estaba en la cama de mi amigo y llevaba el pelo mojado. Tenía la cara roja de vergüenza y eso me hizo interesarme por lo que decía. La mayoría de las mujeres que pasaban por allí, se iban sin disculparse y a medio vestir.Carlos entró en la habitación poco después, con el pelo aún húmedo por la ducha que imaginé que habían compartido.—Te queda muy bien —opinó, mientras se dejaba caer en la silla más cercana que no estaba cubierta de ropa y me observaba ante el espejo.—Gracias. Finalmente, hemos elegido el adecuado. Ahora nos aseguraremos de que me quede como un guante.—¿Estás seguro de que tenemos que hacer todo el asunto del esmoquin? ¿No puedo usar una corbata y mis botas? El estilo de Carlos siempre había sido un poco más vanguardista que el de un niño rico normal, igual que su padre que siempre llevaba camisetas de concierto y vaqueros rasgados con sus botas de motorista.—¿Por qué no se lo preguntas a mi madre? Estoy seguro de que te responderá en el acto.—No importa, lo haré. —Carlos se inclinó hacia atrás y cerró los ojos como si no hubiera dormido lo suficiente. —Estás hecho polvo esta mañana. Esa chica no tenía pinta de ser de las que te dejan para el arrastre; más bien de las que parecen sanas, comparadas con las otras que traes a casa.—Era una lunática. Me hizo atarla al cabezal de la cama y me pidió que la asfixiara. No me importaba sostener a una chica por el cuello, pero me rogó que la hiciera desmayar y se molestó cuando me negué.—Menos mal. Lo último que necesitamos aquí es que muera asfixiada una chica con prácticas sadomasoquistas. ¿Te imaginas los titulares? Mi madre nos mandaría bajo tierra antes de que la policía nos apresara. —Sacudí la cabeza—. No parecía de ese tipo de mujer.—Era insaciable. Creo que me he lesionado la cadera y no tengo ni treinta años.—Debería decirle a mi madre que a lo mejor eres tú el que tiene que sentar cabeza y casarse. Tu vida sexual está mucho más jodida que la mía. Carlos siempre solía dar con las mujeres más raras, aunque no podía decir si eso lo convertía en el hombre más desafortunado del mundo o no.—Sé lo que quiero. Con suerte, esta vez traerá a su gemela para el encuentro.—¿Sigues colgado de Mariel Red? —Me reí entre dientes y sentí una mano firme en mi hombro para mantenerme quieto—. Lo siento, Franky. El hombre sacudió la cabeza, volvió a fingir que no estaba en la habitación y Carlos continuó con la conversación.—Querer coger con alguien no es lo mismo que estar colgado. Además, quiero que lo hagamos con su hermana.—Creo que a eso le llaman encaprichamiento.Franky negó con la cabeza.—El término correcto es obsesión, señor.Nos reímos y Carlos hizo un gesto obsceno antes de intentar defenderse. —Ella y yo tenemos asuntos pendientes.Antes de que pudiera darle una buena réplica, irrumpió mi madre. —Hola, queridos. Hola, Franky. No se detuvo hasta que estuvo parada entre nosotros con las manos juntas.—Veo que están ocupados —dijo, al tiempo que levantaba una ceja. Yo procuré mostrarme impasible y Carlos sabía que no debía decir una palabra, hasta que supiéramos de qué se nos acusaba.La miré y la tomé de las manos, esquivando a Franky que estaba en medio.—No juegues como si no supieras de lo que hablo. —Cruzó los brazos por delante y esperé a que su pie empezara a dar golpecitos. Sorprendentemente no lo hizo, pero continuó—. Estaba tomando mi té de media mañana en el club, cuando la chica de las toallas se ha acercado para decirme lo emocionada que está por venir a la gala esta noche. También ha explicado que se ha gastado el sueldo de un mes en su vestido y ustedes debieron haberle ahorrado la molestia a la pobre chica. Cualquiera sin una invitación oficial no es bienvenido.—Sí, Gabriela, lo sé. —Las cartas estaban sobre la mesa y solo faltaban unas horas para la gala. Ya no había marcha atrás—. Por eso he hecho mis propias invitaciones oficiales y las entregué a mis amigos, para que pudieran asistir.—¿Has hecho, qué? —Nuevas invitaciones en relieve que incluso han quedado mejor que las originales. —No puedes enviar imitaciones baratas y esperar que parezcan reales —dijo con fuerza, como si yo no supiera a quién había contratado.—Me aseguré de que las hiciera la misma persona y te advierto que con un resultado excelente, en la caligrafía y el grabado. —Sabía que no debía sonreír, pero Carlos ya lo estaba haciendo por los dos.—No tienes respeto por nada. Trato de organizarte una fiesta y no puedes soportar que sea yo quien la maneje.Retiré mis manos con fuerza y casi golpeé a Franky en el pecho. —Eres tú la que no respeta mis deseos, Gabriela.—No me llames así, soy tu madre. —Me miró con censura mientras movía la cabeza.Franky dio un paso atrás y puso los brazos como jarra, como si esperara que termináramos.—Si quieres que encuentre a alguien que me interese, deberías invitar a alguien más que a esas zorras frías que tienes en tu lista de la clase alta. Quiero gente que sea agradable y comprensiva, que tenga algo más que ofrecer que dinero. Sin olvidar que tienes mucha suerte de que vaya a esa gala.—Bueno, por lo que a mí respecta ya has arruinado la fiesta. Es imposible que encuentres a alguien que sea decente y apropiada. En cuanto empiece a acumularse la gentuza, se marcharán las pocas chicas respetables que acudan.—Tú te lo pierdes.—Vendrán las hijas de un antiguo cliente y espero que sean hospitalarios y amables con ellas. Son las gemelas Red, ustedes las conocen y saben que actualmente son muy importantes. —Me miró y agregó—. Asegúrate de que tengan un trato especial.—Me ocuparé de ellas personalmente, señora, puede contar conmigo.—Eres tan dulce, Carlos. —Alborotó su pelo con la mano como cuando era un niño, lo que siempre me había dado un poco de celos, pero ahora me hubiera gustado que se la hubiera quedado para él. —Lameculos —murmuré a Carlos, mientras ella se dirigía a la puerta.—Quiero que estén listos para la gala a las seis y que den la bienvenida a los invitados —advirtió antes de irse.—Ves, ella quiere que me las tire. ¿La has escuchado? Toda esa charla sobre mostrarles hospitalidad y eso es precisamente lo que voy a hacer. —Carlos se levantó y cruzó la habitación para pararse a mi lado frente al espejo.Franky, que había regresado al trabajo en cuanto mi madre se fue, terminó conmigo y comenzó con Carlos. Mientras le probaba un esmoquin, llamé a algunas de mis amigas y me aseguré de que vinieran. Después de que el hombre se fuera, apareció una chica y nos entregó las máscaras que íbamos a llevar. Yo había optado por la apariencia de médico de la peste, mientras que Carlos prefería la máscara de halcón, y los dos parecíamos un par de pájaros viciosos.Nos enseñó a ponérnoslas y le entregué una de las invitaciones para el baile que me quedaban.—Gracias. —Sus ojos se iluminaron y se marchó ilusionada.—¿Por qué has hecho eso? —preguntó Carlos.—Vi cómo la mirabas y parece inteligente. Mira estas máscaras. ¿No sería una fantasía más ardiente que esas gemelas que persigues? Cualquier otra lo sería, en realidad.—No, para nada. Quiero a esas chicas y las quiero antes de que acabe la noche, así que te agradecería toda la ayuda que puedas darme.—¿Me pides que te recomiende?—No jodas, no me importa, pero te lo agradeceré si así consigo una oportunidad. Siempre le has gustado a Sadie, me lo dijo Mariel. Sadie era la más loca de las dos y la que más miedo daba. No quería prometerle nada y ponerla en contra. —No lo sé, Carlos. A ver qué vemos y cómo va la noche. No me voy a conformar con esas chicas toda la gala.Era una fiesta después de todo, no un castigo. Aunque estaba seguro de que si las cosas no salían como estaba previsto, mi madre se aseguraría de que, al final, fuera las dos cosas.Helen Punto de VistaOficialmente ya había terminado mi jornada de trabajo, al menos eso me había dicho Nola, y esperaba en mi habitación a que llegara la hora de vestirme para la fiesta. Solo deseaba que las gemelas no me interrumpieran porque quería aprovechar cada minuto.Me sorprendió que Millie subiera con la intención de ayudarme a prepararme; sobre todo, cuando empezó a contarme historias sobre mi madre. No sabía que la conociera cuando era tan joven, como también ignoraba que Scott Red había conocido a mi madre mucho antes que Nola, según me contó.—Entonces, ¿Los conocistes antes de que yo naciera?—Oh, sí, mucho antes. Deberías ponerte este. —Millie me mostró el bonito vestido azul que estaba sobre la cama.—No estoy segura. Era el que tenía pensado llevar, pero Halle me advirtió de que no debía usar su color. No tenía ni idea de lo que haría si decidía ir en contra de su advertencia, pero considerando que no quería discutir, pensé que era mejor hacerle caso.Millie resopló
Luis Punto de VistaEstaba a punto de ir a saludar a mis invitados cuando de repente me encontré con Mariel y Sadie Red, a un metro y medio de la puerta. Ninguna de las dos llevaba máscaras, pero ambas mostraban una sonrisa taimada como si estuvieran en mitad de una travesura que con seguridad sería algo miserable.—Príncipe Luis —canturreó Mariel, anteponiendo el apellido para jugar con un tratamiento curioso, aunque no era la única persona que lo hacía—. Carlos —dijo de pasada, con menos efusividad. Mientras que mi bienvenida fue una cálida sonrisa, mi amigo se adelantó y besó su mano, mostrándose muy considerado.Mariel no parecía muy interesada en él, aunque inclinó la cabeza como una tímida colegiala.A Sadie no pareció hacerle mucha gracia la presencia de Carlos y tuve la sensación de que las dos me buscaban a mí. Ya lo habían intentado otras veces, pero nunca lo habían demostrado tan abiertamente.Su hermana no vaciló y me miró como si fuera su presa. —Estupenda fiesta, Luis.
Helen Punto de VistaVislumbré a las gemelas cuando Luis Prince me saludó. Salieron corriendo de la entrada y fui a buscarlas en cuanto pude escaparme. Nada más doblar la esquina, noté que me agarraban por los brazos y casi me hicieron perder el equilibrio, mientras me empujaban hacia el baño de señoras.—Tranquilas, van a arrancarme los brazos —repliqué cuando cerraron la puerta—. ¡Me dejaron a propósito! —No iba a permitir que se fueran sin mencionar lo que hicieron, aunque no se disculparan.—Estás aquí, ¿no? Tienes suerte de que Luis se apiadara de ti. Dijo que parecías una tonta y no quería que los otros invitados se avergonzaran al entrar. —La voz de Sadie sonó amistosa, aunque era fácil apreciar el engañoso tono ácido. —Bueno, nada de esto habría pasado, si no hubierais salido de la casa sin mí. Sabíais que hacía falta una invitación para entrar. —Esa era la idea, ninguna quería que viniera y les arruinara la noche.—De todas formas, no tenías que perder el tiempo haciendo oji
Luis Punto de VistaLa chica se alejó tan rápido que me dejó pensativo. Traté de averiguar el motivo de su marcha y esperaba no haber dicho nada inapropiado. Al repasar la conversación, llegué a la conclusión de que solo debía estar preocupada por sus amigas. Crucé la sala y, antes de llegar a la salida, Carlos se acercó por detrás, dándome unos golpecitos en el hombro.Me di la vuelta y me apoyé en la pared.—¿Qué te pasa? ¿Ya estás cansado? —No, se trata de esa chica, la que apareció sin invitación. —Sacudí la cabeza—. Es una diosa y deseo saber más de ella desde que comenzamos a hablar.—Mierda, eso no es bueno. Tengo el presentimiento de que la única forma de conseguir a Sadie es contando contigo. —Sadie es una lunática. No, gracias. Además espero estar esta noche con esa chica.—Vale, pero antes ayúdame a conseguir a las gemelas y serás libre de desaparecer con tu chica. Todo lo que necesitan es una promesa de que te unirás. —Me miró con una sonrisa—. Una vez que las tenga en
Helen Punto de VistaMi madre me enseñó a no menospreciar a los demás. Decía que no importaba cuánto dinero tuviera la gente porque todos eran dignos de amor y respeto. Me educó en la creencia de que era mejor ser sociable antes que el mejor amigo; así como que debía buscar lo bueno en las personas porque todo el mundo tenía algo, aunque estuviera muy escondido. Seguí contemplando el cielo nocturno mientras la echaba de menos. Solo esperaba que sus enseñanzas fueran ciertas. No me gustaría pensar que Luis era un imbécil, aunque también cabía la posibilidad que no tuviera a nadie que le mostrara la forma de amar, como hizo mi madre conmigo.—Empezaba a pensar que te habías ido.Me giré al escuchar la voz de Luis. Estaba parado en la puerta de la terraza, bajo una guirnalda de rosas que debía haber costado más que mi vestido.—Pensé en hacerlo.—¿Por qué? ¿No te diviertes? —Se acercó y se puso a mi lado.—No me siento bienvenida. Sobre todo considerando que no soy rica o famosa y que n
Luis Punto de VistaAlgo no me gustaba de lo que Helen Ford me había contado sobre su situación, pero pensé en tomarme las cosas con calma y conocerla antes de decir nada. El hecho de que su madre la dejara sin nada era alucinante, pero tampoco conocía toda la historia.Me senté con ella en el banco y me dediqué a observarla mientras ella miraba las estrellas y se perdía en sus pensamientos. Después, me quité la máscara esperando que hiciera lo mismo, pero no lo hizo.—¿Qué hay de ti, Luis Prince Williams? ¿Cuál es tu pasión? —Por fin giró la cabeza para hablarme.La pregunta me pilló desprevenido, pero solo porque nadie solía interesarse por esas cosas. La mayoría de la gente daba por hecho que me conocía y que solo me importaba el dinero y cómo gastarlo.—¿De verdad quieres saberlo? —Me reí un poco al tiempo que pasaba una mano por el pelo—. Mi padre se dedicaba al negocio inmobiliario. Era frecuente que tratara con los clientes de mi madre y solían ir en avión a la isla que tenía e
Helen Punto de VistaCuando Luis me tomó de la mano y bajamos las escaleras, tuve la sensación de que estaba viviendo un sueño y yo era una princesa. Al llegar abajo, me besó delante de todo el mundo y me sentí flotando, como en una nube. Nada más separarnos, eché un vistazo a la gente que nos rodeaba y vi a una mujer molesta que se acercaba a nosotros y, por su parecido físico, supe al instante que era su madre. No me preocupé por ella, toda mi atención se centró en las gemelas Red, que se pararon al otro lado de la estancia con el amigo de Luis.Ambas iban vestidas como si fueran árboles de Navidad y, al mirarlas de cerca, me di cuenta de por qué iban tan adornadas y por qué me habían echado del baño: llevaban las joyas de mi madre, las de mi colección personal. Todas las piezas originales que me negué a prestarles. La madre de Luis caminó hacia él, mientras yo crucé la sala para acercarme a las chicas que me miraban como si pretendieran convertirme en piedra.—¿Qué hacen con mis
LuisFinalmente me libré de la regañina de mi madre, pero no pude alcanzar a Helen. Carlos llegó a mi lado y se agachó para recoger algo a mis pies. Lo sujetó entre los dedos y reconocí su anillo. O al menos, era parte de él. —Se le cayó esto. —Me lo entregó—. Supongo que querrás tenerlo.—¿Qué ha pasado? Mi madre me echó una buena bronca por estar arriba. ¿Qué le dijeron a Helen esas zorras?—Le dijeron que ibas a hacer un cuarteto con nosotros. —Parecía como si le costara trabajo seguir hablando.—¿Le explicaste que eso no era cierto?—¡No sabía qué decir! No quería que las gemelas se molestaran.—¿Dejaste que le metieran esa mierda en la cabeza? —Aunque estaba rabioso con él, comprendía que no le hubiera dicho la verdad.Las gemelas lo pusieron en un aprieto y no supo qué decir, pero odiaba que Helen pensara lo peor de mí.—Esas gemelas son crueles, sobre todo, se han ensañado con una mujer como Helen, que es compasiva y hermosa. —Trató de justificarse. En ese momento, llegaron l